Reprimiendo los deseos.

Pasaron las festividades sin contratiempo.

Julián no se ha movido del Resort Del Sur a la espera de la noticia que pronto acabe el calvario para Catalina. Con Gabriel en prisión, posiblemente ella quiera volver a Etruria para continuar con su vida. Vivir en tranquilidad.

—Aquí se vive en tranquilidad y respirando un fresco y renovador aire—mencionó Catalina, mientras almuerza junto a Bastián.

Hizo su entrada Julián y fue directo a la mesa que ocupan.

—¿Puedo sentarme?—preguntó indicando la silla que se encuentra desocupada enfrente de Catalina.

—Por supuesto, estamos terminando de almorzar—advirtió Bastián.

—¿Que harás luego?—dirigiendo su mirada y pregunta a Catalina.

—Quiero caminar.

—Bien los dejo, es el día libre de Catalina, no el mío, el deber llama y debo trabajar—dijo retirándose de la mesa.

Fijó su mirada en los huéspedes que entraban y salían del comedor, evitando que sus ojos se encontrarán con los de Julián, fijó sus pupilas hacia afuera, vio algunos caminar por alrededor de las piscina, a otros como se desplazan por el jardín .

Se paró Julián primero, le retiró la silla mientras ella se ponía de pie.

Se dirigió a su habitación, cepillo sus dientes. Cogió el libro que le había regalado Julián para navidad, bajó, y el la esperaba junto a la puerta de salida. Caminaron por los pasillos del jardín, ella respiró profundo llenando sus pulmones del aire con aroma a dasme. Una tibia brisa acarició su piel. El mundo y sus problemas parecían insignificante a una gran distancia. Esto era lo más parecido al paraíso, y allí se quería quedar para siempre.

Julián con disimuló, respiró el aroma de Catalina que le llegó directo a su cara. La miró de reojo, su vista la fijó en los pechos de la joven, vio que con cada inhalación sus pechos subían y bajaban bajo la blusa de seda amarillo pálido que llevaba puesta ese día.

—Hoy te ves radiante, hermosa diría—fue el cumplido que le lanzó mientras camina a su lado por el jardín bajo la mirada de algunos de los huéspedes.

Catalina se detuvo para ver la cara de su anfitrión. Vestía pantalón de tela delgado y estaba enfrente de ella, relajado con manos en los bolsillos observándola.

Un sentimientos de felicidad le recorrió el cuerpo acelerando el corazón, obligándola apartar la vista de Julián, después de escuchar aquel cumplido.

—No permitas que una verdad te avergüence.

Debajo de las pestañas marrón, los ojos celeste de Julián resaltaron y un deseo incesante le aceleró por dentro. Seria muy fácil recostarse junto a ella, desatar el cabello y dejar que sus manos la acaricien en busca de misterios dulces y sensuales, atrayentes, sería tan fácil y erróneo a la vez.

Lo malo de todo este sentimiento, era que estaba en el tiempo y momento equivocado.

Deseo haberla conocido en otra circunstancia y en otro lugar. Julián apretó los dientes, un músculo se tensó en su mandíbula. Se alejó unos centímetros de ella destruyendo esa ilusión. Con gran voluntad controló la tensión que recorría su cuerpo delgado, duro, para luego convertir las líneas de su cara en sonrisa, solo su voz sonó áspera, pero de inmediato recobró su entereza.

—Nos sentamos en el pasto a la sombra de este abeto—sugirió Catalina.

—Como quieras, desde aquí hay una bella vista hacia todos lados.

Ambos se arrodillaron para pasar a quedar sentados.

—Me preguntaba si eres feliz aquí—Le resultó una interrogante atrevida luego de hacerla.

—Si, puedo salir sin mirar hacia ningún lado buscando a un fantasma —respondió Catalina.

—No quiero invadir tu privacidad con preguntas.

—Imagino que te estarás preguntando que hago sola y por qué me quiero quedar por mucho tiempo aquí.

—Si, considerando lo joven que eres y además atractiva.

—Tuve un esposo, los primeros cinco años fueron relativamente buenos, luego vinieron las complicaciones, ahora estando sola he recordado detalles, algunas señales que no quise ver, sus actos me lo gritaron pero me volví sorda, no presté atención a las muchas señales indicando que el matrimonio no iba hacia ningún lado.

—Entiendo, nunca es tarde para enmendar errores y nunca es tarde para ser feliz.

—Asi es¿Que me cuentas de ti?

—Bueno, nunca me he casado, no tengo novia desde hace un año, ocupo mi tiempo en los negocios, brindando seguridad a los hoteles y Resort Del Sur.

Julián sintió que lo invadía una frustración tan perturbadora como la culpa que sentía Catalina. Le hubiera gustado retar a los demonios que la perturban, pero eran demasiados oscuros como para sacarlos a la superficie. Y el ya batalla con sus propios demonios, tendría que encerrar los de él primero para luego ayudar a encerrar los de Catalina.

—Por cierto, gracias por este magnífico libro.

—La paradoja de un guerrero, es un buen libro, que me ha ayudado de cierta forma, en muchas partes del escrito, me sentí identificado con el protagonista.

—Que curioso, me pasó lo mismo. La diferencia entre él y yo, es que él tiene que salvar al mundo.

—Si lo analizas, tal vez lo que el quiere enseñar, no es como ser un héroe para el mundo, sino como ser un héroe de tu mundo, de tu vida—dijo reflexivo, mirando a algún punto lejano.

Con sus pensamientos centrados en los días amargos del pasado y las cosas que debía resolver, y su vista puesta observando la naturaleza. Recordando el intenso, casi microscópico análisis de su vida Julián sonrió con sequedad.

Catalina observó las facciones fuertes, segura de que debajo de aquella compostura existía una sabiduría que Julián se esforzaba en ocultar.

Julián controlandose para no confesar sus sentimientos hacia ella.

La intuición le advertía que la intensidad de sus sentimientos y la necesidad de hacerlo saber, asustaría a Catalina en lugar de darle tranquilidad. Julian comprendía el peligro, pero de momento no era necesario que Catalina se enterara de las angustiosas complejidades que una mente sana debe prever, adelantándose al genio torcido de la demencia.

Julián no podía hacer milagro, pero le estaba entregando lo mejor de su mundo para mantenerla intacta. Pintando en su mente un mundo bonito junto a ella. Sin embargo, la realidad le gritaba que no existen los cuentos de hadas, aquellos solo existen en papel.

Sintiéndose un tonto por hacer buenas obras, que resultó en un conflicto en su interior, luchando por ahogar sus sentimientos y deseando pasar tiempo a su lado.

Después de un tiempo el se puso de pie.

—Hasta aquí llega mi compañía al igual que Bastián, debo trabajar.

—Iré a mi habitación—dijo Catalina.

El le ofreció la mano para ayudarla a ponerse de pie. El contacto con ella lo hizo estremecer, agitando su respiración, se apartó con rapidez para que ella no note el efecto que la cercanía de su cuerpo produce sobre el de él.

Catalina lo observó, descubriendo la agitación que produce en Julián.

En ese instante se dió cuenta que podía confiar en aquel hombre un tanto enigmático. Julián posee el valor que ella necesita para enfrentarse a Gabriel y reclamar su libertad.

La parálisis del miedo desapareció, la luz entró en su vida otra vez. Había luchado con un sentimiento enfermizo de impotencia, se consideraba perdida en el frío, en un vacío sin control y sin dirección.

Julián estaba llenando ese hoyo negro con confianza, obligándola a sentir de nuevo con su cercanía. 

Se despidió de ella a los pies de la escalera. Con su pulgar derecho le rozó la mejilla; la suavidad de su piel le indicó lo joven e inocente que había permanecido en medio de los problemas y la tragedia. Si la iba a proteger, conservaría esa inocencia, Gabriel Lazcano jamás volvería a tratarla con brutalidad.

Contenta con su más reciente descubrimiento, subió a su habitación, se tiró sobre su cama y comenzó a pensar en Julián, olvidando por completo su pasado con Gabriel.

Sus sentimientos comenzaron a despertar y lentamente se iban apoderando de su ser.

Se encontró en la cena con Bastián como de costumbre. No había señal de Julián.

—Te ví junto a Julián, gran tipo, ayudando y dando protección a los que están en peligro. Pero...no le gusta que le digan que es un buen Samaritano—había terminado de decir aquello, cuando Julián hizo su aparición por la puerta de entrada. Venia del exterior vistiendo ropa de montar.

—Su día lo comienza y su tarde la termina junto a Mariposa, suben hasta la colina de dónde domina el paisaje, luego baja a todo galope, para el es un gran reto mantenerse sobre la silla de montar, mientras Mariposa zigzagueante pasa entre los árboles a una gran velocidad. Luego se detiene en el claro que separa el bosque del Resort. Ahora fue hasta el lago, suele ir por allá algunas veces.

—¿Hace cuánto que trabajas con él?

—No mucho, pero lo observo constantemente, cuando algo lo inquieta, sale a recorrer el extenso terreno de la propiedad del señor Montecinos.

Mientras charla Bastián, Catalina se mantiene distraída de lo que ocurría a su alrededor, solo la devolvió al planeta tierra la voz de Julián al decir.

—¿Puedo acompañarlos?

—Si, por supuesto—respondieron al unisono .

Se sentó a la espera de su cena.

Maldición¿por qué me afecta Catalina de esa manera? El  siempre tuvo control sobre sus sentimientos y ahora eran los sentimientos quienes lo manejaban. Incluso cuando lo miraba, con aquellos ojos tan azules como el cielo veraniego con el que vivían.

Era increíble que ella con solo una sonrisa, lo convirtiera en un gato en celo listo para enseñar sus garras.

Cenaron entre risas y anécdotas variadas. Bastian a su corta edad tiene un sin fin de historias entretenidas.

Catalina se paró para ir a su habitación a cepillarse sus dientes como siempre. Bastian se fue a descansar, su turno comienza desde muy temprano.

"No te lastimaré, prometo que no te lastimaré"la acostumbrada letanía se escapó entre sus dientes apretados.

—Buenas tardes, jefe— Martin saludó, parado enfrente de la mesa—¿soñando despierto?

—Algo así—respondió alterando su gesto con una sonrisa—¿Todo bien?

—Si, todo tranquilo.

—Asiento—invitó a Martin que lo acompañe .

—Aprovecharé de cenar. No es bueno enamorarse de la protegida—musitó Martin.

—No te preocupes—mintió con descaro.

Se sentía molesto, enojado consigo mismo por permitir que la sonrisa de Catalina derritiera la fría soledad en la que había permanecido por un año. Enojado por permitir que con una sonrisa Catalina derribara las defensas que había levantado. Enojado por qué le ardía la sangre al pensarla provocando un cumulo de sensaciones oscureciendo su razón.

Sus relaciones sexuales habían sido breves y poco complicadas. Siempre había la compañía de una mujer agradable para cenar. Pedia poco...tan solo el placer de una mujer atractiva para satisfacer una necesidad física. Una vez pidió matrimonio, lo que no llegó a concretarse por la falta de fidelidad de su novia. Su corazón ha permanecido sin conmoverse. Hasta que conoció a Catalina. Julián abandonó el ensueño nostálgico, sin analizar las posibilidades de un romance que imaginaba.

A la mañana siguiente se encontraba en el comedor desayunando, mirando hacia la puerta por la que hace su entrada Julián.

Distraída por sus pensamientos, su cuerpo se estremeció al recordar a Gabriel, el solo pensar en él le producía una sensación de desasosiego que le altera su tranquilidad.

Julián se detuvo en la puerta del comedor. Caminó a la mesa de Catalina .

—¿Cómo estás?

—Bien, gracias.

Se sentó a la espera de su desayuno, esta vez no preguntó si podía hacerlo.

El silencio fue incómodo. Evitaron mirarse.

—Permiso, debo trabajar—dijo Catalina levantándose y caminando a su habitación como lo hace después de cada comida.

Al finalizar su turno, subió a su habitación, se duchó y se puso ropa ligera para acopiar el calor del verano.

Bajó y caminó hacia afuera en busca de una buena sombra a los pies de un árbol para apoyar su espalda en el tronco y así continuar con la lectura.

Mientras se encuentra inmersa en su libro, no sintió el ruido del caminar de Julián .

—¿Cómoda?—preguntó, sentándose al lado de ella.

Al posar su vista en los labios de ella. Se le suscitó una serie de turbulencias en su cuerpo. Sentía de nuevo aquel deseo que trataba de ahogar a fuerza de voluntad. La defensa de Julián que había levantado se desmoronó como una muralla de adobe. Mientras los ojos de Catalina se posaban en su boca,  trató en vano de levantar un muro defensivo. Así que cuando habló de nuevo su voz sonó grave.

Caminaron por el prado, haciendo una fabulosa postal.

—¿Cenamos juntos?—preguntó con temor

—A las ocho¿te parece?

— Entonces a las ocho.

Caminó a su oficina después de dejar a Catalina a los pies de la escalera.

Se sentó detrás del escritorio, analizó sus sentimiento.

Cómo es posible que con solo sonreír ella derribe sus defensas, como es posible que con su cercanía, despierte aquel deseo prohibido que no se atreve a experimentar.

Ella tiene la capacidad de bajar su guardia con tan solo una mirada.

Miró la hora en su reloj y eran siete y cuarenta y cinco.Caminó aprisa hacia su habitación, echó a correr la ducha, comenzó a desvestirse, se baño y vistió.Bajó al encuentro con Catalina para cenar.

La observó bajar la escalera y se apresuró a su encuentro.

—Estás radiante—dijo con sus ojos más celeste que nunca al verla con aquel vestido azul que hacía juego con sus ojos.

—Gracias.

Corrió la silla para que Catalina se sentara y luego lo hizo él.

Abandonando el análisis superficial de su propio corazón, Catalina miró la cara sonriente de Julián.

Durante la cena Julián pudo conocer un poco más a Catalina y el le hizo saber algunas cosas sobre él.

Luego se despidieron, Julián volvió a su oficina y Catalina se fue a descansar.

A la mañana siguiente mientras desayuna, aparece Bastián para hacerle compañía.

—Julián se fue temprano a cabalgar y aún no regresa, debe haber ido hasta el lago para despejar su mente.

Catalina lo oye, pero no lo escucha, inmersa en sus pensamientos, trata de encerrar sus sentimientos por Julián en algún recóndito lugar de su corazón.

Ambos se fueron a trabajar.

Julián volvió cerca de las once al Resort . Caminó hacia su oficina con ropa de montar.

Una vez allí se movió de un lados otro, sofocando aquel deseo de buscar a Catalina y declarar sus sentimientos.

—Que tal Roberto¿tienes novedades? —dijo al contestar la llamada de su celular.

—Si, el fiscal consideró las pruebas para enjuiciar a Gabriel, no aseguró nada, pero hay muchas posibilidades que aquel canalla pague al fin la muerte de tú hermana.

—Viajaré de inmediato, mientras recopilan todos los antecedentes que nos permitan ganar. Nos juntamos a las ocho en el hotel.

—Le avisaré a los demás.

Salió aprisa de su oficina, fue en busca de Martin. Lo invitó a caminar por el prado, mientras le da las instrucciones.

—Al fin llevaremos a Gabriel a la justicia, esperemos que pague por todo el daño que ha causado, tú trabajo aún no termina aquí, necesito que te quedes hasta que vuelva.

—Conociendo a Gabriel, siempre tendrá un as bajo la manga, debes tener cuidado, caminas por un campo minado.

—Me puedes preparar el helicóptero, viajaré solo.

Preparó su bolso de viaje.

Al salir hacia la pista, buscó a Catalina bajo algún árbol y a lo lejos la vio, en todo el día la había estado rehuyendo. La cabalgata le produjo una sensación de confianza vacía.

—Viajaré a Etruria, estoy de regreso en un par de días.

Le extendió su mano para ayudar a poner de pie a Catalina, ella tambaleó y el rápidamente la cogió por la cintura. Justo abajo de sus senos para que mantuviera el equilibrio. Ese contacto tan cercano provocó en ella un despertar. Catalina fue consciente de la vitalidad, de la textura de la piel de Julián, de la fuerza de sus músculos que la sostenían. Su aroma de masculinidad y misterio la traspasó através del calor que los rodeaba.

Se apoyó en él, y él reaccionó apretándola contra su cuerpo, sintiendo la dureza y lo redondo de sus pechos. Al abrazarlo por el cuello, el aroma de Catalina lo envolvió como en un ramo de flores.

Esperando a que la liberara de sus manos fuertes que la sostenían. En lugar de eso permaneció manteniendo con delicadeza entre sus brazos aquel bello y frágil cuerpo.Inclinó la cabeza para acariciarla con sus ojos. Apenas controlando ese instinto primitivo que da origen a la especie.

—Julián—musitó con voz temblorosa, revelando su confusión.

El permaneció inmóvil. Solo la vena de su sien latía.

—Julián—volvió a musitar.

Un relámpago de deseo los traspasó.

—Julián, me lastimas—dijo con voz más firme.

—Lo siento, no es mi intención hacerlo.

La liberó y luego se alejó, quedando en quietud, recuperando el control y la respiración.

La figura sensual de Catalina fue tan intensa, que nunca se le ocurrió pensar que el fuera inmune a la sensualidad de ella.

Apretó sus puños, con ganas de salir corriendo, luego de un instante los aflojó y se alejó.

Luego se acercó, rozó la mejilla de Catalina; la suavidad de su piel le recordó que joven e inocente había permanecido entre los problemas y el abuso. Si la protegía, conservaría esa inocencia. No permitiría que persona alguna la trate con rudeza.

—Te veo pronto—dijo con ternura. 

Todo lo que intenta ocultar, florecía en su rostro, y solo la armadura de fingida calma, le impidió decir todo lo que sentía.

La devoró con los ojos, queriendo meter la mano en la masa de cabello oscuro, introducir su cara en esa fragancia de flores. Perderse en ella. Olvidarse de la venganza. Acostarse junto a ella .

—Que tengas un buen viaje—deseo desde su corazón.

Julián caminó bajo la atenta mirada de Catalina.

Giró y agitó la mano como despedida.

El helicóptero de Julián se hallaba listo para despegar.

Llegando a Etruria tendría que revisar los planes.

Se elevó por sobre los árboles. Dio un giro sobre el lugar donde se encontraba Catalina, luego dirigió la nave con dirección al lago.

Siempre le ha gustado sobrevolar aquella enorme cantidad de agua semejante a un gran espejo por su transparencia y quietud.

Al volar piensa en Catalina. Y de cómo ha utilizado este viaje para salir corriendo lejos de la mujer que traspasa su guardia. Cobarde o no, vuela lejos de ella para apaciguar el deseo que ha despertado en él.

Al llegar a Etruria, se juntó con sus abogados a la espera del juicio en contra de Gabriel.

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