Entrevista

—Evan Reader para servirle, señorita. —Cierro la distancia hasta posarme frente a su escritorio y le ofrezco la mano. Ella levanta la vista del papel para ver mi gesto como si fuera la cosa más repugnante que ha visto en su vida. Luego, ve mi rostro.

—Elena Donovan…

Elena al tomar mi mano para corresponder mi saludo se ha puesto de pie, lo único que separa nuestros cuerpos, es el escritorio con la base de la mesa de vidrio; por lo que puedo notar, fácilmente, que lleva puesta una falda, a lo que las mujeres dirían es de corte de lápiz, alguna vez la escuché llamar de esa forma a la falda que me hizo comprarle solo porque el color vino le había gustado. Nunca la usó. Tiempo después Caroline, la llevaría puesta, ya que, no tenía absolutamente nada decente para trabajar conmigo en la firma; y Elena le había donado mucha de la ropa que nunca utilizó porque en medio de su afán por darme un niño y, luego, la depresión y su enfermedad, no buscó empleo para ejercer su profesión. Sí, yo sabía muchas cosas que ese par de mujeres creía que pasaba por alto. Esta falda es un par de centímetros más corta, le queda por debajo de las rodillas. Y aunque, ahora está más delgada que en esos años, sigue viéndose muy hermosa.

Siento un vuelco en el corazón, Elena, a pesar de tener controlado el trastorno de la anorexia, no ha podido volver al peso que tenía cuando era mucho más joven. Sin embargo, su figura continúa siendo exquisitamente sexi. Su blusa blanca abotonada por arriba del centro de su pecho, deja entre ver una delgada cadena de oro. No logro distinguir la figura que cuelga de ella. Pues, mantener la mirada fija en su pecho, no es algo que considero le gustaría que hiciera; por lo que subo la mirada hasta sus labios entreabiertos y luego hasta sus ojos.

La puerta de su oficina se azota contra la pared tras la fuerza con la que Gianni entra. El ruido rompe el contacto visual que Elena y yo tenemos, ha sido una verdadera lástima. Porque ella estaba comenzando a sonrojarse. Sin embargo, la llegada de Gianni es bienvenida, si no hubiera llegado en este momento ya estuviera contándole la verdad a Elena. Por dentro, me encuentro en una guerra entre lo que es correcto y lo que mi corazón desea, pues sabiendo lo mucho que le ha afectado mi supuesta muerte, creo que en otras circunstancias pude haber tenido una oportunidad para recuperarla.

—¡Oh querido, Evan! —El exceso de entusiasmo en la voz de Gianni llama mi atención, me giro y levanto la vista y la veo lanzarse hacia mí, no tengo otra alternativa que corresponderle el abrazo que me regala, solo que con menos efusividad.

Gianni es rubia de ojos azules y baja estatura. La forma de su rostro, aniñado, le da la ventaja de hacerte olvidar cualquier travesura que te haya hecho, simplemente no puedes odiarla. Me agrada es como una niña malcriada, pero con un gran corazón debajo de su mal genio.

—¡Gianni, mira, sí alcance a llegar a la entrevista! —Beso su mejilla y luego intento zafarme de su abrazo sutilmente. Al ver que Elena nos mira con el ceño fruncido, como si no entendiera cómo es que tenemos esta relación tan estrecha si le ha contado que tenemos años de no vernos.

Pero cuando estoy quitándole las manos de mi cuerpo, Elena sonríe de lado, aunque intenta disimularlo. 

—¡Qué malvado eres, Evan! —dice ella con un puchero en los labios, por mi acción.

—Gianni, están entrevistándome —le recuerdo, mirando a Elena de reojo.

—Ya lo sé —responde de mala gana y después se dirige a Elena—. Tú —la señala— no te hagas la tonta, tiene un excelente curriculum, además me consta lo bueno que es. Mi recomendación es más que suficiente. Creo en él, como ya te lo dije antes, fue él quien le quitó a mi cerdo exmarido una jugosa fortuna por sus maltratos, logró más de lo que dijo que haría.

—Gianni. Dame unos minutos con él, a solas —le pidió. Su voz de mando es nueva para mí, ella siempre fue una mujer pasiva. Elena prefería en muchas ocasiones obedecer antes que tomar la iniciativa de nada.

—Ponle a prueba —insistió Gianni—, estoy segura de que le divertirá el caso de tu zorra-amiga. Si no puede con el caso, despídelo.

Al parecer, Elena también ha perdido el don de la paciencia, ya que, su rostro ha cambiado de repente para ponerse serio y hasta siniestro, podría decir.

—¡Gianni! —dice su nombre con frialdad y luego le señala hacia la puerta.

—¡De acuerdo! —Gianni levanta las palmas de las manos hacia el frente rindiéndose ante los deseos de Elena—. Ya me voy. —Gianni, se acerca a mí y finge sacudir el polvo inexistente de mi pecho mientras dice con coquetería—: ¡Suerte, guapo!

Ambos la vemos salir.

Cuando me giro de nuevo a Elena ella me señala la silla frente al escritorio, le doy un asentimiento antes de sentarme. Ella hace lo mismo en su lugar.

—Bien, —se recarga en el respaldo de su silla y cruza una pierna, sus antebrazos están recargados sobre el reposa brazos, con los dedos de ambas manos jugueteando entre sí. Una excitante posición de poder, que me provoca dolor de cabeza y frustración. Sus ojos entrecerrados me evalúan y tengo la m*****a impresión de que ella me ha reconocido—. El hecho de que sea amigo de Gianni, no significa que tiene el puesto asegurado. No permitiré ningún tipo de falta hacia el reglamento de la fundación.

¡Por Dios! La respiración se me ha cortado, porque al igual que yo esta mujer parece otra persona, no es mi exesposa. Ella toma una hoja de su escritorio sin dejar de mirar mis ojos, y aunque sé que debo mirar a otro lado no puedo, no quiero, por primera vez en su vida ella se considera mi igual. Como mi esposa siempre lo fue, pero en su papel de querer ser perfecta y el mío de príncipe incansable, colocamos a la niña dañada por su madre, muy por debajo de mí. Me ofrece la m*****a hoja y la tomo, no tengo más remedio que mirar qué es, o pensará que la estoy retando. Leo el título dice; «Reglamento». Luego regreso la vista a sus ojos.

»Como bien sugirió Gianni, se le pondrá a prueba con un caso especial. Por lo que si pierde…

—Nunca pierdo, señorita Donovan.

—Señora Donovan —me aclara. Asiento, pero mi corazón late deprisa, y lucho de verdad, lucho muy fuerte, para que la comisura de mis labios no traicione mis sentimientos con una sonrisa. Estoy feliz, porque está nerviosa, no lo demuestra físicamente, está viuda, soy un hombre soltero y ella quiere parecer una mujer comprometida, fácilmente puede volver a su estatus de señorita, pero me alegra, aunque no debería, me alegra saber que no quiere a idiotas como yo detrás de ella. Solo un imbécil no reconocería la tensión sexual o de cualquier otro tipo que hay en el ambiente. Le provoco algo, le provoco duda, le provoco ganas de asesinarme, su mirada me lo dice, pero, acaso ¿no dicen por ahí que, del odio al amor hay un solo paso?

—Disculpe, señora. ¿Por qué es especial?

¿Alguien puede culparme por amar su voz y querer escucharla hablar tanto como sea posible? ¡Carajo! ¿Cuántas veces desperté en medio de la noche escuchándola llamarme por mi nombre? ¿Cuántos días y noches me quedé por horas escuchando las grabaciones de su voz, mientras hablaba vía telefónica? Su voz en persona… No se compara. Creí haberla olvidado, pero no es así.

—¡Por razones personales que no le incumben! —responde y pienso que muy en el fondo sabe quién soy o, tal vez, esta imagen le hace recordar a mi antiguo yo, está confundida. Y no puedo evitarlo, le sonrío. Porque ambos sabemos que debe informarme todo lo que sepa del caso y si es especial por qué lo es, sin embargo, lo dejo pasar. Ya lo descubriría.

—Percibo aversión hacia mi persona ¿o usted actúa de igual forma con todos sus empleados? —Le pregunto por qué se supone que yo no soy quien piensa que podría ser. Ella va a responderme y por su mirada llena de odio creo que va a echarme de su oficina. Pero su teléfono comienza a timbrar…

—Disculpe un momento.

Asiento.

—¿Qué sucede, Oliver?

Oliver, es la mano derecha de Elena en la firma, mi hermano Noah debe estar haciendo más grande las orejas, ya que llevo un maldito micrófono pegado en el cuerpo. O bien, escuchando la conversación, los teléfonos de Elena están interceptados por el FBI, en este caso, mi hermano.

«Jonathan acaba de autorizar llevar el caso del señor Louis Stevenson».

Por los gestos de su rostro, de cerrar los ojos como si de pronto estuviera cansada de escucharlo y suspirar profundo, sé que son malas noticias.

—¿Puedes recordarme de qué trata?

Ella se muerde el labio inferior. Me pregunto, que diría si le digo que soy Ethan. Con esta nueva personalidad, aparentemente una mujer de carácter. Tan diferente. ¡Quiero conocer a esta nueva mujer! Porque definitivamente la niña complaciente, la que quería ser del agrado de todos, la niña perfecta de mamá, se ha ido, y eso es bueno para ella.

«Los padres de la occisa dicen que envió a sus perros a atacarla y asesinarla mientras dormía»

Sus ojos se detienen en mí de nuevo y me levanta una ceja. Aguanto de nuevo la risa, porque, si no quería que escuchara su conversación, ¿por qué demonios respondió frente a mí?

—Ya, ¿A quién le dio el caso?

Miro la hoja que me dio, la del dichoso reglamento, y comienzo a leerlo rápidamente.

«A Nick».

—Bien me comunico con él en seguida y en cuanto a Jonathan, yo me encargo apenas llegue a la oficina.

Al escuchar que habla acerca de Jonathan, levanto de nuevo la vista, ella mira ahora por la ventana. Espero que, Noah, esté escuchando la conversación. Todo lo relacionado con Jonathan y que tenga que ver con ella, me pone en alerta.

«De acuerdo. ¿Elena?»

—Dime, Oliver.

«Te invito a cenar esta noche».

Ella sonríe, y sus ojos brillan, por lo que conociendo al imbécil de Oliver debe estar coqueteando con ella. No lo escucho, pero ella tiene esa sonrisa y ojos brillantes que solo eran para mí cuando la hacía sentir bonita… Le diré a Noah que me muestre la llamada.

—Estoy ocupada, lo vemos más tarde.

La voz de Elena tiembla un poco, por lo que creo que está nerviosa, pero ¿por qué? ¿Qué es lo que le dijo Oliver?

«Solo di sí o no».

—Sí. Nos vemos.

Cuando ella concluye su llamada simulo terminar de leer la hoja que tengo en la mano. Mientras que Elena busca un expediente para luego extenderlo hacia mí.

—Su nombre es Caroline Miller —casi me da tos cuando la escucho decir que tengo que ayudar a Caroline—, fue encontrada por su hermana hace unas semanas en su departamento inconsciente y golpeada. El esposo se dio a la fuga. Ella no quiso poner una demanda en su contra, está embarazada, pero quiere divorciarse. Por lo que a simple vista será un caso fácil.

Asiento y miro la fotografía de Caroline, intento no tener ninguna sobrerreacción al ver su rostro deshecho, pero…

—¿Él sabe del embarazo?

—No, acababa de enterarse e iba a darle la noticia, cuando fue a casa lo descubrió en la cama con otra mujer. Los detalles pregúntaselos directamente a ella. —Asiento—. ¿Alguna duda?

—Sí, ¿qué hay de mi contrato?

—Pasa a recursos humanos ellos te darán el contrato temporal, dependiendo del manejo o del resultado que obtengas en el caso, decidiremos darte el contrato definitivo o no, tu salario aumentará si logras formar parte del equipo oficialmente. Solo recuerda que como fundación que se mantiene de donaciones, no es un sueldo ostentoso.

—Sin problemas por el salario, Gianni me lo ha explicado con anterioridad —le respondo con una sonrisa.

—Sería todo de mi parte, desde ahora, cualquier cosa debes dirigirte a Gianni. Puede retirarse.

Me pongo de pie y le digo:

—Gracias y un gusto en conocerla, señora Donovan. —le ofrezco la mano como un gesto de despedida, ella se pone en pie y estrecha su mano con la mía. Puedo dejar las cosas como están, pero la realidad es que quiero besarla y, ya que no puedo hacerlo… Beso, el dorso de su mano apenas rozando mis labios con devoción y a la vez ternura. No ha sido un beso galante, en definitiva. Es justo como lo hice aquella vez en el hospital. Esa última ocasión, tal vez deseo que ella me reconozca.

—¡No vuelva a hacer eso! —me grita, luego de un par de segundos que mis labios han estado tocando la suave piel de su mano.

Levanto la mirada para encontrarme con que está sujetando la mano que le he besado unos segundos antes, su ceño está fruncido y sus labios en una dura línea. Sus ojos estrechos parecen estar encendidos.

—Lo siento, no volverá a ocurrir —le digo bajando la mirada, tomo el expediente de Caroline del escritorio y doy media vuelta para marcharme. Ya he tentado mi suerte demasiado.

Salgo de su oficina y encuentro a Gianni sentada en el escritorio de la pobre secretaria de Elena. Ella me está mirando con una sonrisa divertida en los labios.

— ¿Eso que escuché fue un grito? —me pregunta. Yo solo puedo poner cara de enamorado y anhelo—. ¿Qué le hiciste, la besaste?

Llego hasta ella y le respondo con amargura:

—No, me hubiera arrojado por la ventana.

— ¡No! Ella es incapaz de hacer semejante cosa. Te flechó, ¿cierto?

—Es muy hermosa y detrás de ese escritorio muy sexi. ¡Dios! No pude resistirme.

Ella comienza a reír.

—Tienes competencia. Se llama, Oliver, ¿lo conoces?

—Ese hijo de… —ella suelta una carcajada, no le veo la gracia. Él muy cabrón era mi amigo, ¿y ahora quiere algo con mi esposa?

—Tranquilo galán, ella es viuda y muy rica, por cierto. Puede buscarse algo de compañía.

Ella le sonríe a la secretaria de Elena quien había estado fingiendo trabajar todo este tiempo, pero en realidad estaba atenta a nuestra plática.

—¡Cállate, Gianni, o cometeré un asesinato!

Y pudo parecerle broma pues ella se dedicó a carcajearse, sin embargo, yo hablaba en serio.

—Vamos, galán. Después suspiras por tu jefa, necesitas conocer la fundación y comenzaremos por mi oficina.

Gianni me toma del brazo, pero me suelto de su agarre y le doy el expediente de Caroline, para tomar mi equipaje. Caminamos hasta el final del pasillo, que es donde está su oficina. Me abre la puerta y al entrar, descubro que la decoración es muy parecida a la oficina de Elena.

—¿Quién es su decorador?

—Yo. ¿Qué no tengo buen gusto? —Gianni camina hacia su asiento y me señala la silla frente a ella. Ruedo los ojos ante su muy bien disimulado, deja de husmear, ya que estaba mirando las fotografías que tenía colgadas en la pared. Había una de ella e Elena frente al mar de Italia. Yo tenía una parecida a esta en mi departamento.

—Debiste dejar que ella lo hiciera, tiene un mejor gusto.

Le digo solo por represalia, camino hasta la condenada silla y me siento.

—Honestamente, no lo creo, es un gusto muy frío. Ha trabajado mucho con eso de la obsesión que tiene por ver que todo esté como sacado de una revista. A veces dejo cosas mal puestas por aquí y por allá. Y mucho más ahora que hemos vuelto a vivir juntas.

—Yo también le hacía algo parecido —digo entre risas.

—¡Oh! Sí, ya recuerdo que me lo dijo. De verdad, Ethan, ella odiaba que dejaras tu ropa esparcida en el piso.

—Antes creía que su obsesión por el orden me enfermaba, si te soy sincero, cuanto más la extrañé, cuando me ubicaron, más me obsesionaba por colocar todo en orden, como si viviera con ella. Incluso, la primera vez que fui a un supermercado, para comprar cosas para la limpieza de la casa, me la pasé en el pasillo de líquidos oliendo todas las marcas y aromas de los limpiadores hasta que descubrí la marca que usaba en nuestro departamento. O al menos supongo que lo descubrí. Me gusta pensar que tengo un buen olfato y una supermemoria olfativa —bromeo al final.

Gianni me mira con el ceño fruncido y ríe.

—¡Cariño, ambos están dementes! Realmente fuiste un idiota, ¿no?

Suspiro con pesar, al recordarme en esos tiempos.

—Un idiota que pensó que podía comerse al mundo, sí. Lo era.

Gianni chasquea la lengua y niega con la cabeza.

—Lo eres. No has cambiado mucho, ¿sabes?

—Me ofendes, Gianni. Claro que sí he cambiado. ¿Qué te hace creer que no?

—Ethan —dice mi antiguo nombre como si hablara con un niño—, ninguna persona cambia, simplemente estás intentando comportarte porque la conciencia te remuerde. Pero, dime ¿qué pasaría si descubrieras que lo que le pasó no fue tu culpa?

—Fue mi culpa, Gianni.

—Según los médicos… tarde o temprano los traumas que sufrió cuando era una niña iban a salir a la luz, cualquier cosa podía ser el detonante para despertar en ella los trastornos a los que su madre la expuso.  E incluso ahora, que tiene la anorexia controlada, puede volver a suceder. Ya sabes, una vez que entras en esto, pueden pasar décadas antes de poder decir que lo logramos. Ella recayó varias veces en Italia.

—Recayó cuando supo de mi secuestro. Lo sé, y dices que no es mi culpa. Sus recaídas han tenido que ver conmigo.

—Te gusta pensar que su vida continúa girando a tu alrededor, ¿verdad? Pero el detonante puede ser cualquier cosa, el exceso de trabajo, una salida a cualquier lugar o comentario pueden provocarlo.

—Pero, yo fui el culpable la primera vez. Le dije cosas horribles, le fui infiel durante años y ella se sintió insegura de sí misma. Y ni siquiera lo hice porque no me gustaba, sino porque no pudo darme un hijo y creía que ella era la del problema. Y cuando estaba agonizando yo no quise ver lo que le pasaba.

»¿Qué clase de ser humano cruel y despiadado fui, que no tuve ni un gramo de simpatía por la mujer a la supuestamente decía amar cuando nos casamos? Mi amor por ella se desvaneció con una sola frase que dijo y mis promesas se las llevó el viento con la brisa de la noche, cuando salí a buscar a una p**a para hacerme sentir menos miserable por su supuesta imposibilidad.

—Elena sabía que no era ella quien no puede tener hijos, sino tú. Ethan, ella me contó y que cuando comenzó a salir contigo pensó que no era suficiente para ti, que le parecías tan guapo que no podía creer que le hubieras seguido hablando luego de la fiesta. Comenzó a escuchar a su madre cuando se preparaba en su primera cita contigo. Y eso era porque nunca sintió que valiera algo, era una pobre chica asustadiza y solitaria que solo tenía un par de amigos y que nunca salía de casa a divertirse. Era una chica que tenía que lidiar con la amargura de la pérdida de sus padres y con un anciano que la despreciaba y no solo eso, estaba enfermo.

»No te sientas culpable de las fallas de una persona trastornada. Puede que ella no lo pareciera, pero tenía un problema grave desde la infancia y que nunca fue controlado, y que aprendió a disimular muy bien, como todas las que lo padecemos. En conclusión, Ethan. Si ella hubiera estado sana mentalmente, te hubiera echado a patadas de su departamento a la primera, nunca se hubiera dejado pisotear como lo hizo, lo sé. Ella ha ayudado a muchas mujeres en la fundación.

—Tal vez ve en esos hombres al idiota de su ex.

—Tal vez.

—¿Cómo estás tú, Gianni?

—¡Ah! Bien, dentro de lo que cabe… claro.

—¿Tienes a la enfermedad controlada?

—Por supuesto, gracias a ti. Me has dado una responsabilidad por la que mantenerme cuerda. Elena es una mujer, muy especial. Te apreciaba mucho.

—¿Apreciaba? Me rompes el corazón.

—Eso que sentía por ti no es amor, lo sabes. Puede que ella te conociera mucho mejor que nadie, que supiera mejor que tú lo que necesitabas y cuando lo necesitabas, pero solo eras su obsesión favorita para no escuchar a su madre diciéndole lo fea y obesa que estaba.

—¡Maldita mujer!

—Sí.

—Sí, ella era horrible.

Mi teléfono suena, lo saco de mi chaqueta y leo en la pantalla el nombre de mi hermano, así que le respondo.

—Dime, Noah.

—Tu vida nos parece muy interesante aquí en el departamento de policía, pero tenemos que trabajar. Consigue la información, Evan.

Ruedo los ojos y le cuelgo.

—Gianni, necesito la información contable de la fundación.

—¡Oye, oye! ¿Cómo que necesitas?

—Necesito saber si Elena ha hecho donaciones a esta fundación, recuerda que todo el dinero que sale de la firma es dinero sucio. No quiero que cuando todo termine, quedé la fundación como otro negocio que Jonathan ha utilizado para cometer fraudes fiscales.

—Ya veo. ¿Qué necesitas?

—Los libros contables desde que la crearon, hasta la fecha. ¿Sabes si Elena trae trabajo de la firma aquí?

—Acaba de llegar apenas hace unos días, lo dudo.

—Bueno, por lo pronto. Solamente sería eso.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo