Desafiemos al destino (cuarta entrega chicas de orfanato)
Desafiemos al destino (cuarta entrega chicas de orfanato)
Por: Karina Peña De Goncalves
Prefacio.

   La tormenta era furiosa, Johana quedó atrapada en las caballerizas por necedad, le advirtieron que se quedará en casa, pero ella debía hacer la limpieza en la herida de un caballo, pensó que era cosa de un momento y podía regresar, ahora sentía un miedo real de aventurarse hasta la casa, los vientos eran tan fuertes que ella sospechaba podrían hacerla volar y su estado era delicado, un dolor sordo en la espalda baja que sentía persistente de a momentos y se aliviaba después la hizo lamentarse. Un apagón la dejó por completo a oscuras, se asustó no pudo evitarlo, pero al minuto el generador de emergencia hizo regresar la electricidad permitiéndole ver de nuevo a su alrededor.

   —Johana estás embarazada —observó Robert asombrado aún negándose a creer lo que sus ojos veían, era ella y tenía un enorme vientre.

   Johana brincó del susto, no podía creerlo, tenía 8 meses que no veía a Robert Mendoza, el dolor sordo ahora más fuerte regresó haciéndola encorvar, pero a punta de orgullo se irguió a tiempo que pasaba la punzada, ya Robert estaba de nuevo junto a ella.

   —¿Qué haces aquí Robert, como entraste, como supiste donde estaba?

   —Pensé que el mundo no era lo suficientemente grande para separarnos, pero veo que tú seguiste adelante.

   —No tienes derecho a buscarme, mucho menos a reclamarme, tú que me engañaste, que te burlaste de mí, eres bastante descarado al presentarte aquí, en esta que no es tu casa, no sé cómo lograste entrar, pero te largas con tu prometida, te casas con ellas y consigues tu imperio, ¡Ayyyy! —exclamó Johana de dolor cada vez era más fuerte y más persistente.

   —Johana tiene contracciones.

   —Son contracciones de Braxton Hicks, aún me falta un poco.

   —¿Estás segura? —dijo Robert preocupado—, qué tan seguido las sientes.

   —Solo es tu presencia que me exaltó.

   —Vamos a la casa —Robert caminó un poco hasta llegar al pasillo que daba a la entrada, pensar salir así con una mujer embarazada era imposible, él a duras penas había llegado y ahora la tormenta era más fuerte, regresó con Johana y la vio de cuclillas aguantando la contracción, Robert no lo pensó, es cierto que esta no era su casa, pero conocía estas caballerizas, cargó a Johana y la llevó al catre que utilizaba el encargado si debía cuidar la salud de un equino durante la noche, buscó gasas, tijeras de veterinaria, apósitos y desinfectó sus manos antes de ponerse unos guantes —creo que me tocará ser médico obstetra el día de hoy.

   —Estás loco, yo no soy una yegua, ni una perra.

   Poco pudo hacer Johana presa del enorme dolor para evitar que Robert presionara sus dedos dentro del canal de parto.

   —Estás dilatada—, midió de manera ortodoxa con sus dedos—, sí deben ser diez centímetros, pues me tocará ser el padrino de tu criatura.

   —No Robert, yo no puedo tener a mi hija como un animal, con un veterinario, dejaré a mi hija sola en el mundo —Johana lloró y gritó con la contracción enorme que la hizo boquear por aire repetidas veces.

   —Escúchame bien Johana, no te dejaré morir, te lo juro, tu hija te conocerá —Robert bajó su mirada un momento—, te he hecho mucho daño, pero tú serás una madre feliz, es una promesa.

   —No Robert, voy a morir, la niña no está en posición, yo necesito cesárea, no puedes hacerme una cesárea por muy autoritario que seas, Dios mío mi destino siempre fue repetir el destino de mi madre, por favor que mi hija sobreviva —. Pidió asustada arriesgándose a perder incluso la vida con tal de traer al mundo a su bebé.

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