Sueños de amor

La brisa otoñal irrumpió suavemente sin pedir permiso en la habitación. Una mezcla de hierbas frescas típica de los Alpes, acompañando el canturreo de los pájaros, habían hecho más ligero el sueño de Lila Prescott.

            Nada como un buen descanso en sábanas de satén con perfume a nuevo. Nada como un cuarto enorme abarrotado de lujos y objetos sin sentido. Nada como un inmenso guardarropa del tamaño de una casa pequeña, lleno de vestidos y zapatos para usar uno distinto cada día del año. Nada como la falta de amor como para ser desdichado aun teniéndolo todo.

            La mansión de los Prescott en Balzers tenía cientos de años, pero siempre lucia de estreno. Se podría decir que el castillo de Vaduz quedaba pequeño y opaco si lo comparabas con ella. Sus pisos y escaleras de mármol brillaban más que la nieve y sus paredes, con apliques de oro, hacían que uno se sintiera transportado a las puertas del Edén. Debía ser ese el efecto que buscaba Patrick Prescott. Esto sin duda era lo más cerca del cielo que iba a poder estar.

            Hacía siglos que su familia se ubicaba entre la de más dinero de todo el mundo según las revistas especializadas en ese tipo de información. Se rumoreaba que tenían abundante dinero desde que se inventó la misma humanidad.

            La dinastía Prescott era reconocida por su astucia en los negocios y sus influencias con las más altas esferas, especialmente en casi toda Europa, pero desde hace unas décadas habían decidido expandirse y pegar el salto hacia la globalidad traspasando todas las fronteras. Con ese fin, habían dejado la tradición familiar y desde hace algunas generaciones habían comenzado a dejar los nombres de sus ancestros para empezar a utilizar algunos otros. Todo era válido para ellos. Era común verlos en eventos internacionales y en fotos junto a reyes y estadistas de primer nivel de todo el planeta. A simple vista eran refinados y encantadores, pero sus métodos eran de manual de mafioso: aprietes, extorsión, asesinatos disfrazados de accidentes. Todo lo que fuese necesario para ir quedándose con los negocios que prosperaban si sus dueños no querían vendérselos. Habían practicado en persona todas las típicas formas de mercado sucio que se conocían, es más, sus asesores no se cansaban de encontrar nuevas formas de dominación y ahogo a sus competidores. Cualquier área le interesaba, bastaba con que generara dinero para querer adueñarse del mercado por completo y se hacían extremadamente fuertes en aquellos países que los dejaban operar libremente.

            En esta familia los negocios solo los manejaban los hombres, por eso Lila nunca fue bien recibida; suena curioso, pero ella era la primera hija mujer en los últimos ciento cincuenta años. Este hecho, entre otros, generó el brutal distanciamiento del matrimonio de los Prescott, Patrick y Anne solo se mantenían juntos por apariencia, solo para darle forma a las fotos y eventos. Puertas adentro, apenas se dirigían la palabra y no solo dormían en cuartos separados, sino que estaban ubicados en alas opuestas de la mansión, eso sí, desayunaban juntos en la sala Jaunes.

            El amplio salón se caracterizaba por tener una mesa para veinte personas, decorada con cortinas en tonalidades amarillo bien claro y siempre con delicadas flores del mismo color, si bien eran sutiles, se podía apreciar la fineza de los tonos dorados. Por costumbre, los Prescott se ubicaban enfrentados en las cabeceras. Al ser tan amplia la mesa, quedaban a suficiente distancia para fingir que no se escuchaban clara y simplemente no se dirigían la palabra.

            —Sr. Prescott ya está su limusina. Cuando usted me lo indique partimos —dijo el chofer privado de Patrick que, a la vez, también le hacía de guardaespaldas y de encubridor de todas sus aventuras amorosas.

            —Nos vamos ahora James. Pasa por mi oficina privada y trae mi abrigo.

            El hombre era uno de los pocos empleados de máxima confianza y el único que tenía acceso a su oficina en la mansión. El Sr. Prescott terminó la frase y se levantó de inmediato depositando su taza de porcelana sobre la pesada mesa de roble.

            Ni esperó a que su esposa terminara su té y se incorporó listo para irse; odiaba el desayuno desde que a su mujer se le había ocurrido empezar a jugar a la pareja que compartía momentos y espacios comunes. Pensó que se le iba a pasar en unos días, como todo lo que emprendía la Sra. Prescott, solo que esta vez lo estaba llevando demasiado lejos, cinco tortuosos y largos meses. No tenía dudas que ella seguramente lo hacía para molestarlo, pero no le iba a dar el brazo a torcer, así que él también podía jugar a ver quién de los dos podía herir más al otro, juego que él ganaba desde hace años.

            — ¿Por qué no esperas un momento que ya está por bajar Lila? Creo que quería consultarte algo de unos invitados de último momento —la Sra. Prescott encontraba fascinante retener a su marido cuando veía que estaba apurado. No tenía más que hablarle para hacerlo enfadar y esto se había convertido en su pasatiempo favorito.

            —Para eso están los asesores a los que ya les di todas mis órdenes. ¿Es que no pueden hacer nada bien? —Su cara acompañaba todo el fastidio que sentía, no intentaba disimular en lo más mínimo el rechazo por su esposa y mucho más por Lila, su hija.

            —Buenos días, padre. Aprovecho que te veo para preguntarte algo —Lila se calló rápidamente cuando percibió la tensión en el ambiente.

            —Llevó prisa Lila. ¡Adiós!  —Así sin más apresuró la marcha y le pasó por el costado casi sin mirar a su hija.

            — ¿Madre quieres que te muestre los avances de esta semana? —habló como si no hubiera sucedido nada.

            —Lila lo lamento tanto, voy atrasada a mi cita en Gloséis —se levantó y salió casi al trote —solo te pido que cambies el color de tu pelo, no comprendo porque usas ese platinado espantoso que te has hecho, mucho menos ese color de ojos.  ¿Realmente quieres quedar así en todas las fotos?

            La joven ni se inmutó, para ella era normal que su madre la criticara o la dejara con la palabra en la boca solo para salir corriendo a sus citas en numerosos centros de belleza. Inclusive a su manera era todo un logro. Sabía que su color de pelo no era rubio y que sus ojos no eran marrones, de hecho, Lila era una muchacha preciosa con unos hermosos ojos verdes, pelo oscuro que resaltaban su tez blanca.

            Últimamente buscaba insertarse en el mundo del arte a través de la pintura artística. Tenía talento natural y desde pequeña asistía a los mejores maestros, seguramente si Da Vinci estuviera vivo el Sr. Prescott habría intentado contratarlo de tutor, pero así y todo era un poco sosa a los ojos de su entorno. Sus padres pensaban que le faltaba ese algo que no se explica y no se enseña, pero que cuando no está, se nota.

De ninguna manera la joven era antipática o desagradable, por el contrario, era la típica princesa de cuento, hermosa, delicada, culta, refinada, pero, aun así, para Los Sres. Prescott a ella le faltaba esa chispa interior que da la vida. En algún momento Lila estuvo preocupada hasta intentó pertenecer al mundo que le había tocado por nacimiento, pero era completamente opuesta a su sociedad, a su círculo, a toda su familia.  Desentonaba de tal manera que hacía sentir incómodos a todos, pero desde luego que la primera incómoda era sin duda ella. La joven además de hermosa era de lo más inteligente y sagaz, así que para evitarse discusiones sin sentido pretendió hacer el papel de «sosa», al menos hasta lograr su independencia económica.

Su terapeuta había intentado convencerla de que eran ideas de la muchacha «solo tu manera de percibir el mundo», cosa que este sostuvo por años; lógico desde su perspectiva. Nadie en su sano juicio se incluiría en la lista negra de la familia Prescott. Un error de esos puede que te cueste la vida, no se le escapaba que su predecesor había tenido un curioso accidente automovilístico justo cuando le había aconsejado a Lila montar su propio emprendimiento para independizarse y pedirle a su padre un significativo porcentaje a cuenta de sus futuras empresas. La pobre Lila se lo había contado como si fuera una coincidencia cuando alguien con una mirada un poco más crítica podía notar que todo alrededor de esa familia era curiosas y mortales «coincidencias», desde luego Lila con el tiempo lo entendió mejor que nadie.

            Lila no estaba equivocada, sus padres la ignoraban como se ignora a una planta, de hecho, su madre prestaba más atención a sus orquídeas que a ella. Eso sí, en esto se habían puesto de acuerdo, ninguno de los dos estaba interesado en mostrarle el más mínimo afecto. La rodeaban de lujos y regalos solo para no darle un abrazo o destinarle más de un minuto en una conversación. Así había sido desde pequeña. Patrick Prescott la utilizaba como pantalla, solo hablaba de que le había comprado esto, que le había regalado lo otro. Lo que fuera para darle envidia a los que lo rodeaban y especialmente «blanquear» algunos de los fabulosos fondos ilícitos que se le antojaba mostrar con insólitos lujos.

            Por suerte siempre hay una excepción. Si existía esa persona que realmente se interesaba por Lila y no por su dinero, solo por ser ella.  Se habían conocido en la infancia, hacía ya unos aproximadamente veintidós años. Desde el primer día que se vieron se hicieron inseparables. Tuvieron algunas discusiones, cosas de niños, nada importante que un buen dulce no pudiera resolver.

            Se podría decir que ella también tenía a alguien que estuviera a su lado, escuchando, apoyando, compartiendo cada tristeza, cada desengaño. Sí, Lila también tenía a una de esas personas que se te cruzan en el camino solo para hacernos la vida más bella y que se mantenía incondicional sin importar nada más, hasta se consideraban hermanas, no de sangre, pero a ellas eso no le importaba.

            El tiempo pasaba a un ritmo feroz. La boda de Lila y Andrew se venía planificando desde hacía meses. Los preparativos se llevaban todo el día. Lila nunca se había imaginado que fuera tan estresante casarse, y eso que contaba con dos wedding planner a falta de uno, pero ella en persona había decidido encargarse de todo.

            La familia Prescott había contratado a Margaret, nada menos que la exclusiva representante de la casa de bodas que había organizado todas las ceremonias de reyes y princesas de los últimos años. En cambio, la familia del novio, los Glambers, no podía quedarse atrás en la competencia de millonarios. Ellos tenían como asesor a Robertino. Un veterano modisto de alta costura que solo por una apuesta había organizado la boda de una pareja de actores del momento, pero fue tan promocionada y bien recibida, repleta de ideas originales, que se convirtió en minutos en el personaje más buscado de los ricachones y famosos que querían ser tapa de revistas de última moda. Contratar a Robertino era publicidad garantizada, justo lo que más le gustaba a los Glambers, estar en el centro de todas las conversaciones. Habían elegido al personaje perfecto, junto con Margaret se peleaban por los cambios de vestidos, lugares, banquetes. Era tanto el éxito y la expectativa que tenían organizadas cuatro recepciones diferentes, traslado de las seiscientas personas invitadas incluido, cambio de escenarios y vestuario, solo para poder lucir los vestidos del modisto.

            Después de largos meses de ideas, al fin Lila se había decidido hacer parques temáticos, uno para cada estación del año. Estarían ambientados con flores de época, conservadas en cámaras a temperatura para ser sacadas instantes antes de que llegaran los invitados, inclusive parte de la decoración eran animales representativos y suelta de aves. Culminaba con una sorpresa para marcar el paso a la próxima estación. Lila había trabajado con el armado de cada una de ellas. Había hecho colocar unos hermosos decorados con la letra L&A por todo el lugar.  Cada uno tenía una especie de piedra transparente de color rubí en el centro que hasta parecía tener una luz propia. Se los veía por doquier, inclusive también como centro de mesa.

            El primer salón era «invierno». Simulando nieve y hielo, la temperatura era apenas fresca para no romper la magia. Las sillas y mesas parecían de hielo, había una inmensa pista para los niños y amantes del patín. Todo a la espera de la presencia de los novios para las fotos con los invitados. Comida nórdica para darle el toque de realismo boreal y para cerrar dos preciosos bebés husky, cada uno de los cachorros tenía un lazo de color azul para sostener los estuches que contenían las llaves que abrían los portones hacia el otoño.

            —Realmente impresionante —Los padres de los novios recibían los elogios y estaban más que satisfechos por los comentarios.

            —Ha sido una minuciosa planificación, hemos pensado en todo lo necesario para que ustedes compartan nuestra felicidad —Prescott mintió alevosamente y completó su acto abrazando a su esposa y dándole un beso en la frente.

            —Se los ve tan amorosos, mira y aprende —le estampó una de las invitadas a su esposo.

            La Sra. Prescott se mordía por dentro, pero no se perdería nunca la oportunidad de incomodar a su esposo, y qué mejor que la boda de su única hija ante cientos de curiosos. Una venganza deliciosa que venía soñando y degustando hace mucho tiempo, exactamente desde que había descubierto que la muerte de su amante no había sido un accidente como dijo la policía local. Si bien habían pasado ocho años, ella lo recordaba perfectamente bien.

            —Soy muy afortunada, no se puede pedir una mejor familia dijo la mujer sonriendo —sin más se acercó a la boca de Patrick y le dio un beso, o algo parecido disimulando el asco que sentía por ese hombre.

            Justo a tiempo de la sesión de fotos llegaban los novios, Robertino no hacía más que preocuparse por el vestido de Lila y los delicados diamantes colocados en su pelo como si fueran copos de nieve. Andrew tenía un esmoquin blanco, como sus zapatos, pero para estar a tono se había dejado poner también en su cabello algunos al igual que su ahora esposa. Tomaron las llaves y rápidamente se acercaron a las puertas de madera, simularon estar congelándose y fueron hacia la solución: la próxima estación. Los invitados aplaudieron y rieron por la ocurrencia y exclamaron admirados una vez que pudieron ver lo que estaba dentro.

            —Lila por favor ten cuidado con la hebilla —le dijo Robertino a la novia.

            —Por supuesto, tranquilo va a salir todo tal cual lo hemos imaginado —la novia lucia completamente serena.

            Andrew también tenía un prendedor con el logo L&A que Robertino acomodaba con especial cuidado. El joven parecía un poco desconcentrado ya que miraba constantemente a uno y otro lado.    

            — ¿Te gusta como ha quedado todo Andrew? —Lila lucia feliz.

            El novio sonrió y asintió con la cabeza. Había colores ocres, pinos y alfombras de hojas como camino, mesas y sillas a tono de verde pradera, formando círculos y rombos alternando el paisaje. No podía faltar el inconfundible perfume fresco de otoño, parecía que se había montado un escenario en medio de un bosque de coníferas. Un río pequeño atravesaba por completo el centro de la sala y era necesario cruzarlo por puentes de madera que estaban estratégicamente ubicados, solo para pasar cerca de unas preciosas marmotas y unos pequeños búhos blancos, todo acompañado por los apliques L&A a cada paso y en cada lugar.

            Los novios se habían retirado para la muda de ropa acompañados por el modisto. Cuando este se ausentaba, Margaret, la otra wedding planner marcaba el ritmo. No era fácil compartir el liderazgo y mucho menos no exceder los límites entre la tarea de Robertino y la súper organizadora. Si no fuera por el millonario contrato que ambos habían firmado con las claras tareas y obligaciones para unos y otros, realmente hubiera sido una tragedia para esta ceremonia. Esos dos no se soportaban y estaban siempre al borde de agarrarse de las mechas. Los encuentros que había mantenido Lila con cada uno de ellos en forma reiteradas daban sus frutos, ambos estaban a su completa disposición y bajo sus órdenes.

            Parecía difícil superar el primer vestido de novia, satén y chiffon estratégicamente combinados, bordados con cientos de cristales y diamantes dando forma a copos de nieve, la tiara y collar hacían juego con los diamantes del tocado. La ceremonia estaba superando cualquier boda hecha hasta el momento, incluyendo cualquier boda real.

            Los invitados disfrutaban de unos ricos tragos y platos servidos entre bocadillos del más rico chocolate suizo. Ya había pasado casi una hora desde que los novios se habían retirado y las mujeres se preguntaban cómo luciría el vestido de Lila mientras que muchos de los hombres aprovechaban para hablar de sus negocios y de futuras oportunidades de hacer dinero y más dinero. Muy pocos de los invitados eran realmente cercanos. Sacando a los familiares la mayoría de ellos habían sido convocados con fines comerciales, incluso el Sr Prescott se sorprendió cuando le comentaron los nombres que había incluido su hija en la lista, especialmente algunos viejos exsocios que él nunca hubiera invitado, pero como le explicó Lila:

            «Si por mi fuera hubiera invitado al mundo entero».

            Los Prescott estaban sonrientes y se tomaban de la mano para cada foto. Habían ensayado esto docenas de veces, todo estaba minuciosamente practicado, sonrisas y gestos de cariño, compartir bocados del mismo plato, una pareja perfectamente normal.

            Robertino también los había vestido muy elegantemente, especialmente a Anne. La señora Prescott era una mujer muy bien conservada y había elegido un escote pronunciado que no había pasado desapercibido.

            Por el contrario, su contraparte Isabel, no era tan agraciada. Tenía una típica nariz aguileña pero extremadamente afilada que lamentablemente había heredado su hijo, Andrew.  Su rostro estaba bastante estirado por las numerosas cirugías que se había realizado que hasta le costaba mover sus labios y se le había quedado una expresión de sorpresa permanente que no podía borrarse con horas y horas de maquillaje. Su pecho estaba arrugado y manchado de tanto sol, se le notaba lo viejo a través del encaje. Su marido, el señor Glambers era alto y elegante, de ojos negros muy penetrantes que intimidaban por demás. No era tan buen mozo como su hijo, pero sí lo era mucho más que Patrick, quien era simplón y regordete, hasta estaba perdiendo cabello y siempre estaba con un gesto de superioridad que lo hacía ver desagradable a simple golpe de vista.

            — ¿Patrick puedo hablar contigo un momento mientras esperamos que regresen los novios? — el Señor Glambers venia esperando un momento oportuno para mantener una charla con el ahora su consuegro y le pareció que ese era el indicado.

            —Claro que sí Stephen. Me preguntaba cuanto tardarías en proponérmelo, no sabes cuánto me intriga lo que tienes para decirme —Patrick Prescott no pudo con su genio, tampoco quiso disimular su fastidio, eso era para el resto de los invitados.

            Se alejaron de la mesa y especialmente de la gente. Stephen seguía con la mirada a la señora Prescott. No le había quitado los ojos del escote en toda la noche, ni bien sintieron que estaban solos comenzaron a discutir acaloradamente.

            La pregunta que se hacían todos en general, era si a partir de este momento habría una fusión de corporaciones. Los mercados financieros y la economía global estaban inestables, parecía avecinarse una época difícil. Había una gran crisis energética y mucha preocupación en el mundo a causa de las pérdidas ocasionadas por varios desastres naturales. Muchos gobiernos tenían en su agenda sobre la mesa todo lo relacionado con el futuro de las industrias Glambers y Prescott luego de esta boda. Se habrían creado comisiones en varios países y estaban pendientes del «día después», y de cómo seguirían de ahora en adelante el accionar de estos dos mega monstruos que se disputaban el liderazgo de los principales mercados. Después de todo nada menos que la energía, salud, comunicaciones, tecnología, bebidas y alimentos dependían de estos gigantes. Sin olvidar que eran además dueños de varios bancos y financieras distribuidos por todo el mundo y solo esos eran los negocios reconocidos, por supuesto no podían faltar: narcotráfico, trata de personas y con el que últimamente habían crecido exponencialmente, contrabando de armas a zona de guerras que ellos mismos se encargaban de generar.

            Los dos hombres no discutían por la boda, ni tampoco por negocios, estas familias eran enemigos acérrimos aun antes del principado de Liechtenstein, enfrentadas por varias generaciones. Habían luchado unos contra otros para adueñarse de las tierras y acomodarse con la más alta nobleza, pero nunca habían logrado mezclarse por linaje. Motivo suficiente para odiar a la aristocracia, especialmente a los descendientes de aquellos príncipes y reyes que otrora los habían ignorado, pero solo tuvieron que esperar unos cientos de años y con un finísimo plan y astucia, encontraron por necesidad ese punto en común. Eran ellos ahora los que tenían el bastón de mando, la globalización y el dinero hicieron el resto. Ahora se sabían los dueños invisibles de la economía de la mitad de los países y con el tiempo no descartaban avanzar mucho más. Todo gracias a que habían entendido que poseer los principales medios de comunicación era la llave para la opinión pública y desde allí a lo que quisieran. Ese fue el salto de calidad hacia lo que eran hoy por hoy, los verdaderos amos del mundo.

            Pensar que casi desaparecen, pero sus antepasados supieron actuar sabiamente. Entendieron que estaban en una encrucijada y cuando se vieron casi en extinción, se encontraron y pactaron ser socios invisibles. Conspiraron, traicionaron y se unieron para destruir al resto de sus adversarios. Siempre en la oscuridad y en silencio, esa fue la clave. La alianza resultó tan impredecible que nadie la vio venir, aparentaban ser enemigos acérrimos y luchar unos contra otros, solo para distraer al resto y fortalecerse. Más de una vez en campo de batalla, simulaban enfrentarse, toda una fachada. Convencían a nobles a unirse a causas y cruzadas con el «enemigo» solo para darse vuelta y destruirlos por completo, luego el asunto era sencillo, una vez disminuidos y derrotados se quedaban con sus riquezas y sus tierras.  En poco tiempo se habían hecho con muchas de las posesiones de los principales terratenientes. Entre los dos clanes se habían repartido los mejores botines y, de hecho, estas dos familias y su actual posición sería muy diferente sin aquella estrategia, pero ahora estos dos insensatos ricachones peleaban por ser el alfa de la manada, estaban a punto de destruir generaciones de alianzas por su ego insaciable.

            Mientras tanto Lila y Andrew regresaban, vestidos ambos en color nude.  Ella tenía bordados pinos en relieve, sutiles y delicados, incontables cristales daban forma al increíble trabajo. Las mujeres exclamaron todas al mismo momento un sincero ¡oh! Esto hizo que Robertino subiera los hombros y el mentón con una ligera torsión de su cabeza hacia la izquierda, mientras movía sus labios diciendo «gracias». Acto seguido llevó sus manos entreabiertas a su cara como sosteniéndola a los lados para taparse el rubor de sus mejillas.

            En cambio, Margaret no lo estaba pasando nada bien, estaba desencajada buscando a los padres de los novios, preguntaba uno y a otro hasta que por fin los vio a lo lejos y fue a su encuentro maldiciendo por lo bajo.

— ¡Pero qué clase de inconscientes! Los llevo buscando hace una hora, es el tiempo de las fotos bajo los naranjos y las orquídeas, llevamos retraso y los novios han vuelto y...

—Piérdete mujer —dijo Stephen y se fue caminando como si nada.

            Margaret quedó boquiabierta, no atinó a contestarle porque no estaba acostumbrada a que alguien la tratara de esa forma. Apenas pudo lanzarle su peor mirada de desprecio. Se repuso y simplemente frunció su nariz y se alejó con prisa para alcanzar a los novios y completar el circuito.

            La mujer seguía con sus mejillas rojas de enojo y por más que había pasado un rato no lograba olvidarse de la escena. Así y todo, continuó milimétricamente con lo estipulado, mientras que intentaba repasar mentalmente la secuencia. Ahora que lo pensaba detenidamente, puede que estuvieran discutiendo y ella los había interrumpido. Mucho más serena le pareció recordar que Patrick pudiera estar amenazando a Stephen.

            La ceremonia transcurría en armonía, fotos, vídeos, una gran familia. Para finalizar el otoño, suelta de aves y una balsa en forma de corazón con un cofre chapado en oro que se quedaba detenido en uno de los puentes, justo para que Andrew pudiera alcanzarlo y tomase las dos llaves para pasar a «primavera».

            —Por favor, pasemos a la siguiente estación —dijo Margaret con su cronómetro en la mano.

            Robertino se desplazaba casi en el aire acomodando el vestido de Lila y no pudo con su genio y comenzó a explicarles a todos a su paso:

            «No es que no sepamos el orden de las estaciones, los novios han querido expresar que el amor ha crecido desde su punto más frío representando por el invierno y cómo han llegado al verano, puro fuego ¡uyuyuy!»

            —Robertino gracias por decirlo, sin duda eres todo un amor —Margaret usó toda la ironía de la que fue capaz utilizar en tan solo una frase.

            El modisto, diseñador, planeador de bodas no quería perderse la oportunidad de promocionarse, revoloteaba por aquí y por allá comentando sus excéntricas ideas, seguramente tendría mucho trabajo en los próximos años y no permitiría que la vieja Margaret le robara protagonismo.

            La novia disfrutaba la velada, pero siempre atenta a todos los movimientos y preparativos, acomodando cuidadosamente con sus propias manos los delicados prendedores L&A tanto en su padre, su ahora suegro y su esposo. Parecía que solo le interesaba que se lucieran los delicados apliques. Una vez más se acercó a Robertino y le murmuró cosas al oído, a ambos se los veía muy comprometidos trabajando codo a codo, cuando este se alejó hizo lo mismo con Margaret, quería estar en cada uno de los más mínimos detalles.

            —No se Lila, estaban discutiendo —Margaret la estaba poniendo al tanto de las últimas novedades— no logré escuchar demasiado, me pareció que tu padre lo amenazaba.

            — ¿Tenían los prendedores puestos?

            —Si Lila por supuesto, es lo único que miro todo el tiempo, que los tres tengan los prendedores puestos tal como me indicaste y si alguno lo pierde o se lo saca, tengo en el bolsillo los de repuesto, mira —sacó tres hermosos apliques.

            —Gracias Margaret, sé que para ti es un trabajo más pero realmente es muy importante para mí —explicaba la novia visiblemente emocionada.

            —Lila además de que me pagas una fortuna adicional de la que ya me estaban pagando por este trabajo no tienes nada que agradecerme y, por cierto, el convenio que me han hecho firmar tus abogados te garantizan mi eficiencia y como ha quedado más que claro, mi absoluta confidencialidad. Nada relacionado con esta boda o sus invitados puede ser revelado salvo tu expresa indicación y eso incluye a todo el mundo ¿Correcto?

            Lila asintió con la cabeza y se fue sonriendo en busca de su esposo, a su paso iba saludando tímidamente a muchos de los desconocidos allí presentes. Si algo había caracterizado a la joven era su perfil bajo y no haber participado nunca de ningún evento o reunión de negocios, hasta inventaba cualquier tipo de excusa con tal de no acompañar a sus padres a ninguna de las fiestas de gala a las que eran invitados. Pasaba lo mismo con la mayoría de los que estaban allí, muchos veían a Lila por primera vez y de hecho si no fuera por el vestido de novia no la hubieran reconocido. No había una sola foto de la muchacha en ninguna red social o página web, ni siquiera en ninguna revista, igualmente la transformación en esta mujer rubia y de ojos marrones tampoco la hacía familiar, parecía otra persona.

            —Lila jovencita, estas increíblemente bella —Nada menos que el número dos de empresas Prescott saludaba a la muchacha.

            —Muchas gracias, Sr Black, si me permite —Lila le colocó un prendedor L&A sobre la solapa— para mí es un honor que usted lleve este broche, me honra con su presencia y con lo que hace en las empresas de mi familia, yo le pediré a Margaret que me de otro.

            —Lila sinceramente me sorprendes, gracias, no esperaba un gesto así tuyo ya que casi no nos hemos visto, y que me distingas con tu insignia es para mí impactante.

            —Sr. Black, si mi padre le ha confiado el puesto que tiene desde hace años, sin duda es porque es casi como si fuera él, así que para mí usted tiene el mismo rango y las mismas funciones que el mismo Sr. Prescott ¿me equivoco?

            —No quisiera sonar vanidoso Lila, pero así es. —Como buen hombre de negocio no perdió la oportunidad para promocionarse— Hace muchos años que trabajo codo a codo con Patrick y se puede decir que estoy tan comprometido y participo en todo lo que sucede que me considero no solo la mano derecha. Estate segura de que, si el día de mañana tu padre decide tomarse un merecido descanso, puedes dejarme con total confianza el manejo de todo a mí, ya que no hay nada que se me escape de las manos.

—No tenía ninguna duda de eso, claramente mi padre necesita tener un muy buen equipo a su lado, de lo contrario le sería imposible llegar hasta donde ha llegado —Lila le acomodaba aún más el hermoso broche mientras hablaba— usted es sin duda una pieza fundamental del engranaje industrias Prescott —le dio un beso en la mejilla y siguió su camino radiante y orgullosa.

            Fueron pasando todos los invitados a excepción de uno. Por cierto, de aspecto muy serio, parecía ser el único que no lo estaba pasando bien.

            Margaret, que no se perdía ningún detalle, fue a buscarlo y lo invitó gentilmente a moverse, vio como sobresalía de su bolsillo una cucharilla, pensó para su adentro qué cursi robarse un cubierto, pero no quiso delatarlo, ya había tenido bastante con el padre del novio y todavía le faltaba media boda.

            —Caballero, podría usted ser tan amable de unirse al resto de los invitados —gentilmente inclinó su cuerpo y torció su mano derecha con la palma hacia arriba apuntando hacia la muchedumbre que se alejaba.

            —Mi dios, le pido sinceramente mil disculpas, quedé con la mente perdida viendo todo esto. Tengo que decirle, que su trabajo me parece estupendo, distinguido, y sobre todo muy serio.

            Margaret no esperaba ese elogio, la descolocó por un momento y se sonrojó, era justo lo que necesitaba escuchar después del incidente con Stephen Glambers.

            —Muchas gracias, joven, ciertamente ha sido un trabajo agotador. Esta boda es como si fueran diez al mismo tiempo, y sí, he tratado de que sea lo que usted dice, un trabajo distinguido y sobre todo muy serio.

            —Discúlpeme, madame, no estoy acostumbrado a estos eventos y a tanta gente. Por favor, las damas primero, no quiero causarle ningún tipo de problema —. Dejó que ella pasara y la tomó gentilmente de la mano. Juntos atravesaron el portal hacia «primavera».

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