Capítulo ocho. Hambre de amor

Ofelia ya ni recordaba cómo había terminado la discusión con su madre, se sentía vapuleada emocionalmente y prefirió retirarse de la sala. Estaba cansada de una manera que nadie podía comprender o quizás sí, únicamente alguien que había sufrido lo mismo que ella podía ser capaz de entender su dolor.

Por un perturbador momento, tuvo el impulso de tomar su maleta y marcharse, pero un rayo de lucidez le hizo darse cuenta de dos cosas. Primero: no tenía un lugar a donde ir, no podía siquiera contar con Luciano, a ese hombre ya le había hecho mucho daño, para intentar pedirle ayuda y Dos: Necesitaba ayuda desesperadamente. Ella por su cuenta no lo había logrado, seguía siendo frágil ante las adversidades, sobre todo, porque seguía guardando todo lo ocurrido en lo más profundo de su corazón; era algo que la atormentaba y no le dejaba ver

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