2. Capítulo

—Mi hermana era tan joven. No merecía irse de este mundo por ti; ella tenía muchas cosas por vivir y muchos momentos por escribir, lamentablemente se enamoró del hombre equivocado a la edad errónea y no pensó en las consecuencias de sus actos; yo no la llamaría amor, eso fue algo pasajero y estúpido que la sentenció a la muerte. —hizo una pausa para limpiarse las lágrimas, Hope sorbió por la nariz y se le quedó mirando —. Solo tenía quince años cuando quedó embarazada de ti, y mi madre decía que podíamos hacer algo, que quizás yendo al doctor este podría interrumpir el embarazo, pero optar por un aborto en ese momento era ilegal y además estaban los detalles de que era menor de edad y corría el riesgo de morir en todo el proceso, aún así ya no se podía hacer nada, ya era demasiado tarde puesto que estaba un poco avanzado tenía casi tres meses de embarazo y eso impedía hacer el procedimiento del aborto.

Ella solo quería que terminara de hablar.

—No...

—Todos estábamos destrozados por la situación que mi hermana estaba enfrentando. No merecía estar en esa posición tan peligrosa, a pesar de que se había buscado esa consecuencia por su falta de precaución. No había pensado en las posibles consecuencias al dar muestra de su supuesto amor y ahora se encontraba condenada a vivir con un hijo a tan temprana edad. Sin embargo, la vida le tenía preparado otro destino, uno cruel y fulminante. Durante los primeros meses, todo parecía ir bien. Su barriga crecía de manera normal y acudíamos a las citas médicas para garantizar que el proceso se llevara sin ningún inconveniente. Cumplía con los chequeos y tomaba las medicinas recomendadas. Además, hacía ejercicio para mantenerse saludable. Mi madre estuvo pendiente en todo momento, asegurándose de que siguiera todas las indicaciones. Nunca cometió un error y estuvo cerca de ella, enseñándole todo lo que podía. Cuando llegó el día del parto, todos estábamos bastante nerviosos. Debido a su corta edad, se decidió que sería mejor realizarle una cesárea. Todos estábamos de acuerdo y confiábamos en que todo saldría bien. Pero, lamentablemente, nada ocurrió según lo planeado o lo que los médicos habían pronosticado. Era un martes por la noche y estábamos durmiendo. De repente, sus gritos nos despertaron a todos. El bebé decidió adelantarse y ella estaba prácticamente en trabajo de parto, había roto aguas y se retorcía de dolor en su cama, sintiendo una intensa molestia en todo su cuerpo.

—Oh por Dios —susurró la muchacha, no quería seguir escuchando esa historia que tenía el típico final trágico, aún así empezó a sentirse inducida a terminar de escuchar el relato oscuro que su tía le contaba.

—La desesperación de nuestra madre, la de todos nosotros como familia al verla tan destrozada que ni siquiera podía con lo que le estaba sucediendo, de hecho ella siempre había sido la más protegida de mamá y la consentida, la que se enfermó más y todos esos detalles así, era lo que hacía que lo que estaba viviendo en ese presente se volviera la situación más difícil de lo que podía ser.

La mujer dejó de caminar de un lado a otro y se sentó en el sofá vacío. Entrelazó las manos sobre su regazo y miró a su sobrina con sus profundos ojos. La sobrina estaba visiblemente afectada por lo ocurrido en el pasado, pero ahora, en el presente, podía experimentar el dolor de una forma más intensa, como si fuera algo completamente nuevo. Su corazón estaba apretado y tenía un nudo en la garganta que le dificultaba tragar con normalidad. Nunca había sentido un dolor tan intenso y se imaginaba toda la escena de lo que probablemente había sucedido con su verdadera madre. La culpa seguía aumentando a un nivel incontrolable, muy difícil de medir.

—¿Quién es mi padre? —preguntó, entre lágrimas, dándose cuenta de que el hombre al que había estado llamando "papá" todos esos años no era más que una mentira.

—No he terminado —dijo la mujer con dureza. Continuó con el relato y la joven no tuvo más opción que escuchar—. Mi pequeña hermana hizo todo lo que pudo esa noche, luchó y resistió con todas sus fuerzas hasta donde su cuerpo se lo permitió. Sin embargo, murió, tal vez un minuto después de que tú nacieras. Te miró y te sostuvo con la poca fuerza que le quedaba, y luego se fue. ¡Maldición! Se había ido de este mundo y todo fue por tu culpa.

—Lamento mucho lo que sucedió, pero no considero justo que me culpes por una situación que yo nunca quise y de la que ni siquiera estaba al tanto. No soy responsable de lo sucedido, también soy inocente en todo esto. No puedes simplemente odiarme por una cuestión en la que yo estoy involucrada, pero de la que no soy causante —le dijo, mirándola directamente a los ojos, sintiéndose muy dolida por todo eso. No era culpable de lo ocurrido, de nada. Por mucho que la mujer se desahogara y le echase en cara todo lo contrario, ella sabía que era inocente.

—Para mí lo eres y siempre lo serás, eres la única culpable de que mi hermana ya no esté en esta vida, además tú eras la única que debía de irse de este mundo y no ella. ¿Ahora entiendes porque no puedo quererte? Aún así todo este tiempo te he dado todo, educación y una vida buena, no puedes quejarte, pero ya no puedo más, no quiero seguir viéndote a los ojos porque cada vez que lo hago la recuerdo, es como si estuviera viendo a ella, te pareces tanto y eso me afecta demasiado, no puedes seguir viviendo aquí, lo siento mucho.

—¿Leonardo no es mi padre? Dímelo. Y no parece justo lo que estás haciendo, yo no tengo la culpa de recordarte a mamá, en pocas palabras me estás echando porque despierto un dolor en ti, que no debería de ser así, porque también eres mi familia, soy tu sobrina y nada lo va cambiar. —escupió desgarrada y se levantó, la otra la imitó.

—¿Cómo crees? Leonardo tampoco es tu verdadero padre. El infeliz que dejó embarazada a mi hermana desapareció como por arte de magia, solo la usó, terminó cortando sus alas y la arrojó a la muerte. Solo fue un abusador y un maldito cobarde que no tuvo las agallas ni la valentía de aparecerse y responsabilizarse de lo que había hecho porque él también tenía que hacerse responsable de mi hermana y de su bebé, pero ni siquiera tuvo la intención durante el tiempo en que estaba embarazada de apoyarla. Y nada nos sorprendió, la verdad. ¿Qué podía esperarse de un hombre así? Claro que nada bueno.

Ante la admisión de su tía de que Leonardo no era su padre, no se sintió perpleja ni se dejó caer sobre el sofá impactada con sus palabras puesto que ya era de esperar otra bomba que la dejara suspendida entre destrozos contundentes. Aún así algo en sí estaba quebrando en su interior dejando esos pequeños trozos de vidrios clavados en su piel y abriendo heridas que dolían y ardían y que no tenían cura, porque no existía ungüento que pudiera hacer sanar cada una de las heridas, menos cerrar las aberturas.

La amargura se mezcló con diversos sentimientos y rompió las emociones como si se tratara de un vaso de vidrio a orillas de una mesa, bueno ella ya no se encontraba cercana al ras, sino peor aún, tirada en el suelo hecha añicos.

—Está bien, voy a recoger mis cosas y me voy a largar de aquí, me voy a ir de tu vida para siempre y te juro que jamás voy a regresar a ti por nada del mundo, no te quiero ver más nunca en mi vida. Te agradezco lo que hiciste incluso si te vistes forzada actuar de buena manera, porque ya veo que no eres esa persona que todo este tiempo pensé, eres mala, eres... Yo ni siquiera puedo pronunciar la palabra.. lo que sé, es que no mereces que nadie te quiera porque tú ni siquiera sabes hacerlo y no conoces el significado de la palabra y te has atrevido a jugar con esos sentimientos todo estos años. —hizo una pequeña pausa para tomara aire, lo necesitaba circular de nuevo en su sistema o perdería el habla, todo le dolía, absolutamente todo —. Espero no te arrepientas de esta manera tan mala de actuar como lo haces porque no estoy dispuesta a perdonarte, adiós Marie.

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