32. Capítulo
Al final, asintió con la cabeza y se dejó guiar por él, quien ya tiraba de su mano para conducirla al interior de la mansión. Sin embargo, una vez que llegaron al interior, tuvieron que ser más discretos al actuar y caminar, actuando como si fueran solo un par de conocidos y no dos amantes a punto de consumir todo eso que ardía en sus pieles.

Dentro de la mansión, el magnate tuvo que detenerse en uno que otro momento para saludar a un par de conocidos, y se le veía un tanto frustrado e impaciente. La muchacha también atravesó aquel salón por su cuenta, sin dejar de verlo, pero en un momento dado lo perdió de vista y bufó. En ese instante, apareció su amiga, quien sonreía y la abrazó por los hombros, atrayéndola hacia ella. Ya no veía a Salvatore, quien probablemente se habría ido con algún conocido para platicar. Solo lo suponía sin asegurarlo.

—Oye, cómo la estás pasando —dijo, pareciendo estar un poco ebria—. Todo está bastante genial, por lo menos yo estoy muy cómoda con este ambi
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