Capítulo 6

CAPÍTULO 6

EMMA.

—Ellas son Magenta, Ariadna y Camile —me presenta Elizabeth.

Están las tres bebiendo una taza de té en la terraza de la habitación de Elizabeth. Magenta tiene el cabello negro como la noche y corto por los hombros. Su fleco cubre su frente y posee unos ojos café tan penetrantes que parece que te está juzgando con la mirada. 

Ariadna tiene el cabello rojo fuego, tiene una sonrisa preciosa y Camille tiene la cabeza llena de rizos castaños y una tez morena tan perfecta que incluso puedo notar desde aquí que tiene la piel suave.

Las tres me miran de arriba abajo, como si intentaran encontrar algo fuera de lugar. Me estoy arrepintiendo de haber venido hasta aquí. 

Elizabeth me toma del brazo sin fuerza alguna y me guía hasta que me sienta junto a Magenta.

En la mesa de cristal que me permite ver nuestros calzados hay una variedad de galletas y diferentes saquitos de té junto a varias teteras con agua caliente. El clima es espectacular y el paisaje aún más.

—Fuiste noticia durante dos semanas y te tenemos aquí, tomando el té con nosotras —reflexiona Magenta.

—Lamento que sus programas de televisión hayan sido interrumpidos por mi existencia —le respondo, franca.

—¿Por qué tus padres te mantuvieron oculta por tanto tiempo? —me pregunta Ariadna.

—¿Tienes redes sociales? ¿Cómo es que nadie se enteró que existías? —agrega Camile.

—Chicas —las frena Elizabeth. Estas las miran, removiéndose en sus asientos con cierta incomodidad —. No la asfixien, por dios.

—No, está bien —le digo, sonriendo —. No me gusta hablar sobre ello, lo siento.

Algo me decía que si les contaba lo que había ocurrido con mi familia y conmigo no tardía en saberlo todo el palacio completo.

Las chicas de pronto me miran como mala cara, haciéndome sentir un poco mal por no decirles lo que quieren. Elizabeth ni se inmuta ya que está muy concentrada sirviéndome té.

—¿Dónde está el servicio? No debería estar sirviendo el té —se queja en voz baja. Levanta sus ojos hacia mí —¿Te gusta el té de durazno?

—Sí, gracias.

—Perfecto —sigue sirviendo.

—¿Cuánto tiempo estaremos aquí? —les pregunto a todas.

—Un periodo de casi más de un mes —me responde Ariadna —. A mí no me molesta, son como unas largas vacaciones con amigas.

—Me haré un I*******m nuevo esta noche —les anuncio.

Las cuatro me miran.

—¿Ya tenías uno? —me pregunta Camile, quien se ha encendido un cigarrillo.

—Sí, pero lo borré cuando explotó todo sobre mi familia. Quise evitar que me bombardearan con mensajes.

—Escuché que los hombres que están en el tercer piso están interesados en ti —menciona Magenta con desinterés.

—¿Hay un tercer piso aquí? —le pregunté, con el ceño fruncido.

Claramente evito el tema de los hombres a toda costa. Odiaba saber que no estaba allí para pasarla bien o sociabilizar, estaba allí para casarme.

—Sí —confirma Elizabeth —. Son hombres y mujeres que rondan los veinticinco años que se han instalado ayer por la tarde en el palacio. Digamos que son personas que han estado por años esperando al indicado o a la indicada y aún los siguen esperando.

—Es algo tan romántico porque no se casan por dinero —suspira Ariadna.

—Si no por amor —agrega Elizabeth con anhelo.

—Los hombres del tercer piso están esperando al amor de su vida.

—O eso dicen —suelta Magenta, con desconfianza.

Elizabeth se pone de pie, echando la silla hacia atrás.

—Vamos chicas —anuncia, buscando su bolso en la habitación.

Todas intercambiamos miradas, confusas.

—¿A dónde? —le pregunto a Elizabeth.

—Al tercer piso. Dicen que allí no solo están los hombres más románticos del pueblo, sino los verdaderos billonarios —nos dice, seria, casi estratégica —. Ustedes pueden acompañarme para buscar el amor, yo iré directo al dinero.

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