CAPÍTULO 5: “TENTAR”

JARED

Imprimo una fotografía que les tomé en secreto a Caleb y Cadence.

La espalda de ella es lo primero que se nota, lo segundo es Caleb bajando la escalera y dándole una mirada profunda sobre el hombro. Sus labios sonríen.

Capturarlos es mi segunda cosa favorita.

La primera es capturar a mi familia junta.

Aprovecho de imprimir una foto de cuando Zareck rompió la ventana del auto de Caleb con su bola de baseball.

Sale haciendo una mueca súper graciosa.

Suelto una carcajada y escucho a alguien aclararse la garganta.

Jhyn.

Está de pie en la puerta de mi habitación. Hoy está usando su cabello rubio recogido en una coleta alta.

Es la mujer más amorosa y perfecta que puede existir.

Ha sido la figura materna que hemos tenido desde la infancia. Sobretodo para Zareck que sólo tenía un año cuando llegó Jhyn a nuestras vidas.

Jhyn es la medio-hermana de nuestra madre, quien se fue y jamás regreso ni llamó.

—Jhyn…—digo y giro mi silla en su dirección.

—Hola, amor… ¿y los demás? Salí a hacer unas compras y de pronto me consigo la casa silenciosa.—pregunta y yo sonrío.

—C-Caleb y Caddie están de viaje.— informo y la veo subir una ceja, interrogante.

—¿De nuevo el abuelo haciendo de casamentero al tener una oportunidad, eh?—dice y yo asiento sonriente.

—M-me parece que quizá sí f-funcione ésta v-v-vez— susurro sonriente y le entrego la fotografía que les tomé cuando bajaban las escaleras.

Jhyn abre mucho los ojos al ver la foto y suelta una carcajada.

—Parece que sí… ¡Qué talento tienes, bebé!— exclama Jhyn orgullosa y me da un pellizco cariñoso en la mejilla.

—¿Caddie y Caleb?— pregunta de repente una voz desde debajo de mi cama.

—¡Za-zareck!— exclamo sorprendido.

—¿Qué haces ahí, jovencito?— pregunta Jhyn y saca a Zareck de su escondite, tirándole de la oreja.

—¡Ayyyy, Jhynnnn!— grita adolorido y yo suelto una carcajada.

CADENCE

Llegamos al aeropuerto y nada más entrar pienso en que todo va sucediendo perfectamente.

Tan perfecto que me parece mentira.

Mientras esperamos en la fila para hacer check-in, le digo a Caleb que cuide mi lugar y voy a comprar algunos snacks.

Cuando regreso, ya casi es nuestro turno.

Nos acercamos y entregamos nuestros boletos.

—¿Señor y señora Dryden? ¿De Dryden company?—pregunta el hombre que nos atiende.

Comienzo a negar, pero Caleb me da un pisotón.

Suelto un alarido e intento detener el palpitar de mi pie herido moviéndolo en el aire.

—Sí, gracias.— susurra Caleb y veo cómo el chico lo termina de atender, no sin antes darme algunas miradas confundidas, mientras le entrega nuestros pasaportes a él.

Mantengo la compostura mientras revisan nuestro equipaje y a nosotros.

Una vez que estamos por abordar, le doy un pisotón con todas mis fuerzas a Caleb.

—¿Qué te sucede? ¿Sabes lo gigante que tienes el pie? ¡Creo que me desprendiste tres dedos!—gruño y él ni siquiera se inmuta.

—Pues, por ese pisotón nos ahorramos horas y horas de solucionar un error que cometió el asistente del abuelo.— informa Caleb y me muestra el boleto.

Leo rápidamente y no consigo ningún error.

Le doy una mirada con desdén y él pone los ojos en blanco, señalándome algo en el boleto.

Leo de nuevo y encuentro el error.

Cadence Dryden.

—Por ese error nos habrían hecho perder tiempo, tonta. Estoy seguro de que ibas a corregirle que te llamara Dryden, y cuando lo hicieras iba a verificar el boleto y todo se hubiese salido de control. — dice dejándome sin palabras, y sin más, camina rápidamente al pasillo de abordaje.

Lo sigo y buscamos en número de asiento de nuestros boletos.

A32 y A33.

En silencio, nos acomodamos en nuestros lugares y sin aviso, Caleb se inclina un poco en mi dirección y ajusta mis cinturones.

Pongo los ojos en blanco, pero decido dejarlo pasar.

—Señorita, le han enviado esta gaseosa… Alguien la pagó por usted y pidió que se le hiciera llegar.— dice una azafata apareciendo de la nada.

Sorprendida, le doy las gracias, la acepto y la acomodo en mi portavasos.

Tiene una pequeña etiqueta en forma de corazón que dice: “De un fiel admirador”.

—¿Piensas consumir algo que no sabes ni siquiera de donde o de quién proviene?— pregunta a mi lado Caleb, sonando bastante indignado.

—Si.— digo y él abre la boca sorprendido. —¿Por qué no, si como ves está sellada?—pregunto, luciendo bastante relajada.

Caleb solo me observa con cara de pocos amigos durante unos segundos.

Luego se aclara la garganta y como si la conversación no hubiese ocurrido, vuelve a recostarse en su asiento.

Dos horas y cuarenta y siete minutos después.

Jamás me volveré a relajar y disfrutar del viaje.

—No, señorita… su reservación cubre una habitación básica, dos cenas y dos desayunos.— informa el hombre que atiende en la recepción del hotel.

—Hay un error, reservamos dos habitaciones.— le dice Caleb detrás de mí, sosteniendo nuestro equipaje.

—No, la reservación es correcta, porque el monto que se pagó es el correcto.— dice, verificando con una mirada a la pantalla del computador.

—Entiendo, muchas gracias.— dice rápidamente Caleb, tomando la llave que el hombre nos entregó y cargando con las maletas a una zona del lobby que está lejos de la recepción.

Lo sigo, dándole una mirada iracunda y él se encoge de hombros.

—No sé qué sucedió, pero no puede ser tan malo, Cadence…— dice con seriedad, estoy segura de que me ve casi haciendo combustión espontánea por el coraje.

¿Por qué nadie puede hacer las cosas bien?

¿Cómo se supone que voy a compartir habitación con Caleb?

El recuerdo de quien fue antes me persigue, y sueño con que aun esté ahí dentro el hombre que amo… pero la sombra de sus últimas acciones me confunde.

¿Cómo éste idiota puede ser el mismo hombre que amé?

—Juro que quiero asesinarte, Caleb.— gruño en su dirección y él ríe con diversión. —“Esa es la actitud, dulce”.— digo con voz grave, imitando su tono y veo como la risa muere en sus labios.

—¿Por qué no puedes verle el lado divertido?— pregunta luciendo irritado por mi actitud.

¿Cuál lado divertido?

¿El bizarro lado divertido de compartir habitación con el hombre que me atrae desde siempre?

Hace poco tiempo lo vi besando a otra mujer.

Se ha convertido en un mujeriego sin remedio.

—Porque eres un idiota, que nunca puede tomarse la vida en serio.— gruño y él levanta las manos, en señal de rendición.

—Jamás negué eso, pero Caddie, ¿no crees que exageras?— pregunta, usando un tono de voz que llama a la paz.—Si somos como un par de hermanos, además nadie sabrá de esto.— agrega, restándole importancia.

Yo gimo mentalmente y trato de no pensar en lo mucho que me han golpeado sus palabras.

¿Puede besarse con cualquiera pero yo le parezco su hermanita?

¿Seguiría pensando que soy una hermanita si le demuestro que soy una mujer?

Tengo dignidad y orgullo y estoy cansada de que siempre se burle de mí, de mi forma de vestir y mi personalidad.

Ni siquiera me preocupo en responderle.

Camino por el pasillo que nos indicó el recepcionista, el que lleva a las habitaciones.

Observo el número de las habitaciones en las puertas, hasta que por fin doy con la número ciento doce. Desbloqueo la puerta al escanear el chip de la llave en la puerta.

Entro a la habitación, seguida de Caleb, y me parece un espacio grande como para llamarla “habitación básica”.

Tiene una cama de tamaño matrimonial que me hace pensar que es demasiada coincidencia que ocurriera un error.

Sólo dos personas conocer mis sentimientos por Caleb, y no creo que ninguno de ellos hiciera esto.

Espero de todo corazón que ninguno de ellos tenga que ver en esto.

Pienso en lo que siento y en cómo me la he pasado frustrando mis sentimientos por ser quien necesitan los demás que sea.

Pienso en las veces que he ignorado las burlas de Caleb, las veces que he fingido que no noto que tiene algo contra mí.

Me cansé.

La vida me dio esta oportunidad, pues la tomaré; ya que estamos aquí, decido que voy a encargarme de demostrarle a Caleb que soy una mujer.

Y que cualquier hombre, incluido él, puede caer rendido ante mis encantos.

Organizo mentalmente mi plan y sonrío victoriosa.

Paso 1 de la operación “Mujer”: Tentar.

Mientras saco la ropa que usaré para dormir, escucho a Caleb pedir la cena por teléfono.

Decidida, entro al baño y me doy una larga ducha.

Me pongo unas bragas, una camiseta vieja de Jared y nada más.

Dejo caer mi cabello suelto en ondas sobre mi espalda.

Me aseguro de humectarme bien las piernas, pues serán mis armas ésta noche.

Si Caleb no me ve como una posible amenaza, me encargaré de que comience a verme como tal.

Suspiro, sintiéndome nerviosa y tomo el pomo de la puerta en mi mano.

Veamos qué tan hermanos nos sientes, Caleb.

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