Capítulo 5. Acercamiento

Capítulo 5. Acercamiento

Cuando Nara pasó su tarjeta para poner su primera asistencia estaba vuelta un mar de nervios. Lo había conseguido, había firmado ya su primer contrato y se sentía sumamente emocionada, llevaba unos tacones anchos y bajitos para poder seguir andando rumbo a su nueva oficina. No había visto a Rodrigo en toda la mañana y comenzó a preguntarse si realmente trabaja ahí diario o sólo pasa a ver si las cosas están en orden. No había deja de pensar en la fiesta, ¿Qué rayos iba a ponerse? Sabía que todos los invitados de Armendia (que buscando en la internet se dio cuenta de que es yerno de uno de los hombres más ricos del mundo) irían enfundados en trajes de Hugo Boss, vestidos de Chanel, por mencionar algunas de las marcas que ella conocía.

Estaban pensando en cómo salirse del asunto sin sonar apenada pero era imposible, sus vestidos, los dos mejores que tenía, eran de Liz Minelli, estaba segura que con el precio de uno de ellos, Rodrigo se compraba sus pañuelos y mancuernillas. No supo hacer un aproximado correcto hacia todo el dinero que invertiría en él, después de todo es la cara de su propia marca, tiene que verse impecable y lo consigue sin problema.

Se instaló en su cubículo, una bella oficina, tenía más espacio del que pensó recibir, era un puesto relativamente importante pero tampoco sería directora de área, era lo lógico. Apenas acababa de graduarse, pero sería suyo ese puesto si se lo proponía, lo sentía. Había ido vestida con aquellos zapatos, un pantalón pegado color negro y una blusa holgada rosa pastel, dejó su saco negro  (el único que tenía) recargado en un perchero de madera y se sentó, prendió su máquina y esperó a que las personas vinieran a saludarla y darle indicaciones, estaba lista.

* Con Rodrigo*

Había estado el fin de semana pensando en la fiesta. El guapo hombre caminaba en su oficina dando recorridos por ella, posando la mirada en su librero de vez en cuando, no habría roto la promesa con Nara de llevarla a la fiesta, pero sabía que el presentarla significarían muchas cosas. Tenía el tiempo suficiente para comenzar a buscar o analizar un pretexto, le marcó entonces a Armendia. No lo esperaría hasta media semana para verlo; seguía caminando en círculos ya se había quitado el saco del calor y bochorno.

Había pedido que no lo molestaran en su oficina mientras estaba al teléfono.

—Estoy en problemas.

—Buenos días amigo, es un gran día, me fue bien en mi fin de semana gracias por preguntar… ¿Qué tal el tuyo?

—Hablo enserio, sabes que estoy saliendo con ya sabemos quién, maldición. ¿Qué hago ahora?

—Conocer a esa chica, Nara. Compadre, ya habían terminado una vez, ahora están de regreso… ¿No crees que ya estuvo bueno de dejar de ir sin rumbo? Mira, están en un break por lo visto ¿O no?, dile si te reclama que es una conocida del trabajo y que pasaste por ella si tanto te preocupa.

—No me gusta mentir. No es eso lo que me tiene inquieto.

—Entonces sé sincero. O qué, ¿Me vas a decir que no te llama la atención? Porque si ese fuera el caso Rodrigo y más te vale que no me mientas, es que claro que lo hace, más de lo que quieres decir, algo ves en ella, te conozco desde hace tiempo no me puedes mentir a mí.

—Es que trabaja para mí.

Dijo al final, la risa del magnate estalló del otro lado del teléfono, burlándose.

—Esto cada vez se pone mejor, empleada-jefe. Amor prohibido. Misterios ocultos… Amigo, te encantan las emociones fuertes, la vida brava, me encanta eso de ti.

—Bueno… Sí quiero ir con ella, tengo curiosidad ¿Okey? Ya lo dije, pero esto va a ser un cambio entre todos, entre… Y luego Nara. Ah, m****a.

—Compadre hagamos algo.

—No por nada eres el mejor negociador ¿O no?

—Claro. ¿Sino para qué sirven los amigos? Ve a donde esté trabajando, pasa el tiempo con ella, conócela. Un poquito no hace daño, vamos son dos semanas. Dirígete a la planta, vela en acción trabajando y si no quieres ir con ella de todos modos porque prefieres ser el misterioso hombre de negocios como el murciélago ese de las películas, multimillonario que tanto aman mis hijos, adelante, sé el amargado. De todos modos se te quiere. Ya te habla de tú así que, empleada lo que se dice empleada, no es.

Tenía razón. Se despidieron y colgó su amigo sólo le daría consejos sobre cómo invitarla más no cómo salir del compromiso. Después de todo el trabajo que tenía por delante iría a verla; él siempre llega temprano y pese a lo que la gente pudiera pensar, le gustaba irse tarde del trabajo, más cuando estaba lleno de él. Comenzó su jornada, iría a visitar al área de calidad, cerca de producción y comenzaría a pensar qué iba a hacer.

Revisó el teléfono: Su novia prácticamente no-novia le había escrito, cinco mensajes, suspiró. Tomó su teléfono para responder cuando su secretaria entró para dejarle lo que a él le pareció una tonelada de trabajo hecho papel.

***

—No entiendo por qué no me deja hacerlo, soy ingeniera.

Dijo Nara por décima ocasión, al menos ella contaba ya diez. Estaba algo roja de la pena y la confrontación, pero estaba segura de que estaban haciendo algo mal y ella podía ayudarlo.

—No necesitamos traer ningún técnico—. Le repitió a un señor canoso que la veía ya con fastidio—. Pásenme el instructivo de la maquinaria y yo misma lo puedo resolver.

—Novata, entiende. Tienes que hablarle al dueño antes de meterle mano a una máquina como esa por seguridad. Si le metes una tuerca extra la garantía se pierde.

Ya sonaba molesto. Los demás empleados la veían con cautela, ya habían ido dos trabajadoras a saludarla y a invitarla a comer para cuando fuera su tiempo libre. Pero eran del área de administración, así que en esos lares estaba por su cuenta.

—Disculpe señor, pero creo que está perdiendo tiempo valioso en mi opinión y realizando los cálculos del cargamento, saldrán al menos 2,500 productos defectuosos en dos días, las demás máquinas trabajarán mucho más de lo que deben y si contamos el tiempo de fabricación tendrá menos envases listos para la cantidad producida de mezcla, me parece que es shampoo. Se le va a quedar no sólo producto, le va a quedar mal empaquetado y saldrán más defectuosos de los que debería de ser. Puede pasarle mis cálculos al área de economía, de facturación y ver cuánto se va a perder, cuánto es de desperdicio… Monetario claro. Porque desperdicio de material se lo tengo en otros cinco minutos.

Era fanática de la estadística, la estadística inferencial había sido su talón de Aquiles, una vez dominado sabía usar sus números. Entre tanto alboroto salieron del cuarto de producción, el llamado “jefe” del área.

—Mira nueva, sé que Rodrigo cree que necesitamos más personas trabajando, pero no es así, tengo este lugar operando correctamente. Ahora, quiero que vayas allá dentro y me corrijas cálculos que se están haciendo para hacer entregas, checando que las cajas estén bien empaquetadas.

¿Eso era todo? No había estudiado todos esos semestres para nada. Frunció la boca de lado, no quería buscar problemas. Menos en su primer día, pero con unos cuantos datos se dio cuenta de toda la pérdida que representaba, Rodrigo era lo que quería evitar por eso el nuevo personal que entró ese lunes junto con ella; en su ponencia habló sobre el desperdicio en llenado de frascos o botes plásticos a nivel industrial todas esas pérdidas hormigas terminaban con tus ganancias monetarias sin mencionar el impacto al ambiente por todo el material perdido.  Vio que a lo lejos tres figuras se acercaban, seguramente le pondrían un reporte.

—No voy a romper nada, sólo quiero ver que dentro las cosas estén funcionando bien ¿Es tan complejo eso? Hay muchas máquinas que nada más requieren de recalibración.

—Entonces ve a recalibrar las impresoras niña, nadie viene así como así a molestarme en mi trabajo de años por algo como esto.

—¿Todo bien por aquí? Estoy recibiendo mensajes sobre problemas en el área—. Ahí estaba, tan guapo como siempre, llevaba una camisa sencilla color azul cielo con los botones blancos, arremangada hasta los codos, un pantalón negro y unos zapatos cafés, Nara supo entonces que sí trabajaba ahí, que había oportunidad de cancelarle la invitación.

—Señor buenos días, esta nueva empleada que además está a prueba me está entorpeciendo todo el tiempo—. Nara cruzó los brazos sobre su pecho y clavó la vista en los ojos oscuros de Rodrigo, nada mal para dejar una impresión en su trabaj—. Quiere que metamos mano a una de las máquinas que acaban de llegar, sólo porque según sus papeles dicen que habrá mucho desperdicio, es ridículo señor, debemos esperar a los técnicos, la máquina es coreana estoy seguro que los coreanos saben exactamente qué hacer.

—Nara, me temo que no puedes meter mano de herramienta en una máquina como esa—. La cara del canoso lucía una sonrisa tan cínica que Nara deseó darle una cachetada—. Si se hace pierde la garantía por alterar o intentar alterar el producto.

Maricela estaba atrás, sonriéndole a la nueva empleada, sabía que marcaría un antes y un después, lo supo por la manera en que su jefe guardó aquella tarjeta negra en su saco para no olvidarla.

—No voy a meter mano, sólo quiero saber si algo está roto y ahorrar tiempo de examinación; si no hay nada visiblemente roto, se puede recalibrar. Viene de Corea la máquina, es lógico pensar que pueden haber variaciones entre escalas o sistemas de unidades, Rodrigo… Por favor confía en mí, puedo hacerlo.

Rodrigo resopló, lucía tan segura.

—Muéstrame tus papeles, qué tanto hay de desperdicio—. El canoso levantó la mano en forma de protesta, Rodrigo le enseñó la palma estirada a su empleado en señal de pedirle que se tranquilice, si Nara se equivocaba regresaría a su oficina, esperan a los técnicos y listo. Había chispa en los ojos de la nueva empleada, tiene confianza y el empresario reconoce esa misma mirada que él había tenido en años pasados—. Si el desperdicio es importante y el dinero igual, puedes hacerlo.

Nara dejó de apretar su tabla de madera contra el pecho, se quitó el lápiz de la oreja y comenzó a señalar el sentido de los cálculos, con la desviación estándar, una tabla de los defectuosos producidos por esa máquina (la 2678) con un cálculo matemático explicó todo a Rodrigo.

—Esto sólo de material, quiero que entonces hagas números para lo económico, tú conoces todo esto.

Rodrigo tomó su tabla para hacer algunas operaciones, era mucho dinero.

—Maricela, ve a archivos y trae el manual de la máquina, dejaremos que Nara intente hacerle algo a para recalibrar—. El canoso se fue refunfuñando. Era notorio que sus cálculos estaban bien. Rodrigo se quedó solo con ella—. Sabía que ibas a hacerte notar, tienes chispa. Leonora perdió una buena trabajadora.

—Rodrigo, sobre la fiesta…

—Oh por favor, no pasa nada, de verdad siéntete bienvenida—. Nara negó suavemente— ¿Qué sucede entonces?

—¿Tienes tiempo después de la comida?, tengo que ir a meterle mano a esa máquina… No me mires así, no lo decía literal. Ya sé, ya sé, la garantía, no olvido la garantía.

Rodrigo sintió el impulso de sacudirle el flequillo que posaba sobre sus lentes, así lo hizo y finalmente cede a platicar con ella, la vería en su oficina después.

—Por favor, ponte botas industriales, la bata de trabajo, el casco… Todo, ten cuidado.

—Sólo voy a calibrar una máquina Rodrigo, calma. En teoría no me tocaba estar en piso hoy todo sea por mi primer día de trabajo.

***

Por la tarde el llenado había acabado en tiempo y forma, sobrando 30 minutos del tiempo que correspondía dicha operación; tenía el manual aún en su escritorio, Nara tecleaba en su máquina, tan cara se veía que al inicio el apretar las teclas le parecía gastar dinero. Movía las piernas adelante y atrás mientras escribía, sus nuevas amigas la habían agregado a un grupo de W******p para estar en contacto con ella, había sido recibida con buenos ojos, al parecer, toda esa área estaba fastidiada de la prepotencia de aquel hombre canoso cuyo nombre nunca aprendió. Sonó el teléfono inalámbrico de su oficina y respondió, se colocó el teléfono entre el oído y el hombro mientras saludaba.

—¿Qué tal vas de trabajo?—. Escuchó la voz de su jefe—. ¿Puedes venir a mi oficina? Ven al último piso, cruzas por el lobby hacia el elevador, último piso.

—Claro, voy para allá en cuanto sea mi hora de salida.

Tenía mucho nervio de ir directamente con él. Pero así eran las cosas como habían acabado antes muchos empleados se disponían a salir, una gran hora para terminar la jornada Nara seguía tecleando cuando ya pasaban 10 minutos de su hora de salida, apaga su computadora, se puso desodorante y usó un pequeño perfume que traía siempre en sus bolsas, sacó su tarjeta para checarla cuando fuera al lobby se lleva el saco enganchado en el brazo cuando sale. En el recibidor había mucha gente cuando pasó procurando no hacer ruido, se escabulló en el elevador y presionó el último botón. Era demasiado alto el edificio pero estaba bien, le daba tiempo de pensar en alguna excusa para negarse a ir con él a la reunión, ¿Lo malo? No se le ocurría ninguna.

—¿Eres de los jefes que le gusta salir al último?—. Dijo cerrando la puerta tras de sí.

—Sí, así es… Al menos cuando tengo mucho trabajo, prefiero llevarme el trabajo o quedarme un rato más—. Pese a ser fanático de la salud, era también aficionado de de la velocidad, le gustaba manejar rapidísimo cuando en las carreteras no había más gente merodeando. Ni conductores furiosos en su camino, directo a su departamento y sin escalas y eso podía ser hasta tarde—. Me dijiste que querías decirme algo de la fiesta del fin de semana… ¿Pasa algo?

Nara quiso mentir, pero no se le ocurrió nada.

—Rodrigo… No soy como ustedes, vi todas esas personas ahí, tan llenas de dinero, negocios, eres muy amable y agradezco que hayas mantenido la invitación de Arturo, hay tantas chicas que podrían acompañarte o bueno, seguro tienes una cita ya. No tengo ropa costosa, empresas en la cima del éxito para hablar de ellas en el brandis, podría hablar de libros o de mi primer día del trabajo, pero dudo que les guste el romance o fantasía… Me agobia el estar en frente de tantísima gente y saber que su presencia vale millones… No lo sé.

Si Rodrigo hubiera querido, le hubiera dicho que tenía toda la razón, que no quería incomodarla e invitar a alguien más o simplemente ir solo como había pensado desde un inicio, pero desde que la había visto en el trabajo de un lado a otro sintió empatía por ella, le había tocado ser el niño inofensivo que comenzaba a hacerse camino, sabía lo que era ir paso a paso y que alguien comenzara a acosarte, juzgar sus capacidades. Todo sin saber absolutamente nada de ti.

—Nara escucha bien esto, quiero que vayas conmigo.

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