3. Ian

Intento distraer mi mente aun sabiendo que todo intento sería en vano.

No puedo seguir así…

No puedo tolerar esto. No cuando estoy comprometida con un gran hombre.

Debo hacer algo para que ese idiota se ponga en su sitio.

Eso es, enseñarle quién manda.

Sorpresa, no es él.

Si no yo, Adelaida Walsh, la mujer que se ha labrado su presente y futuro sin depender de nadie.

Él se piensa que lo tiene todo bajo control, pero…¿Qué pasa si voy a su mujer con la historia?

Seguro que la pobre ni siquiera debe saber a qué se dedica el degenerado de su marido.

Eso es, incluso le voy a hacer un favor.

Tomo el móvil del trabajo y busco el numero de telefono de Clare Remington, la esposa de Damián.

Aun no era la hora asi que había margen de tiempo, seguramente Ian estaría atendiendo aún al personal como buen samaritano que es. Siempre está ahí para todo el mundo.

Una voz elegante y suave suena después de dos tonos.

—Hola…¿Quién es?

—Soy Adelaida, la nueva secretaria—suelto.

—Sí, por lo visto Roxy ha tirado la toalla…¿Eh?—responde ella con diversión.

—Señora Clare me gustaría hablarle de un tema un tanto delicado pero creame que sino fuera de vital importancia no me habría atrevido a molestarla—explico con fuerza.

Ella toma aire con fuerza al otro lado de la línea.

—Está bien.

—Señora Clare…—hago una pausa cohibida, miro hacia un lado de la habitación y luego hacia otro—Su marido no para de acosarme y soltar comentarios subidos de tono, ya sabe…—añado.

Al otro lado de la línea primero se pronuncia un silencio y luego después de dejar ir aire con molestia la señora Remington susurra un insulto…¿Hacia mi persona?

Poco después una melódica carcajada suena.

—¿Por qué crees que una mosquita muerta insípida como tú podría llamar o cautivar los ojos de un hombre millonario como es mi marido?—suelta finalmente con burla, poco después se ríe—Espero que no vuelvas a molestar por tonterías como esta—suelta poco después y cuelga.

Mis ojos se salen de órbita.

Ni siquiera me había dejado responderle.

De haberle respondido le habría limpiado sus orejas de muñeca estirada.

Asi que ni la mujer de Remington iba a impedir que ese demonio campara por sus anchas…

¿Cómo puede ser tan fría?

¿Cómo puede quererse tan poco?

Las mujeres enamoradas son un misterio que nunca voy a entender, prefiere mantener a su marido en un altar que enfrentarse con la realidad.

Tomo aire con fuerza cuando mi móvil empieza a sonar. Sonrío automáticamente al ver Ian y un corazón a lado en la pantalla.

—Amor mío—suelta él.

—Dime—intento recomponerme, pero la dulzura de Ian no es suficiente para apagar la amargura de mi pecho.

—Después de la cena dormiremos en el hotel, es de un amigo italiano del barrio, tu hermano Joe me lo ha recomendado. Ahora te envío la dirección, nos vemos directamente ahí, te amo—añade.

Un nudo se forma en mi estomago.

Dormir y hotel es un combo prohibido y él lo sabe bien.

Fui muy clara.

Nada de nada hasta saber que nuestro amor es lo suficientemente estable como para que no me abandone al día siguiente como una prostituta barata en medio de un motel…

Tomo aire con fuerza y niego ante el recuerdo de Clare insultandome. En verdad sentía lastima por su falta de amor propio.

Finalmente revisé de nuevo mi estado, revisé la dirección y decidí olvidarme del asunto por lo menos en frente de Ian.

Estaba segura que había algo importante, solo en las ocasiones importantes ibamos a sitios caros como este, no lo digo como algo malo, al revés, la comida de restaurante siempre me ha parecido exceciva, una barbaridad… ¿20 euros por un plato de pasta donde no has invertido ni 500g? Por el amor de dios. Sentido común.

(***)

Ian no duda en sonreír de par en par en verme, se acerca y me rodea en sus brazos, sin preambulo posa sus labios encima de los míos de manera necesitada. Poco después coloca sus manos en mi trasero de forma protectora.

Intento sonreír pero me sale una mueca.

No entiendo su comportamiento.

Trago saliva confundida y tomo asiento en la mesa que nos indica el joven camarero.

Poco después nos da la carta y pedimos sin más, Ian parece mucho más excitado de lo normal.

—No te llenes, deja un poco para el postre—sonríe poco después señala con la mirada su pene.

Lo miro con los ojos fuera de órbita.

Al parecer hoy era el día de las bromas de mal gusto.

—¿Qué has dicho?—pregunto de mala manera.

—Que nada, cariño, que quiero ya hacerte mi mujer—suelta con una sonrisa reconciliadora.

Niego con una sonrisa.

—Todo a su tiempo.

—¿Y cuándo será el tiempo?—pregunta, sus manos se posan encima de mis muslos.

Agradezco haberme puesto medias.

Siento sus manos pero en mi cuerpo la temperatura no se altera de la misma manera que había sucedido esta mañana.

—Cuando me sienta preparada—afirmo notablemente incomoda.

Él asiente alejandose para mirarme con ojos de cachorro.

—Estoy desesperado, te veo y tengo ganas de sentir ese cuerpo en mis manos.

Esa fue la última gota que colmó el vaso.

Decidí levantarme, tomar mi bolso y marcharme sin más.

No iba a tolerar ni un comentario más sobre el tema.

Él me mira con los ojos fuera de órbita.

—Adelaida…

—No, me marcho.

—Por favor—ruega.

—Reflexiona sobre tus actos, Ian—suelto poco después caminando hacia la entrada.

Miro mi escote alarmada, rapidamente decido levantarmelo un poco más.

Tomo aire con fuerza mirando por última vez hacia un preocupado Ian.

Entonces con tan solo caminar un par de calles lejos del restaurante, un camión policia sin previo aviso decidió llevarme detenida por presunto encubrimiento de delincuentes y sorprendentemente posesión de drogas. Debería haberlo sabido de Joe y sus amigos nada bueno puede salir.

Justo lo que necesitaba mi día para mejorar.

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