3. Exigencia de la Morgan

Frena el coche de golpe para luego salir del mismo. Violeta ingresaba en su casa decidida hacer algo para tener al profesor a sus pies, y solo podía recurrir  a una persona que sabía que no le haría tantas preguntas al respecto. Camino hasta la habitación de cámaras para dar con ella, hasta que la encontró en el jardín. Encamino sus pasos hasta ese lugar.

Danielle se encontraba en el jardín con su madre Aurora quien plantaba algunas rosas, cuando de repente ambas voltean en la misma dirección al escuchar el sonido de unas fuertes pisadas de tacón. Aurora mira el reloj de su muñeca y frunce el ceño.

—¡Deberías estar en clases!—Reprocha su madre.

—Salí antes, tengo mejores cosas en la que ocuparme madre—Contesta deteniéndose delante de ambas mujeres.

—A tu padre no le agradara que te saltes las clases, Violeta—La castaña sigue trabajando en las rosas.

—He venido para hablar con Danielle.

—¿Conmigo? ¿Sobre qué?

—Vamos adentro para explicarte mejor.

—¿Acaso no puedo escuchar lo que tienes que decirle a tu prima? ¿Qué tipo de secreto es que tu madre no puede oír?

—Mamá, no entenderías.

Danielle y Violeta partieron para el interior de la casa, la rubia se sentía un poco intrigada por el secreteo de su prima. Así que impaciente decide irse directo al grano.

—¿Qué pasa, Violeta?

—Necesito un favor tuyo, sé que eres buena encontrando información de una persona. Así que requiero que me ayudes a investigar a un hombre.

—¡Oh! Ahora comprendo porque no lo quisiste conversar delante de mi tía. ¿Es que te gusta ese hombre?—Sonríe abiertamente.

—Eso no es asunto tuyo. Solo enfócate en investigar  a esa persona, se llama Dylan Dallas.

La rubia mira con cierto recelo a su prima, no era normal en Violeta que se interesara por un sujeto. Siempre fue bastante reservada para con sus cosas, y el que le pidiera que investigara la vida de un hombre le resultaba interesante. Eso quería decir que le gustaba muchísimo.

—Está bien, voy hacer lo que me pides.

—Gracias.

—Si mi tío se llega a enterar de esto te enviaran a un convento, Violeta—Le decía la rubia subiendo las escaleras de la casa.

Su padre la tenía sin cuidado, ya era mayor de edad y podía hacer con su vida lo que quisiera. Si bueno, era la última hija de Demian Morgan pero ¿Y eso que? no por ello iba a dejar de querer cosas. Y para ese momento a quien deseaba era a su profesor de francés. Sonríe porque ya estaba teniendo una idea para hacerlo caer a sus pies.

[…]

Esa noche Dylan regreso a su apartamento con un montón de papeles en la mano los cuales lanzo en la primera mesa que encontró. Estaba agotado, tantos exámenes que corregir, tantas clases. Y encima de eso no se podía sacar de la cabeza a la loca de Violeta Morgan y sus absurdas malcriadeces.

—Que pesadilla—Musita desprendiéndose de la ropa para darse una ducha.

Luego de una refrescante ducha, Dylan salió del cuarto de baño secándose el cabello. Mira la hora en el reloj de mesa dándose cuenta que era muy tarde. Encamina sus pasos a la sala de estar para recoger los exámenes y corregirlos, cuando detiene sus pasos a mitad de camino. Mira hacia ambos lados intentando asimilar que aquello era producto de su imaginación.

—¿Por qué tienes expresión de sorpresa?

—¡Violeta! ¿Qué demonios estás haciendo en mi casa?—La joven se encontraba sentada muy cómoda sobre su sofá.

—He venido para ver donde vivías, es un lugar interesante para ser el apartamento de un hombre soltero. No cabe dudas que tienes buenos gustos—Contesta poniéndose en pie.

—No debería estar aquí, ¿Cómo es que entraste?

—Por la puerta—Señala la misma—.Tengo manos habilidosas—Da unos pasos hacia él.

—Sera mejor que se vaya de mi casa, lo que ha hecho es invasión a la propiedad.

—¡Uy! ¿Se supone que debo temblar del miedo? ¿Piensas llamar a la policía?—Pegunta con burla.

Violeta caminaba hacia Dylan de una manera bastante seductora, el profesor maldijo el momento en el que no se puso unos pantalones al salir del baño así que allí estaba solo con una toalla sobre su cadera y ante él una depravada. Pero bueno, tampoco es que se esperaba que esa mujer apareciera en su casa a esas horas de la noche. Las cosas se estaban saliendo de control con esa chica.

—Pienso que ya debes irte.

—¡No! no me iré de aquí hasta conversar contigo unas cositas de gran importancia—Violeta sonríe Admirando a su profesor de hito a hito.

Al verlo medio desnudo se extrañó muchísimo que para ser un profesor tuviera muchísimos tatuajes en su cuerpo, de hecho parecía de todo menos un profesor de una universidad. Danielle le había conseguido la información de él en tiempo records pero nada de lo que le entrego valía mucho. Sus padres murieron, no tenía hermanos, ni parientes cercanos, era un hombre solitario. Lo único que la lleno de alegría fue conocer su dirección de su casa y el hecho de que no estaba casado.

Pero del resto, Dylan Dallas le resultaba muy interesante e intrigante. Más ganas le daban de poseer a ese hombre, podían llamarlo obsesión pero ella deseaba a ese hombre.

—Nosotros no tenemos nada de qué hablar, lo único que debemos conversar nosotros es sobre la materia que imparto y eso se debe hacer en la universidad. ¡No aquí, en mi casa!

—Pero esto es extraoficial, nada tiene que ver con la materia.

—No entiendo.

—Quiero que seas mi amante, Dylan.

El profesor abre la boca atónito por lo que acaba de escuchar, quizás sus oídos estaban sucios o algo así ya que aquello no tenía sentido alguno. ¿Amante?  Se le había zafado un tornillo o algo así.

—Estás loca, no sabes lo que estás diciendo.

—¡Loca sí! pero sé muy bien lo que quiero, a quien deseo es a ti.

—Te has equivocado de hombre, ya que yo no estoy interesado en ti.

—Pues tendrás que cambiar de opinión—La joven frunce el ceño—.Si no accedes a lo que te estoy pidiendo, haré de tu vida un infierno. Serás repudiado en la universidad, lograre que te echen sin pagarte un centavo, y tu título termina en el cesto de b@sura. Toda tu reputación será marginada, ¿Eso quieres?

No, ella no estaba loca, quizás no era la palabra adecuada para su persona. Lo que ella era  una desquiciada, todo lo que le había dicho que haría era vil y cruel. Si no accedía a sus pretensiones ella arruinaría su vida y su reputación, bastante que trabajo para lograrlo. ¡Maldita sea con esa niña!

—Sabes muy bien que no puedo permitir nada de esto, no puedo ser tu amante Violeta. Entiéndelo de una vez por todas.

—Si no lo haces, te arruinaré la vida a tal punto que hubieras deseado ser mio—Contesta irritada.

—No voy a consentir tus caprichos.

—Te dejare pensarlo bien esta noche, pero mañana quiero mi respuesta.

—Ya sabes cuál es mi respuesta, señorita Morgan.

Ella sonríe abiertamente acortando el poco espacio que existía entre ambos. Por instinto Dylan retrocede un poco intentando por todos los medios mantenerse a raya de ella. Pero la joven Morgan era muy persistente, la chica acaparo todo el espacio libre entre ellos.

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