Capítulo cuatro. ¡No voy a casarme!

—No estás obligado a visitar la casa de Valerio. Ninguna de sus amenazas te puede afectar —se dijo mirándose al espejo mientras se arreglaba la corbata.

Pero él sabía que, si no asistía esa noche, Valerio no dejaría de acosarlo y hostigarlo, él no quería eso, no lo necesitaba. Sin embargo, dejaría claro de una buena vez las cosas con la familia Carranza.

Bajó de su habitación y salió de casa, tratando de mantenerse sereno, porque de lo contrario terminaría asesinando a Valerio y la bruja de su hija.

Mientras tanto Ofelia escuchaba los gritos que provenían del primer piso, sabía que sus padres estaban discutiendo de nuevo y esta vez era ella la principal razón; ella y el bebé que esperaba.

—¿Qué haces aquí? —escuchó la voz de su madre.

Ofelia nunca creyó que su madre se armara de valor y decidiera romper con su padre, temía que solo fuera un momento de valentía y al final de todo terminara cediendo. Los días que había pasado sin él en casa, había experimentado un poco de paz. «No te hagas ilusiones Ofelia, tu padre terminará imponiéndose de nuevo y estarás a su merced, es mejor casarte con Luciano, solo así estarás segura y tu bebé también. ¿Has pensado en lo que podría suceder si nace niña?», pensó mientras un escalofrío recorría su cuerpo y la hacía estremecer de miedo.

—Aún tenemos que arreglar la situación de Ofelia, te guste o no voy a hacer que Luciano Barrera se haga responsable por el hijo que ella está esperando —le escuchó decir y estaba de acuerdo, ella necesitaba salir de esa casa y olvidarse de todo lo que allí había vivido durante todos estos años.

—¡Estás loco Valerio! ¡Eres el único culpable de todo esto, tú provocaste esta situación! ¿Cómo esperas que Luciano responda por lo que tú deliberadamente planeaste? ¿No tienes vergüenza?, es mejor que te marches de mi casa, mi abogado se pondrá en contacto contigo, para que firmes los papeles del divorcio.

«¿Habla en serio? ¿De verdad piensa divorciarse de papá?» Una sensación de felicidad le embargo, pensando en si las palabras de su madre eran ciertas, ella por fin tendría paz en su vida, porque estaba segura de que su madre no la echaría a la calle.

Ofelia no tuvo tiempo de pensarlo más, al escuchar un auto estacionarse, dejó de prestar atención a la discusión que se llevaba a cabo en la sala y corrió hacia la ventana para ver a Luciano bajar del vehículo, su corazón latió al verlo y su pulso se aceleró al pensar que pronto sería su esposa.

Sin embargo, las cosas no eran como ella las pensaba y solo tuvo que esperar a que Tristán viniera por ella y darse cuenta de la terrible verdad que se extendía delante de ella.

—Me alegra que hayas reconsiderado tu postura Luciano, no podía esperar menos de ti —soltó Valerio con una sonrisa en los labios de quien se sabe ganador.

—Se equivoca señor Carranza, sus amenazas no me asustan. Sé que es usted el principal orquestador de todo este embrollo, espero que también sea bueno para buscar un buen abogado que lo defienda —señaló con frialdad Luciano, que evitó ver a Ofelia a toda costa. No sabía si sería capaz de verla y no decirle lo que pensaba de ella.

—Lamento mucho lo sucedido, Luciano, yo…

—Cállate, Imperio, deja que maneje este asunto a mi manera. Nuestra hija está embarazada de este hombre y podemos entablar una demanda en su contra; ella apenas ha cumplido la mayoría de edad.

—Ya lo ha dicho, es mayor de edad y, por lo tanto, muy capaz de asumir las consecuencias de sus actos, venir a embarazarse para atrapar un marido es el acto más bajo y ruin que una mujer puede hacerle a un hombre —le interrumpió viendo a Ofelia fijamente.

Aquella acusación fue como un balde de agua fría para Ofelia y las pocas esperanzas se estaban desvaneciendo con cada palabra que salía de los labios de Luciano.

—No estoy interesado en lo que piensas de mi hija, Luciano. Lo que quiero es que respondas por el pequeño que crece dentro de ella; o de lo contrario tendrás muchos problemas con la ley. Haré que tu nombre se vea envuelto en escándalos que podrían ser muy perjudiciales para tu reputación y para la reputación de tu empresa —amenazó el hombre con una sonrisa cínica en el rostro.

Una risa escapó de los labios de Luciano, era una risa sin humor, forzada.

—Espera mucho de mí, señor Carranza, pero usted y yo sabemos que no estoy obligado a responder por algo que sucedió sin mi consentimiento, fui drogado por Ofelia y tengo exámenes médicos que pueden corroborar mis palabras. Me pregunto ¿Qué es lo que pasará si llegamos a tribunales y ventilamos el caso? —preguntó afilando su mirada. —¿Cómo podrá Ofelia explicar la adquisición de un producto ilegal? Pero si aun así usted quiere demandarme, puede hacerlo; siéntase completamente libre de proceder según su consciencia. Tengo el dinero y el poder para enfrentarlo, por mi reputación usted no se preocupe. Tengo las pruebas necesarias para sajar el caso, antes que inicie —añadió con seguridad, sin vacilar.

El enojo corrió por el cuerpo de Valerio Carranza, tanto que su rostro se tornó rojo de la furia al escuchar las palabras del hombre.

—¡Convocaré una rueda de prensa, y voy a arruinarte! —gritó levantándose de su lugar, como si fuera un perro rabioso.

—¡No voy a casarme con ella! —exclamó en respuesta mientras sus ojos relampagueaban como lo hace un rayo en una noche de tormenta—. Voy a reconocer al pequeño y trataré de involucrarme en todo lo referente a él o ella; porque es tan inocente como yo en toda esta m****a que han organizado, no son más que dos seres ambiciosos y oportunistas. Lo siento por ti Imperio, pero no voy a casarme con tu hija —aseguró con firmeza.

El corazón de Ofelia se rompió en miles de pedazos. Hasta ese momento no había sido consciente del daño que le había hecho a Luciano, por complacer a su padre. Hasta ese día no había sido consciente que el amor, no se podía forzar, comprar o condicionar.

«He sido una tonta, solo he sido un instrumento para mi padre. Ni siquiera fui consciente de la verdad. Haga lo que haga él jamás va a amarme, porque eso debe ser natural. El amor que un padre debe sentir por sus hijos debe ser sin condiciones» pensó y por un momento la respiración le llegó a faltar. Se había equivocado y de la peor manera.

Sin embargo, no pudo evitar recriminarle a su madre el que aceptara la negativa de Luciano a casarse con ella; no estaba pensando en nada más que no fuera en su hijo y para lo que su madre debió ser una mirada de odio, en realidad era una mirada de súplica, de ruego porque no sabía de lo que su padre era capaz de hacer si Luciano no se hacía responsable.

Se sumergió tanto en sus pensamientos que no escuchó a Luciano marcharse, pero sí a sus padres discutir antes de que su padre saliera dando un portazo a la puerta.

—¿Cómo puedes hacerme esto mamá? Luciano tiene que casarse conmigo, él tiene que casarse conmigo ¡Estoy embarazada de él! —explotó y lo que para Imperio Acosta era un acto de osadía, para Ofelia era una manera de pedir auxilio, lamentablemente no sabía cómo hacerlo con las palabras correctas.

—No te estoy haciendo nada. Esto que estás viviendo lo has hecho tu misma. Lo que le has hecho a Luciano es un delito. Confórmate con lo que él puede darte, cualquier otro hombre se desentendería de ti y del bebé o en el peor de los casos te enviaría a prisión. Así que no te atrevas a apuntarme con el dedo, porque no soy la culpable y tampoco voy a obligar a Luciano a casarse contigo si no lo desea. Si tu padre insiste en obligarlo, la que terminará sufriendo las consecuencias serás únicamente tú. Porque un matrimonio sin amor termina convirtiéndose en un infierno tarde o temprano. Ahora sube a tu habitación y piensa en lo que has hecho y encuentra al culpable, pero no te atrevas a culparme por algo que tú sola hiciste —espetó con enojo.

Ofelia la miró con intensidad antes de girar sobre sus pies. «Eres la única culpable de todo, mamá. Si tu valentía de ahora la hubieras tenido en el pasado seguramente yo habría tenido una vida distinta y no estaría buscando un caballero de brillante armadura.» Ofelia no se atrevió a decir sus pensamientos en voz alta, o tenía sentido, para su madre ella era una mala hija nada más.

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