7. Capítulo

No podía quejarse, tampoco lo haría si las cosas no fueran de ese modo, pues el hecho de simplemente tener dónde poner la cabeza y descansar ya era una enorme ayuda. Se puso a guardar algunas cosas de la maleta en el armario, no todo, porque de forma súbita el teléfono empezó a sonar y dejó la labor a medias. Entonces volvió a sentarse en la cama y tomó la llamada, era de Alicia.

Toda ella sonaba muy sorprendida, incluso cuando le había avisado un poco mediante un texto (por cierto, nunca le respondió el mismo).

Suspiró.

—... Es decir, sabes que podías acudir a nosotros, pero me deja impresionada todo lo que te ha pasado. No entiendo cómo es que de pronto ella sale con eso y que no es tu verdadera madre, te ha mentido todo este tiempo. No puedo concebir siquiera la idea y no imagino cómo debes sentirte en este momento. Así que cuentas con mi apoyo siempre para lo que necesites, allí yo voy a estar. También mi padre. ¿Ya estás en la casa?

—Así es, te dejé un mensaje explicando que estaba en tu casa y ya hablé con tu padre. Dijo que sí podía quedarme aquí todo el tiempo que necesitara, así que ya puedo sentirme un poco más tranquila. Por eso, la verdad no tenía dónde ir y me siento muy mal. Pero sé que las cosas se van a arreglar, todo en su debido momento. En este instante es una mala racha, pero hasta lo más problemático se acomoda. Tengo fe en que todo va a mejorar y muchas gracias por siempre estar allí para mí, amiga.

Ya volvía a sentir ese nudo en la garganta tan doloroso que a veces no la dejaba hablar con normalidad. Era normal sentir esa presión, y pudo contenerse para no echarse a llorar. No quería preocupar a Alicia.

—No tienes nada que agradecer. Sabes que para eso estamos las amigas y siempre voy a tenderte la mano. Entonces, si mi padre ha dicho que sí, cosa que sabía que haría porque es una buena persona, me alegra mucho. Por un lado, me entristece lo que estás pasando, pero veamos la parte positiva, yo por lo menos lo veo, y es que vas a estar allí cerca de mí. —chilló de pronto y la joven tuvo que alejar un poco el teléfono o la dejaría sorda.

Siempre lograba sacarle una sonrisa, ese día no era la excepción. Se sintió muy animada con lo que le decía la joven. Era cierto que podía estar más cerca de ella. Por otra parte, sintió un pinchazo, porque no solo la cercanía sería con ella, sino con el señor Greenspan, que no dejaba de estar tan bueno como ese día.

¡Dios! Aunque su amiga no la estaba viendo, ni podía leerle la cabeza, se avergonzaba de estar pensando todas esas cosas. Sabía que no era nada bien sentirse tan atraída por él, y tuvo la sensación de que justo esa cercanía iba a complicar las cosas, no para bien, sino para mal. Su amiga no tenía ni idea de lo que ella pensaba acerca de su padre. Es que le daría un infarto si se enteraba alguna vez. Por lo menos no lo voy a gritar a los cuatro vientos y no había forma de que lo supiera, a menos que Alicia tuviera alguna especie de poder mágico para poder leer las mentes. Solo así sabría de esos sentimientos hacia el señor Ashton.

De otra forma, no, ni siquiera era capaz de admitirlo. Le daba vergüenza.

¿Y a quién no?

Se ponía tan caliente con la presencia de ese espécimen de hombre. Ahora que hablaba con Alicia, no se apartaba de ese sentir un tanto lujurioso, causante de un montón de cosas en ella. ¡Dios! Ardor y más ardor, es lo que ella sentía.

—Sí, es verdad que vamos a estar juntas, pero no quiero ser... No quiero causar molestia. Solamente voy a tratar de venir a dormir, no quiero incomodar ni ser un mal tercio en tu familia —se atrevió a decir sinceramente. Uno de sus mayores temores era ese, sobrar o estar metida en una familia y no sentirse parte de ella, porque la realidad es que no lo era ni lo sería. No importa el cariño que esta le tenía.

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