La Asistente Virgen Del Billonario
La Asistente Virgen Del Billonario
Por: Amaya Evans
Capítulo 1

Nicole empezó a sacar las cartas de la impresora. Las repasó mientras intentaba no pensar en su pequeña sobrina Chloe y el problema que podría avecinarse, en especial cuando su situación económica era algo incierta.

La puerta que conectaba con el despacho de al lado se abrió, y escuchó la voz de su jefe—Nicole ¿Has llamado a Londres para decirles que iré mañana?

—Sí, señor Powell, he llamado y todo ha quedado aplazado.

— ¿Y qué ha pasado con la nueva campaña de Calvin Klein?

—Ya hablé con ellos y se ha podido solucionar el percance.

Bryce cerró de nuevo la puerta y Nicole se levantó, alisándose la chaqueta negra que llevaba puesta, preparándose para ir a hablar con su jefe. Necesitaba pedirle que ya no buscara una persona que le ayudara en su casa, porque ella podía encargarse de eso. No sabía si él le diría que no, puesto que era su asistente, pero en ese momento ella necesitaba el dinero. Su pequeña Chloe, había nacido con un defecto en su cadera y había necesitado una férula que usaba casi todo el tiempo. Sin embargo, el médico le advirtió a Nicole que si la pequeña no mejoraba con eso, tendría que ser operada, o podría terminar con problemas mayores. Eso fue algo que ella no vio venir y ahora se encontraba ahorrando todo lo que podía porque el seguro no cobijaría el total del costo, de ese procedimiento.

Tomó su agenda de la mesa, recogió las cartas para entregárselas, y se dirigió a la oficina de su jefe. Allí estaba él hablando por teléfono, absorto en la conversación. Ella pudo entonces observarlo de una forma que no solía hacer; hombros anchos, piernas largas, algo musculosas pero no en exceso, y definitivamente bien formadas. No era un hombre al que le gustara la vida sedentaria, por lo general hacia ejercicio antes de ir a la oficina, y seguramente su otro ejercicio favorito, el de joderse a todas las mujeres que se atravesaran por su camino, también ayudaba para que  tuviera un  cuerpo impresionante, bastante fuerte y muy viril.

Todavía recordaba la primera vez que lo había visto, ya hacía un año de eso. Se había quedado bastante impresionada con él. Era de cabello rubio oscuro, ojos verdes muy cambiantes; de esos que cuando estaba molesto podían ser un color esmeralda muy oscuro y cuando estaba tranquilo un verde más claro con visos amarillos.  Además, era muy seguro de sí mismo, lo que le daba en ciertas ocasiones un aire de prepotencia, ya que  no era muy conversador. Pero algo que siempre le había gustado de él, era que se enfrentaba a lo que fuera de manera directa, haciéndole frente enseguida, y también que era bastante perfeccionista, como ella. Tal vez era eso lo que había hecho que durara mucho más que las anteriores asistentes, que apenas si estaban dos meses con él y salían corriendo de allí.   Gracias a Dios porque como decían por ahí, lo que es malo para unos, es bueno para otros,  y ella había encontrado aquel trabajo que la había ayudado a mejorar su situación, para poder solventar los gastos de ella y su bebé. Además le brindó la posibilidad, de encontrar una niñera que cuidara a su Chloe. Sí no hubiera hecho eso, jamás habría podido seguir trabajando en un empleo tan demandante como ese.

—Bueno, ahora si podemos hablar unos minutos—le dijo cuándo colgó el teléfono.

Ella enseguida le dio las cartas—he hablado con Damien Ford y la cita con él quedó pospuesta para mañana.

—Fue lo mejor, y además me da la oportunidad de no dañar este hermoso  día con la cara agria de ese hombre.

Ella sonrió por la ironía. Aquellos dos eran muy parecidos, igual de prepotentes y millonarios, y cuando estaban en una sala de juntas no hacían más que tirarse indirectas como dos niños pequeños compitiendo por quien tenía el juguete más grande y mejor.

Bryce firmó las cartas y se las entregó— ¿Eso es todo?

—No, bueno…yo quería hablar con usted sobre algo importante. Se trata de algo que nos puede beneficiar a ambos.

—Eso me parece bien, pero creo que no es el momento más indicado.

—No tardaré nada.

— ¿No puede ser cuando estemos en el avión?  —miró su reloj y frunció el ceño. Ya vamos tarde para la cita en Portland.

—Pero…—fue a objetar pero al ver su gesto de impaciencia lo pensó mejor—muy bien.

Nicole estaba decidida y haría lo que fuera para tener la oportunidad de hablar con él sobre ese tema. Solo esperaba que antes de que pudiera hacerlo, no lo llamaran para decirle que habían conseguido a la persona que necesitaba.

                                                                *****

El interior del avión era imponente. Siempre que Nicole iba en el, no dejaba de asombrarse de todo el lujo que  el señor Powell le había puesto a aquel aparato, pero se imaginó que para un hombre que siempre estaba de un lado a otro, y que muchas veces dormía allí, se le hacía más fácil adecuarlo como un apartamento. Acababan de entrar porque tenían que despegar inmediatamente, así que ella se sentó en el cómodo sofá, y se abrochó el cinturón. En pocos minutos estarían a varios miles de metros sobre el suelo. Por la ventana alcanzaba a ver los últimos rayos de sol que mostraban un hermoso atardecer y pensó en su pequeña que había quedado a cargo de la niñera, pero que de seguro la extrañaría esa noche. Era bastante seguro que llegara muy tarde y no pudiera verla a la hora de ir a dormir.

—Te ves preocupada.

—Solo pensativa—sonrió.

—Tal vez te venga bien un trago. Había una azafata preparando dos tragos en ese momento en un pequeño bar que había cerca de donde estaban ellos sentados. Todo el interior del avión, era en madera de un color a juego con la tapicería de cuero finísima. Miró hacia la parte de atrás y vio la cabina donde estaba el baño para las personas que acompañaban a su jefe y un dormitorio no tan grande como el de él, a un lado. Y al fondo la cabina más grande donde estaba el dormitorio del señor Powell junto al  baño privado que era bastante cómodo y lujoso obviamente. Allí él dormía en sus viajes a Londres, a Francia o a Tokio, donde tenía muchos negocios con otras empresas.  Se preguntó cuántas mujeres habrían dormido allí, y enseguida desechó ese pensamiento. ¿Qué diablos le importaba a ella eso?

La azafata llegó con una copa de vino, y Nicole miró a su jefe—no creo que sea prudente tomar vino en horas laborales.

—Seguro que no, pero como soy yo el que las paga, te lo tomarás para relajarse un poco. Y así podremos seguir nuestra charla sobre el itinerario de hoy en Portland.

A ella no le quedó más remedio que acceder y tomar un sorbo.

Él pareció complacido y siguió hablando—asegúrate de estar en contacto con Daysi, mi secretaria en Tokio. Es importante que ella sepa en detalle cada paso de la negociación para hacérselo saber a mi hermano.

—Sí, señor. ¿Alguna otra cosa?

—Por favor habla con Alexa y dile que no podremos vernos esta noche para lo del teatro, que tome los boletos y vaya con alguna de sus amigas.

Nicole escribía todo lo que él decía en el portátil—muy bien.

La azafata llegó en ese momento con bocadillos— ¿Señorita, quiere otra copa de vino? ¿Tal vez una más fría?—le dijo señalando la que ella apenas había probado.

—Oh no, muchas gracias. Pero si le agradecería un té helado.

La azafata se lo trajo enseguida pero ella no alcanzó a tomarlo a tiempo, cuando una pequeña turbulencia hizo que lo derramara sobre su traje.

— ¡Oh Dios!—gritó la mujer viendo como toda la blusa blanca de su traje ahora estaba empapada y casi transparente. Ella enseguida se trató de cubrir con los brazos pero su jefe al juzgar por la mirada que tenía, ya lo había visto todo.

Bryce solo se quedó mirando el escote y aquellos pechos generosos que no había notado antes en su asistente.

—Yo…oh Dios, lo siento mucho—exclamó horrorizada. —Su sofá también se ha echado a perder por mi culpa.

—No te disculpes, ni tú, ni Rita, tuvieron la culpa. Estas cosas pasan, y la tapicería es lo de menos. ¿Trajiste alguna blusa adicional?

Ella negó con la cabeza.

—Rita, creo que hay ropa de mujer en la habitación de invitados. Vaya con la señorita Reed, y muéstrele todo, para que ella escoja.

Nicole todavía con los brazos cruzados se levantó y se fue casi corriendo mientras seguía a la azafata. Llegó a la habitación y cuando la azafata le abrió uno de los armarios, ella quedó realmente impresionada. Había todo tipo de atuendos y ropa para cualquier ocasión. La mujer la dejó sola para escogiera lo que le gustara más y se cambiara de ropa. Nicole rápidamente se acercó al armario y luego comenzó a abrir los demás, así como un closet. Encontró opa de hombre y de mujer. Era como estar en un almacén de ropa exclusiva. Se echó a reír “La vida de los billonarios”, se dijo divertida. Luego recordó el momento del accidente; todavía podía sentir la mirada depredadora de su jefe, y comenzó a preguntarse si pedirle que la empleara como ama de llaves en su casa por unos días, sería buena idea.

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