CAPÍTULO 3

EL ASESINO

Emil frenó ante la puerta de vidrio de la productora. Era de mañana y estaba nervioso. Había estado leyendo casi toda la noche el libreto que le había enviado Oscar, y sabía las líneas a la perfección. Tomó aire y lo retuvo en sus pulmones un momento. Lo soltó y cruzó la puerta.

Recorrió los pasillos hasta llegar a una sala grande, que tenía una de las hojas de la puerta doble abierta. En ese momento Oscar, asomó su cabeza por la puerta.

- Aquí estas. Ven conmigo -le dijo.

- ¿Muy concurrido? -preguntó Emil, disimulando su nerviosismo.

- Unos cuantos, pero tu no tienes de qué preocuparte. Ha venido cada desastre que mejor ni mencionarlo. No sé donde toman clases de actuación hoy en día.

- Si no fuese por tus sugerencias y buenas recomendaciones yo estaría peor que ellos hoy en día -declaró Emil.

Oscar caminó y Emil lo siguió hasta acercarse a un espacio iluminado por los reflectores. Un asistente le indicó a Emil por medio de gestos que se acercara. Emil pudo ver a su padre, Marco, sentado frente a ese espacio iluminado, mirando su móvil.

- Emil, ¿no? -preguntó el asistente.

Emil lo saludó con un apretón de manos.

- Si, mucho gusto -dijo él.

- Ven, pasa. Si quieres, puedes comenzar con la escena tres -le indicó.

Sólo le habían enviado unas pocas escenas pero se las había memorizado.

- Perfecto -dijo, y se aclaró la garganta.

Emil comenzó a recitar las primeras líneas del libreto. Marco continuaba con su vista fija en su móvil. Cuando Emil finalizó su parte, Oscar aplaudió a modo de felicitación.

- Muy bien, ven Emil. Pasa por aquí -dijo Oscar.

Emil siguió a Oscar hacia afuera de la sala, por el pasillo, y allí se detuvieron.

- Te ha ido bien, te sabías las líneas a la perfección, hasta los puntos y las comas. De memoria, digamos. Te felicito por tu persistencia. Ahora necesito que le pongas pasión. Metete en la piel del personaje, y vas a ver como todo fluye, déjate llevar.

- Gracias, tío. Eres muy amable. Voy a ensayar día y noche.

- Bien, tú puedes. Tengo que volver adentro, que todavía falta ver a dos chicos más para este y otro rol. Pero piensa que ya es tuyo.

Emil sonrió y saludó con un gesto de la mano a Oscar. Él entró nuevamente por la puerta doble y la cerró detrás de sí. Emil quedó solo por un momento en medio del pasillo y vio a Ana hablando con un hombre. Ana divisó a Emil e hizo un gesto de sorpresa.

- ¡Emil! ¿Cómo te encuentras? Ven, ven -dijo, moviendo la mano para indicarle que se acercara.

Ana se acercó a él y lo arrastró tomándolo de la mano llevándolo hasta un rincón.

- He escuchado que te ibas a presentar al casting con grandes posibilidades de quedar seleccionado. Mis felicitaciones. ¿Qué te parece ir hoy por la noche por unas copas para celebrar?

- Muchas gracias, todavía no hay novedades al respecto, pero he quedado con mi madre…

- Ay, vamos, sólo un momento y luego puedes ir a casa de tu madre. Unas copas y prometo que te dejaré libre. ¿Te parece esta noche? Dame tu móvil -dijo, metiendo las manos en los bolsillos de sus pantalones y tomando su móvil, sin esperar respuesta.

Comenzó a escribir y se lo devolvió.

- Listo. Aquí tienes -dijo-. He agendado mi número.

- Pero no tienes el mío -retrucó Emil.

- Claro que lo tengo, tontito. Me he hecho una llamada perdida -dijo Ana sonriendo.

Emil le devolvió la sonrisa.

- No prometo nada -dijo él.

Y comenzaron a caminar a lo largo del pasillo.

***

Oscar entró nuevamente a la sala, mientras otro de los jóvenes audicionaba para el protagónico.

- Son todos malísimos -se quejaba Marco por lo bajo -todavía falta seleccionar los papeles del padre, el asesino, y quién sabe cuántos otros más…

- Debe haber algún diamante en bruto en algún lugar. Paciencia -lo tranquilizó Oscar.

- No. Ya sé lo que voy a hacer. Dile a Emil que vuelva a presentarse. Hoy mismo, ahora, si todavía sigue aquí. Pero el reto será aún mayor pues lo necesitaré para el asesino. Para el protagónico ya sé a quién voy a convocar. Rostros nuevos ni m****a. Me quedo con lo seguro.

- Marco, ¿estás seguro?

- Claro, estoy cansado. Necesito que algo salga bien al menos.

Oscar se encogió de hombros y se levantó de su silla.

- De acuerdo, tú eres el visionario aquí. Nos costará un dineral más si piensas contratar alguna estrella. Enseguida regreso.

Oscar volvió a salir de la sala, apurado, en busca de Emil, rogando que todavía estuviera dentro de la productora para que Marco no se enfureciera aún más, mientras sacaba su móvil y marcaba su número.

***

El móvil vibró en el bolsillo de Emil mientras estaba subiendo a su coche, y pensó “esta m*****a ya está llamándome y ni siquiera he llegado a casa”. Cuando leyó en la pantalla que era Oscar, se relajó. Ana ponía sus nervios de punta. Deslizó el dedo sobre la pantalla para atender la llamada.

- Tío, ¿qué sucede?

- ¿Ya te has ido? ¿Estás lejos? Te necesito aquí de nuevo.

- Estoy en la puerta. ¿Qué ha pasado? ¿Te encuentras bien?

- Mmm ¿cómo decirlo? Tu padre ha cambiado de opinión. Quiere que seas el asesino.

En ese momento Oscar apareció por la puerta principal y Emil lo vio. Ambos colgaron el móvil y Oscar se encogió de hombros. Emil se acercó a él y ambos volvieron a ingresar al edificio de la productora.

- Deberías presentarte ahora mismo con unas líneas del asesino -dijo Oscar-. ¿Sabes alguna? Sino improvísalas.

- De acuerdo -dijo Emil, caminando a su lado, de vuelta al plató.

Volvieron a ingresar allí, y en ese momento un joven de unos veinte años se estaba rebajando a las ridículas peticiones de Marco, que claramente eran para tomarle el pelo.

Oscar lo miró frunciendo el ceño y negando con la cabeza y Marco hizo un gesto con la mano, desestimando lo que Oscar le pedía, en mutuo entendimiento silencioso.

- Gracias joven -dijo Oscar-. Nos comunicaremos con usted de ser necesario. Puede retirarse por allí -indicó con una seña-. Ahora, ¿podríamos ver una vez más a Emil? Esta vez en el rol del asesino.

Oscar se sentó en la silla al lado de Marco y Emil tomó su lugar nuevamente frente a las personas que lo juzgarían por segunda vez en el día.

Improvisó una escena que se inventó en el momento, un poco sobre lo que recordaba del libreto y otro poco de alguna película que daría vueltas en su cabeza justo en ese momento.

Oscar lo observó atentamente y Marco tomó la misma actitud de antes, mirando su móvil, sólo que esta vez lo miró por el rabillo del ojo en algunas ocasiones.

Cuando hubo finalizado su actuación, Oscar se puso de pie y lo esperó.

- Ha sido mucho mejor esta improvisación que lo que has hecho de memoria. Sorprendente, Emil -lo felicitó.

- Gracias -dijo Emil, que se sentía ansioso, sin saber exactamente por qué.

***

En casa de Isabella, Emil subió las escaleras con una bandeja repleta de waffles con salsa de chocolate, y dos tazas de chocolate caliente. Manipuló la bandeja con cuidado para no derramar la bebida y entró en la habitación de su madre. Había preparado todo minuciosamente como a ambos les gustaba merendar cuando había algo que celebrar.

Isabella miraba televisión, aburrida, recostada en su cama.

- Hola, ma. Te he traído algo para compartir -dijo Emil, y se inclinó con cuidado para apoyar la bandeja sobre la mesa de luz.

- Gracias, mi amor -dijo Isabella, cambiando los canales, sin mirar aún a Emil-. Ven, siéntate -agregó, dando unas palmaditas al lugar junto a ella en la cama, para que se sentara allí.

Emil se acercó y se sentó, y luego acomodó la bandeja delante de Isabella, en su regazo. Ella lo miró.

- ¿Debemos celebrar? ¿De verdad? ¿Has conseguido el papel? -preguntó, tomando una de las tazas.

- Creo que si -dijo Emil con una sonrisa en el rostro.

- ¿Crees? ¿Has hablado con tu padre? ¿Qué ha dicho?

- No exactamente. No he hablado con él. Oscar me ha felicitado. Ha quedado bastante satisfecho con mi actuación.

- Ah, perfecto hijito. El rol es tuyo entonces. Serás el héroe de la película -dijo Isabella tomando su taza.

- Pues… no necesariamente -replicó Emil.

- ¿Cómo que no? ¿Te ha dicho que no? Déjame que ya lo llamo yo… -dijo, y dejó su taza, para comenzar a levantarse, cuando Emil la detuvo.

- Espera, deja que te cuente. Me ha hecho interpretar al héroe y luego al asesino. Creo que iré de asesino.

Isabella lo miró y alzó una ceja.

- No, está bien. Creo que es un buen comienzo. He improvisado en la audición y Oscar ha quedado muy conforme.

- Entonces el rol es tuyo, hijo. Eres muy bueno -dijo Isabella, tomando nuevamente la taza y bebiendo un sorbo.

Emil tomó un tenedor y cortó un trozo de waffle y se lo llevó a la boca.

- Sabes, hoy he visto a Ana…

Isabella levantó la mirada bruscamente hacia su hijo.

- Me ha invitado a tomar algo -concluyó Emil.

- ¿Piensas verte con esa? ¿Crees que está bien verte con esa persona después de todo el daño que ha hecho a esta familia? -estalló Isabella, comenzando a llorar.

Dejó su taza en la bandeja y se cubrió el rostro con las manos. Emil acarició su espalda y se acercó a ella.

- Oye, sólo he aceptado para no sonar descortés. No te preocupes, ma. Tomaremos algo y listo.

- Cancela -dijo, afligida.

- De acuerdo, de acuerdo.

Isabella tomó un pañuelo y se secó el rostro, sorbiendo por la nariz. Tomó su tenedor y le dio el otro a Emil y comenzó a comer sus waffles.

***

El restaurante, poco iluminado, se encontraba lleno de gente. Detrás de las barras del bar, los barman desfilaban llenando copas de tragos exuberantes, decorándolos con rodajas de limón, naranja u olivas. Ana ya se encontraba sentada en una de las sillas altas, hablando alegremente con su barman mientras él llenaba su copa, gesticulando exageradamente, usando un vestido ceñido al cuerpo que dejaba ver gran parte de sus atributos. El hombre que estaba sentado en la silla de al lado también charlaba con ella.

Emil se acercó a ella, sin ser visto aún, y pudo ver cómo Ana apoyaba su mano en la pierna del hombre sentado a su lado y él le hacía un gesto con su cabeza, como sugiriendo que la acompañara. Ana asentía y se levantaba de su silla, tomando su cartera. Emil se acercó a la barra y finalmente Ana lo vio. El hombre ya se había retirado hacia los tocadores.

- ¡Hola querido! Te estaba esperando -le dijo, e hizo un gesto al barman para que se acercara-. Sírvele un trago a mi amigo, por favor.

- Hola Ana. ¿Cómo estás?

- Muy bien. Iré al tocador un momento, tu comienza con tu trago y si quieres adelántate y ordena algo para cenar. Ya regreso.

Ana se dirigió al tocador y Emil bebió unos sorbos de su trago. Luego de unos minutos. Ana regresó y se sentó a su lado. Dejó su cartera sobre la barra y miró a Emil.

- ¿Cómo te encuentras hoy? ¿Qué te ha parecido lo que has podido leer del libreto de Marco? Una maravilla, ¿verdad?

- Si, si, interesante. ¿Qué quieres comer? Todavía no he ordenado. Te estaba esperando.

- Ah, eres todo un caballero. Tu padre es más bien… dominante. Le gusta tomar las decisiones. Creo que eres una mejor versión de él -dijo, peinando su cabello-. Eres apuesto y amable. Mmmm la cena… No lo sé, pide algo ligero para mí y lo que quieras para ti.

- De acuerdo -dijo Emil, levantando su mano para llamar al barman, quien se acercó a ellos-. Nos ubicaremos en una mesa, estamos listos para ordenar -dijo, dirigiéndose al barman, y tomando su copa.

- Muy bien, señor. Ya enviaré un mesero para que les acerque la carta -contestó el barman.

- Muchas gracias -dijo Emil, levantándose.

Ana también tomo su bebida, que todavía no había finalizado, y un mesero los acompañó a una mesa vacía, y les entregó la carta. Se sentaron, y antes de que el mesero se fuera, Emil le pidió que trajera una botella de vino.

Luego de ordenar la comida, charlaron amenamente y Emil pidió otra botella de vino. Ana propuso ordenar unos tragos.

- ¿Qué te parece gin tonic? -dijo Ana.

- Lo que tu digas, me estoy divirtiendo mucho -rio Emil.

- De acuerdo -dijo, levantando la mano para llamar al mesero.

El mesero continuó trayendo bebidas hasta que se aburrieron de estar allí.

- ¿Quieres ir a otro lugar? -propuso Ana.

- ¿A dónde quieres ir?

- Mmmm ¿qué te parece mi hotel? Mi habitación es amplia y cómoda, te mueres cuando ves la suite donde me alojo.

- De acuerdo, vamos -dijo, levantándose y ofreciendo una mano a Ana para ayudarla a que se levantara.

Se tambalearon un poco al caminar y rieron al atravesar la puerta del restaurante.

Al llegar al hotel, Ana se adelantó y lo miró con complicidad.

- Me adelantaré y luego entras tú, así nadie nos ve entrar juntos. ¿De acuerdo? -dijo Ana-. Habitación 202 -agregó, guiñando un ojo.

- De acuerdo, apresúrate.

Ana caminó hacia el elevador y cuando las puertas se cerraron, Emil hizo lo mismo. Cuando llegó a la puerta de la habitación, golpeó y Ana abrió rápidamente. Emil entró y Ana lo besó en los labios. Emil comenzó a acariciar sus muslos, que asomaban por el corto vestido, y ella comenzó a desabotonarle la camisa.

***

Emil, vestía una pijama de ositos. Estaba de pie en el umbral de la puerta entreabierta de la habitación de sus padres, viendo como Marco tenía relaciones sexuales con Ana. Emil observó el cuadro colgado sobre la cabecera de la cama, mientras oía los jadeos de placer de Ana, susurrando el nombre de su padre. En la mesa de luz, un portarretratos con una fotografía familiar y otra de Emil en primer plano. Ana, revolcándose con Marco, golpeó la mesita de noche haciendo que la fotografía de Emil cayera al suelo y el vidrio del portarretratos se rompiera. Emil fijó la vista en los trozos de vidrio, mientras escuchaba los gemidos de Ana y los gruñidos de su padre.

***

Emil ayudó a Ana a quitarse el vestido, mientras oía en su cabeza la voz de su madre.

- ¿Trajiste a esa zorra a nuestra casa? -preguntaba su madre, alterada, con la voz quebrada, casi en llanto.

- Cálmate, bebé -decía su padre.

Emil terminó de arrancarle el vestido a Ana, arrojándolo a la cama y la encaminó al baño de la habitación, mientras el mismo se desnudaba, dejando su ropa en el suelo. Entraron a la ducha, ya desnudos, y Ana abrió el grifo.

El agua corría mientras se besaban. El cabello de Ana se humedeció sobre sus pechos turgentes. Emil continuaba oyendo la voz de su madre en su cabeza.

- ¿Cómo te atreves a volver a casa después de lo que nos has hecho?

Emil recorrió el cuerpo de Ana con ambas manos, mientras ella gemía.

- ¿Qué haces con ella aquí? ¿Y frente a nuestro hijo? ¿De verdad? Ya no te importa nada.

Su excitación era evidente y Ana recorrió su dureza con una de sus manos. Emil tomó su rostro con ambas manos, sujetándola con intensidad mientras ella lo besaba, y dándose cuenta que la sujetaba cada ver más fuerte, quiso soltarse. Emil la golpeó contra el grifo fuertemente.

- Suéltame, hijo de p**a -gritaba su madre, mientras su padre gruñía con odio.

Ana se desvaneció en brazos de Emil, y él la observó mientras la vida se escapaba de sus ojos. El agua corría desde el grifo hacia el suelo, mezclada con la sangre de Ana yéndose por el desagüe en forma de remolino. Su cuerpo sin vida de repente comenzó a pesar demasiado en sus brazos. Buscó el pulso en su cuello, pero no lo encontró. Observó el regadero de sangre provocado por el impacto en la cabeza. Colocó a Ana en el suelo de la ducha y se lavó frenéticamente las manos con la barra de jabón que había allí. Luego observó a Ana y limpió sus labios a conciencia, para que no hubiera rastros de su saliva en su boca y se lavó la cara para eliminar marcas de labial.

Agradeció haber dejado su ropa fuera del baño. Tomó una de las toallas impecablemente blancas y comenzó a repasar todas las superficies que pudo haber tocado. Fregó el lavabo y limpió las paredes.

- ¡Oh hijos dignos de lástima! Venís a hablarme porque anheláis algo conocido y no ignorado por mí -recitó.

Salió del baño y acomodó los tacones de Ana junto a la cama.

- Sé bien que todos estáis sufriendo y, al sufrir, no hay ninguno de vosotros que padezca tanto como yo -recitó, compenetrado en el personaje, mientras se movía por la habitación-. En efecto, vuestro dolor llega sólo a cada uno en sí mismo y a ningún otro, mientras que mi ánimo se duele, al tiempo, por la ciudad y por mí y por ti.

Todavía desnudo, entró al baño y abrió el nuevamente el grifo, para dejar corriendo el agua de la ducha. Limpió sus huellas del grifo con la misma toalla y la echó al suelo para ir limpiando con el pie descalzo.

- De modo que no me despertáis de un sueño en el que estuviera sumido, sino que estad seguros de que muchas lágrimas he derramado yo y muchos caminos he recorrido en el curso de mis pensamientos.

Tomó su ropa del suelo y se vistió.

- Todo se cumple con certeza. ¡Oh luz del día, que te vea ahora por última vez! ¡Yo que he resultado nacido de los que no debía, teniendo relaciones con los que no podía y habiendo dado muerte a quienes no tenía que hacerlo! -concluyó.

Abrió la puerta de la habitación y limpió el picaporte de ambos lados de la puerta con la toalla. Escondió la toalla dentro de su abrigo y caminó por el pasillo.

Condujo hasta la casa de su madre. Entró con sus llaves y subió las escaleras sigilosamente, mientras se quitaba el abrigo. Era entrada la madrugada e Isabella dormía plácidamente entre sus sábanas de seda. Se desvistió y tiró la ropa al suelo. Se metió en la cama sólo en ropa interior y abrazó a su madre. Cerró los ojos y enseguida se quedó dormido.

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