1 Idénticas

Fue inmensa la decepción de Amelia cuando llegó a su casa y encontró a su prometido desnudo en la cama con su hermanastra.

Jamás se le pasó por la mente que Mario fuera capaz de traicionarla después de todo lo que habían pasado juntos por años en la capital mientras ejercían sus estudios universitarios.

—¿Qué significa esto? —Gritó de la impresión al verlos. Ellos se sobresaltaron.

—Podemos explicar. —Dijo Rosalía con suma tranquilidad.

—¿Explicar qué? ¿Qué te estás acostando con mi prometido?

—Mario ya no será más tu prometido.

—Cállate Rosalía —Dijo Mario—. Eso me corresponde a mí decírselo.

—¿Decir qué? —Preguntó Amelia, Rosalía le dijo:

—Él me ama a mí y nos vamos a casar. Mario y yo vamos a ser padres. —Amelia miró al que hasta hace unos minutos consideraba que era el hombre de su vida, sentía que su corazón se hacía pedazos.

—¿Es eso cierto?—Si Amelia, Rosalía está esperando un hijo mío.

—¿Y cuándo me lo pensabas decir?

—Pensé que llegarías mañana. Te adelantaste.

—Pudiste decírmelo por teléfono.

—Lo siento, las cosas solo se dieron entre tu hermana y yo.

***

—Amelia se dio vuelta y salió llorando de la habitación, bajó corriendo las escaleras. Cuando llegó a la sala su padre iba entrando en su silla de ruedas con su hermana y la vieron como estaba.

—¿Qué sucede por qué lloras? —Preguntó su madrastra. —Su padre solo la observó preocupado.

—Encontré a Rosalía...

—¿Qué pasa con Rosalía? —Preguntó la vieja con tosquedad. Amelia entre sollozos le dijo:

—Ella estaba con Mario, mi prometido; los vi juntos en la cama.

—Ah eso, pensé que se trataba de algo muy grave. —Amelia espabiló y miró a su madrastra con cierto reproche.

—¿Acaso ya sabías que tu hija se está acostando con mi novio?

—Él ya no es tu novio, es el novio de mi hija.

—¿Pero cómo puedes decir eso así tan tranquila si Mario y yo nos íbamos a casar?

—Tú misma lo has dicho. "Se iban a casar" pero él decidió pedir la mano de mi hija y yo les di mi aprobación.

—¡¿Qué!? ¿Cómo pudieron hacerme esto?

—Ay ya, pronto te conseguirás a otro, no seas tan egoísta.

—Lo dices como si se tratara de un vestido o un juguete, estamos hablando de mi novio.

—El novio de mi hija, usted no tiene derecho de reclamar nada. Y ya que lo sabes mejor recoge tus cosas y te regresas a la capital, Mario se mudará a vivir aquí en cuanto se casen y es obvio que tú sobras en esta casa. —La vieja se marchó al segundo piso. Amelia quedó boquiabierta con esas últimas palabras y miró a su padre.

—¿Tú ya lo sabías? —El cabizbajo le dijo:

—Si hijita, intenté impedir ese compromiso, pero en esta casa yo no cuento para nada. Desde que estoy en esta silla de ruedas soy un don nadie. —Ella se fue hacia el sofá y se sentó despacio con una expresión afligida, ella estaba más  abismada que molesta e intentaba asumir la nueva realidad revelada ante sus ojos.

***

Durante la noche Amelia no durmió y decidió marcharse del pueblo en cuanto amaneciera. No le había contado a nadie que la última vez que tuvo un encuentro con Mario hacía varias semanas quedó embarazada, y pensaba darle esa gran sorpresa la misma tarde que llegó de su viaje, pero la sorprendida fue ella;  no pensaba decirle jamás de su embarazo, Mario nunca se enteraría que tenían un hijo.

En la mañana salió de la habitación y bajó a ver a su padre que tenía su habitación en el primer piso. Llamó a la puerta.

—Pase. —Dijo el viejo.

—Buenos días papá.

—¡Hijita, ¿a dónde vas tan temprano que te arreglaste tan guapa?

—Papi decidí devolverme a la capital y quiero que vengas conmigo, mi tía Rita siempre ha querido que te quedes con ella, desea cuidar de ti

—No sé hija. ¿Y tú qué harás?

—Empezaré mañana mismo a buscar trabajo.

—¿Cuándo nos iríamos?

—Hoy mismo.

***

En la capital Silvia estaba maquillando su rostro frente a un lujoso espejo de cristal; este reflejaba la imagen de una  mujer cuyo físico era idéntico al de Amelia; pero esta mujer usaba joyas y vestidos costosos, vivía rodeada de lujos y extravagancias.

Silvia y Amelia eran idénticas físicamente, pero sus corazones eran muy distintos; Amelia era una joven llena de sueños y de buenos sentimientos; en cambio Silvia era egoísta, manipuladora  y traicionera.

Silvia era la esposa del millonario Ignacio Alcázar, quien se había casado con ella enloquecido de amor. Él la conoció después que enviudó y quedó solo con un hijo pequeño. Aún no había superado la muerte de su esposa cuando Silvia apareció en su vida.

Se conocieron en un exclusivo casino donde solo podían asistir un reducido grupo de sujetos adinerados. Fue en una partida de naipes donde la vio por primera vez; la mujer iba acompañada de una amiga. Él ya estaba apostando cuando de pronto ellas se acercaron a la mesa. Las miradas de todos los caballeros presentes se posaron sobre la hermosa Silvia que usaba un hermoso vestido dorado. Solo un par de tiras sostenían el traje y dejaban al descubierto sus sensuales hombros. Y ni hablar del escote en su espalda, que dejaba al descubierto su piel desde los hombros hasta la cintura y provocaba la imaginación de cualquier hombre como Ignacio.

Silvia se paró al otro lado de la mesa, quedando justo frente a Ignacio; tenía los labios muy coquetos y maquillados de color rojo bastante atrevido. Los ojos del hombre de inmediato se posaron sobre ella, le fue imposible ignorarla, pues era realmente muy atractiva. Ignacio intentó disimular que la mujer había captado toda su atención, la miraba cada vez que podía y luego desviaba sus ojos hacia los naipes.

Silvia no era tonta, ella sabía muy bien que su belleza enloquecía a los hombres. Tampoco estaba allí por casualidad, ella era una cazafortunas, y estaba aliada con un empleado del casino que le daba valiosa información acerca de los caballeros que asistían a jugar todas las semanas.

Ahora su blanco de conquista era el viudo Ignacio Alcázar, el hombre tenía todo lo que ella pudiera desear: era joven, millonario y muy apuesto, el hombre perfecto; eso creyó ella ignorando que él sufría una fuerte depresión y era adicto al alcohol y a los juegos de azar. Aunque Silvia usaría esos defectos para conseguir lo que quería. Las adiciones de Ignacio servirían para dominarlo a su antojo.

Después de la ronda Silvia se fue con su amiga y se sentó en la barra, todo era una estrategia para atraer al elegido.

Pasaron varios minutos, ella sacó de su bolsa un estuche dorado donde guardaba sus cigarrillos, aún no había quitado la tapa cuando Ignacio José se acercó a la barra, sus miradas se cruzaron, el hombre no era para nada tímido, y no se esmeró en disimular que le encantaba la mujer.

Casi al instante él sacó su encendedor y le ofreció fuego, ella se estiró y encendió su cigarrillo.

—Gracias caballero, es muy amable. —Él extendió la mano hacia ella.

—Me llamo Ignacio José Cáceres, y estoy para servirle. —Ella le dio su mano.

—Silvia Lander —Puso una sonrisa de reina de belleza—.  Encantada.

—¿Me permite invitarla  a beber una copa?

—Por supuesto —Dijo ella sonriendo con coquetería—. Puedes tutearme.

Él guardó el encendedor en el bolsillo interno de su chaqueta. Pocos minutos después estaban charlando como si fueran viejos amigos.

Ignacio quedó encantado con la mujer. Ella le habló acerca de sus supuestas metas en la vida y también le contó acerca del reciente rompimiento con el novio con el cual duró tres años y se iban a casar. Él le contó que había enviudado y que tenía un hijo pequeño.

—¿Y qué edad tiene tu hijo?

—Junior tiene 6 años.

—Pobre, estaba muy pequeños cuándo perdió a su madre.

—Sí, ha sido muy difícil, él tenía casi cuatro años, aún no ha logrado superar la muerte de su madre, bueno, yo tampoco lo he hecho, ha sido muy difícil seguir sin ella, y Carlitos a raíz de su muerte comenzó a comportarse con mucha rebeldía, su terapeuta me dijo que los niños expresan su depresión de forma muy distinta a los adultos, y lo hacen con comportamientos desafiantes.

—Supongo que con el tiempo se le pasará.

—Eso espero, la verdad ha sido difícil, a veces también pierdo la paciencia. Es que ya no sé qué hacer con Jr.

—Deberías buscarle una madre.

—¡¿Una madre?! —Ella se rió.

—Era broma. —Él sonrió.

Silvia estaba segura que si lograba conquistarlo de seguro terminaría felizmente casada con Ignacio, felizmente porque no le costaría compartir con él su vida, el tipo de verdad le gustaba,  era muy buen mozo, y parecía ser muy divertido.

 ***

Como parte del plan, Silvia fingió que debía marcharse, se despidió de Ignacio.

—Estoy muy encantada de haberte conocido Ignacio.

—Igual yo. —Ella le dio un beso en la mejilla.

—¿Entonces aceptas cenar conmigo mañana en la noche?

—Acepto encantada.

***

Al otro día, asumiendo que Ignacio la llevaría a un lujoso restaurant, Silvia se puso un vestido elegante y arregló muy bien su cabello. A las ocho en punto sonó el intercomunicador, ella ya estaba casi lista, solo le faltaba aplicarse su perfume y salió a su encuentro.

Ignacio la estaba esperando en la planta baja del edificio, en cuanto ella apreció la halagó.

—¡Estás muy hermosa Silvia!

—Gracias, y tú te ves muy guapo con ese traje tan elegante.

La amistad desinteresada que ambos fingieron terminó en una relación amorosa, Ignacio se enamoró rápidamente de Silvia y se comprometieron para casarse en dos meses.

A todos les tomó por sorpresa la decisión precipitada de Ignacio; en su casa algunos miembros de su familia no estaban de acuerdo, otros lo apoyaban creyendo que tal vez con Silvia Ignacio dejaría el alcohol.

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