Capítulo 1.

Brianda se despertó como cada mañana, antes de que sonara la alarma. Para ella era como una manía, le gustaba hacerlo.

Se lavó la cara y se puso mis pantalones de correr negros y una camiseta rosa. Se calzó sus zapatillas negras y después se colocó una sudadera negra. Lo sabía, era demasiado evidente que le gustaba el color negro.

Se recogió su alocado cabello largo, rizado y rubio en una alta coleta que hacía ver aún más larga su melena.

Como complemento colocó sus audífonos mientras salía de su habitación y bajaba las escaleras. Llegando a la puerta tomó sus llaves y se dispuso a escuchar «Reik» mientras empezaba su rutina de running como cada mañana.

Mientras iba corriendo, por un segundo cerró sus ojos mientras cantaba al compás de la canción «Noviembre Sin Ti» y se dejaba envolver por el sonido de esa canción.

Pero como a veces es la mujer más patosa que pisó La Tierra y suele ocurrirle, no supo en qué preciso momento, chocó una vez más contra una m*****a farola. O eso creía, que aún seguía con los ojos cerrados por el impacto.

-¿Está bien señorita?...

Una voz le pregunto e inmediatamente se sacó los audífonos y miró al frente. Enseguida enrojecieron sus mejillas.

Sí, había chocado contra el hombre más guapo que había visto en toda su vida.

Se quedó boquiabierta al ver esos ojos azules tan hermosos a la par que poco comunes, esa boca tan perfecta, que parecía dibujada y esos cabellos oscuros perfectamente peinados. 

Pudo observar que el apuesto joven le extiendió su mano para ayudarla a levantarse. Aunque por un segundo dudó, optó por agarrar su mano y dejarse ayudar.

-Sí, estoy bien, muchas gracias y disculpa, iba despistada pensando en cualquier cosa... -No era capaz de soltar su mano, aunque ya estaba en pie y debía sacudir su ropa que estaba llena de tierra.

Cuando al fin reacciona, soltó su mano como con pesar. Sacudió sus pantalones y volvió a posar su mirada en él. Se sentía como hechizada.

Escuchó entonces a alguien aclararse la garganta y giró su cabeza para mirar. 

Al parecer no solo había hecho el ridículo delante de un hombre guapo, sino que este venía acompañado por su hermano o amigo, no lo sabía en realidad.

''Tierra tragame y escupeme en el Caribe. ''

Pensó llena de vergüenza.

-Perdonen, debo seguir mi ruta, se me hace tarde y no puedo perder tiempo, de nuevo discúlpame. -Le dijo mirando fijamente a los ojos a ese guapo hombre.

-No se preocupe y ponga más cuidado en adelante.  -Responde con voz seria el joven, mientras su amigo no deja de verla de arriba abajo, haciendo que ella se sintiera aún más nerviosa de lo que ya estaba.

-Pierda cuidado, señor en adelante me fijaré por donde voy.

Sin esperar su respuesta comenzó a correr nuevamente hasta su casa, algo le decía que no era la primera vez que veía a ese hombre, pero por más que se esforzaba no conseguía recordar de dónde le conocía.

Ya en casa, después de ducharse y alistarse, salió para la empresa, la cual había tenido que construir desde cero, dado que la heredó en ruinas tras la fatídica muerte de sus padres.

Inés, su secretaria, la esperaba con una enorme pila de papeles para firmar.

Después de varias horas, al fin tuvo un rato libre para respirar. 

Decidió llamar a una de sus mejores amigas, Valeria.

Valeria, Roxana y Brianda se conocían desde el colegio. Fueron las únicas que siempre habían estado ahí para ella.

Para hacer todo más rápido, decidió escribirle un mensaje:

"Valeria, os espero esta noche a Roxana y a ti para cenar, tengo que contaros una cosa que ha sucedido esta mañana. Avisa por favor a Roxana, no tengo tiempo de m****r dos mensajes. Nos vemos a las 9 en mi casa."

No se molestaba en esperar respuesta, sabía que ambas irían, puesto que sus amigas sabían que si ella las reunía era por algo importante.

Pasada una media hora Inés aparece de nuevo por la puerta para avisarle que tiene una reunión urgente con la empresa asociada nueva, de la cual aún no conocía al dueño.

Ella caminaba hasta la sala de reuniones con pasó firme, haciendo resonar sus zapatos por toda la planta. Empujó la puerta de madera y acto seguido caminó hasta su sillón de cuero negro. Tomó asiento enseguida y esperó.

Cinco minutos más tarde estaban todos los socios allí.

O eso era lo que ella creía.

Instantes después sonó suavemente la puerta. Evidentemente alguien estaba llamando. 

Cuando la puerta se abrió, un apuesto joven con traje gris de Armani, alto, moreno y con un maletín negro, apareció frente a ellos, entrando en la sala.

''No puede ser él. ''

Pensó.

Brianda se quedó inmóvil durante unos cortos segundos y se puso en pie, dispuesta a saludarlo. Éste le extiende nuevamente la mano, la cual ella toma sin dudarlo y a él se le dibuja una sonrisa en sus labios.

-Vaya, parece que vamos a vernos muy seguido, señorita paredes.

-Eso parece, ¿Señor...?.

-Anderson, Oliver Anderson.

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