Capítulo 37

Los fuertes pasos resonaban por aquel largo pasillo.

Shara iba andando, pero pisaba con toda la rabia que se guardaba dentro.

No conseguía entender en qué momento dejó de tener todo bajo control con Brianda. Pero no tenía dudas, sabía que todo era culpa de Oliver Anderson.

Desde el principio todo fue culpa de él.

Recordó cómo Brianda era una niña a la cual ella dominaba perfectamente cuando tenía cinco años. Todo era perfecto, era una niña educada y bien portada. No era una niña que llorase o hiciera berrinches, todo lo contrario; era silenciosa, se entretenía con cualquier juego y nunca dio problemas de alimentación o sueño.

Shara envidiaba a su jefa por haber logrado adoptar a una niña tan hermosa y buena, así como por tener por esposo a un hombre tan importante y sobre todo rico.

La mujer no veía justo que su señora tuviera una vida cómoda, plena y feliz, mientras que ella, en aquel entonces, no era más que una simple niñera.

Un buen día, su jefe le informó de que los niños, Bria
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