41. Envenando su alma

Conforme pasaron algunas horas, Eros y Abby se encontraban apretujados sobre una cama revuelta, la rubia era abrazada por su amante de una manera posesiva y eso le encantaba. Cuando estaba al lado de Eros se sentía muy bien, completa y llena de vida.

—Dime una cosa, ¿Por qué regresaste?

—Quería verte.

—Parecías que te ibas.

—Lo iba hacer, solo vine a…

—¿A qué?  —Lo mira de reojo.

—No voy a volver a regresar.

—¿Qué dices? ¿Por qué? —Ella se gira quedando frente de él.

—Porque no pertenezco a este mundo, el venir aquí me quita fuerzas. En mi mundo soy muy poderoso Abby pero aquí no.

Lo que decía tenia lógica, Eros no era de ese mundo y el que estuviera en el seguramente estaba prohibido para el mundo de Eros. Posiblemente esa era la raz&oacut

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