- NO POR FAVOR... NO...-

La música y el ambiente alegre era la sinfonía del día, todos los enamorados y el sin fin de solteros codiciosos de encontrar el amor en las calles de París. No había nadie mejor para celebrar el día del trabajador que un francés, todo el que caminara por aquellas calles solo encontraría alegría y festejo. Especialmente con el licor, ellos son las personas más felices en el mundo.

Por lo menos eso pensaría cualquiera al ver aquellos que estaban bajo el hotel Boyer. Excepto un hermoso hombre de cabello negro algo rebelde, que cubría su frente entre liso y rizado, mientras sus hermosos ojos tan azules como el mar. Está en el hotel con una copa de vino tinto en su mano. 

Observaba todo y se preguntaban por qué eran tan ruidosos. Él solamente quería descansar, solo quería dormir un poco antes de emprender camino hacia su villa. Verdaderamente los parisinos eran tan molestos que por eso él había decidido trasladarse a Ruan su lugar de residencia, debido a las súplicas incesantes de los inversionistas americanos de los cuales había terminado de cerrar un milenario trato aquel día.

--No puedo creer que me hayas hecho venir un día como este, ¿Sabes que si quiero demandarte, conseguiría una jugosa suma de dinero? --sus pensamientos llenos de quejas por París se habían ido al olvido, cuando vio al hombre que le sonreía con felicidad ante su mueca llena de disgusto.

Cedrik, quien vestía de manera muy elegante y muy bien dotado, que se diferencia por su cabello castaño muy bien peinado y unos ojos tan parecidos a los del azabache.

Volvió a tomar asiento en el lugar con una botella de vino y sirvió un poco en una copa. Daba directamente hacia su medio hermano mayor quien había vaciado la suya, para poder de nuevo rellenarla. 

Adrien lo ignoró de nuevo y se concentró en el ventanal que no hacía sino mostrarle una y mil historias por segundo, que iban desde la chica que habían engañado, los amantes amorosos y hasta la familia amorosa.

--¿Seguirás ignorándome? Estoy aquí porque la abuela me lo pidió. Ella dijo que tú estarías complacido con el hecho de no venir solo, ya que Irina estaría de descanso debido a la fecha. Nadie trabaja el día de hoy y es un pecado que yo esté aquí acompañándote en la reunión… –

Adrien sabía perfectamente por qué su eficaz asistente no estaba a su lado y ahora tendría que soportar a su medio hermano a quien odiaba con toda su alma. El hecho de tener que estar allí en compañía de Cedrik solamente le causaba mucho más dolor de cabeza de lo que hacían aquellas personas de París.

--Eres muy ruidoso ¿Por qué aún sigues aquí? --Adrien dio un gran sorbo a su trago. Cedrik solamente dio un suspiro y pensó en por qué su hermano no le mostraba el mínimo aprecio, siempre había demostrado desprecio hacia él.

Aunque Alice de Leroux, aquella mujer que ambos llamaban abuela intentaba por todos los medios para que fuesen un poco más cercanos. Pero no era posible, ya que Adrien solo había completo fastidio y una incesante renuencia hacia él.

--Solo quería tener un poco de tu compañía. Me enteré de que estabas con mucho dolor de cabeza, además no querías ver a nadie y por eso…

--Precisamente, no quiero ver a nadie, ahora vete de una buena vez y déjame solo... Parece que no entiendes esa palabra tan importante ¿Deberías contratar un tutor para que aprendas la importancia y el significado de las palabras?--

¿Qué podía llegar a decir Cedrik antes de aquello? Absolutamente nada. Cedrik dio un gran suspiro y asintió ante su hermano. Aún intentaba entender por aquella perdida que había llegado a tener hacía tanto tiempo. No era tan fácil, pero aun así él intentaba por todos los medios aparentar que lo comprendía, la cosa era que él era muy bueno llegando a aparentar.

Después de que Cedrik salió, Adrien tenía mucho calor, no entendía qué ocurría. Estaba mareado y sentía como partes de su cuerpo se dormían, había sido drogado.

Maldijo una y otra vez las circunstancias, maldijo el hecho de que ahora no sabía si había sido Cedrik o había sido el vino que estaba en su copa anteriormente. Solo Dios sabría qué haría aquella droga con su cuerpo y qué harían los causantes con él en el momento que perdiera la conciencia.

Mientras que el azabache no sabía qué había ocurrido, en el lobby se encontraban tres mujeres discutiendo.

--¿Puedes por favor revisar las habitaciones del tercer piso? No puedo creer que me tengan trabajando aun de esta manera. No deberían abrir en un día como este, pero esos malditos americanos…

--Silencio... No puedes hablar así. Recuerda que si lo haces solo harás un caos, ahora debemos hacer las cosas de la manera correcta, si nos escuchan...

--Ya lo sé, ya lo sé... Solo ve y haz lo que te digo yo iré a la cocina, aquella cerda... Perdón... Aquella mujer, quiere un té frio. Que horror, odio trabajar un primero de mayo... Odio mi trabajo... --sin más la mujer completamente enojada salió de la recepción. Mientras Angelé la recepcionista del lugar observaba a su compañera quien reía con diversión al escucharla.

--No deberías reírte Valentinne. De verdad un día estos nos echaran a la calle por esto... Ve a revisar el tercer piso y me quedaré aquí. Somos pocos así que no tenemos de otra que hacer la revisión. Al terminar puedes ir directamente a cambiarte e irte, y me encargo de todo. Muchas gracias por suplirme el día de hoy, te debo una grande... --Valentinne, solo asintió mientras arreglaba aquel moño en su cuello y caminaba con la elegancia que la determinaba.

--No lo vayas a olvidar, si necesito esconder un cuerpo te avisaré... No quiero quejas --una gran carcajada se escuchó por parte de su compañera de trabajo, quien negaba ante el humor de la chica y solamente observaba como esta caminaba con la seguridad de una reina, la cual era la que siempre predominaba a Valentinne Rossel.

Aaquella mujer era completamente hermosa, hija de uno de los hombres más importantes de toda Francia hacía muchos años. Su madre había desaparecido cuando era muy pequeña pero su padre la crió con amor y como una princesa.

Sin embargo, la vida feliz no duró mucho. Su padre murió cuando ella solo tenía nueve años, y su tío Bruno Rossel había tomado el poder de la familia. Bruno anunció que su hermano le había dejado un poder absoluto de sus negocios, de sus dineros y de su propia hija. 

Aunque Valentinne no cree lo que dice, pero al no tener el dinero para imponer una demanda, tienes que trabajar día y noche para algún día tener poder para reconquistar lo que le pertenecía.

Trabaja en el día en este hotel hasta la tarde, y se iniciaba con sus turnos de la noche en un pequeño bar por su maravillosa voz. Ganaba dinero pero no es suficiente para contratar un buen abogado quien quiere luchar contra su tío, un negociador famoso para una chica.

No había mucho que hacer, o por lo menos eso era lo que consideraba Valentinne. Recogía su largo y sedoso cabello castaño en una cola, y daba un suspiro al ver que solo le quedaba una habitación para percatarse de que todo estuviese de la manera apropiada.

Estaba a punto de retirarse, justamente en aquel instante, veía un hombre sentado en un sillón. Valentinne no sabía si estaba borracho o muerto. Sí, había ocurrido asesino en este hotel. Por eso aunque no quería entrar en la habitación, no podía hacerla de la vista gorda. 

--Señor... Señor... ¿Necesita ayuda? ¿Señor? --no debió entrar, ella lo sabía y confirmo justamente cuando aquel hombre de ojos completamente dilatados sujeto su muñeca.

Debido a la oscuridad ella no logró ver el rostro al igual que por el pánico que la invadió en el instante. Desde este segundo, todo su mundo cambió de manera drástica e irracional, con un futuro que ya estaba escrito y una historia llena de incógnita que la acompañaría hasta el final.

--No por favor... No...

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