El ojo del huracán

— Señor… — susana golpeó la puerta con sigilo, sabía que Axel no le gustaba que lo interrumpieran, pero la joven afuera había insistido en verlo — La señorita Freya Baker insiste en verlo — anunció con temor, el humor del señor Tremblay cada día era peor.

— ¿Freya? — frunció el ceño, su corazón dio un brinco y en su mente se prendió una alarma, no reconocía ese nombre, sin embargo, en el fondo, en lo más oscuro de su ser algo le gritaba que sí lo conocía y solo pudo recordar aquellos ojos caramelo de hace unos meses atrás. — Dile que siga.

Instintivamente Axel se pasó la mano por el cabello, se alisó su corbata y se levantó para apuntarse el botón de su abrigo. Aguantó su respiración cuando vio la puerta abrirse despacio ante él. Era ella, claro que sí. Con esa misma mirada serena, curiosa y noble, la miró de arriba abajo, iba elegante, con ropa de oficina. Su mente vaciló por un momento, podía ser tal vez una aparición.

— Freya … — murmuró, como si repitiese por primera vez ese nombre, le hizo una seña para que tomase asiento y la siguió un segundo después. Solo esa mujer podía tener ese tipo de nombre.

A Freya escuchar de nuevo su nombre por boca de ese hombre le hacía hormiguear el cuerpo. A pesar de llevar unos tragos encima se acordaba del primer momento en que sus miradas se cruzaron.

— Yo… ah-h. Lo -lo siento señor Tremblay yo-o am-m — era hora, había logrado llegar hasta allí, frente a él y ahora no podía arrepentirse.

— Dime Axel, por favor — le interrumpió antes de que siguiera con su silabeo.

Asintió, pero no dijo nada. Los segundos empezaron a pasar y ninguno de los dos sabía qué decir, ella pasaba la vista de él a sus dedos, para terminar en el tapete y así sucesivamente. Él solo podía observar cómo se ponía cada vez más nerviosa y cómo su propio corazón amenazaba con salir.

— ¿En qué te puedo ayudar, Freya? — la instó a hablar.

— Yo-o siento quitarle el tiempo de esta manera — su voz se iba tornando ronca, Freya sentía como todo se le acumulaba en la garganta y la amenazaba con ahogarla. — Te- tengo algo importante.

— Sí — la apremió para que siguiera hablando, la verdad es que también lo estaba carcomiendo los nervios. Lo cierto es que después de que Freya abriera su boca y le soltara aquella bomba no habría marcha atrás. La vida de ambos cambiaría para siempre.  

— Es- es que yo … — la respiración se le empezó a acelerar, había ensayado esto miles de veces frente al espejo, pero sin duda no se comparaba con todo lo que estaba sintiendo, hasta las manos le sudaban. Intentó respirar profundo — Yo-o es-estoy embarazada.

Esa última palabra se había quedado ahí, en el aire, parecía inofensiva, en cualquier otra situación de pronto la alegría más grande, pero en ese momento, la mente de Axel estaba en blanco. No podía pensar en nada, ni en nadie, pasaron los segundos y Freya creyó que no lo había dicho lo suficientemente alto para que él escuchase y se estaba preparando para repetirlo cuando Axel abrió su boca.

— ¿Tú estás bien? — atinó a decir.

— Sí — Freya pestañeo, no era nunca, jamás, en la vida la reacción que ella esperaba.

Axel respiró, aliviado como si esa noticia fuese más importante que la anterior.

— Señor, la junta está a punto de comenzar — irrumpió susana, su asistente.

Los dos se miraron en complicidad, pero Freya, realmente después de que ese hombre la sacara casi a patadas de su habitación esperaba una reacción igual o peor, era lo que más la tenía nerviosa.  Sin embargo, esa reacción la tenía más asustada. No había visto en el mundo alguien más tranquilo o sereno con una noticia semejante y menos en su situación, tal vez le estaba tomando más tiempo en asimilarlo.

— Puedes dejarme la dirección de donde vives aquí — le pasó una de sus libretas — En este momento me debo ir, es algo que no puedo cancelar — no se le veía un solo gesto en su rostro, si estaba sintiendo algo, lo ocultó muy bien — Te prometo que esta noche iré.

Salió de su oficina en un par de segundos, dejándola allí, en compañía de la misma mujer que la había hecho seguir. Tomó sin pedir permiso uno de los bolígrafos y anotó su dirección y su número de teléfono, por si se le presentaba algo más y salió del lugar más que desilusionada. En realidad, esperaba alguna pelea o al menos una palabra alterada, pero nada. Aun así, su temor se hacía más grande, ese hombre posiblemente tenía el poder de ignorar por completo esa situación y dejarla a su suerte.

A Axel esta noticia lo había tomado de manera inesperada, en realidad nunca se había imaginado en esa situación y mucho menos con Kate, su prometida. Hasta él mismo estaba sorprendido de la calma con la que estaba llevando la noticia. Sin embargo, no puedo evitar que esa noticia no hiciera desastres en la reunión.

— ¡Carajo, Axel! ¿Qué demonios sucede contigo? ¡Que andas en las nubes! — murmuró, cerca de su oído para que los demás socios no escucharan.

— ¿Puedes seguir la reunión? Tengo algo que hacer.

— ¿Algo que hacer? ¿Qué?

— Luego te cuento — se levantó de su silla y la sala se sumergió en un silencio abismal, se disculpó con los asistentes y salió tan rápido como entró al lugar.

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