Capítulo 4: Intrigado

Dan observó a Skylar alejarse. Sus caderas se balanceaban como si estuvieran siguiendo el ritmo de alguna canción. Sus tacones repiqueteaban en el suelo a cada paso. Estaba muy diferente de cómo se había presentado en su oficina esa tarde. Su cabello dorado caía libre por su espalda y la ropa casual había sido remplazada por un vestido color plata que resaltaba todas sus curvas y apenas la cubría más allá de sus nalgas.

Era una mujer sexy, de eso no cabía duda.

Se preguntó qué es lo que había estado haciendo ella en un lugar como ese y vestida de aquella manera. Solo se le ocurría una posibilidad. Una vez al mes el club organizaba una subasta, que según su punto de vista era una completa estupidez. Solo una manera en la que algunos hombres buscaban subirse el ego.

—Ella es bastante sexy —dijo James repitiendo sus propios pensamientos.

—No creas que me he olvidado de lo de hoy. Vamos.

Empezó a caminar hacia su auto estacionado un poco más allá cuando unas voces llamaron su atención. Giró la cabeza para averiguar que sucedía y vio a un hombre frente a Skylar, por su vestimenta dedujo que se trataba de uno de los guardias del club. Algo le dijo que no la dejarían marcharse sin más.

—Sube al auto y espérame allí —ordenó desactivando la alarma.  

—Dan…

Le dio una mirada mortal que él entendió muy bien.

—La señora espera por usted. —Escuchó decir al hombre cuando estaba más cerca.

—Dígale que cambie de opinión. —Debía darle el crédito a la mujer por no parecer ni un poco intimidada. Muchas mujeres e incluso algunos varones se estarían muriendo de miedo de estar en su lugar.

—Me temo que no puedo dejarla irse.

—Mírame hacerlo —dijo Skylar tratando de esquivar al guardia, pero él la tomó de la muñeca impidiendo que llegara muy lejos.

Debía intervenir, pero se estaba divirtiendo. Además, ella estaba manejando la situación muy bien por su cuenta.

—Te aconsejo que me sueltes antes de que algo malo te pase.

El hombre la miró con una sonrisa de burla.

—Suéltela —intervino antes de que las cosas se salieran de control. El hombre lo miró y luego a la mujer antes de obedecer. Al menos sabía lo que le convenía—. La señorita se va conmigo.

Él parecía querer refutar, pero se quedó en silencio.

Skylar aprovechó que estaba libre para intentar alejarse, pero esta vez fue el quién la detuvo.

—Mi carro está por allá, Skylar.

Ella miró al hombre y pareció pensarlo mejor porque asintió y lo alcanzó para que caminaran juntos hacia el vehículo.

Le abrió la puerta y la hizo subir en el asiento del copiloto. Su primo se había acomodado atrás y parecía haberse quedado dormido. Dan apostaba que solo estaba fingiendo.

—Deberías ser más precavida.

—Lo tomaré en cuenta.  

—Podrías al menos parecer agradecida.

—Nadie pidió tu ayuda —dijo ella seca.

—Está tarde parecía que era eso lo que hacías.

Skylar no respondió; pero no era necesario que lo hiciera, la mirada que le dio era más que suficiente para saber lo que pensaba de él. Su actitud no hizo nada más que divertirlo y causarle curiosidad. Casi nadie se atrevía a tratarle de esa manera, todos siempre actuaban con cautela y más si querían algo de él.

No tenía ganas de involucrarse en una batalla de voluntades, así que solo se limitó a pedirle su dirección. Después que ella le dijo donde vivía, se quedó en silencio y así permaneció por el resto del viaje. Agradeció tener algo de paz.

Detuvo el coche en el lugar que ella le indicó. Era uno de esos edificios antiguos de la ciudad y que no tenía seguridad en la puerta. No hizo ningún comentario al respecto porque era seguro que recibiría una respuesta nada amable.

Se bajó del auto y lo rodeó para abrirle la puerta, pero antes de que llegara ella ya se había adelantado.

—Disculpa por lo de antes —dijo ella mirándolo—. No tuve un buen día.

—Está bien.

—Respecto a mi padre…

—Reúnete conmigo mañana te enviaré la dirección del lugar por mensaje. Ahora mismo tengo otros asuntos que atender. —Tal vez sería mejor decirle lo que sabía en persona.  

Ella asintió y luego entró al edificio en el que vivía. Le dio un último vistazo antes de regresar a su auto. Se sentó detrás del volante y arrancó rumbo al departamento de su primo. Él vivía en el lado opuesto de la ciudad en un edificio que era uno de los más caros y lujosos de Nueva York.

Era pasada las diez de la noche, felizmente le había enviado un mensaje a su papá luego de que no encontrará a James en el primer lugar al que había ido. No quería que ellos vieran su cena arruinada.

Esta vez le iba a hacer pagara a James. Por su culpa había tenido que visitar tres lugares diferentes solo para que en cada sitio le dijeran que ya se había marchado. Era seguro que el maldito lo había hecho solo para joderlo.  

—Puedes dejar de actuar —le dijo mirándolo por el espejo retrovisor.

—Suenas furioso —dijo él sin abrir los ojos.

—Deberían darte un jodido premio por ser tan inteligente.

—¿Verdad que sí?

Decidió no decir nada más, su primo tenía una capacidad sorprendente para sacarlo de sus casillas. No quería tener un accidente provocado.

—Deberías relajarte un poco —dijo James en cuanto entraron a su departamento. Él encendió las luces, luego lanzó su saco sobre el sofá y fue a servirse un trago a su bar.

—Y tu deberías empezarte a tomarte las cosas más en serio. ¡Demonios! Tienes 26 años. No eres ningún niño.

Su primo hizo una mueca. No podía entender que sucedía con él. No siempre había sido así, recordaba a un joven lleno de ideales y luego todo había cambiado. Empezó a salir de fiesta cada vez que podía y no tenía reparos en gastar la fortuna que de su familia. El dinero no le importaba tanto como lo que estaba haciendo —o no haciendo— con su vida.

Dan se preocupaba por él, después de todo siempre había sido como un hermano. Los separaban siete años de diferencia y se había asegurado de apoyarlo. Cuando su padre había muerto una década atrás, había estado allí para decirle que todo saldría bien.

—Lo dice el hombre que cambia de mujeres con la misma frecuencia que compra trajes. ¿Quieres un trago?

—Mi estilo de vida no afecta mis responsabilidades. Sé que tengo que hacer y lo hago. Y es hora de que tu comiences a hacer lo mismo. O me veré obligado a…

—¿A qué? ¿Quitarme mis fondos? —Él parecía divertido con la idea—. Ni siquiera el todo poderoso de Dan Harris puede hacer eso.

—No quieres ponerme a prueba. A partir del día lunes te esperó en la empresa para que te ganes tu sustento. Lo que hagas en tus horas libres poco me importa, siempre y cuando te presentes a trabajar y no preocupes a tu madre.  

Había tenido suficiente de los infantilismos de su primo. Era hora de que madurará y se tomará la vida en serio. Está sería su última oportunidad para él.

—No iré.

No le dio una respuesta. Estaba cansado de hablar. Si él no aparecía comenzaría a cortarle el flujo de dinero y lo haría tan lento solo para asegurarse de que la próxima vez no tomara sus palabras a la ligera.

—Llama a tu madre —ordenó y en cuanto él asintió se marchó. Necesitaba llegar a su departamento, tomar una ducha y dormir un poco.

Más tarde, antes de quedarse dormido, le envió un mensaje a Skylar con la dirección y la hora de su encuentro. Esperó su respuesta por algunos minutos, pero luego dejó el celular sobre el buró convencido que ella ya estaba durmiendo.

Al día siguiente ocupó su mañana revisando algunos trabajos durante la mañana y cerca de la hora acordada salió de su departamento.

Llegó al restaurante en el cual había quedado con Skylar diez minutos antes y se ubicó en una mesa libre. No era un lugar demasiado elegante, solía ir aquel sitio cuando quería algo de tranquilidad y le pareció el mejor lugar para reunirse con Skylar.

La vio entrar al lugar mucho antes de que ella lo viera. Ese día ella llevaba pantalón de mezclilla, un suéter de lana y unos botines de cuero. Su cabello estaba recogido de nuevo en una cola de caballo y su maquillaje era más sobrio. Incluso así llamaba la atención, más de un hombre se volteó a verla cuando caminó hacia él.

—Buenos días —saludó poniéndose de pie y alejando una silla para ella.

Ella respondió con una sonrisa amable, parecía más tranquila.

—Entonces ¿qué fue lo que averiguaste? —Le agradaba que no se anduviera con rodeos.

—Déjame ordenar primero.

Alzó la mano y un camarero se acercó. Pidió lo que quería y esperó que Skylar ordenara

—¿Entonces? —insistió ella apenas el camarero los dejó a solas.

—¿Qué hacías en ese club anoche?

Skylar lo miró sin parecer contenta por el cambio de tema.

—Creí que habíamos acordado no meternos en los asuntos del otro.

Sonrió divertido. Tenía una boca inteligente.

—Cambie de opinión —dijo sin dar más explicación.

—Es una lástima porque no se lo pienso decir.

—Supongo que me guardaré la información que tengo.

—Eres un… —Ella se quedó callada a media frase y miró hacia otro lado como si tratara de tranquilizarse.

El camarero apreció con sus órdenes y empezó a comer con toda tranquilidad como si Skylar no lo estuviera fulminando con la mirada.

—Supongo que no tengo nada más que hacer aquí.

—Siéntate y come —ordenó cuando ella hizo el amago de levantarse.

—Apenas lo conozco y me ha dado más órdenes que otras personas.

—Estoy seguro que nadie tiene el valor para intentarlo una segunda vez luego de que les das una de tus ingeniosas respuestas.  

Un ligero rubor apareció en el rostro de Skylar.

—No tengo porque que quedarme.  

—Ni si quiera para saber lo que tengo que decirte.

—Ya dejó en claro que no lo hará.

Casi soltó una carcajada, Skylar parecía tener una respuesta para cada cosa.

—Come —repitió. Ella agarró sus cubiertos y se llevó una porción de su comida con más ímpetu del necesario como tratando de dejarle en claro algo. Ella le intrigaba bastante.  

Cuando terminó de comer se limpió los labios y se llevó un sorbo de agua a los labios. Esperó que ella acabara en completo silencio, quizás solo estaba probando su paciencia. El mismo fuego que había visto en sus ojos antes estaba allí, ardiendo con la promesa de quemarlo todo. Pero Dan no se asustaba con nada.

—Mi padre dijo que hubo algunos errores repetitivos durante el último mes —dijo por fin cuando Skylar terminó.  

—¿De qué hablas?

—Al parecer tu padre no registró algunas reservas y perdimos clientes a causa de ello. De haberse tratado de un incidente aislado habría recibido solo una amonestación, pero no fue así y ambos sabemos lo que sucedió.

—Eso es imposible, él siempre es cuidadoso. Aunque desde que mamá…

Dan se quedó callado esperando que ella continuara, pero no dijo nada más.

—Quería es el motivo, ya te lo expliqué.

Una mirada de desolación apareció en su rostro, aunque ella lo encubrió de inmediato.

—Estoy jodida.

Ya había cumplido con su palabra, no tenía nada más que hacer allí; pero no podía dejarla así.

Llamó al camarero para pagar la cuenta.

—Te llevaré a tu casa.

—Voy a la universidad.

—¿Universidad?

—Sí, como ese lugar en el que estudias para tener un cartón. —Incluso cuando estaba débil, ella no se amilanaba. Era alguien bastante interesante y no le gustó ni un poco sentirse intrigado por saber más de ella.

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