Tres meses después

— ¡Freya! A mi oficina ¡Ya!

Ese grito se había vuelto el pan de cada día desde que dejó Toronto y llegó a Vancouver por esa propuesta de trabajo y de no ser por su orgullo, por ser un buen salario y porque realmente lo necesitaban sus padres hubiese renunciado ya hace tiempo. Además, se suponía que ella había cambiado de ciudad con la posibilidad de triunfar, ahora todo se le estaba complicando.

— Ya tengo los reportes que solicitó, señor — llegó jadeando Freya después de correr por todo el pasillo detrás del supervisor de área.

— Ya no los necesito — tomó las carpetas de las manos de Freya y las lanzó a la caneca de la basura.

Su supervisor se había dedicado a hacerle la vida imposible desde que entró, la noche anterior Freya la había pasado en vela para tener listos los reportes de la publicidad en las compañías con las que trabajaban.

— ¿Qué? — Freya empuño sus manos, cada día era más difícil soportarlo — No, no lo entendiendo señor, dijo que era indispensable para la reunión de hoy.

— Eso lo dije ayer, pero para la reunión necesito las estadísticas de la publicidad que hemos manejado este mes.

— No tengo las estadísticas, y la reunión es en una hora — miró Freya su reloj, preocupada.

Sintiendo como las náuseas la consumían, hacía ya una semana se había enterado de su embarazo, solo tenía un recuerdo vago del hombre con la que pasó su última noche en Toronto hace ya tres meses. Ese recuerdo vago era solo unos ojos azules. No sabía cómo o dónde contactarlo, sin embargo, eso no le quitaba el sueño, ella se sentía completamente capaz de sacar a su pequeño adelante y era lo único que le preocupaba en el momento.

— ¡Lo mejor es que te pongas a trabajar! ¡Ya! — gritó aquel hombre jactándose del poder con que podía manipularla, la verdad su intención era otra. Arrinconarla, llevarla a un punto de quiebre que no pudiese soportar más esta situación para luego acosarla. Lo había hecho ya con otras mujeres, por qué no con esta que parecía más noble e introvertida.

Freya se sentó con una tasa de café y se dispuso a buscar toda la información de las estadísticas del último mes, se concentró tanto que tuvo el informe en cuarenta y cinco minutos, quince minutos antes de la reunión, sonrió agotada, satisfecha por su trabajo, ahora solo le quedaba la parte más difícil, presentárselo a su supervisor. Y no querer golpearlo a la cara mientras lo hacía.

— Señor Pierce… — golpeó suavemente la puerta la joven antes de entrar.

— Siga — contestó de mala gana, sin siquiera voltearla a ver, tenía la pantalla del televisor prendida, el control en la mano, mientras iba pasando de canal en canal.

Freya puso la carpeta en su escritorio — Está listo, señor. Con permiso — dijo rápidamente antes de que ese hombre a pusiera a hacer algo más.

— Espera…

— Ahora ¿Qué? — La mandíbula de la joven se tensó, puso los ojos en blanco y preparó sus manos para la batalla.

— No podemos presentar estás estadísticas en la reunión. Tienes que maquillarlas, elevarlas, si notan que han bajado en vez de subir y que no cumplimos con las metas deseadas nos despedirán.

— Sería lo mejor que les pudiese pasar — murmuró ella, tratando de soportar la ira que le iba subiendo por el cuerpo, calentándole el rostro. Una cosa era que la tratara como quisiera, otra cosa era cometer esa terrible falta con sus propios clientes. No era abogada, no sabía nada de leyes, pero estaba casi segura de que eso podría rayar con lo legal.

— ¿Me escuchaste? — volvió a repetir el hombre, mientras que Freya le iba dando una arritmia cardiaca al ver la pantalla del televisor. Empezó a sudar frío, algo en su interior, tal vez su instinto o la misma pequeña criatura que llevaba en su vientre la halaba. Era algo como ese dicho de “la sangre tira” eso estaba sintiendo ella en ese momento.

— Gracias a su presidente Axel Tremblay, ahora podemos contar con una prestigiosa marca de perfumes en nuestro país. Además de generar nuevos empleos, oportunidades comerciales y el crecimiento para su propia compañía Goddness Beauty …

Eran esos ojos azules, los mismos, ese mismo rostro, el hombre que mostraban en la pantalla apenas sonreía, solo estrechaba las manos con algunos otros hombres, Freya estaba completamente segura de que se trataba de ese mismo hombre con el que se acostó hace tres meses — Axel Tremblay — murmuró para sí misma, guardándose la información para luego.

— ¡Carajo! ¡Freya! — lo siguiente que sintió fue la carpeta misma de los reportes de estadísticas estrellarse en su rostro. Sacándola del letargo mental en la que estaba.

Ella podía soportar que la gritara, que la tratara incluso de incompetente, jamás iba a permitir que le pusieran un dedo encima. Freya se agachó y tomó la carpeta del suelo, se sobó la mejilla y le sonrió antes de decirle que lo arreglaría. Lo que tenía en mente era muy distinto.

Cinco minutos para la reunión y Freya corrió a su puesto de trabajo, imprimió los documentos necesarios, y cuando vio a los clientes reunidos, les entregó sus respectivas carpetas. Salió sonriendo de la sala de juntas cuando escuchó una palabrota mencionarse por lo alto, volteó a ver a su supervisor acorralado como un gatito.

Había entregado no solo las estadísticas negativas, también los reportes, las financiaciones y todo lo competía a ese cliente. Por su puesto estaban más que despedidos y ella salió con una pequeña caja con sus pertenencias unos cinco minutos después. No podía decir que estaba contenta, al fin y al cabo, se había quedado sin trabajo, pero la venganza le había dejado un fresquito en el alma que le ayudaba a saciar sus preocupaciones al menos por un tiempo.

— Axel Tremblay — volvió a pronunciar, tan pronto como llegó a su pequeño departamento investigó lo necesario para contactarle, cosa que resultó casi imposible después de un par de horas estaba decidida a no hacerlo a no contactarlo, no era posible que un hombre con todo ese poder con todo ese dinero aceptaría, así como así que llevaba su hijo, la someterían a pruebas, a juicios y escarmientos sociales. Eso esperando que al menos ese hombre respondiera por ese bebé. ¿Qué podía esperar del hombre que la echó de la habitación de esa manera?

Tenía recuerdos vagos de ese hombre, de esa noche que para ella fue la noche más mágica y maravillosa que hubiese podido vivir, se tocó el abdomen y volteó a ver la ecografía que le habían sacado el día anterior, escuchar los latidos de ese pequeño ser creciendo en su interior la había llenado de fuerza y esperanza por un futuro más brillante.

Al menos tenía que intentarlo, si su bebé crecía sin la presencia de su padre no iba a ser culpa de ella, pensó aunque en realidad se estaba mintiendo, de alguna otra forma ella deseaba verlo de nuevo, sí, era verdad que en la manera que la sacó de esa habitación había sido terrible, pero aún así quería verlo, quería confirmar que los pocos recuerdos que tenía la noche en que todo se definió para ellos había sido tan real como magnifica.

Ahí, en medio de su pequeña sala, en su único sillón meditó en que debía ingresar a esas oficinas, hacerse pasar por agente de publicidad e insistir en ver al mismísimo presidente de la compañía. Era la única forma que veía posible.

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