Batalla de Ceos
Batalla de Ceos
Por: AngeloGrayson
Cap. 1: Aferrada al pasado

Parada al lado del ataúd de su marido, Lucía cierra las manos en puños para obligarse a mantener la compostura delante de los invitados. Pues si bien probablemente entenderían que rompiera en llanto presa del dolor, aún sigue siendo la Ceo de Research Tecnology, la mujer fuerte e implacable a la que nunca han visto quebrarse ni tambalear, y no piensa cambiar eso ahora.

—¿Acaso crees que a esta gente le molestará verte llorar? —pregunta una voz masculina parándose al lado de la mujer que se mantiene parada casi estática.

—Creo que no hay ninguna razón para montar un escándalo, puedo asegurarte que nunca en mi vida he sentido un dolor capaz de retorcer cada fibra de mi cuerpo como este, pero la imagen que tengo debo seguir cuidándola, incluso en estas circunstancias —plantea la mujer que sabe que en cuanto una puerta la separe de toda persona viva romperá en llanto hasta morir o caer presa del cansancio.

—¿Así que siquiera la muerte de tu marido es suficiente para que te comportes como una mujer normal? —reclama el hombre con marcada molestia en la voz mirando el ataúd que comienza a descender en el nicho.

—Yo no soy una mujer normal, Sebastián, soy una importante empresaria que de lo único que ha estado segura toda la vida es que te tratarán como te ve, si permito que me vean frágil, los demás intentarán quebrarme cada vez que estén frente a mí —afirma Lucía que no está haciendo eso por gusto o insensibilidad hacia el hombre que amaba, sino porque el mundo de negocios al que pertenece es despiadado, y si no demuestra estar a la altura sufrirá las consecuencias.

—¡Es el funeral de tu marido, m*****a sea, la única que piensa en esa idiotez eres tú! —protesta entre dientes Sebastián creyendo que no hay siquiera una justificación para que no deba sentirse libre de lamentar su pérdida.

—¡Es suficiente! El hecho de que tu hermano ya no esté, no quiere decir que tengas que cuidarme o preocuparte por mí, soy muy capaz de valerme por mí misma —plantea Lucía mirando a su cuñado con severidad.

—He estado a tu lado desde mucho antes de que comenzarás una relación con Leo, siempre te he cuidado, y pienso seguir haciéndolo, estés de acuerdo o no  —afirma el hombre sosteniéndole la mirada para dejarle en claro que habla en serio.

—Nunca podrás reemplazarlo si es lo que intentas hacer —asegura la mujer sabiendo que está sonando hiriente, pero diciéndolo porque quiere librarse de él al menos durante ese día.

—Lo sé, pero al menos tomaré su lugar para asegurarme que estés bien, es lo menos que puedo hacer por mi hermano —replica Sebastián tomando una gran bocanada de aire para soportar el veneno de esas palabras.

—¡Señora Lemos... señora Lemos! ¿Se encuentra bien? —llama una insistente voz femenina obligando a Lucía volver a la realidad.

—¿Qué sucede, Bárbara? ¿Por qué me estás gritando? —reclama la empresaria arqueando una ceja mientras se despeja la bruma del pasado.

—Disculpe, es que le estaba dando el informe de los accionistas cuando de repente al mirar por la ventanilla del auto quedó como ida —se excusa la asistente con vergüenza por haberse dejado llevar.

—Estoy bien, no tienes que preocuparte —afirma Lucía con frialdad contemplando con melancolía un restaurante.

—Oh, ese lugar, no ha vuelto a ir ¿Verdad? —pregunta Bárbara al reconocer ese sitio en el que en el pasado tenía que hacer una reservación a diario.

—Solía venir todos los días a almorzar aquí con Leonardo, era nuestro sitio favorito para hacer una pausa de nuestras responsabilidades y lograr estar juntos siquiera un momento —responde la empresaria soltando un suspiro de tristeza.

—Lo recuerdo, cada vez que los veía me decía a mí misma que no debía de existir una pareja más enamorada que ustedes —murmura la asistente recordando ese tiempo en el que no solía faltar una sonrisa en los labios de su Jefa.

—En ese entonces solía pensar que ser feliz no era tan difícil, tenía salud, una empresa que iba viento en popa, un marido maravilloso, no había nada más que pudiera pedir, no tenía nada que reclamarle a la vida… al menos hasta que el cáncer llegó —suspira Lucía conteniendo el nudo que se le forma en la garganta.

—Fue algo muy duro para todos, él era muy querido en la empresa, en todo lugar al que llegaba en realidad —comenta Bárbara recostándose en el asiento del auto dejando el informe a un lado.

—Él era así, tenía esa forma de ser que podía ganarse a todo el mundo, ni siquiera tenía que esforzarse, le salía de forma natural. Era una de las cosas que más nos diferenciaba, pero a pesar de las diferencias que teníamos, nos complementábamos —relata la mujer recordando que esa particular manera de ser fue lo que la había cautivado al conocerlo.

—Sí, alguien muy especial. Aunque ya han pasado cinco años desde… su partida —indica la asistente considerando de que ha pasado tiempo suficiente para seguir adelante.

—Quizás no puedas entenderlo aún, pero cuando llegas a amar a alguien como yo lo he hecho y te lo arrebatan, el tiempo que pase no es suficiente para hacerte olvidar, te queda una herida que jamás se cierra, un espacio vacío en tu corazón que nada es capaz de llenarlo —afirma la empresaria que está convencida de que jamás podrá volver a amar a nadie.

—¿Pero cómo puede estar segura de eso si no se brinda la oportunidad de hacerlo? En verdad aun no he experimentado un amor como el que tuvo, pero estoy segura de que Leonardo no habría querido eso para usted —se atreve a decir Bárbara sabiendo que quizás se está sobrepasando.

—Es posible, pero no depende de que quiera o no, simplemente estoy convencida de que no hallaré a nadie que siquiera se asemeje a él. Y no pienso perder el tiempo con alguien inferior a lo que merezco —determina Lucía habiendo tomado hace tiempo la decisión de permanecer sola—. ¡Y ya es suficiente del asunto, hay cosas más importantes de las que preocuparse, dijiste algo de que algunos accionistas están poniendo su atención en otra compañía!

—Sí, señora. Según parece Kenia Motors, su gran contrincante, está ofreciendo cierto futuro prometedor con el lanzamiento de su próximo producto —responde la asistente tratando de sonar con voz firme, pero no pudiendo evitar sentir una presión en el pecho al ver a su Jefa tan encerrada en su soledad, tan decidida a quedar atrapada en la nostalgia del pasado.

—Siempre hace lo mismo, y los terminamos superando. ¿Por qué eso debería preocuparnos esta vez? —consulta la empresaria mirando la pantalla de su celular para hojear los pendientes del resto del día.

—Porque la compañía ha cambiado de dueño —anuncia Bárbara que ha oído bastante sobre las expectativass que ha generado ese cambio en inversionistas y empresarios por igual.

—¿Me estás diciendo que la vieja Samantha vendió su compañía? ¿Acaso es algún tipo de broma? —interroga Lucía clavando sus ojos color miel en la muchacha.

—Ha salido esta mañana en casi todas las publicaciones de finanzas tanto en papel como digital, aunque aun no se ha revelado la identidad del comprador, fuentes confiables aseguran que se trata de alguien muy experimentado en el negocio, y quien será capaz de volver a Kenia Motors a su gloria primera —informa la asistente que procuró leer cada una de las notas para ser capaz de brindar toda la información posible a su Jefa.

—Me sorprende que Samantha lo haya hecho, ella era la tercera generación de esa compañía, prácticamente vivía solo para Kenia Motors, esa dedicación es lo que la ha convertido en una digna competencia para  mi empresa. Yo misma intenté comprarle siquiera la mitad, y solo recibí un rotundo no como todo aquel que trató de hacer lo mismo, así que el nuevo dueño ha de ser un gran negociante o tener un abrumador poder de convencimiento —murmura la empresaria apretando los labios al intentar formular mentalmente una lista de los posibles compradores que podrían haber pagado la fortuna que esa compañía vale.

—Lo cual no sería una buena noticia para nosotros, ya de por sí Samantha siempre fue un hueso duro de roer, no quisiera imaginarme tener que competir con alguien que fue capaz de doblegarse a ella —susurra Bárbara que ha presenciado más de una junta de negocios en las que su Jefa y su rival se enfrentaron, uno hasta podía estar seguro que de esos feroces debates se desataría la tercera guerra mundial.

—Tener una mejor competencia significa una oportunidad para superarnos, si no tuviésemos alguien con quien medirnos y que nos obligue a ser mejores solo nos estacaríamos —afirma la empresaria quien siempre ha considerado una necesidad tener la motivación  que solo una competencia puede brindar.

—Me alegra que se lo tome de esa manera, temía que decírselo pudiera llegar a arruinarle sus vacaciones. Me aseguraré de averiguar la identidad del comprador, para que al volver pueda contar con lo necesario para frenar el impacto de esta noticia —dice la asistente que no quiere que su Jefa se pase su descanso pensando solo en trabajo.

—De hecho espero que lo hagas cuanto antes, y esto no son vacaciones, son solo unos días para despejar mi mente y poder pensar con claridad, un simple cambio de aires —aclara Lucia que como siempre estará al pendiente de todo lo que sucede con su compañía.

—Solo intente relajarse, es una oportunidad para dejar el trabajo de lado, e incluso hasta para poder hallar algo más que solo descanso —incita Bárbara con una sonrisa pícara en los labios deseando que alguien especial sea capaz de aparecer en la vida de su Jefa, y tocar ese corazón que parece estar tan frío como la nieve de Bariloche a donde viajará a pasar ese fin de semana.

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