FENRIR DE VUELTA.
A Alexander le preocupaba la cara pálida que tenía su hermano.

Sebastián se acercó a él, puso una silla cerca de la cama y se sentó en ella.

—Debo pedirte, implorar que te controles. Yo no te crié para que le hicieras todas esas barbaridades que me dijeron que le hiciste a tu omega, siempre quise que fueras una persona de bien y que no te dejaras controlar por tus impulsos.

Ya bastante se había aguantado Sebastián.

Desde que supo lo que ocurrió quiso echarle un sermón a Alexander, pero después de todo lo ocurrido no tuvo tiempo para tocar el tema.

Alexander agachó la cabeza apenado por el sermón que le estaba echando su hermano.

—Desde pequeño Merlín estuvo cuidando de tí, preparándote para que no fueras como los demás Licaón. Pero al final hiciste lo que tanto te dije que nunca hicieras.

—Lo siento, yo nunca quise hacerle daño.

Esa disculpa no fue suficiente para Sebastián, seguía muy molesto con él.

—Y crees que con una disculpa se soluciona todo?

Alexander negó con la cabeza, ni si
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