Un día común

Pocas veces se había generado tanta expectativa como en ese momento. Si bien no había ninguna norma que impidiera el encendido de televisores, en general no se utilizaban, por eso cuando «el jefe» salió despedido como un rayo pidiéndoles a todos que se acercaran para ver las noticias, generó un desconcierto sin precedentes.

            «Altas fuentes mencionan que las pruebas son contundentes y si bien aún no se conoce el paradero del peligroso magnate, se da por descontado que pasará el resto de sus días en prisión junto a su familia y a sus cómplices. Recordamos que su hija Lila Prescott ya ha sido condenada por homicidio. Reportó para la cadena internacional Newsint, Eleonora»

            «El jefe» comenzó a cambiar frenéticamente de canal. Una noticia como esa debería permanecer al aire, solo tenía que encontrar la emisora que lo trasmitiera. No tardó en encontrar lo que buscaba, la fachada del edificio corporativo de las empresas Prescott en New York de fondo, le confirmó de qué hablaban. Subió el volumen para escuchar al hombre de traje que estaba rodeado por varios reporteros.

            «Evasión de impuestos, sobornos a funcionarios de diferentes países, interferencias y sabotajes, causantes de contaminación ambiental y robo de recursos naturales en Latinoamérica, propagación de enfermedades para venta de medicinas experimentales, entre otros de los numerosos delitos. A nosotros nos indigna como a ustedes la serie de homicidios que ya se han comprobado…»

            Vuelta en estudio, un grupo de periodistas e invitados, conversaban en una mesa simulando un debate.

            «Si bien no se da a conocer por razones de seguridad el nombre del testigo de identidad reservada, entendemos que puede llegar a ser cercano al círculo de alguna de las dos corporaciones»

            La mujer que hablaba parecía ser la protagonista del programa y le dio paso a uno de sus compañeros que acotó:

            «sabemos que ha sido clave la entrega de documentación comprometedora. Los fiscales afirman que han tenido todas las pruebas en bandeja de plata dejando sin chance a los abogados de la defensa. Se esperan más arrepentidos que impliquen aún más al resto de los integrantes de esta red internacional de corrupción sin precedentes».

            La cámara regresó a la mujer, quién con un gesto cuidado, se sacó sus lentes y mirando fijo dijo:

            «el gran interrogante es saber porque este caso permaneció tanto tiempo fuera de la cobertura de los medios».

            Terminada la frase empezó a bajar la iluminación del estudio al mismo tiempo que subía la música. «El jefe» decidió que ya era suficiente información y apagó la pantalla.

            La reacción fue inmediata: aplausos, papeles al aire y gritos de alegría que hicieron que la unidad de investigaciones especiales se fundiera en un círculo de hermandad. Era lo esperado después de más de cinco años de incansable trabajo. Seguramente dejarían para otro día sus problemas internos, en ese momento solo importaba la satisfacción de lo realizado y, por cierto, era el mayor logro desde la creación de la agencia.

            Por primera y única vez los seis integrantes de la unidad respiraron con alivio. Al fin lograban sacarse de sus hombros el peso de entregar a la justicia el mayor caso de corrupción en la historia.

            Pero para Ámbar fue mucho más. Ella estaba abocada a este caso en forma exclusiva. Sus compañeros trabajaban cada uno con los suyo siempre aportando y siguiendo de cerca las novedades del caso "Presblers", tal como lo llamaba la prensa. Era tanta la emoción que no pudo evitar que se le escaparan un par de lágrimas que brotaban de sus ojos cuando se disolvió el abrazo comunitario.

            Al ver a la muchacha conmovida, Peter, Michael y John, la felicitaron con un efusivo y cariñoso abrazo, por el contrario, Mary y Agnes se mostraron más distantes y solo le hicieron el clásico pulgar hacia arriba.

            A Ámbar en ese momento solo le importaba una sola opinión, por eso buscó con la mirada a su jefe y si bien no debió sorprenderla, le dolió que él la esquivara. El hombre solo se limitó a decir:

            «buen trabajo equipo, buen trabajo Señorita Stone».

            Luego se dirigió a su oficina, pero antes de entrar en ella miró al grupo y les advirtió:

            «es cierto, cayeron un par de peces gordos, pero esto aún no ha terminado y es hora de volver al trabajo».

            Peter se acercó a la muchacha y muy por lo bajo le reiteró las felicitaciones, no quería que nadie lo escuchara. Estaba agradecido de todo lo que Ámbar había aportado al equipo: una mirada fresca, método e inteligencia. Todavía aún hoy no se explicaba porque le habían asignado este único caso y calculaba que todos sus compañeros tendrían las mismas inquietudes. Él al igual que el resto, habían pasado por el derecho de piso de ser novatos, pero a su juicio el jefe se pasaba de exigencias con Stone. Todavía recordaba las instrucciones que le había dado desde el primer día que llego Ámbar. Nada de referencias personales, nada de hablar de ningún otro expediente y mucho menos de la composición del resto de la agencia. Solo tenía una gran duda, ¿en qué trabajaría Ámbar de ahora en más?, especialmente cuando cayera el resto de la banda. Al parecer ella también pensaba lo mismo, al menos le pareció por la cara que llevaba cuando cerró de un portazo la puerta de la oficina del jefe.

            —No lo entiendo sinceramente —le reprochó la joven al distante jefe— ¿qué más tengo que hacer para demostrar que estoy a la altura de cualquiera del equipo? Conseguí todas las pruebas, vinculé a políticos, empresarios, jueces y hasta dejé de lado mi vida personal, ¿qué más se necesita para que me pasen a la siguiente fase? ¿O es acaso que nunca va a suceder?  

            No encontró más que silencio así que volvió a preguntar, pero esta vez con más fuerza —¿Voy a pasar al siguiente nivel? ¿De quién depende esta decisión? Porque me queda claro que si es por ti seguiré estancada en el mismo lugar, ¿o me equivoco?

            —No Stone, no se equivoca. Por mí nunca hubiera formado parte de mi equipo. El jefe dio unos pasos y se dirigió hacia la ventana, mirando hacia afuera agregó —lamentablemente ni yo mismo tengo injerencia en algunas cuestiones, pero creo que eso lo sabe usted mejor que yo. ¿O acaso se le olvida la historia de cómo logró entrar aquí? — dio unos pasos de vuelta hacia su escritorio y con una mirada desafiante agregó— o mejor aún, ¿le parece que recordemos la asignación al caso más importante de la agencia? Lo dejamos así Señorita Stone — rojo de ira y en actitud desafiante apoyó sus dos manos en el escritorio, luego invitó a la joven a retirarse.

            — ¡Esto no se va a quedar así! ¡No vas a postergarme por siempre! —Ámbar barrió con el brazo los pocos papeles que había sobre el escritorio— me merezco el reconocimiento y lo sabes muy bien. Sin mí nada de esto hubiera sido posible, ni siquiera estarías en esa posición —alzó la voz como nunca lo había hecho hasta ese entonces.

            El hombre ni se inmutó, simplemente se sentó y entrelazó los dedos mirándola con una sonrisa socarrona en los labios, movió su mano derecha indicándole la salida, generando una reacción en la agente Stone.

            —No juegues conmigo. ¡Te conozco muy bien! —Ámbar le apuntó con el dedo índice directamente en la cara y se fue pegando un portazo que hizo vibrar al recinto, no sin antes fulminarlo con una mirada amenazadora.

            Todos se preguntaban qué había pasado, pero nadie se atrevió a decir nada. No se explicaban cómo habían pasado tan rápido de un momento de festejos y alegría a uno de los climas más tensos del que todos tuvieran registro. Sin duda un gran misterio, pero si alguien pudiera vivir con esa incertidumbre y con muchas otras, era la unidad de investigaciones especiales.

            La joven agente se dirigió a su escritorio y comenzó a escribir en su Laptop a toda velocidad. Ignoró ser el centro de las miradas y actuó como si estuviera sola. No solía perder la cabeza por nada y siempre tenía una estrategia para cada cosa que decidía hacer en su vida. Con un gesto sutil se acomodó un poco su cabello y continúo escribiendo por un par de horas más. Aprovechó el silencio de sus compañeros. Le pareció de lo más útil que le podía haber pasado en ese día, después de todo tenía mucho en qué pensar y todo un plan de acción que desarrollar, al menos si quería cambiar su destino en la agencia y estaba dispuesta a todo, exactamente a todo. Haría lo que tuviera a su alcance y si su jefe se convertía en un obstáculo, ya vería lo que haría con él. Había llegado demasiado lejos y no pensaba detenerse ahora y mucho menos por él. Solo tenía que ser cuidadosa. Se arrepintió de la escena de hace unas horas, no fue astuto de su parte. No era la primera vez que atravesaba situaciones difíciles. Era cuestión de conservar la calma y esperar el momento oportuno, quién espera cinco años puede esperar un poco más, se dijo así misma y se le dibujó una sonrisa involuntaria en su rostro mientras miraba a la pared que tenía enfrente. Hizo un guiño con su ojo derecho.

            — ¡Maldita! —Dijo el jefe mientras la observaba— descubrió esa cámara también.


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