VII Las perversas clases de cocina
Sí, Sam era una persona optimista, el optimismo era un pilar fundamental en su vida. Ver el lado positivo, no cegarse a lo malo sino valorar lo bueno, las enseñanzas de la vida, el aprendizaje continuo para ser una mejor persona, pero ¿Qué enseñanzas quería darle la vida al tener que compartir la cama con su jefe?

El tirano le había enviado un mensaje anunciándole que dormirían juntos. ¿Cuál era el sentido de decírselo a las diez de la mañana? Arruinarle el día, por supuesto. Volverla loca, claro que sí.

Tenerla todo el día pensando en él, eso pretendía Vlad, sonriendo en su trono en empresas Sarkov. Ya más relajado con la nueva masajista, debía retomar el plan de descubrir qué tramaba la sirvienta. Le daría una carnada más.

—Está muy salado —le dijo a Sam la maestra de cocina que su jefe había contratado para seguir volviéndola loca.

—¡Pero le puse lo que decía la receta!

Decía una pizca, ¿Cuánto era una pizca? El mundo era civilizado, la gente ya conocía los gramos y existían la
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