UN HOMBRE DIFERENTE A LOS DEMAS

Caminamos una cuadra entera devolviéndonos, hasta que llegamos a un puesto de tacos que estaba en la esquina de la calle, recordé a verlo visto cuando pasamos en el auto para llegar al restaurante. 

—¡Está cita a penas empieza! —le dije con una sonrisa mientras Bruce me miraba con una mezcla de impresión y fascinación; le sonreí emocionada y me acerqué al vendedor— Por favor me da dos de los mejores tacos que tenga. 

—¡Salen enseguida señorita! —afirmó el hombre, le dí las gracias, volví con Bruce y nos sentamos en una de las bancas que estaban frente al puesto de tacos. 

—Eres bastante impresionante, todo lo contrario a lo que creí que serías —pronunció Bruce. 

—¿Y eso te decepcionó? —le pregunté un poco triste de pensar en que tal vez él se había dado cuenta que yo no era la chica sofisticada que él buscaba. 

—Por supuesto que no, tú eres la chica más maravillosa que he conocido, para serte sincero jamás ninguna mujer que conozco se atrevería a comer en lugar como este. 

—¿Y tú sí lo has hecho? 

—¡Claro! Yo he estado en muchas partes del mundo ejerciendo mi labor como médico, no sé si has escuchado de médicos sin fronteras. 

—No, jamás lo he escuchado, pero me encantaría saber que es. 

—Bueno, médicos sin fronteras es una organización humanitaria en la que muchísimos médicos viajan a diferentes partes del mundo para brindar atención a las personas víctimas del conflicto armado, violencia, epidemias y enfermedades olvidadas —explicó sin dejar de sonreír. Podía ver en sus ojos cuánto le apasionaba su profesión, su felicidad era tanta que sonreí contagiándome por ella. 

—Parece ser una hermosa labor, pero debe ser bastante duro. 

—Si, a veces vamos a los lugares más insólitos, en los cuales prácticamente se tiene que luchar día con día para buscar alimento, pero es hermoso cuando le ayudas a esas personas a darles la esperanza de seguir viendo —expresó conmovido y luego me mostró el collar que tenía en su cuello. Parecía uno de los amuletos que suelen hacer las personas de la comunidad indígena. 

—Es muy hermoso —le dije. 

—Me lo dio el jefe de una tribu indígena, él lo hizo con sus propias manos en agradecimiento por haberlos ayudado a combatir una epidemia que azotaba su comunidad —explicó y cuando volteó el dije del collar, en el había algo escrito pero en un idioma que no entendía— Está escrito en palabras indígenas —aclaró. 

—Oh… ¿Y qué es lo qué dice? 

—El destino oscuro del sanador será iluminado por un par de azulejos —dijo mirándome fijamente, por alguna razón mi piel se erizó— Antes no entendía esta frase, pero ahora siento que empieza a tener sentido. 

Estaba por preguntarle a qué se refería pero en ese momento llegaron los tacos. 

—Se ven deliciosos, ¡Por dios y huelen exquisito! —exclamó emocionado y cuando dio el primer bocado, su expresión fue tan ilarante que no pude evitar empezar a reír sin poder detenerme— ¡Aleluya, este sabor no es de este mundo! —agregó devorándose el taco mientras yo continuaba riéndome, y cuando mordí mi taco supe que Bruce no estaba exagerando; el sabor era más delicioso y satisfactorio que comerte un helado en el día más caluroso. 

Ahora Bruce y yo hacíamos caras exageradas llamando la atención de los demás clientes y riéndonos de eso. 

Puedo asegurar que jamás en mi vida me había reído tanto, nunca jamás en mi m*****a existencia había sido tan feliz y me había olvidado por tanto tiempo de mi realidad. Aunque esta sentí que tardó muy poco en terminar…

—¡Aquí está bien! —le dije media cuadra antes de llegar a casa de Raquel. 

Bruce frenó el auto y me miró confundido. 

—Quisiera dejarte en la puerta de tu casa, es lo correcto. 

Rápidamente pensé en una escusa mientras me quitaba el cinturón de seguridad evitando mirarlo. 

—D-dijimos que dejaríamos a nuestros padres fuera de esto, así que no quiero que mi madre nos esté espiando —titubeé con nerviosismo y me bajé rápidamente del auto para evitar que Bruce no insistiera pero él también se bajó, y rodeó el auto hasta llegar hasta mi. 

—Está bien entiendo tus razones, así que si no te molesta, te pido por favor que me des tu número para no tener que volver hacer una cita por medio de tus padres —dijo y yo estaba tan preocupada de que los padre de Raquel, estuvieran esperándola que sin pensar en las consecuencias, como el hecho de que me estaba involucrando demasiado Bruce, le dí el número de mi celular— Perfecto, ya estás agrega —dijo con una sonrisa mientras guardaba su celular y al mismo tiempo yo hacia lo mismo. 

De repente sentí el ambiente un poco más tenso, sin embargo no era una tensión incómoda… 

Bruce y yo levantamos nuestras cabezas al mismo tiempo, haciendo que nuestras miradas se encontraran. 

¿Cómo era posible que sintiera como si mi mundo entero estuviera en sus ojos de color ámbar oscuro? Aquella sensación era incluso más grande que yo, y es tan nueva y repentina que no tenía ni idea de cómo controlarla. 

Sin darnos cuenta mi rostro y el suyo cada vez estaban más cerca mientras nos mirábamos fijamente y el sonido del vuelto era lo único que se escuchaba. 

Mis ojos se cerraron, mi cabeza se inclinó hacia la derecha y en menos de un segundo nuestros labios se unieron en beso que hizo que mi mundo se estremeciera por completo. 

Mi corazón se detuvo y cuando sus labios y los míos empezaron a moverse en una sincronía perfecta, me sentí en una montaña rusa de emociones, todas chocando entre si. Aquel sentimiento era tan fuerte que mis piernas temblaron, así que rodeé el cuello de Bruce con mis brazos aferrándome a él y al mismo tiempo él con su brazo izquierdo alrededor de su cintura, me apretó un poco más mientras que su mano derecha permanecía en la parte superior de mi espalda. 

Jamás me habían besado así, mucho menos me habían hecho sentir esto que siento ahora y estoy segura que esta es la primera vez en toda mi vida que correspondo al beso de un hombre. 

No sé cuánto tiempo estuvimos besándonos pero al separar nuestros labios inmediatamente extrañé la calidez de los suyos. 

Sentía que mis mejillas estaban más rojas que un tomate mientras miraba sus ojos brillantes llenos de ilusión. Había una tonta y radiante sonrisa en mis labios, al igual que en los de él. 

—Ya debo regresar —dije un poco avergonzada mientras trataba de no mirarlo directamente a los ojos. Bruce me sonrió y luego apartó con delicadeza un mechón de mi cabello y colocó sus dedos debajo de mi barbilla levantando levemente mi cabeza para que nuestras miradas se encontraran. 

—Lo sé, pero no quisiera dejarte ir, quisiera que está noche fuera eterna para no dejar de besar tus dulces labios nunca —susurró haciendo que mi sonrisa se volviste más grande y mis mejillas se calentasen aún más. 

—Yo… —tenía muchas ganas de decirle que deseaba lo mismo pero con cada minuto que pasaba el estar tan cerca de la casa de Raquel me alteraba, si alguien salía de ese lugar toda esta farsa acabaría y Bruce seguramente no querría volver a verme— Yo debo irme —dije alejándome. 

—Okey, está bien, que tengas una hermosa noche —expresó después de suspirar; me sonrió de forma comprensiva y luego me dio un beso en la mejilla— Descansa y espero verte pronto —añadió susurrando cerca de mi oído y de esa forma provocó que mi cuerpo se erizara. 

Bruce evocaba tantas sensaciones en mi que me era casi imposible controlarlas, tan solo me susurró al oído y mi cuerpo se estremeció y mi mente quedó en blanco; ni siquiera podía hablar, solo pude asentir. Bruce me sonrió una vez más, subió a su auto y en cuanto se fue, solté un suspiro. 

Yo finjo todo el tiempo pero con él no sé porqué me cuesta tanto y aunque quiero acabar con esto, sé que eso significaría que no volvería a verlo y por alguna razón no soporto tal idea. 

Solté otro suspiro y empecé a caminar hacia la calle principal para tomar un taxi e irme a casa, pero entonces recordé a Raquel y no pude evitar preocuparme. 

—No, no creo que siga en esa fiesta, seguramente ya regresó a su casa, aunque es extraño que no me haya escrito o llamado —dije hablando conmigo misma. Me detuve en medio de la calle y miré hacia atrás en dirección a la casa de Raquel— Espero que estés bien —susurré y cuando volteé nuevamente para seguir caminando, sentí mi corazón detenerse cuando un auto frenó abruptamente frente a mi. Coloqué mi mano en mi pecho y traté de controlar mi respiración mientras permanecía con mis ojos cerrados. 

—¡Raven, que bueno que estás aquí! —escuché la voz de Raquel exclamar. 

De inmediato abrí mis ojos y los cubrí de las luces del auto que me cegaban, pero antes de que pudiera ver algo, alguien me abrazó. El auto empezó a dar reversa y cuando por fin las luces dejaron de cegar mi visión, logré ver que quien me abrazaba era Raquel. Ella estaba agitada, su cuerpo temblaba y parecía estar muy asustada mientras me abrazaba con fuerza y sin abrir sus ojos. 

—¡Por dios! ¿¡Qué te pasó!? ¿¡Estás bien!? —le pregunté preocupada. 

—¡Fue horrible, Raven! —expresó con voz temblorosa. 

—Me estás asustando Raquel, por favor dime qué pasó —le insistí y ella levantó su cabeza para mirarme; sus ojos estaban llenos de lágrimas y podía ver el miedo a través de ellos. 

—Tienes que ayudarme Raven, ¡Un narco me está buscando para matarme! 

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