6. Miedo

Narra Amalia

Han pasado cinco días desde que me instale aquí con Lesedi, no voy a negar que me hace sentir viva y feliz.

El sexo con él y más que satisfactorio, para que negar la evidencia. Pero me siento incompleta, me falta una parte de mi y esa parte es Anaís.

Mamá hace varios días que trajo mis cosas, pero ni rastro de Anais.

No te preocupes ella está bien, no pongas nubarrones negros sobre tu cabeza..

Y una M... Con A. Aquí hay algo que no me gusta, ni siquiera me han dejado hablar con ella por teléfono. Qué casualidad siempre está durmiendo, o en el baño, o a salir al parque...

Voy a llamar a la abuela, quiero que venga a por mi. Y lo quiero ya!

Un viaje en coche, supondría varios días, no dispongo de tanto tiempo.

Voy a buscar a Lesedi, creo que tiene derecho a saber las cosas que hago, no estoy acostumbrada a dar explicaciones pero ahora somos una pareja.

A mi no me gustaría que me ocultara nada. He tardado en encontrarlo y eso que está Manada no es tan grande como la de mis padres.

Ha decido acompañarme, dice que debemos compartir los buenos momentos y los no tan buenos.

La abuela debe de estar al llegar, siento tanto tener que molestarla, pero que otra cosa podría hacer? Estoy angustiada y muy preocupada. Es de mi hija de la que estamos hablando.

- Abuela, te he echado tanto de menos..digo abrazando a mi abuela Amalia y al borde de las lágrimas.

- Que pasa pequeña, debe de ser grave porque tú nunca me llamás si no es así. Mi pequeña cabezota.

- Abuela, llevanos a casa, presiento que algo malo le ha pasado a Anaís, ojalá me equivoque. Pero lo siento aquí. Digo apoyando mi mano sobre mi corazón.

Mi abuela palidece de un momento a otro, dice unas palabras y abre un portal. Uno a uno atravesamos el portal.

Lesedi tiene mala cara, se ve que es su primera vez. Hasta la trescientos o así el estómago no se hace a estos viajes.

Estamos en la puerta de casa,  no hay ningún. Juguete de Anaís en el porche, el corazón se me va a salir del pecho.

Abro la puerta, llamo a mamá pero no contesta nadie, subo al despacho y tampoco encuentro a papá.

En estos momentos estoy apunto de sufrir un colapso. Bajo las escaleras a toda prisa, me detengo al borde de la puerta.

Escucho como mamá habla con la abuela, le pregunta extrañada por su visita.

- Mamá yo la he traído. Ahora me vas a decir que pasa con Anaís.

- Eres demasiado dramática, has sacado a la abuela de su casa por uno de tus numeritos? Dice mamá regañandome.

- Ariel, trae a la niña, no ves que Amalia está preocupada. Dice la abuela firme.

Mi abuela nunca va a cambiar, ella es genio y figura. Me gustaría tanto poder ser como ella.

- Lo siento pero está con tu padre, tardarán en volver.

- No importa puedo esperar, no tengo nada más que hacer.

Mamá no parece contenta con mi respuesta, pero estoy impaciente. Tengo tantas ganas de abrazar a mi niña. De oler su cabello y besar su rostro...

Han pasado apenas diez minutos, escucho la puerta abrirse. Deben de ser ellos. Me levanto del sillón y salgo corriendo hacia la puerta.

Me parece ver cómo mamá intenta alcanzarme, cosa que no va a conseguir.

- Papá, dónde está Anaís? Pregunto preocupada, mirando hacia todos los lados, buscándola desesperada.

- Qué haces aquí Amalia? Tu deberías estar con Lesedi. Dice con la voz entrecortada.

- Papá, responde a mi pregunta. Ya estoy cansada de jugar al ratón y al gato.

- Está con mamá. Bueno con tu hermano dice después de ver a mamá acercarse, con la cara desencajada.

- Ya está bien de juegos. Grito enfadada. - Me vais a decir dónde diablos está mi hija de una vez.

- Ven cariño, vamos a sentarnos. Dice mamá invitándome a pasar de nuevo a la sala.

Me coloco al lado de mi compañero, al otro lado está la abuela. Cómo no hablen pronto. No respondo, mi loba está como loca, es de su cachorra de la que estamos hablando.

- Hace tres días.. Cuando fui a despertar a Anaís, ella... Ella no estaba en su cama...

- Tres días y no me habéis dicho nada. Digo llena de rabia.

- La buscamos por toda la casa, por toda la Manada pero no encontramos rastro de ella. No queríamos preocuparte, queríamos que por un tiempo fueras feliz y sin preocupaciones. Nosotros nos encargaríamos de encontrarla.

- Pero pensáis que soy idiota, digo dolida. - Habría venido antes, si lo hubiera sabido no la hubiera dejado, no habría permitido que nadie se la llevará.

Estoy enfadada, me siento estúpida, porque pensé que él desgraciado ese iba a respetar las normas.

Qué voy a hacer?  Y si dejo a Lesedi? Quizás él me la devuelva?

No! estoy segura de que Lesedi no me iba a dejar. Estoy hundida, abatida, he perdido a lo más bonito de mi vida, a mi razón de vivir. Las lágrimas cubren mi rostro.

Lesedi me abraza, pero no encuentro el consuelo.  Papá se acerca a mí.

- Hemos hablado con el Consejo. Si el la tiene la va a devolver. Mañana se hará efectivo. Iremos a buscar a mi nieta.

- Y si se la lleva fuera del país? Digo con la voz entrecortada. - Ya nunca más la volveré a ver, tiene que estar asustada, ella nunca lo ha visto, ni siquiera sabía que era su padre..

- No se irá a ningún lado. Niña todavía tienes aquel contrato que te hizo firmar? Pregunta la abuela, pasa do su mano por mi pelo.

Yo asiento con la cabeza, veo como papá sube rápido las escaleras, un minuto después trae en sus manos el contrato. Veo como la abuela sonrie.

Dice unas palabras y chispitas de colores llenan la habitación.

- ¡Ya está hecho, está unido a este contrato! No podrá alejarse de él más de 100km. Si lo intenta, sufrirá terribles dolores...

La cabeza me va a estallar, es que no me merezco ser feliz! Rezo a la diosa porque mi hija este bien.

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