Impostora
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Por: Yamila Gularte
Capítulo 1

La noticia de la boda llegó una mañana gris y helada. Adecuado a mis sentimientos. Sabía que en nuestro entorno, tarde o temprano llegaría el momento de casarnos. Pertenecíamos a la mafia italiana de Chicago, donde las mujeres eran criadas para ser buenas esposas y madres. Ese era nuestro trabajo, una estupidez si me preguntan.

Deberíamos poder decidir nuestra vida, estudiar si así quisiéramos, viajar, poder ir a una tienda sin una manada de guardaespaldas armados al menos. Pero en nuestra familia eso no sucedería jamás.

Suspiré mirando a mi hermana. Somos gemelas idénticas, exóticas en nuestro círculo. Nuestro cabello dorado con tonos rojizos, tez pálida y ojos negros era destacado por todas las personas que nos conocían. La mezcla perfecta entre nuestra madre y padre.

Tan perfecta para todos que, a la hora de escoger novias, teníamos el primer puesto en la lista. Así que esperábamos que este día llegara, tarde o temprano.  Finalmente el hijo del jefe, Lucciano Tonelli, sentaría cabeza y las candidatas para el puesto de esposa somos nosotras.

-Pero papá… -comenzó mi hermana Gianella.

-¡Silencio! –gritó mi padre. –Está decidido, mañana Lucciano vendrá y elegirá con cuál de las dos se casará.

-Como maldito ganado –murmuré muy bajito.

Papá me escuchó y su semblante cambió. Se acercó y apretó mi mandíbula con fuerza dañándome.

-Espero que te comportes mañana Gianna o no seré benévolo esta vez – me amenazó.

“Como si alguna vez lo hubiera sido” pensé.

-Deberías sentirte honrada. Una de ustedes se convertirá en la esposa del futuro capo –siguió diciendo. – Dentro de poco Lucciano tomará el puesto de jefe y quiero estar en buenos términos con él. Así que ambas darán lo mejor de sí ¿Capisci? –preguntó.

-Si padre–contestamos ambas.

-Muy bien –me soltó y gemí de dolor.

Me había sujetado con mucha fuerza y mi mandíbula estaba dolorida. Moví la boca para aliviar el dolor mientras mi hermana se quedaba quieta mirando el suelo.

-¿Estás bien? –pregunté.

Ella negó y tomó mi mano. Nos levantamos y me llevó al segundo piso donde estaban nuestros dormitorios. Entramos en su habitación y cerró la puerta con llave.

-¿Qué pasa? –cuestioné preocupada por su actitud.

-Si se entera me matará –dijo.

Fruncí el ceño sin entender.

-¿Quién se entera? Explícate.

Gianella se sentó en la cama junto a mí y tomó mis manos.

-Hermana necesito un favor de ti, tienes que casarte con Lucciano.

Solté una risa.

-No sabes a quién elegirá Nella –dije.

-No puede elegirme a mí, me matará si se entera. ¡Debes ayudarme!

Solté sus manos.

-No estoy entendiendo ¿Por qué no puede elegirte?

Nella suspiró.

-No soy virgen.

Abrí mi boca impresionada por su confesión.

-¡Qué! –Grité.

-Shhh –dijo asustada mirando hacia la puerta.

Esperó unos segundos por si alguien entraba, pero nadie lo hizo. Suspiró y me miró con ojos húmedos.

-Perdón, ¿cómo que no eres virgen? Papá te matará si se entera.

Va, matarla sería amable, seguramente la castigaría físicamente. La última vez que me castigaron estuve una semana en cama sin poder moverme, y solo fue por decir una palabrota en una reunión. Si papá se enteraba de que Gianella no era virgen, el castigo a recibir sería terrible. Incluso podría desterrarla de la familia.

-¡Lo sé, por eso necesito que tú te cases con Lucciano! –suplicó.

-¿Y cómo quieres que haga eso? No puedo meterme en su cabeza. ¿Cómo pudiste hacer algo así hermana?

-No lo pensé ¿de acuerdo? Solo se dio –explicó.

-¿Solo se dio? –pregunté. –Esas cosas no solo se dan. ¿Con quién fue?

-No te lo diré.

Bufé.

-Me lo dirás si quieres mi ayuda y la necesitarás porque tendrás que irte de aquí en cuanto la boda pase ¿entiendes? No puedes esperar a que papá busque otro pretendiente para ti.

-¡No puedo irme, me buscará y terminaré en alguno de los burdeles siendo una p**a!

-¿Quién fue Gianella?

Ella se recostó contra el respaldo de la cama y me miró de reojo.

-Matteo –susurró.

-¡Matteo! –grité.

-Shhh Gianna, por Diós.

Negué con la cabeza y me levanté de la cama para caminar de un lado a otro. Matteo era uno de nuestros guardaespaldas, llevaba poco en el trabajo. Papá lo había encontrado en un club de pelea donde participaba y lo contrató después de matar a un tipo que doblaba su tamaño en la jaula. Si era guapo, pero no lo suficiente para cometer tal error.

Ahora entendía por qué siempre acompañaba a Gianella en sus salidas y la sonrisa en el rostro de mi hermana cuando volvía a casa.

-¿Cuánto tiempo lleva pasando esto? –cuestioné.

-Dos semanas después de que llegara –contestó ella.

-M****a Nella. ¿Se han cuidado?

Mi hermana se sonrojó y supe que no lo habían hecho.

-¿Eres estúpida? Podrías estar embarazada.

Ella bajó la cabeza y envolvió sus brazos sobre su vientre. No puede ser.

-Estas embarazada.

Asintió.

-Hermana…-susurré.

Me acerqué a ella y la abracé. Ella sollozó en mi hombro mientras frotaba mi mano en su espalda. Que desastre.

-No dejes que me elija Gianna –suplicó.

Levanté su cabeza y la obligué a mirarme.

-Escucha, mañana actuarás como si no te importara, apenas hablarás con él y te vestirás con algo que te cubra completamente. Demuestra desinterés hacia él. Yo haré lo opuesto, vestiré algo atrevido y coquetearé con él todo lo que pueda. Así me elegirá al final de la noche.

Ella asintió y me abrazó.

-Gracias gracias.

-Deberás hablar con Matteo, deben preparar todo para irse cuanto antes. No debes dejar que comience a notarse el embarazo, si es que quieres continuar con él.

-Lo quiero.

-Está bien. ¿Sabes de cuánto tiempo estás?

-Cuatro semanas.

Suspiré aliviada.

-Eso te da un mes para organizar todo. Seguramente al tercer o cuarto mes comenzará a notarse, deberás irte de aquí antes de que eso pase.

-Arreglaré todo con Matteo. Gracias por todo hermana.

Tomé sus manos y las apreté.

-¿Entiendes que una vez que te vayas no podrás volver ni tener contacto con nadie de la familia incluyéndome?

-Podríamos tener un celular para nosotras y...

Negué.

-Es demasiado peligroso. Si te descubren no quiero imaginar lo que podrían hacerte a ti y a Matteo. Sin contacto Nella, promételo –le pedí con voz temblorosa.

Ella asintió mientras lágrimas caían de su rostro.

-Todo estará bien.

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Volví a mirarme en el espejo de mi habitación y gruñí al ver el corte del vestido. Demasiado revelador para mi gusto, aunque no feo. Es rojo con tirantes finos y escote en v sobre el pecho dejando ver el inicio de mis senos. Espalda baja y ajustado hasta la cadera. Podría ser perfecto si no tuviera el corte sobre la pierna izquierda, que revela la piel hasta unos centímetros arriba de la rodilla. Como debía verme lo más sensual posible le pedí a María, nuestra estilista, que dejara mi cabello con ondas al estilo vintage y sobre un hombro. Mis ojos en dorado y labios rojos terminaron el atuendo.

-Te ves hermosa –exclamó María. –Todos los ojos estarán sobre ti.

Intenté sonreír a sus palabras pero solo se formó una mueca.

-Tranquila, Lucciano quedará encantado al verte –dijo creyendo que mi mueca era por ese hombre.

Suspiré y me acerqué a la cama para ponerme las sandalias, otra cosa que odiaba. Los zapatos altos eran dolorosos pero esta noche debía hacer todo lo posible para salvar a mi hermana.

María me ayudó y me levanté probando caminar unos pasos. Seguramente en tres horas tendría los pies adoloridos. La alarma de mi celular sonó y me acerqué a apagarla.

-Es la hora –susurré.

Tragué con fuerza y abrí la puerta de mi habitación. María me acompañó y bajó conmigo las escaleras hasta el primer piso donde mamá esperaba por mí.

-Gracias María –dije.

-De nada, iré por tu hermana.

Asentí y me acerqué a mamá. Vestía un corte a azul con cristales en el corpiño, se veía hermosa.

-Estas preciosa mamá.

Ella besó mi mejilla.

-Gracias amore, tú estás espléndida, deslumbrante. Lucciano estará muy complacido.

Giré mis ojos ante eso.

Bajamos la esclarea lentamente, escuchaba murmullos de hombres en la sala que se detuvieron al escuchar el sonido de los tacones sobre el mármol. Mi respiración se detuvo momentáneamente mientras bajaba. Levanté la mirada y miré como mi padre asentía y se acercaba.

Mamá entregó mi mano y se alejó volviendo a subir las escaleras para buscar a Gianella.

-Muy bien hija, preciosa.

Asentí y dejé que me guiara hasta la familia en la sala. El capo Tonelli, que estaba sentado junto a su esposa, se levantó de inmediato al verme. Dos hombres más estaban a poca distancia, uno de ellos lo reconocí como Loretto, el hijo menor de Tonelli y quién estaba de espaldas debía ser Lucciano.

La última vez que lo había visto tenía catorce años así que no lo recordaba muy bien. Ambos hombres se dieron vuelta hacia mi y el aire dejó mis pulmones.

Lucciano Tonelli no tenía que envidiarle nada a nadie. Era perfecto, cabello oscuro y recortado, buen físico, que aún con el traje puesto se notaba y una mandíbula cuadrada que parecía apretar ahora mismo.

Me sorprendí por la expresión de enojo en su rostro y miré a mi padre algo asustada. Ese hombre parecía que iba a matar a alguien en cualquier momento.

-Tonelli, mi hija Gianna –me presentó padre ante el capo.

Extendí mi mano como me habían enseñado y Tonelli la tomó dejando un casto beso en ella.

-Maravillosa niña –halagó el capo.

-Gracias –respondí.

Su esposa también me saludó con dos besos en las mejillas y finalmente fue el turno de los hijos. Loretto se acercó primero y tomó mi mano besándola.

-Un placer conocerte Gianna –saludó con un tono de voz meloso.

Me pareció demasiado coqueto así que asentí, sonreí y alejé mi mano.

-Igualmente –contesté.

Entonces fue el turno de Lucciano. Se acercó con su expresión asesina y me miró de arriba abajo entrecerrando los ojos en mis pechos antes de volver a mi rostro. Quedé inmóvil, sin saber qué decir. Papá me pellizcó en la espalda y reaccioné ante el dolor. Estiré mi mano y Lucciano la tomó dejando un beso sobre mis nudillos.

-Es un placer Gianna –saludó.

Me estremecí ante su voz grave. Alejé mi mano y él volvió a mirar mi rostro.

-¿Qué le parece? –preguntó padre como si fuera un pedazo de carne.

-Está bien –contestó Lucciano.

Padre apretó los labios pero no dijo nada. Ni en sueños le contestaría a su futuro capo. Todos tomaron asiento y papá me dio un pequeño empujón para que hiciera lo mismo.

Lo hice y lo observé volver a la escalera.

Respiré hondo y pedí que esta noche saliera como planeamos con mi hermana. Escuché un jadeo y volví la vista hacia la escalera perdiendo el color en mi cara al ver a Gianella.

Llevaba un vestido blanco igual al mío con detalles en negro. Su pelo estaba medio recogido y su maquillaje muy natural. ¡Esto no era lo que planeamos! Miré los ojos de mi hermana y levanté los hombros para que entendiera mi pregunta.

Los ojos de Gianella eran de tormento, movió la cabeza hacia mi madre y apreté los labios al entender que la culpa era de ella. ¿Cómo iba a evitar que Lucciano la eligiera si estaba hermosa?

Padre la presentó al igual que a mí y finalmente nos sentamos todos. Mamá había planeado una pequeña reunión antes de la cena. Las empleadas trajeron champaña para las mujeres y whisky para los hombres.

-Por el matrimonio –dijo padre.

Todos levantamos nuestras copas. Miré a mi hermana que no podía beber alcohol y tomé un sobro de mi copa. Ella simplemente mojó sus labios y dejó su copa a un lado.

-Conoce a las chicas Lucciano, deberás elegir una –dijo Tonelli a su hijo.

-No es necesario padre, ya lo decidí –contestó Lucciano.

Tomé la mano de mi hermana y la apreté. La miré y ella negó asustada.

Me acerqué a ella y traté de tranquilizarla aunque no podía expresar mucho para evitar sospechas.

Padre abrió los ojos sorprendido.

-No esperaba que decidieras tan rápido Lucciano. Pero supongo que una te impresionó mucho.

-Así es –respondió Lucciano.

-¿A quién escoges hijo? –preguntó Tonelli.

Lucciano nos miró y habló.

-Gianella –contestó.

M*****a sea.

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