3. Un esposo de mentiras

Elisa siguió al rubio por un largo pasillo del hotel, hasta que abrió una puerta que conducía a una sala enorme con miles de sillas acomodadas en mesas redondas con manteles de seda y floreros con flores rojas carmesí que ella no reconoció y miles de rosas adornando cada espacio.

Había ventanas enormes que dejaban entrar la luz de la ciudad y llenaban el lugar con colores amarillentos y cálidos.

Se quedó parada en la entrada sin querer dar un paso al frente. Emanuel caminó hasta la mesa donde estaban las bebidas y se sirvió en una copa una gran cantidad de algo que Elisa pensó era aguardiente, luego se mordió el labio, esa gente no tomaría aguardiente, lo más probable es que fuera vodka, whisky o cualquier otra cosa importada y muy cara. 

Un hombre muy alto, se acercó a Emanuel, lo abrazó y en medio de retortijones le dio muchos besos en las mejillas y la frente, tenía el cabello rubio largo trenzado a la perfección y una barba de unos varios centímetros, luego lo soltó y Emanuel corrió hacia una mesa donde se sentó pesadamente, luego el grandote se dirigió a Elisa, caminando con firmeza hacia ella.

Tuvo que aguantar las ganas de salir corriendo, era un hombre exageradamente alto y fornido. Cuando él llegó hasta ella intentó dar un paso atrás —¡Cuñada! —le dijo— Oye, eres mucho más guapa de lo que esperaba —Elisa abrió la boca para contestar, pero, ¿Qué podía decir? Sonrió con timidez — Ahora ve con mi hermano y finge ser la esposa perfecta, prometo que te explicaremos todo luego, la gente ya va a llegar.

Elisa caminó hasta la mesa y se sentó junto al hombre que miraba el vaso de vidrio medio lleno.

Trató de respirar con calma, si era una fiesta habría fotos, discursos y hasta vals, ¿cómo sobreviviría a todo eso? El nudo en la garganta se incrementó, sentía nostalgia por dejar a su madre, miedo y mucha ansiedad, así que miró el vaso que sostenía el rubio en la mano y luego de no pensarlo ni por un segundo se lo quitó y bebió el contenido de un solo trago; era la cosa más fuerte que había probado en su vida, los ojos se le llenaron de lágrimas y tosió varias veces, definitivamente no era aguardiente. 

Dejó el vaso frente a Emanuel que ni siquiera le importó que la muchacha le robara el licor. 

—Ahora sí —dijo Elisa y le apretó el brazo al hombre para que la mirara —. ¿Qué está pasando aquí? —él miró la mano de ella sobre su brazo y lo movió para quitársela de encima, luego se dedicó a mirar para el techo en silencio. 

Elisa lo observó, tenía la mandíbula cuadrada y la barba tenía varios tonos de rubio, al igual que el cabello perfectamente peinado hacia atrás, y bajo los ojos verdes había un par de ojeras que estaban disimuladas bajo un poco de maquillaje, él también tenía maquillaje, y a Elisa le entró la necesidad de mirarse en un espejo, ya no recordaba cómo se veía. 

Se tocó el cabello, el peinado que le habían hecho seguramente ya se habría destruido a causa de sus rebeldes ondulaciones.

—¿Me escuchaste? —le dijo ya con impaciencia al hombre y lo empujó por el hombro.

—Sí, lamentablemente —trató de ponerse de pie, pero Elisa lo tomó por la muñeca con fuerza impidiendo que se levantara, el hombre la miró a los ojos con una fiereza que le hizo temblar la voz.

—O me explicas que está pasando o me largo ahora mismo —Emanuel rio, debió de haber sido un patético intento de amenaza, pensó Elisa, ya que el hombre se puso de pie.

—Ya firmaste, no hay marcha atrás —se fue a la mesa de las bebidas a servirse más licor.

Quiso seguirlo, pero varias personas entraron por la amplia puerta, entre ellos unos cuantos camarógrafos, así que Elisa se ajustó el moño. si querían que actuara, pues eso haría, pero cuando acabara la fiesta y la farsa obtendría las respuestas que quería de la manera que fuera.

Los invitados llegaron a la fiesta progresivamente y se fueron acomodando en las sillas en un orden específico que la muchacha rubia que guio a Elisa al ascensor les estaba indicando; Mientras tanto, Elisa aprovechaba para bailar con algunos señores o chicos uno que otro merengue que el DJ ponía en medio de la música rara que escuchaban los ricos, pero la mayoría no sabía bailar bien y Elisa terminaba bailando mostrando su sabrosura caribeña. Los tacones comenzaban a lastimarle los pies, por suerte no eran muy altos.

Al final terminó dándose por vencida y dejó a un señor en media canción, y luego caminó hasta donde estaba Emanuel, el hombre había bebido toda la noche y ya se le notaba un poco que estaba mareado.

—Sigue bailando —le dijo él apenas la vio llegar y Elisa bufó.

—Yo soy la que estoy haciendo el esfuerzo para que esto parezca real, y eso que ni sé por qué, usted lo único que ha hecho es tomar.

—No me hables así, niñita —le contestó señalándole con el dedo y justo cuando Elisa pensaba contestarle con tres piedras en la mano, el hombre de cabello largo apareció de repente y se sentó frente a ellos.

—No se les ocurra pelear, ¿Están locos? —dijo.

—No te metas, Alexei —le contestó Emanuel dando otro trago a su vaso. Su hermano le quitó la bebida y los señaló a ambos.

—Acabo de pedir una canción, van a bailar y se van a dar unos besitos en medio de todos, ¿Entienden? —Elisa se cruzó de brazos y Emanuel negó.

—No voy a bailar —dijo y el grandote lo agarró con fuerza del hombro.

 —Fuiste tú quien se dejó manipular por papá para hacer esto, aunque Luna, Paloma y yo te dijimos que no —le habló muy de cerca y con profundidad —. Así que no te quejes y haz lo que tienes que hacer.

Elisa sintió que sobraba en la conversación, era evidente que Alexei era el hermano mayor, y estar en medio de un regaño de hermanos era lo último que quería presenciar. 

Emanuel le dio una última mirada de odio a su hermano, tomó la mano de Elisa y la arrastró a la pista de baile. 

Elisa sabía bailar todo tipo de música, era una muy buena bailarina y le gustaba presumir en las fiestas de fin de año del barrio o el día del amigo secreto.

Una clásica canción de los hermanos Medina comenzó a sonar por los parlantes y a Elisa le sorprendió gratamente que Emanuel la tomara con firmeza y comenzara a bailar la pieza con una naturalidad innata, así que se dejó llevar, puso las manos sobre los hombros del hombre, pero conservó una sana distancia. 

El vestido no la dejaba bailar bien, hacía que se tropezara, así que Emanuel la atrajo más hacia sí mismo y casi la cargó. Se dejó guiar por el rubio que a veces tambaleaba un poco, ¿Cómo es que se había comenzado a emborrachar tan rápido? 

—Hay una cámara grabando —le dijo cerca del oído y Elisa sintió como el cálido aliento le erizó el cuello —. Acércate más —la mano que le tenía en la cadera la atrajo más y ambos juntaron sus torsos, luego el estómago. Sintió como se le calentó la cara, Emanuel estaba calentito y olía muy bien, y mientras bailaban la barba del mentón le hacía cosquillas en el pómulo a Elisa. 

Cuando la canción terminó, Emanuel le tomó la barbilla con delicadeza y le levantó la cara, la joven vio cómo le brillaban los ojos verdes y le dio un beso fuerte y torpe en los labios, luego la soltó y todo el calor se fue con él dejándola extrañamente vacía y con una sensación insatisfecha. 

Elisa se quedó parada de pie en medio de la pista, viendo como su esposo se alejaba mientras tambaleaba. Una lluvia de flashes cayó sobre ella y se vio obligada a seguirlo hacia la mesa con una sonrisa para disimular no tanto por él, ella tampoco quería quedar humillada en medio de la pista de baile, después de todo era la novia, en la mesa el hermano de Emanuel, Alexei, los miró con una sonrisa torcida.

—Pareciera que ambos están borrachos — cómo única respuesta, Elisa tomó el vaso de Emmanuel y se tomó de un trago el contenido, esa vez no tosió, pero los ojos sí se le llenaron de lágrimas.

Alexei la miró y ella señaló el vaso como culpable de las lágrimas mientras se limpiaba el rabillo del ojo, pero ella sabía que era una mera excusa.

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