Capítulo 1: Inicio

Calipso

Con un profundo terror cierro los ojos de rodillas en la capilla mientras mi agitado corazón golpetea cargado de miedo en mi apretado pecho, las palabras que componen la oración del padre nuestro azotan atropelladamente mis pensamientos mientras mis sollozos hacen eco en el lugar sagrado de mi Dios. Abro mis ojos y entre la oscuridad que me rodea veo allí a Cristo en la cruz y ruego; ruego por mí, por mis hermanas y por nuestro sacerdote. El miedo me carcome con saña mientras hago uso de toda mi Fe para creer que Él nos salvará porque somos sus hijos, porque dimos nuestra vida a su servicio, porque Él es poder y verdad, ¿quién contra nosotros sí Dios nos acompaña?

Los gritos se hacen más fuertes aturdiendo mi podre mente que dibuja escenarios sangrientos mientras los enfurecidos truenos intentan silenciar cualquier ruido a su alrededor dándole rienda a la terrorífica tormenta que hace más desolador el momento. Sin clemencia el miedo, el dolor y la muerte azotan el convento a manos de seres que permanecen ocultos en las sombras que provoca la misma oscuridad, pero por alguna mítica razón hoy en esta noche siniestra, salieron a destruir cualquier ser humano a su paso. En las tinieblas del templo tiemblo y lloro mientras no paro mis ruegos y oraciones, porque no puedo parar, porque Él me salvará y guiará las almas de mis hermanos al paraíso de eterna tranquilidad que se nos ha prometido.

Padre, apiádate de tus hijos, de tus fieles servidores. No permitas que nos arrastren a las calientes entrañas del infierno. No sé qué son esos seres, pero sé que tú con tu infinita misericordia podrás salvarnos.

De repente, con brutalidad un golpe estremece el lugar haciendo que apegue más el crucifijo a mi pecho agitado y rece más rápido las oraciones y ruegos en mi mente. Otro golpe y escucho la protesta de las bisagras de las grandes puertas del viejo templo alegando que han vivido mucho y soportado por años el trajín del día a día; su madera está desgastada y sus bisagras oxidadas, está claro que cederá en cualquier momento dejándome expuesta frente a los monstruos del infierno.

Padre, cúbreme con tu manto celestial. No permitas que entre la oscuridad.

Sin más remedio, otro golpe más salvaje azota las débiles puertas y éstas ceden ante aquella demostración de fuerza sobrenatural, esa fuerza que muy seguramente brinda el diablo a sus demonios. Porque eso es lo que son, seres bestiales que con aquellos atributos horripilantes dados en el infierno desgarran y acaban con nuestras vidas como si no fuésemos más que un festín para ellos que se regodean en nuestra mísera muerte. Tras la caída estrepitosa de las puestas que me hizo saltar de miedo, un silencio torturador se crea mientras mi cuerpo es atacado por el terror causándome espasmos que alientan mis sollozos produciendo que mis manos tomen con más fuerza el crucifijo en mi pecho. Cierro los ojos con fuerza y continuó avivando las plegarias en mi mente porque no puedo franquear ahora, no puedo perder la fe, no puedo permitir que estos seres corrompan mi alma con sus sádicos juegos de crueldad. Yo soy una devota y como devota moriré si es lo que mi Dios precisa para mí.

—Padre, si este es mi destino lo acepto. Que se haga tu voluntad por sobre mis deseos.

A mi espalda escucho pesados pasos que andan con cínica tranquilidad deshonrando la casa de Dios sin vergüenza alguna, con lentitud siento como poco a poco estoy siendo rodeada pero no abro los ojos ni detengo mis oraciones a pesar de la condición de pánico en la que estoy. Escucho respiraciones pesadas y unos cuantos gruñidos, siento como soy acechaba por seres que ni se reconocer, muy seguramente son hijos del pecador, de aquel que fue expulsado del cielo y condenado al infierno.

—Pero miren que hay acá. — Escucho una gélida voz que delata a una mujer como portadora —Una humana pidiendo clemencia a su dios. Patético.

Gruñidos infernales se hacen escuchar acompañando las palabras de la misteriosa mujer que muy seguramente fue proclamada por el mal. Mi corazón no puede más, tanta tensión hace que sienta un fuerte sudor frío que delata mi estado de ansiedad y terror.

— ¿Sabes que ya solo quedas tú? —-pregunta con veneno mientras siento como da vueltas cerca de donde aún permanezco de rodillas. Su asecho me pone más nerviosa pero al mismo tiempo me genera indignación, ¿es necesario jugar conmigo cuando ya tiene más que decidido matarme?

Padre, guíalos por la luz del sendero de tu gloria. — Continúo internamente con mis plegarias a mi Dios, deseando que acoja a mis hermanos y a mí en los senderos de su gloria.

— He de decir que he probado carne mejor, pero que se puede pedir de simples seres incapaces hasta de perder la virginidad. — Continúa con su juego pero yo no caeré. Voy a morir, eso es algo inevitable viendo la situación en la que me encuentro, pero no voy a saciar sus ansias de diversión por ver un alma desesperada por sobrevivir.

— Parece que el ratón se le comió la lengua a nuestra virginal anfitriona. — dice con voz de molestia envuelta en un potente gruñido, que con pánico hace que de un pequeño brinco mientras mi piel se eriza del miedo. —- Debería tener cuidado, no sea que un lobo termine por comérsela.

Avivar, eso es lo que han hecho sus palabras pues muchos más gruñidos arremeten con fuerza tratando de intimidarme de lo que ya estoy, quizás así sea más sabrosa cuando la saquen de mi cuerpo porque claro, esto solo es un juego que satisface sus retorcidas ansias de crueldad.

— Llamen al Alfa. —- ordena de repente dejándome confundida — comuníquenle que hemos encontrado para él otro aperitivo.

Todo vuelve a quedar en ese sátiro silencio que pone más tensión a escena que estamos viviendo, mientras que yo sigo en la misma posición y en el mismo estado. Mi cuerpo es débil, propio de alguien carente de divinidad pero sé que mi alma es fuerte, porque ella vio y acepto a Dios. Este será el final de mi cuerpo pero mi alma correrá al encuentro con Él.

Con poder otras pisadas resuenan a mi espalda, estas son más imponentes, como sí solo con su presencia pudiera doblegar a grandes masas, como si la misma oscuridad se doblegara ante esa presencia que causa más feroces escalofríos en mi devastado cuerpo. Un calambre recorre mi columna pero me mantengo firme en mi lugar, esperando por el momento en que los designios de mi Dios se cumplan. Los pasos se detienen justo frente a mí y siento que la hora de mi muerte ha llegado, este es mi fin, pronto estaré en mi viaje que me llevará directo a la paz eterna.

Perdona mis pecados padre, estoy lista para morir.

— Mírame — Un imponen voz masculina rompe el silencio demandando atención —- Mírame. —vuelve a pronunciar con un tono más grave y amenazante pero yo no abro los ojos, no quiero enfrentarme a esas miradas cargadas de maldad y codicia,

Un gutural gruñido cargado de promesas escalofriantes hace temblar el recinto alardeando de su poder bestial, produciendo el chirriante sonido de los ventanales y del tejado. Pero con la poca valentía que reside aún en mi me mantengo firme en mi posición mientras mis ojos siguen cerrados sin hacer caso al demandante ser que osa dominarme, pero no lo logrará. Soy una mujer leal a sus principios y a sus causas, por sobre mi cadáver caeré en el dominio de tan repugnantes seres deshonrando e irrespetando a Dios

— ¡Te he dicho que me veas! — Grita en un rugido desvelando la poca paciencia que guarda en su ser. Con pasos ágiles y amenazantes acorta su distancia conmigo asiendo que su aura maligna sea percibida por mí ser de inmediato gracias a su cercanía. Noto duramente como sus calientes manos toman mi rostro con brutalidad demandando atención.

— Mírame — vuelve a demandar aquella criatura cínica y cruel que osa irrumpir en la casa de Dios.

Abro mis ojos con determinación justo cuando un rayo cae demostrando la furia de Dios y alumbrando el rostro de aquella criatura inmunda. Mis ojos se fijan en los suyos que relucen bajo un color dorado, en ellos puedo ver la impotencia y la sorpresa. Sorpresa por ver en mis ojos la determinación, el nulo terror y el desafió porque, puede que mi cuerpo tiemble, pero mi alma ya aceptó mi inminente muerte y aguardo por empezar su viaje de libertad hacían quien en un principio le dio existencia. Ya no tengo nada que perder. Como dijo Sócrates, después del dolor viene el placer; sé que tendré una muerte dolorosa pero el placer me llenará cuando esté en el paraíso que Dios nos ha prometido gozando de la calma eterna y de la felicidad perpetua.

El ser sonríe y me preparo para escuchar las palabras más asquerosas e infernales, pero esto no sucede, lo que dice es una simple palabra, inofensiva por naturaleza pero aterrorizante en su significado.

— Mía.

Me quedo helada, un sentimiento de irá me recorre con ansiedad. ¿Cómo se atreve?

— Yo solo soy de Dios. --- afirmo desafiante can más ira que miedo — Sólo a Él le pertenezco en cuerpo y en espíritu.

Veo la ira surcar sus oscuras facciones y en sus ojos instalarse la frialdad de su alma.

— Eso ya lo veremos mi virginal Luna. — Tras decir aquello siento como me golpea la nuca haciendo que un pequeño grito se quede cortado y caigo en el abismo de la oscuridad dejándome expuesta a los deseos de tan inhumanos seres.

Padre, no permitas que roben mi alma.

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