Capítulo 5

Al día siguiente Diana de la mano de Luciano llegaron al edificio en donde funcionaba la empresa del padre del joven. El estómago de la chica revoloteaba de los nervios. 

—Tranquila —dijo Luciano, y con una amable sonrisa saludó a la recepcionista. Luego le brindó un recorrido por la empresa a su enamorada. 

En la planta baja estaba la sala de exhibición y ventas. Varias chicas saludaban con coquetería a su novio, y él devolvía el gesto con amabilidad, en el primer piso alto estaban las oficinas de adquisiciones, contabilidad y recursos humanos. En el segundo: la gerencia. 

Diana miró los amplios ventanales de la sala de espera, suspiró profundo, y luego su novio golpeó la madera de la puerta. 

—Adelante —escuchó una varonil voz. 

—Vamos —le dijo Luciano a Diana. 

Tomados de la mano ingresaron a la elegante oficina. Los labios de la jovencita formaron una gran O, sus pupilas se dilataron, y su cuerpo tembló, el padre de su novio era el mismo hombre con el que chocó aquella vez en la calle, y le derramó el café en la camisa. 

—Papá, te presento a Diana, mi novia. 

Alessandro, observó a la chica como una pantera al asecho, su gélida e inexpresiva mirada de azul profundo oscureció. Recorrió con sus ojos las esbeltas piernas de la chica, su estrecha cintura, su firme busto, y se imaginó esos muslos rodeando sus caderas, su miembro se hinchó y rozó con la tela del pantalón. 

Diana se estremeció aquel hombre la desnudaba con la vista, parecía que de sus ojos salían fuego. 

Alessandro bebió un poco de agua, entonces invitó a los chicos a tomar asiento. 

—Heredaste mi buen gusto —comentó mirando a su hijo. 

—Diana no solo es bella, es una mujer muy inteligente, es maravillosa —expresó y besó la mejilla de la chica. 

El hombre miró a la pareja y presionó los dientes. 

—Que mal educado soy, no me he presentado: Alessandro Zanetti —mencionó y estiró su mano. 

—Diana Maldonado —respondió y estrechó los dedos de aquel siniestro hombre. 

Él presionó con fuerza la mano de ella, la miró a los ojos. Diana se soltó del agarre, y trató de disimular el miedo que le inspiraba el padre de su novio. 

—Así que estás buscando empleo —expuso— Dianita. ¿Te puedo llamar asi? —indagó. 

—No me agradan los diminutivos —habló ella con altivez. 

«Como me gustan las mujeres como tú» dijo en su mente Alessandro. 

—Si papá, Diana necesita trabajar urgente. 

—Perfecto —expresó aclarándose la garganta—. Estoy pensando en cambiar a mi asistente personal, esa chica es muy torpe —mintió, lo cierto era que ya se había aburrido de la mujer, y ahora tenía que desecharla para acosar a Diana. 

La joven Maldonado se aclaró la garganta. 

—Creo que no va a ser posible que yo labore en esta empresa, mi horario de universidad es complicado —explicó. 

Alessandro miró a su hijo y le pidió salir de la oficina. Diana sintió sus piernas flaquear, el padre de su novio le inspiraba temor. 

—¿Tú? —miró a los ojos a Diana al momento que se quedaron solos. — ¿La Bambina que derramó el café en mi camisa Versace, viene a pedirme empleo? —inquirió con una sonrisa lobuna aquel hombre.

Desde hacía mucho que estaba impresionado con la belleza de la jovencita, pues todas las tardes desde el ventanal de su oficina la veía pasar,  y esta era la oportunidad de cobrarse el desaire que ella le hizo.

—Señor yo... Yo le pedí disculpas, pero usted confundió las cosas, no soy del tipo de mujer que sale de buenas a primeras con un hombre sin conocerlo —manifestó Diana—. Si usted fuera un caballero hubiera aceptado mis disculpas, incluso yo le quería comprar otra camisa, no del valor ni de la calidad de la que arruiné, pero por lo menos tuve ese gesto —explicó con sinceridad y temor. La muchacha trataba de demostrar que no le tenía miedo al señor Zanetti.

El hombre no dejaba de mirarla quedó impresionado por la forma que le habló; para él solo existían dos tipos de mujeres: las que andaban tras de él por su dinero y descaradamente se le insinuaban o las mojigatas que fingían ser unas damas y terminaban siendo las peores.

Alessandro pensó que aquella muchacha estaba en el segundo caso, pero no iba a desaprovechar la oportunidad de llevarla a la cama.

— Usted tiene razón, en verdad me porté como un patán y créame que no soy ese tipo de personas —se disculpó con voz serena—. Estaba molesto por mi camisa. ¿Le parece si empezamos de nuevo? —preguntó Zanetti con su típica sonrisa de gran conquistador. 

Diana lo observó con seriedad. 

—Está bien, acepto sus disculpas, siempre y cuando usted consienta las mías.

—Quedamos en paz —pronunció—. Alessandro Zanetti, mucho gusto.

—Diana Maldonado, es un placer —contestó.

—Toma asiento, me explicó mi hijo, que estás buscando empleo — comentó tratando de ser muy cortés con ella.

—Sí señor Zanetti, pero creo que vine al lugar equivocado, yo estoy en la universidad y necesito salir cinco y veinte para poder llegar a las seis a clases. Le pido disculpas por quitarle el tiempo. — la joven se levantó para despedirse.

—Diana ¿A dónde vas? —frunció el ceño—. Hablemos sobre ese asunto, según eso necesitas dos horas diarias de permiso que a la semana vendrían siendo diez laborales. ¿Estarías dispuesta a laborar los sábados para recompensar ese tiempo?

—Claro señor Zanetti, no tengo problema —contestó Diana con emoción.

—En cuanto al sueldo yo pago el básico, en vista de que tienes gastos universitarios, además que eres casi mi nuera, te voy a abonar un poco más, pero es un secreto Diana, si el resto de empleadas se llegan a enterar voy a tener serios problemas. Me gusta el orden, la disciplina, nada de chismes y sobre todo honradez.

—Pierda cuidado, aquí tiene mi carpeta y mis referencias, fui cajera de un banco y soy una persona muy honrada, responsable y no me gustan los chismes.

—Entonces desde este momento quedas contratada, dile a Luciano que te lleve al departamento de Recursos Humanos, para que te hagan tu contrato. Nos vemos el día de mañana a las nueve.

—Gracias, le juro que no se va a arrepentir —exclamó muy contenta Diana, sin imaginar que las intenciones de aquel hombre no eran precisamente las de ayudar a la joven, sino la de divertirse con ella, como era su costumbre había mantenido relaciones con algunas muchachas que habían trabajado para él, las usaba y cuando ya no le servían las desechaba como si fueran objetos.

Diana se dirigió al departamento de recursos humanos, firmó su contrato llena de expectativas, ella consideraba una suerte haber conseguido trabajo al día siguiente que la despidieron del banco. Entonces salió de la oficina de Zanetti y se lanzó a los brazos de Luciano, por primera vez fue ella la que tuvo la iniciativa de besarlo. 

El joven la estrechó a su novia, y correspondió aquellas caricias, feliz. 

—¿Te dio el empleo? —indagó. 

—Sí —respondió ella—, debo ir a recursos humanos a firmar el contrato. 

—Vamos —le dijo Luciano, y desde ese día Diana empezó a laborar en Corporación Zanetti. 

****

Los días posteriores no fueron nada fáciles para Diana, en el trabajo Nadia, una de las secretarias empezó a hacerle la vida imposible. Era una mujer de unos treinta años, y la mano derecha del dueño, por otro lado, Alessandro, la acosaba y en su casa los reproches de su madre por la falta de dinero no se hacían esperar, para variar las innumerables tareas de la universidad tenían a la jovencita al borde del colapso, sin embargo, su sueño de ser una afamada empresaria era lo que le daba fuerzas cuando a veces estaba a punto de desistir.

Luciano, era el único que la defendía y discutía tanto con Nadia, como con su padre cuando querían tratar mal a Diana. Ella no sabía por qué razón aquella mujer tanta indisposición para con su persona, hasta que lo descubrió. 

Esa noche ella y Luciano acudieron a un bar. De nuevo el sonido de las guitarras eléctricas acaparó su atención, en el escenario el mismo joven interpretaba: «Lobo hombre en París by La Unión»

Diana no comprendía por qué bastaba ver a Rodrigo Vidal  su estómago revoloteaba y su corazón se agitaba, la voz ronca y sensual con la que él entonaba parecía recorrerle la piel, entonces suspiró profundo y luego se dio cuenta de que se había quedado embelesada mirándolo, y su novio como espectador de eso. 

—Parece que tu amigo frecuenta muchos bares —comentó con molestia Luciano. 

—No somos nada —contestó ella, y clavó su mirada en su chico, lo observó con atención: Luciano era muy atractivo, pero Diana no comprendía por qué los besos de él no le causaban las mismas sensaciones que el de Rodrigo. 

Cuando la canción finalizó con discreción giró para observar al artista, y entonces miró como Nadia se acercaba a él, y lo besaba. Diana abrió sus ojos de par en par y comprendió por qué aquella nefasta mujer la detestaba. Su corazón sintió un pinchazo y una nueva decepción le causó Rodrigo Vidal, aquella mujer a más de ser mayor era casada, por esa razón decidió dejar de pensar en él, y concentrarse en Luciano. 

Días después Diana sin querer escuchó algo que le congeló la sangre: 

—Tenga señor, aquí está el listado de proveedores y clientes de Corporación Vidal —dijo Nadia. 

Diana se llevó las manos a la boca, sabía que la familia de Rodrigo eran distribuidores de artículos electrónicos, entonces se estremeció al seguir escuchando. 

—Con esto los sacaremos del mercado, esa gente siempre ha sido un dolor de cabeza —advirtió Alessandro. 

Enseguida Diana corrió a su escritorio, las manos le temblaban, y no sabía por qué razón no podía quedarse callada, tenía que advertirle a Rodrigo Vidal lo que estaba pasando. 

***

Parece que Diana siempre estuvo muy interesada en Rodrigo. No olviden dejar sus reseñas. 

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