El infierno de los Sarkovs
El infierno de los Sarkovs
Por: NatsZ
Capítulo Zero

—¿Dónde está Violeta?

Esas fueron las aterradoras palabras con las que Vlad Sarkov, de catorce años, despertó a su madre una aciaga noche de otoño.

Su oscura silueta, a los pies de la cama, se acercó. Anya se llevó una mano al pecho, la otra buscó a tientas a su esposo en la oscuridad. Estaba sola.

—Fui a su habitación, pero hay alguien más ahí —agregó Vlad.

La mujer encendió su lámpara y, al ver al niño, deseó no haberlo hecho. El rostro de su hijo era espantoso. Tenía los ojos desorbitados y toda la cordura parecía haber desaparecido de ellos. Quiso llamar a la policía.

—Vlad... querido, debiste tener una pesadilla... ¿De qué Violeta hablas?

Él se llevó una mano a la cabeza.

—Pues... ¡De Violeta!... La única que existe... ¡Tú sabes quién es!

—Querido, no hay ninguna Violeta, yo no conozco a ninguna. Puedes preguntarle a quien quieras en la casa y obtendrás la misma respuesta.

—Pero recuerdo su risa... ¡Y la vi! ¡La vi en la pérgola! Pero cuando fui a buscarla ya no estaba.

Anya suspiró.

—Fue sólo un sueño, Vlad ¿Puedes describir cómo era ella?

—Era... era joven... eso creo... era importante.

La mujer dejó la cama y acompañó a su hijo hasta su habitación. Del botiquín tomó unas píldoras.

—Sabes que cuando no las tomas tienes pesadillas, Vlad. No dejes de tomarlas.

—Pero me adormecen... necesito pensar con claridad.

—Para eso debes descansar y no podrás lograrlo sin tus píldoras.

Él se las tomó y se metió a la cama. Allí su madre lo arropó. Permaneció junto a él, acariciándole la cabeza. La enorme herida que tenía en un costado apenas y comenzaba a sanar, pero había otras también y esas seguían abiertas.

—Se sentía tan real... su sonrisa... la oía como oigo tu voz —decía él, con los desorbitados ojos fijos en el cielo.

—Así son los sueños, Vlad, algunos parecen reales, pero no son más que eso, sueños.

No recuerdos, no ecos en su cerebro conmocionado por la pérdida, sólo sueños.

—Extraño a Maximov...

Los ojos de Anya se humedecieron.

—Lo sé, Vlad. Tú amabas a tu hermano.

—Desearía... desearía poder soñar con él.

El muchacho por fin se durmió y Anya permaneció a su lado. Ahora era ella la que no podría dormir.

—Sé que lo amabas, Vlad y que no querías lastimarlo, pero lo hiciste... Espero que jamás lo recuerdes.

                                    〜✿〜

—¿Cómo te fue en el examen, Vlad?

—Calificación máxima. Sabes que soy un genio, Rose, no sé para qué preguntas.

Ella hizo un mohín y acabó riendo. Las clases de ambos habían terminado y fueron a sentarse a los pastos detrás del edificio de economía. Había allí unos álamos que daban buena sombra y a esas horas no había mucha gente.

Rose descansaba entre los brazos de Vlad, que tenía la espalda apoyada en el tronco.

—A mí maestro le gustó mucho el ensayo que escribí. Dijo que se lo había enviado a unos colegas en Londres y a ellos también les gustó.

—¡Eso es genial, Rose! Ya sabía yo que todo lo que hacen tus manos es sensacional —le susurró al oído.

Ella tragó saliva.

—Me animó a que postulara para la beca de intercambio. Él me recomendará con los del comité, pero no estoy segura.

—¿Bromeas? Una vez me dijiste que ir a estudiar a Inglaterra era tu sueño.

—Eso fue antes de que nos volviéramos novios. Si gano la beca, me iría el próximo semestre... no quiero estar lejos de ti.

Él la hizo volverse para mirarla a los ojos.

—No puedes dejar de lado tus sueños por un hombre, aunque sea uno tan fantástico como yo. Además, soy Vlad Sarkov, Rose y tengo un jet privado. ¿Crees que un montón de agua o tierra podría separarnos?

—¿Irás a visitarme?

—Claro que iré, mi amor. Es más, empezaré a investigar sobre los cursos de administración que imparten, así podría irme contigo.

La sonrisa de Rose no tuvo límites y lo besó con devoción.

—¿Y tu familia no se opondrá?

—¿Por qué lo harían? Estudio lo que ellos desean. Mi formación académica se enriquecerá mucho más si tomo cursos en una universidad inglesa. Podría incluso montar una filial de empresas Sarkov allá, si es que decidimos quedarnos a vivir. ¿No te gusta la idea?

—¡Me encanta, Vlad!

Ella volvió a besarlo bajo las sombras de las hojas que danzaban por sus cuerpos. En instantes como aquel, Vlad sentía que nada le faltaba.

—El lunes empezaré a darte clases de inglés. Vas a dejar a los del comité con la boca abierta, Rose.

El lunes, Vlad llegó al árbol que habían hecho su refugio cargando unos libros que había comprado para las clases. Ya era tarde y ella no estaba. En su lugar, junto al tronco, había una maceta. Los libros se le cayeron, Vlad se arrodilló a contemplar la dulce flor que se agitaba con la brisa.

—Violeta —susurró, aferrándose la cabeza.

Así estuvo unos segundos, eso tardó su cabeza en vaciarse por completo, mientras oía las llantas derrapando y la risa que habitaba en sus sueños. Se puso de pie y se fue, sin saber qué hacía allí.

Se despertó en una clínica una semana después. Lo habían encontrado vagando en un muelle. Su pálida piel estaba quemada por el sol. También estaba desnutrido y algo deshidratado.

Poco a poco su cabeza empezó a llenarse al ver a su madre y a su padre. Había perdido su teléfono, pero pronto le dieron otro. Recuperó sus contactos y llamó a Rose. Ella no contestó. Tampoco lo hizo al día siguiente.

No la halló en la universidad. Había muchas Rose inscritas, pero no recordaba su apellido ni lo que ella estudiaba. Recordaba el árbol y la esperó allí. La esperó bajo todos los árboles pues no sabía cuál era el correcto. Ella jamás volvió. Tanta era su desesperación por encontrarla que fue a hablar con su madre.

—Querido, tú nunca has tenido una novia.

—¿Me estás jodiendo, madre? ¡Rose es real!

—Entonces dime cómo es. Descríbela para ayudarte a encontrarla.

Vlad se aferró la cabeza, gritando. No había un rostro, apenas un sentimiento con un vago nombre, nada más.

—¿Otra vez dejaste de tomar las píldoras, Vlad? Sabes que tienes pesadillas sin ellas.

Ninguna píldora podría ayudarlo cuando las pesadillas las tenía estando despierto. En vano buscó en la universidad algún estudiante que corroborará su historia. Jamás lo hallaría porque ni siquiera había vuelto a la misma universidad. Sus padres lo habían cambiado, sospechando que algo allí le había provocado la crisis, quizás, la tal Rose que él mencionaba y de la que ya no quedaba rastro alguno.

No sabían que, la verdadera causa, se había cambiado de universidad junto con Vlad.

Él no se convencía, no podía. Fingió volver a tomar las píldoras, y fingió que podía dormir y que ya no tenía pesadillas. Empezó a fingir que no tenía jaqueca y que creía en todas las mentiras de sus padres. Empezó a fingir que todo estaba bien y que nada le habían arrebatado ni siquiera la cordura.

Parado junto a la ventana de su habitación, veía las pequeñas gotas de lluvia estrellándose contra el cristal. Había llovido la noche anterior al accidente y la carretera estaba húmeda. Su hermano era un excelente conductor, él lo sabía bien. Y Violeta estaba en el asiento trasero, él también lo sabía. Estaba tan seguro de eso como de que sobre su pecho se había apoyado Rose, y de que la amaba como amaba a Violeta. Y no eran sueños.

Sin embargo, empezó a fingir que ellas jamás habían existido, con la certeza de que, algún día, descubriría quién se las había arrebatado, dejándolo solo y atrapado en un infierno. Tal vez, algún día, incluso él lograría salir. 

*********************************************

Si llegaron hasta aquí, es porque no lograron escapar de la prisión, amaron a Sam y se dejaron envolver por Vlad y su familia. Es a ellos a quienes conoceremos ahora, para luego continuar con la historia de amor de Vlad y su cervatillo.

Y aquí comienza nuestro descenso al infierno

¿Quieren arder?

¿Quieren ver al demonio como nunca antes lo han visto?

Adelante, están en su casa, pasen y condénense...

*Aclaración: igual que en la novela anterior, los eventos del pasado estarán escritos en cursiva, pero sólo aparecen así en la versión web, por lo que, para quienes leen en la app, además aparecerán los párrafos entre asteriscos.

*La versión de la historia desde el punto de vista de Vlad dura hasta el capítulo XLI. A partir del XLII empieza la continuación de la primera parte. 

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