Capítulo 1

Escucho el golpeteo de las olas en la balsa. Ni siquiera puedo moverme, creo que estoy entumida o el dolor ha sido demasiado. Lo primero que veo es a uno de los hombres que viajaba en el avión, está abrazado a una mujer que estoy segura, ha muerto. 

Cierro los ojos y vuelvo a abrirlos para enfocar más la mirada pero no puedo. Miro hacia abajo y mi vestido corto está cubierto de sangre y la flecha sigue encajada en mí. 

Es cuando pienso que tal vez debí de haber muerto, debí de haber hecho lo mismo que ese hombre en el avión, ¿para qué sigo aquí?, solo pedí no sufrir. 

—Avisa que estamos por llegar y traemos botín —escucho como es que un hombre habla, pero mi mirada tarda un poco en enfocarse. Tienen el cabello largo y usan extrañas ropas, como si hubiesen salido de una extraña película de acción. Uno de ellos me mira detenidamente y es cuando puedo notar que tienen los dientes un tanto más grandes de lo normal, como sobresalientes, su rostro está lleno de cicatrices y pareciera que hubiesen tenido un par de batallas por años. 

Es extraño que lo diga pero su aspecto me representa a personas salvajes o… a animales humanizados. Tienen el cabello oscuro y largo hasta los hombros, despeinado o extrañamente recogido. Su cuerpo está lleno de figuras medievales como tatuajes pero con formas extrañas y sus extremidades y altura son exageradamente grandes, no son humanos, estoy segura… o son humanos diferentes.

—Bien, ahora a levantarse —dice uno de los extraños hombres y tira del sujeto que está cerca de mí, la mujer que está en sus brazos cae como peso muerto retumbando en el suelo de la balsa y el hombre que la sostenía comienza a llorar de manera desesperada.  

—¡BASTA! —dice el salvaje y golpea su cabeza. La balsa se ha detenido abruptamente, miro como tiran al hombre al cual han golpeado y ahora yace casi inconsciente fuera de ella. Hace lo mismo con el cuerpo inerte de la mujer y después tira de mí haciéndome gritar debido a la sorpresa, al dolor.  

Caigo en el agua pero la arena se mete entre mis piernas, no es profundo. Un extraño sentimiento de familiaridad me acoge tanto que me asusta, como si hubiera estado aquí antes… pero estoy segura, yo nunca había salido de mi estado. 

Otro salvaje tira de mí y trato con lo que me queda de fuerzas zafarme de él, pero otro golpe me sorprende haciendo que caiga al suelo. 

—¡MALDITO! —grito al ponerme de pie y otro golpe llega pero ahora en las piernas haciéndome caer en la fina arena.

—Así que además de hermosa, peleas —dice tirándome del cabello. 

—¡SUÉLTAME! —ya ni siquiera siento el dolor de en el abdomen. Tiro manotazos hasta que de forma inmediata me deja en paz. Con trabajo me pongo de pie y libero mi boca del sabor metálico que hace tiempo la inunda.

Siento como rasgan mi vestido. Empujo el cuerpo del salvaje más joven y doy un fuerte golpe en su mandíbula para dejarlo noqueado. Me subo a horcajadas de él para comenzar a golpear su rostro en interminables ocasiones hasta que alguien más me sostiene. 

Solo pienso en que tengo que sobrevivir así que no paro de pelear y estiro mis piernas dando patadas hasta lograr que me dejen caer a la arena de nuevo. 

—¡MADITOS! —grito con el último suspiro que tengo. Nadie me toca, nadie me golpea, hasta parece extraño tan repentina paz. 

Alzo la mirada y miro a más extraños humanos, son de alturas anormales y sus rostros parecieran que refleja una extraña belleza y molestia, hay hombres y mujeres mirándome y al desviar la mirada puedo percibir un par de lobos detrás de ellos, son mucho más grandes que un perro. Al lado de estos gigantes parecieran enormes y a mi lado su tamaño resulta… intimidante.

Doy un par de pasos hacia atrás y reconozco a unas 10 personas de las que habíamos sobrevivido al accidente. Mi cabeza comienza a dar vueltas. Mi abdomen duele y duele mucho. Con trabajo comienzo a ponerme de pie y el dolor aumenta. 

—¡NO! —escucho una voz muy fuerte y ronca.

—Sí, Alpha—frunzo el ceño y al alzar la mirada me encuentro con la persona más grande que he visto en toda mi vida. Casi caigo al verlo, es atemorizante, tiene la misma ropa que el resto de los gigantes y lleva el cabello largo hasta los hombros y bastante desarreglado, es imposible ignorar su atractivo y varonil aspecto, debe de llegar a los 2 metros de altura y me quedo mirándole a los ojos sin poder parpadear hasta que mi instinto de supervivencia me obliga a dar torpes pasos hacia atrás y por poco caigo de culo si no es porque algo me sostiene, es él. 

Un olor a mar, arena, brisa no sé qué es lo que es. 

—Mátenlos —escucho esa voz ronca de nuevo, estoy en su pecho. Coloco mis manos para separarme de él. 

—¡NO! —grito—. ¡No por favor, no nos mates, te lo ruego, no… no hemos venido a dañarlos es nuestro avión, se cayó!

Tomo más aire pero siento que voy a morir, sé que voy a morir estoy rodeada de hombres y mujeres que emanan un poder exagerado y sé que yo y el resto de las personas en este lugar estamos fritos. Mi mente está en modo de supervivencia así que no puedo evitar parar de hablar. 

—Tuvimos un accidente —digo entre lágrimas, pero no me animo a ver su rostro—. Déjanos ir.

—¿Y a dónde quieres ir? —pregunta de nuevo el gigante de ronca voz que aún no quiero ver.

—Australia —digo con trabajo —. Íbamos a Australia.

—No irás a ningún lado —dice y yo niego sollozando, me dedica una mirada bastante tranquila a pesar de su aspecto salvaje. Su torso está al descubierto y sus músculos están muy bien definidos, lleva una extraña daga en la mano y eso me hace volver…

—¡Nosotros no hemos hecho nada!, ¡Me han… me han golpeado, me han dado con una flecha y me han…! —es cuando por fin veo unos ojos café verdosos atravesados por una cicatriz, es atemorizante y… 

—¿Qué más te han hecho? —siento su aliento golpeando en mi boca. Siento calor y estoy mareada, me siento a punto de morir… todo se vuelve oscuro. 

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Estoy consciente. Sí que lo estoy. Es un extraño olor el que me despierta. Plantas, césped, no sé qué es ¿Alcohol? 

Me duele hasta la punta del pie. Abro los ojos con cuidado y miro a una mujer, una salvaje, así que mi primer instinto es salir corriendo del lugar. 

—¡No! —dice cuando trato de levantarme y alejarme de ella—. No te haré nada, no… yo solo te estoy curando, vas a lastimarte y…

Puedo verlo en sus ojos, es sincera, no parece una salvaje, no parece que quiere dañarme. Toco mi abdomen y sí, en efecto, duele y mucho pero la flecha que antes me atravesaba ya no está, lo cual agradezco infinitamente. 

—Tengo que salir de aquí —digo tomándole las manos—. Déjame ir, por favor. 

—No puedo hacer eso —niego y trato de ponerme de pie y a pesar de los jalones y la chica, lo logro ubicándome en una choza—. No se vaya, por favor, van a cortarme la cabeza, yo solo tengo que cuidarla.

Frunzo el ceño al escuchar sus palabras, ¿cortarle la cabeza?, claro soy su prisionera.

—No lo harán —tomo un cuchillo y lo apunto hacia ella—. Te estoy amenazando, voy a matarte si no me dejas ir. 

La chica da pasos hacia atrás con los ojos bien abiertos, no debe de tener más de 20 años. Libera la entrada de la choza y es cuando puedo salir. Ya ha oscurecido, no puedo observar nada. Perfecto. 

Camino por el sendero con más luz mientras la arena se entierra en mis pies. Tengo que llegar a la orilla, tengo que tomar una de esas balsas y alejarme de aquí antes de que ese salvaje gigante vuelva y quiera matarme. 

Doy un par de pasos más y llego a la orilla y como pensé hay balsas. Corro hacia una de ellas, subo de forma tan hábil que me sorprende a mí misma. 

Siento el corazón a punto de salirse de mi pecho. Tomo un remo y al volver hacia donde está la cuerda sosteniendo la balsa me encuentro con una enorme sombra. 

—¿No me digas que pensabas escapar? —la voz ronca de nuevo, trago saliva y levanto la vista hasta el atemorizante hombre.

—Yo…

—Tu… —dice apenas he dejado de hablar. 

Siento furia, siento mucha furia. Me pongo de pie y me echo sobre de él con la finalidad de golpearlo pero me llevo una sorpresa. Él me controla con un tosco movimiento juntando mis brazos por sobre mi cabeza, y ha dejado todo su cuerpo sobre mí. 

—¡No!, ¡suéltame! —digo derramando las pocas lágrimas que me quedan. 

—Te vas a quedar aquí, ¡CONMIGO! —su grito parece más un gruñido y me deja muda al instante—. ¡¿ENTENDIDO?!

Grito hasta desgarrar mi garganta, él tapa mi boca con su amplia mano para hacerme callar. Aprovecho para tratar de separar su pesado y enorme cuerpo, pero su mano libre va hacia mi cuello. 

—¡CALLATE! —mis ojos se abren como platos, siento presión, siento como el aire poco a poco deja de llegar —. ¡CALLATE! 

Sacudo mis manos y le dedico una mirada de pánico, me va a matar. Pero sus ojos se abren y puedo ver… miedo. Libera mi cuello de inmediato. 

Tomo bocanadas de aire grandes, tengo la vista nublada. Tomo mi cuello y trato de liberar su presión. Toso y vuelvo a toser arrastrándome por la arena húmeda. 

—Llévatela —dice y una suave mano toca mi hombro, es la chica. Me cubre con una enorme manta.

—Ven—dice con voz quebrada, está asustada. Trato de negarme pero con un ligero toque me ayuda a ponerme de pie.

—La quiero dentro —escucho tras de mí y no entiendo nada, solo que ese hombre es un salvaje, un loco.

La chica me conduce entre un camino irregular y cubierto de palmeras. La arena se entierra en mis pies, está oscuro y no sé muy bien por donde vamos pero ella parece conocer el camino de memoria. 

Estoy aún sostenida de la chica, es más alta que yo y más fuerte. Al escapar de esa casa de campaña no había notado su estatura. 

—¿A dónde me llevas? —digo con un voz casi perdida.

—A la gran casa —frunzo el ceño mientras trato de tener cuidado donde piso.

—¿Qué es la gran casa? 

—Dónde vive Aquiles —suspira y mi cuerpo se detiene.

—¿Me vas a llevar a su casa?, ¿a la casa de ese hombre salvaje?, me va a matar, ¿lo has visto?, me quería matar… —tomo sus manos—. No, no puedes hacerme esto, tú eres buena, tú sabes que me hará mucho daño.

La esbelta chica niega y trata de hacerme caminar de nuevo pero me niego.

—No por favor.

—Tengo órdenes —niego 

—Llévame a la cárcel, no a su casa —suelta una risa

—Estás loca, date cuenta, tú eres más dañina para él, que él para ti—La miro completamente confundida, ¿Qué es lo que está diciendo?

—No entiendo —asiente y me guía por el sendero de piedras hasta llegar a una villa de casas hechas con más piedras. 

Caminamos por el lugar ya libre de plantas hasta detenernos frente a una sencilla casa de dos plantas. En la puerta descansan dos hombres salvajes que al vernos se ponen tiesos. La chica abre la puerta y me adentra al lugar. 

Como pensé hay piedras y más piedras como muebles. En realidad creo que estoy en la casa de los picapiedras. 

Hay algunos muebles de madera y el resto es de piedras. Hay muchas pieles cubriendo lo que parece ser un sillón, una mesa... 

—Tienes que quedarte aquí —su voz me sorprende y rápidamente me giro hacia ella

—No me dejes —digo de manera desesperada y tomo su mano. La chica me dedica una sonrisa

—No puedo estar aquí —dice con culpa.

—¿Qué?, ¿Por qué no?, no dejes, por favor, va a matarme —y ella niega con cara de preocupación.

—No puedo estar en esta casa —frunzo el ceño y niego.

—Entonces vamos a tu casa, por favor, no me dejes aquí—. Aprieta sus labios y baja la mirada—. ¿No te importa no es así?, no te importa que me mate… 

Bufo y me recargo en la pared más cercana. ¿Cómo fui tan tonta para creer que le importaría que ese hombre loco y salvaje le hiciera algo a una estúpida intrusa?

—Claro que me importa… eres importante —bufo 

—Sabes que, gracias por traerme a mi muerte—y le doy la espalda.

—Perdóname, no puedo desobedecerlo —asiento pero no me vuelvo a mirarla. Escucho como arrastra la pesada puerta y luego la despedida de los hombres guardianes. 

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