Capítulo cuarenta. El hombre perfecto

La propuesta de Sebastián estaba lejos de ser la más romántica del mundo, pero era totalmente sincero y eso era algo que el muchacho apreciaba por encima de todas las cosas.

Sebastián era más que el hombre que amaba, era su modelo a seguir. Era el hombre perfecto.

La pareja disfrutó de su momento, bailaron y bebieron, mientras los novios compartían con los otros invitados y seguramente por el resto de la noche no los echarían de menos si decidían darse una escapadita.

—Te deseo —susurró Oliver un tanto achispado por la champaña en su sistema.

—Solo espera a que la fiesta termine y Victoria se marche a su luna de miel y sabrás lo que es bueno —le susurró Sebastián al oído.

El muchacho tembló y se sintió terriblemente excitado ante aquella amenaza.

—Pues le pediré que se marche ahora —dijo Oliver casi en un gemido.

Sebastián dejó escapar una carcajada que para Oliver sonó cómo a la más dulce melodía de amor.

¡Estaba irrevocablemente enamorado de su prometido! Y él se sentía realizado en
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