3. Bragas humedas

—Gracias por preocuparte por mi amiga, pero estaré bien. No creo que eso vuelva a pasar. Y sobre Callan, no puedo evitar que me siga gustando.

—¿De verdad te gusta tanto?

—¡Estoy tan enamorada como si fuera una adolescente! — La pelirroja suspira y niega — Ya debo entrar, tengo mucho trabajo pendiente.

—De acuerdo, nos estamos viendo amiga.

La rubia cierra la puerta de su casa y quien la recibe es su pequeño perro quien al escuchar la puerta salió corriendo hacia ella para restregar su cola por las piernas de su ama.

—Hola Chen, ¡qué lindo! Eres el único que me ama ¿no es así? — El pero solo ladra de la emoción por verla llegar.

Ella dejo sus cosas sobre la mesa para encaminarse hasta la cocina donde prepararía la comida para su pequeño amigo peludo.

Después de pasar una noche leyendo documentos y tomando café hasta que ya no pudo más, al fin había terminado todo el papeleo que la pesada de Susan le había dejado en su escritorio. La rubia tumbo su cuerpo  exhausto en la cama. Solo quería dormir por días, ya no quería pensar más. Sobre todo quería olvidar por una noche a su atractivo jefe. Pero sabía que eso era imposible lo tenía metido bajo la piel.

Giro su cuerpo abrazando a su almohada, la chica dio un largo suspiro. Como deseaba a ese hombre se preguntó, ¿cómo sería hacer el amor con él? ¿Cómo sería Callan en la cama? ¿Qué le haría? Eran tantas escenas que se imaginaba. Y no estaba segura si algún día llegaría a cumplir sus fantasías.

Escucho los ladridos de Chen, el canino se subió a la cama acomodándose bajo sus pies. Ella lo pillo, y se dijo que así terminaría su vida. Cuidando de un perrito y sin un hombre en la cama. Con aquellos pensamientos prejuiciosos la rubia cerró los ojos, necesitaba dormir.

[…]

Por la mañana, Abby se arreglaba con tiempo de sobra. Ese día no llegaría tarde, por ende tenía tiempo para dedicarse a si misma. Maquillo un poco su rostro, y puso un poco de brillo labial en sus labios. No estaba segura de sí funcionaria, pero al menos debía intentar llamar la atención de su jefe.

Al despertar esa mañana decidió que no debía dejar de la idiota de Susan la intimidara, ella también tenía derecho a sentir algo por Callan. Y quien sabe, quizás él la viera como algo más que el revolcón de una noche. Sonriente y empoderada Abby abandono su casa para dirigirse al trabajo. Con actitud positiva sabía que conseguiría lo que más deseaba en el mundo.

[…]

El timbre del último piso del edificio sonó, indicando que había llegado al área de trabajo Abby salió del ascensor encaminándose hasta su cubículo, pero antes de poder sentarse Susan la abordo plantando ambas manos en el diminuto escritorio.

—¿Hiciste todo lo que te deje anoche? — Pregunta con voz molesta.

—Sí, he hecho todo — Responde con fastidio.

—¿Las solicitudes también? — Dice tomando las carpetas sobre el escritorio de Abby.

—También.

—¡Muy bien! — Esta sonríe de medio lado con las carpetas en los brazos —Y no creas que porque te has puesto ese horrible maquillaje, mi adorable Callan volteara a verte. ¡Estúpida!

Abby mira a la morena alejarse contoneándose como una perra en celo. Esa tipa sabía cómo bajarle el ánimo a una mujer. Ella abofeteo esos pensamientos negativos de su cabeza, no podía permitir que las palabras de esa mujer la afectara… Libre del trabajo extra, ya solo le quedaba hacer su verdadero trabajo, la chica encendió el ordenador y antes de poder teclear alguna letra, una figura masculina se situó delante de ella. Lentamente Abby levanto la mirada para encontrarse con su sexy jefe.

Si el corazón pudiera emerger por la boca, desde hace mucho que el suyo estaría viviendo fuera de su cuerpo.  Por los nervios que la abrumaban la rubia solo pudo sonreírle a Callan, quien pareció divertirle aquel gesto tan ridículo.

—¿Estas ocupada?

—Yo… yo, acabo de llegar —  Pestañea como procesando lo que estaba pasando.

—Alguien me dijo que sabes algo de ordenadores, y resulta que yo tengo un problema con el mío.

—Yo… yo… no sé tanto, señor Meison — Tartamudea.

Y justo en ese momento cuando ella nota ese ceño fruncido, y es cuando esa voz en su interior le dice… ¿qué estás haciendo, estúpida?, claro que si sabes. Ayúdalo, perderás una oportunidad única de estar a solas con él.

—¡Oh! Pensé que sabias, Julia me ha contado que has acomodado su laptop — Le dice un poco decepcionado.

—No, si… — se pone en pie muy rápido —Sí, es cierto. Yo, yo sé — Sonríe como bobalicona.

—¡Perfecto! Entonces ven conmigo.

Callan da la vuelta encaminándose hasta su oficina. Seguido de la rubia quien se moría de los nervios. Solo esperaba que pudiera resolver el problema del ordenador. Mordiendo sus labios al punto de dolerles, Abby entro en la oficina de Callan. Se podría decir que era la segunda vez que lo hacía ya que cuando le dieron el trabajo su jefe le había dado una pequeña charla. Y desde entonces quedo prendada del apuesto empresario.

—Bueno, aquí esta. Ve que puedes hacer por ella.

Abby quedo en pie en medio de la oficina con las manos juntas. Las apretaba con gran fuerza, la verdad es que los nervios estaban haciendo mella en ella. Sabía que parecía idiota estando de pie sin moverse, y mucho menos sin decir una m*****a palabra.

—¿Harás algo? — Este alza una ceja –Puedes tomar mi asiento, si gustas.

—¡Eh sí! Lo siento mucho, señor Meison.

Rápidamente se sienta en el sillón de cuero de Callan, quedando fascinada con la comodidad. La  rubia aparto esos pensamientos que no venían al caso para enfocarse en lo que tenía que hacer. Comenzó a revisar el ordenador buscando el problema,  requería resolverlo, si quería quedar bien con Callan era preciso que dejara la laptop como nueva.

Medio levanto la mirada de la pantalla, chocando con los potentes ojos de su seductor jefe. ¡Por dios! Sus bragas nadaban en un mar de sus propios fluidos. Sus mejillas ardían, y sospechaba que Callan la había pillado.

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