Capítulo 4

Nicole ya había llegado hacía media hora a la casa, que estaba completamente en silencio. Se puso manos a la obra para preparar algo rápido pero que le gustara a su jefe. Así que se le ocurrió que unos raviolis con salsa de espárragos, acompañados de una ensalada y pan de ajo serian perfectos. No tenía más tiempo, pues se había quedado profundamente dormida en el momento en que puso la cabeza en la almohada, después de haberle dado su biberón a Chloe. La idea había sido solo descansar un poco del viaje, antes de ir a preparar la cena, pero estaba tan cansada, que cayó rendida.

Colocó el pan de ajo en el horno antes de que llegara Bryce y se dirigió a la pequeña silla donde estaba su hija jugando con un pulpo de felpa que había encontrado entre los juguetes de la cabaña. Ella parecía estar de muy buen humor y es que ambas habían repuesto fuerzas.

—Que bien huele —la voz de Bryce sonó a lo lejos. Cuando se acercaba venía vestido de la misma manera que en la tarde y traía una amplia sonrisa. Parecía que este hombre ahora sonreía mucho más de lo que recordaba en la oficina. ¡Dios! eso era contraproducente porque se veía tan guapo cuando lo hacía.

—Es una cena bastante sencilla, espero  que le guste la pasta.

—Me encanta—le dijo y luego miró a la bebé—Veo que has usado la silla que te compramos.

—Oh si, ella está feliz—Nicole comentó alegre—Le gusta mucho porque la tenemos en casa es sencilla, no lleva muñecos y sonajeros, como esta. —llevó el recipiente con pasta a la mesa, y otro con la salsa. Luego fue por la ensalada y el pan de ajo—como no sabía que cantidad le gusta, he pensado que lo mejor sería colocar en la mesa todo, y que cada uno se sirva lo que le apetezca.

—Está bien, no hay problema—se sentó y comenzó a servirse. Un minuto después la probaba cerrando los ojos—Estos raviolis están deliciosos. ¿Qué les pusiste?

—Solo un poco de mantequilla, orégano, crema de leche y queso blando, además de los espárragos.

—No sabía que cocinaras tan bien.

—Tampoco soy la más experimentada, pero aprendí desde muy joven a cocinar con lo que había en la casa, para mi hermana y para mí. Era lo que tocaba, pues mi madre trabajaba todo el día, y sino cocinaba no comíamos.

— ¿No les dejaba nada preparado?

—No podía, era demasiado para ella. —A Nicole le molestó que tal vez la estuviera juzgando, pero su madre era una mujer entregada a sus hijas. Solo que contó con la mala suerte de tener un esposo que no servía para nada y la golpeaba. Cando decidió dejarlo e irse de la ciudad donde vivían, él se olvidó por completo de ella, y de sus hijas. Por eso ella tuvo que tomar dos empleos y llegaba agotada a la casa. Lo menos que podía hacer ella era colaborarle con la casa, mientras no estudiaba en la escuela pública.

—Quieres decir que se mataba trabajando y llegaba solo a dormir.

Ella lo miró sorprendida— ¿cómo sabía él que eso era lo que había pasado?

Bryce asintió y siguió cenando. Luego como si recordara algo se puso de pie.

— ¿Sucede algo?

—No es nada, no te levantes. Ya regreso. —lo vio perderse en la parte trasera de la cocina y luego volver con una botella de vino blanco.

— ¡Oh por Dios, había olvidado el vino!—estaba totalmente apenada—yo, lo siento mucho, señor Powell, no sé qué me pasó.

—No es nada, Nicole. Un olvido lo comete cualquiera Y tú tampoco sabes la clave para la puerta de la cava. Así que tampoco podías tener una botella en la mesa.

Ella se relajó — ¿Quiere que lo abra?

—No te preocupes, solo sigue con tu cena. Yo lo abriré. —tomó un sacacorchos y lo hizo rápidamente, con la pericia de alguien que lo hace muy a menudo. Ella en cambio solo conocía el vino de caja y el de botellas baratas que no tenían corcho, porque una botellita de esas debía costar menos 1.000 dólares. —Este vino es perfecto para la cena que tenemos hoy—era un chardonnay. Le sirvió un poco a ella y otro poco para el mismo.

— ¡Sabe muy bien!—dijo ella al probarlo—podía sentir un cierto gusto ácido, que no era desagradable para nada.

—Es de una buena cosecha, y el chardonnay hace maravillas con las pastas que tienen esa base de mantequilla y queso, que me has dicho.

Ella levantó una ceja—ya veo que tiene mucha experiencia con el tema.

—No, para nada. Pero me gusta comer bien y también disfruto de cocinar cuando tengo tiempo, que no es muy a menudo. Que mejor que acompañar una buena comida con un excelente vino. Este viñedo excelente que te digo, pertenece a un amigo mío. Robert Stanton ¿Lo recuerdas? Ha ido varias veces a la oficina.

—Si, por supuesto. El señor Stanton, que tiene los viñedos en Napa.

—Bien, este vino es de sus cultivos. Y no me ha dejado en paz desde hace seis meses, proponiéndome que invierta  en este mundo de los vinos del que yo no tengo la más mínima idea.  Lo único que puedo hacer es probarlos y decirte que tan buena cosecha es, pero definitivamente sembrar uvas no es lo mío.

Nicole se echó a reír—es cierto, no me lo imagino estando al pendiente de la siembra y de la recolección.

—Tampoco me quedaría tiempo para hacerlo.

Y nuevamente ella estuvo de acuerdo con él. Ese hombre ya tenía demasiados negocios que atender. A veces se preguntaba como sacaba tiempo para sus aventuras.

Comieron tranquilamente sin hablar mucho, hasta que Chloe empezó a hacer ruiditos con su juguete. — ¿Te gusta la casa, Chloe? Estoy seguro de que te encantarán los paseos por el bosque. El bebé comenzó a reírse con él. Nicole la miraba divertida, era una cosita hermosa, se parecía muchísimo a su madre. — ¿Quieres un poco de torta de chocolate?—le preguntó a la pequeña.

—Oh no, no—Nicole lo detuvo—es todavía muy pequeña para eso.

—Oh bien, pero de todas formas buscaré un poco para mí, en la nevera.

—Yo lo traigo.

—Señor Powell, yo estoy aquí para servirle, déjeme hacerlo.

—Muy bien, pero solo si te sirves un poco.

—Por supuesto que lo haré, la torta de chocolate es mi preferida—sonriendo, se levantó y fue hacia la nevera, mientras él reparaba en sus curvas y en ese trasero que no había visto bien antes. Esos jeans le quedaban perfectos. ¿Pero qué diablos? ¿Por  qué estaba viendo el trasero de asistente y pero aún por que se estaba excitando?

Nicole regreso minutos después con dos pedazos de torta de chocolate. Le dio uno a él y tomó asiento para devorar el suyo.

Bryce comió un pedazo—No sé la razón, pero desde siempre me ha encantado el chocolate. Dicen que sube el ánimo y pudo jurar que así es.

—Pienso igual, es de las cosas más deliciosas que existen en la tierra. Cuando ya no esté en este mundo y me pregunten qué fue lo que más te gusto, estoy segura de que diré que fue el chocolate—dijo haciéndolo reír. Bryce la observó por un momento mientras comía su torta y no pudo quitar sus ojos de ella. Veía el movimiento lento de su mano hacia su boca, la forma en la tomaba el pedazo de torta entre sus labios y la manera en la que se deleitaba la sentir el sabor. “M*****a sea, eso era casi erótico. Si seguía así, cuando ella se fuera tendría que ir al baño y hacerse una paja” De repente cayó en cuenta de sus pensamientos “No, no y no, Bryce. Esto no puede estar pasando ¿De cuándo acá sientes interés por tu asistente?”  Era una mujer bonita, no lo negaba, pero demasiado insulsa. Casi no se ponía maquillaje, no sentía jamás que levara perfumes, aunque debía reconocer que si sentía siempre un aroma dulce que venía de ella.

—Creo que ya va siendo hora de irnos a la cama.

Esas palabras lo sacaron de sus pensamientos inmediatamente. “¿Acaso ella estaba insinuando que…?”  “No, eso no podía ser”— Perdón ¿Qué dijiste?

—Le decía a Chloe, que es tiempo de ir a dormir. Es que la veo jugar, pero de vez en cuando se frota sus ojitos, y esa es mi señal para saber que tiene sueño. Pronto se pondrá inquieta, así que lavaré y organizaré rápidamente para irnos a la cabaña.

—Claro, tienes razón—por alguna extraña razón, se sintió decepcionado. Quería estar un rato más con ella. —miró el reloj—es que ya son más de las ocho. Creo que iré al estudio, porque todavía tengo cosas que hacer.

— ¿Está todo bien?—peguntó preocupada al ver cierta molestia reflejada en su rostro.

—Todo está perfecto. Debo agradecerte por una cena deliciosa.

—Muchas gracias. También he dejado la cafetera con el temporizador puesto a las cinco de la mañana. Así tendrá su café recién hecho, temprano, y he dejado un sándwich de pavo, por si le da hambre mucho más tarde.

—Gracias, Nicole. Piensas en todo y es una de las cosas que más me gustan de ti.

Ella se sintió cohibida y empezó a hablar nerviosamente—No… nosotras no vamos, entonces. Que tenga buena noche.

—Que descansen—se dio la vuelta y empezó a bajar las escaleras que llevaban al estudio.

Nicole recogió la mesa, levó los platos al lavavajillas y mientras estos se limpiaban, empezó a organizar todo y a dejar varias cosas listas para el desayuno del día siguiente. Después levantó a Chloe de la sillita, la puso en un lugar donde no estorbara y se fue con la niña a la cabaña. Cuando cerró la puerta, no se imaginó que Bryce miraba desde la ventana; sus ojos sobre ella, como un cazador a su presa.

Al llegar a la cabaña, Nicole le puso el pijama a Chloe y preparó un biberón para acostarla. Se sentó en uno de los sillones, y allí, en la quietud de aquel lugar, se relajó mientras escuchaba la suave respiración de su niña, y veía como poco a poco, iba quedándose dormida. Sería muy fácil quedarse dormida con toda esa paz, pero lo único que hacía era pensar en esos ojos verdes, y la forma en la que la miraban. Lo había encontrado más de una vez durante la cena observándola como si la desnudara. Pero se decía a si misma que solo eran ideas. Semejante hombre apuesto como un dios y con más dinero que el rey Midas, no iba a fijarse en ella; una simple asistente. Y aún si lo hiciera sería una terrible equivocación, pues ella sabía que lo pero que podía hacer era mezclar el trabajo con el placer. Por otro lado ella veía como habían terminado todas sus conquistas. Bryce no duraba mucho con ellas, las usaba y luego las botaba al cajón del olvido, donde jamás volvía a prestarles atención. Definitivamente, ese no era el tipo de hombre que ansiaba en su vida. “Sigue engañándote, Nicole” le dijo una vocecilla, pero ella la mandó al diablo.

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