Capítulo 7

Estaba bastante tranquila, en realidad mi cuerpo se ha relajado bastante, hasta que su ronca voz me despierta. 

—¡Que ya voy, carajo! —siento su pesada mano en mi cabeza—. No quería despertarte, es que…

—Está bien —digo adormilada y tratando de levantarme de su regazo pero me detiene. 

—No, no te vayas —dice pegando mi cuerpo al suyo de nuevo. 

—Te llaman y yo…

—Solo un momento —dice casi en tono de súplica.

—Está bien… —digo sin más remedio, sus manos aprietan mi cintura a su torso, luego sus dedos viajan por mi espalda hasta casi llegar a mi trasero y volver—. ¿Dormiste bien?

—Hace muchos años que no lo hacía.

—Me alegro —digo y escucho de nuevo el grito de un hombre abajo—. Yo…

—Mierda, m****a, m****a… —apenas lo libero de mi cuerpo sobre de él, se pone de pie de un salto y sale de la habitación… Desnudo.

—¿Dormimos…? —no puedo evitar que mi rostro se ponga como un tomate, no puede ser que hayamos dormido desnudos y yo… no me di cuenta. Muerdo mi labio inferior y me pongo de pie para empujar mi cuerpo hasta el baño, el cual me parece más habitual ahora. 

Abro la extraña caldera y está comienza a verter agua caliente por la extraña tina. Me deshago del delgado camisón y poco a poco me adentro en el agua caliente que me hace sentir tan bien. 

Miro hacia la ventana abierta y noto que es una mañana muy nublada, probablemente ha llovido por la noche y no lo he notado. He dormido tan bien y con tanta paz que hasta me resulta perfecto. 

—¡MARGOT! —y de nuevo van los gritos.

—Estoy en el… baño —termino diciendo cuando él se adentra en la pequeña habitación con solo una manta cubriéndolo. 

—Yo… quería saber dónde estabas —cubro mi cuerpo lo más que puedo.

—Estoy aquí —digo aún alarmada por el hecho de que este frente a mí y yo esté desnuda, mis ojos se fijan en los de él y esbozo una sonrisa cuando lo veo contemplarme de arriba a abajo embelesado. 

—Si… 

—¿Puedes salir? —pido un poco consternada porque sigue de pie mirándome directamente. 

—Yo… preferiría que me pidieras que me quede —escucho otro grito llamándole.

—Y arruinar tu día lleno de acción, no creo —digo de la forma más astuta que puedo. 

—Mierda —dice entre dientes y sale hecho una furia de la habitación, eso me hace reír un poco y me doy cuenta que hace mucho tiempo no me reía, hace semanas creo. 

Comienzo a frotar mi piel y me es imposible no recordar la noche anterior, su calor, sus caricias, sus manos sobre mi… me tomo el tiempo para poder relajar mi cuerpo, la verdad es que los baños en tina son muy placenteros. 

Al salir de la tina seco muy bien mi piel sin dejar una gota, odio la sensación de usar ropa mojada. Coloco otro de los vestidos pegados hasta la cintura y muy escotados que han dejado en el armario. 

Tomo otra fruta de la charola de comida y al cabo de una hora por primera vez en mucho tiempo termino con la comida. 

Me siento bien y con energías, eso es muy extraño. Así que las aprovecho y me dirijo a la planta baja de la casa, todo está desértico así que abro esa pesada puerta de entrada. Dos salvajes se asoman casi de inmediato.

—Yo… 

—Tenemos órdenes de…

—Sí, me imagino —digo interrumpiendo su discurso—. Pero puede venir uno de ustedes conmigo ¿no?

Ambos guardias se quedan mirando y uno le hace una seña al otro, creo que he dado en el clavo. 

—La acompañaré, ¿a dónde quiere ir? —tomo una fuerte bocanada de aire y mis pulmones se llenan gloriosos.

—A la playa —él hombre asiente y salgo de la casa de piedra. El guardia salvaje me indica el camino. Tardamos un par de minutos y debido a las pocas calorías que he consumido me mareo constantemente y hasta pierdo el aire. 

—¿Se siente bien?, no creo que sea bueno continuar —dice mi enorme guardia. 

—Estoy bien, ya casi llegamos ¿no es así? —asiente y empuja una palmera para abrirle paso a una hermosa playa. 

El azul del agua inunda mis ojos a pesar de que él día está muy nublado. Camino hasta la orilla hundiendo mis pies por la arena para luego dejarme caer. Miro el cielo cubierto de nubes, ¿qué estaría haciendo en Australia?

Cierro los ojos y siento la arena adentrarse por mi vestido, el oleaje comienza a crecer y me cubre hasta arriba de la cintura.  Me arrastra de vez en cuando pero la sensación es asombrosa. 

—Señorita —hago una seña y el hombre calla. Sigo disfrutando de la marea cubriéndome, es relajante, es hermoso y me siento libre, hasta que escucho un par de gritos, maldiciones. Me pongo de pie de inmediato. 

—¿Qué está pasando? —pregunto al salvaje y me toma del brazo hasta adentrarnos en los matorrales—. ¿Qué es lo que pasa?

—En este lugar hay personas malas, personas que pelean por el poder, por el puesto de Aquiles —frunzo el ceño y sigo al hombre por el lugar donde va abriendo paso, puedo sentir como es que algo nos persigue, escucho chocar algunos cuerpos con los matorrales y me detengo al ver una cola peluda entre ellos. 

—Que m****a… un animal nos sigue —digo y él me mira extrañado pero no dice nada—. He visto una cola peluda, nos está siguiendo un animal…

De pronto en mi mente aparecen las imágenes de aquellos lobos que he visto al llegar a este lugar, y que muy probablemente tenga que ver con esto.

—Señorita, tenemos que volver, no pasará nada con los lobos —mi boca se abre pero no digo ninguna palabra ¿cómo es que no va a suceder nada? son animales salvajes…

—Ramsés esto… ¿cómo se te ocurre pueden matarnos, son enormes, los he visto al llegar —él niega y me toma del brazo para seguir caminando. Tal vez le dan miedo, tal vez convivan entre ellos, o sean sus mascotas como lo son para nosotros los perros, gatos o peces… 

—¿Son muchos? —él sigue concentrado en mantenernos a salvo—. Los movimientos en contra digo, o los… lobos —el chico se niega.

—Aquiles hace un excelente trabajo, es sólo que ahora que llegó usted y las cosas se han puesto algo difíciles  —me detengo por falta de aire y por su anterior comentario, esto me ayuda a descansar un poco ya que es necesario que me recargue en uno de las palmeras cercanas. Miro a mi al rededor pero no percibo más lobos cerca, o eso es lo que espero. 

—Espera —digo de forma entrecortada y tomo aire un par de veces antes de preguntar—. Ahora que llegue yo, ¿Qué pasa? 

El hombre mira de un lado a otro, parece muy nervioso, puedo ver sus enormes manos aferradas a una extraña lanza que tiene a un aldo. 

—Creo que abrí la boca —niego y trato de cambiar mi rostro consternado para darle un poco más de confianza. 

—Dímelo —bufa y se recarga en la palmera que está justo tras de él.

—Usted no es como nosotros —trago saliva, no me lo esperaba. 

—Vaya… 

—Me refiero a qué, no es parte de la aldea pero… Aquiles sabía que usted existía, en realidad todos sabíamos que este día llegaría —frunzo el ceño y pido que me explique de manera detallada sus palabras, pero no lo logro convencerle. Tarda un momento pero no lo dejo pensar demasiado y al final cede—. Aquiles y su familia son de sangre real, pura, muy especial, ellos tienen personas… videntes y brujos con los que han crecido desde pequeños. Son ellos quienes habían anunciado que Aquiles, el hijo mayor del matrimonio de Jacobo y Sabina corría el riesgo de no encontrar nunca a su alma… usted, debido a que es de otra raza. 

—¿Otra raza? 

—Blanca —mis ojos se abren y por un momento tantas palabras me confunden.

—¿Por qué soy blanca? —asiente—. ¿Es un problema? 

—Podría serlo, se supone que nuestra raza necesita seguir siendo pura… usted…

—¿Yo la vuelvo impura?

—Algo así —dice apenado y mirando hacia sus pies—. No la quiero ofender, lo juro.

—No, está bien, te lo agradezco —sonríe nervioso y luego fija su mirada al suelo. Todo esto… quiere decir que no soy bien aceptada en este lugar, ¿o acaso que lo meteré en problemas?

—¿Por qué han dicho que Aquiles…? —tomo aire y me animo a terminar la pregunta, es ahora o nunca—. ¿Qué Aquiles moriría si yo muero?

—Yo…

—Dígamelo —digo acercándome hasta el joven salvaje, sus ojos van de un lado a otro.

—No me quiero meter en problemas.

—No lo hará —intento parecer confiada, pero sé que esta es mi única oportunidad de conseguir la verdad de manera inmediata y sin tanto cuento. 

—Yo no lo conocí, es algo que ha circulado de boca en boca, pero se dice que, al cumplir 18 años Aquiles comenzó a tener pesadillas, pesadillas realmente malas, por las que grita y sufre —asiento—. Por usted. 

—Por... mi —digo casi sin aliento, el hombre de pobladas cejas asiente nervioso

—La gente cree que usted… es una bruja —mis ojos se abren como platos.

—¿Bruja?, ¿pero por qué? —se encoge de hombros y aferra sus manos a la cintura, tal vez piensa que está haciendo mal pero si no es porque he insistido tanto yo no me enteraría de… esto. 

—Por el sufrimiento de Aquiles —niego varias veces

—Yo no he hecho nada, lo juro, ¿me crees?, yo no había visto a Aquiles nunca, hasta este momento, yo nunca lo he dañado —camino de un lado a otro de forma desesperada y por poco tropiezo—. Yo no soy bruja. 

—Yo… debería llevarla a su casa —niego

—No… no lo harás —comienzo a caminar en dirección a la playa de nuevo, siento como la lluvia cae, la intensidad ha crecido es muy fuerte, tanto que duele al contacto con mi piel.

—¡Vuelva, por favor! —escucho la voz del guardia pero sigo corriendo en dirección al agua. Solo quiero… nadar, lavar esta clase de pensamientos erróneos que bien pueden confundir a quien sea.

Las olas son fuertes, tan fuertes que me hunden casi de inmediato. Lucho por salir a la superficie pero después dejo que mi cuerpo siga el ritmo de las olas. Van y vienen. Puedo ver en mi mente un par de ojos color miel, también dientes afilados y después como un flashazo que coloca el rostro de un lobo en mi mente. Es de un pelaje color plomo, es enorme, no quiero alejarme de él. 

—¡MARGOT! —su ronca voz de nuevo—. ¡MARGOT VUELVE AQUÍ! 

Su voz me llama, sigo escuchando como me arrulla. Puedo hacerle mucho daño. Por un momento me convenzo de que no lucharé, no quiero dañarle y todo estaba bien, él estaba con vida hasta que se dio cuenta de que existía. 

Me ahogaré, pero un fuerte impulso jala de mí obligándome a nadar de nuevo hacia la orilla y es cuando su cuerpo choca con el mío y me termina jalando hasta él. 

—¿Por qué te fuiste?, Margot… ¿me escuchas? —escupo agua y siento la garganta rasposa debido a la sal. La lluvia sigue cayendo sobre nosotros—. Margot. 

Cruzo la mirada con sus ojos color miel tristes, siempre tristes, abrumados, molestos, la imágen de aquel lobo me recuerda a Aquiles, la imagen es… muy parecida salvo por que él es un hombre… no un animal. Paso mis brazos por su cuello para pegar mis labios con los suyos. Siento como sus manos se aferran a mi espalda y luego poco a poco nos separamos. 

—Sólo quería nadar un poco, no quería escapar, lo juro —él asiente con el ceño fruncido y vuelve a besarme los labios de forma desesperada, es como una droga. 

—No me dejes —dice de forma dolida mientras sus dedos se entierran en mi piel.

—No lo haré—mi cabeza escucha lo que ha dicho mi corazón. Soy una bruja.

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