Escapando a un lugar seguro.

Aún seguía sin entender lo sucedido. Sentada enfrente del escritorio de cara hacia el capitán de la policía, mientras era interrogada como si ella fuera culpable de lo ocurrido.

—¿Entiende la gravedad del asunto señorita?. Ruegue para que su amante no muera y pueda declarar, y entonces sabremos la verdad.

—¿Cuál verdad? No entiendo que hago aquí, al que deberían estar interrogando es a Gabriel, fue él quién nos tiró el auto encima y Seba me arrojó hacia un lado—dijo con desesperación y amargura.

—El señor del auto es su ex esposo, él nos contó otra cosa, ahora solo queda esperar y sabremos que fue lo que realmente sucedió.

Desanimada y triste por no poder estar con Seba. Él arriesgó su vida por salvar la de ella y ahora se encuentra solo en aquel hospital y ella llora por dentro. Cómo es que la vida le hace tan malas jugadas.

La venganza no discrimina a los desconocidos, solo los cataloga como alguien indispensable para provocar dolor por una mente enferma.

—Mi capitán, afuera está el abogado del señor Montecinos, dueño del hotel donde ambos trabajan, dice que quiere hablar con usted.

—Enseguida—dijo al tiempo que se ponía de pie y avanzaba hacia la puerta con grandes pasos y firmes pisadas—Vuelvo de inmediato y continuaremos.

Al escuchar el ruido de la puerta al ser cerrada. Cubrió su cara con sus manos para ahogar el llanto que se había guardado todo el tiempo de su interrogación.

Si Gabriel quería acabar con ella, pues lo estaba logrando.

Rendida, desanimada y a la espera de lo peor, dejó caer sus brazos apoyando sus manos sobre sus piernas, cabizbaja y triste observó aquel lugar. La luz natural era escasa, el escritorio de buena madera, el papeleo muy bien ordenado, fijó su mirada  en la ventana que da hacia la calle, afuera se podía apreciar que el sol comenzaba hacer su entrada a su descanso. Vio varias personas pasar mientras se encontraba absorta observando hacia afuera, no sintió abrir la puerta, solo escuchó la voz seca que le habló.

—Puede irse, no debe abandonar la ciudad, la estaremos vigilando, y suplique para que su amante despierte, por qué si no logra despertar, usted será acusada de homicidio.

Que más podía perder, no le quedaba nada, su amor propio fue arrojado a un tacho de la basura, su alegría arrebatada junto a su amor. Solo rogaba por una cosa; y esta era que Seba saliera bien de la operación y se recuperara. No podía visitarlo, se le prohibió acercarse a él.

—Señorita de Lucas, soy su abogado, espero que no haya dicho nada que la pueda inculpar.

—No, soy inocente y no puedo pagarle, lo siento.

—No,no...no se preocupe mis honorarios están cubiertos. Fui enviado por el señor Montecinos para hacerme cargo de su defensa.Tiene claro que no podrá ir a casa, ¿Tiene algún otro lugar donde pasar la noche?

—No, poco importa lo que me suceda, si de todas forma mi vida es un infierno—dijo con los ojos brillando por las lágrimas retenidas.

—Bien, me permite —dijo mostrando él su teléfono a modo de indicación que quería hacer una llamada.

Ella asintió con la cabeza, se quedó parada en la acera mirando al suelo, en busca de respuesta o tal vez tranquilidad. Esta exhausta, una larga ducha y su cama le vendrían bien ahora.

—Resuelto, se quedará en el hotel, hasta resolver este asunto, indicaciones del señor Montecinos.

—No es necesario, estaré bien en mi departamento,¿que más me podría pasar?—se preguntó con desánimo.

—Si la dejo ir, entonces el señor Montecinos se enfada conmigo, usted necesita descansar, y aquí estará a salvo.

—Esta bien—dijo esbozando una sonrisa.

—Vamos, ahí tengo el auto—indicó hacia un vehículo negro, último modelo, con los vidrios polarizados.

De forma inconsciente Catalina observa para todos lados mientras abre la puerta del auto.

—No se preocupe, su ex esposo está lejos de aquí.

Al llegar al hotel, a la entrada se encontró con Julián, aquel hombre atractivo, y amable, pero de apariencia un poco sombría, con aquellos ojos que al mirarla parecieran que la taladra.

Ella entró y el salió, aquel cruce de miradas la hizo estremecer, rebobinó ciertos momentos de abuso de Gabriel, sin embargo, no logró aquel recuerdo disminuir el impacto que producía en ella aquellos ojos de mirada profunda que la traspasa. No encuentra la manera de explicar el magnetismo que le provoca aquel huésped.

Se introdujo al ascensor y se dirigió a la habitación 403 cuarto piso, la cual le fue asignada con cargo al señor Montecinos.

Al entrar a la habitación y luego de cerrar la puerta se quedó parada en medio de ella. Con las manos apoyada de forma inconsciente en los músculos doloridos de la base de su cuello, Catalina se volvió hacia la puerta al escuchar que llamaban con suaves golpes.

—Me han pedido que le traiga cena a la habitación.

—Gracias, pero no he pedido cena, es más no he pedido ninguna cosa.

—Lo sé, llamó el señor Montecinos y dió instrucciones de subir cena y lo que usted pida.

—Le agradezco,solo recibiré la cena, no necesito nada más, buenas noches—se despidió del joven camarero al cerrar la puerta.

—Buenas noches, que descanse—recibió cómo respuesta.

Estaba a punto de rendirse, tal vez con ella en prisión, Gabriel causaría menos daño, estarían protegidas las pocas personas que ama.

Llenó la tina con agua tibia, se sumergió en ella, se quedó reflexionando en todo lo que le estaba sucediendo. Un sonido de golpe en la puerta interrumpió sus reflexiones. Un suspiro contenido y con movimiento sutil, salió de la tina se puso la bata y luego gritó para hacerse escuchar.

—Momento, voy.

Se acomodó la bata y descalza caminó hacia la puerta, al abrir se encontró con aquella mirada penetrante. La voz masculina poseía la textura rica y suave de la seda.

—Perdone mi atrevimiento, pensé que le gustaría saber que su amigo y compañero está fuera de peligro, mañana lo van a interrogar, usted estará libre de toda sospecha.

Lágrimas rodaron por el rostro de Catalina, por un lado está la pena de todo lo que le sucede, la rabia que está sintiendo hacia Gabriel, y por otro la alegría de saber que Seba está a salvó y que pronto se irá a casa con su madre.

—Se lo agradezco don Julián—sofocando las ganas que sentía de un abrazo, reprimiendo el dolor.

—Llámeme tan solo Julián, no soy tan viejo para un don—dijo complacido de poder ayudar aliviar de cierta forma el daño y dolor provocado por una mente retorcida.

—Esta bien Julián, soy Catalina, Catalina de Lucas—se presentó extendiendo la mano para estrechar la de Julián.

—Que descanse Catalina, por cualquier cosa mi habitación es 401.

—Lo sé, y agradezco su información, me tranquiliza saber que Seba estará bien.

—Buenas noches.

Ella respondió alzando la mano.No quería que Julián notara su voz quebrada, el dolor, la tristeza y la soledad la consumían, tratando de salir a flote se le iban los días.

Se tiró sobre la cama a analizar y pensó"Si salgo de esta, me iré tan lejos, sin adiós, sin despedidas, de esa forma será mejor, solo desaparecer y ya".

Se durmió a capitulo, despertó cada dos horas, a las tres de la mañana estaba con sus pensamientos dominados por el horror, sintiendo una fuerza contenida.

Resumiendo su pasado, su presente, el futuro lo posterga, siempre lo posterga, no se permite soñar con el amor o con un futuro, ni siquiera con una leve ráfaga de felicidad.

La anulación con la que vivió por siete años, la han convertido en un ser gris.Ya no espera nada de la vida, solo se aprieta a sobrevivir y llegar al final del día con vida o intacta.

Habría sido mejor para ella que aquel auto manejado por el sicópata de su marido, la hubiera atropellado arrancándole la vida.

En la mañana, miró su ropa con la que vestía el día anterior, se la puso y se dirigió al vestíbulo dispuesta a salir hacia su departamento para cambiar su ropa sucia.

—Buen día—al volver su mirada de dónde se escuchó aquella voz, se encontró con aquellos ojos celeste, que al mirar parecieran que acarician.

—Espero que haya descansado, Catalina—dijo Julián a modo de saludo.

—Si, he descansado, gracias por su preocupación.

—Voy por unos exámenes al hospital,¿quiere que le pase a decir algo a su amigo de su parte?

—Si, dígale que lo lamento, y que estaré tranquila si él está bien...oh y dígale que lo quiero.

—Entregaré su mensaje, disculpe la intromisión¿va algún lado?

—Si, voy a mi departamento por ropa limpia.

—La llevo.

—Oh no...estaré bien, le agradezco.

—Insisto, estaré más tranquilo si acepta mi ofrecimiento.

—Bueno, lo agradezco.

—Entonces, andando.

Salieron por la puerta giratoria, el auto lo espera a la entrada, él abrió la puerta para que ella subiera, y al cerrar miró a todos lados y luego abrió el otro lado y se acomodó junto a ella.

—A la dirección que te indique la señorita Andrés por favor—le dijo a su chofer.

—Como diga señor...

—Julián—se apresuró a decir su nombre antes de escuchar su apellido.

Andrés manejó por la avenida principal hasta entrar por una calle que conduce al edificio donde arrienda Catalina un pequeño departamento.

—Hemos llegado¿es aquí?—preguntó Andrés girando la cabeza en dirección a Catalina

—Si, gracias por traerme hasta aquí.

—Esperaremos para llevarla de vuelta al hotel—indicó Julián.

—No quisiera hacerle esperar.

—Tenemos tiempo señor, podemos esperar —aclaró Andrés ante la mirada de Julián.

—Entonces la esperamos aquí.

—Lo haré lo más rápido que pueda.

—Tenemos tiempo, busque lo que necesita con calma.

Subió hasta su departamento, saludó a Odín, lo tomó en sus brazos y lo acarició, le besó en la cabeza al tiempo que pedía disculpa por dejarlo solo aquella noche. Es una mujer con gusto sencillo, no tiene un gran ropero, su estuche de maquillaje es simple. Su pequeño departamento queda mirando hacia la playa, con una pequeña cocina donde cabe apenas ella, su dormitorio consta de una cama de plaza y media, un ropero y un velador. La simplicidad en la que vive la han echo ser una mujer austera, sin mayores exigencias.

—Bueno Odín, me cambiaré, me iré al trabajo y a la tarde te veo—le habló al gato mientras se vestía.

Antes de bajar le dejó comida, agua y su arenero limpio a su mascota, le acarició la cabeza, abrió la puerta y procedió a bajar.

—Estoy lista—dijo acomodándose en el asiento al lado de Julián.

—¿Y su maleta?—preguntó Julián y a continuación dijo—Creí que se quedaría en el hotel hasta que todo esté resuelto.

—No podría abusar de esa manera del señor Montecinos, este es un problema mío y yo lo debo resolver, además tengo a mi gato Odín que debo cuidar.

—Entiendo, nos vamos Andrés—ordenó a su chofer

De vuelta al hotel Andrés tomó otra ruta, por orden de Julián, no quería correr riesgo con Gabriel.

—Y bien¿cuánto tiempo estuvo casada?

—Siete años.

—Un corto tiempo.

—Señor, aquí es,la dirección que le envío el de...

—¿Del departamento?—interrumpió a su chofer antes de que este terminara de decir algo comprometedor 

—Así es señor—contestó Andrés, frunciendo el ceño con intriga.

—Después del hospital, lo visitaremos.

—Como diga.

Andrés estacionó el auto enfrente del hotel, Julián se apresuró a bajarse para abrir la puerta para Catalina.

—Gracias por llevarme y traerme, debo trabajar, dele mis cariños a Seba y dígale que lo quiero, es un buen amigo—mencionó a modo de explicación.

Se había acostumbrado a dar explicaciones para que no hubieran malos entendidos entre ella y Gabriel. Se pasó dos años convenciendo a Gabriel que no le era infiel. Su incomodidad la ahoga cómo aprendió hacerlo con su esposo, para no ser acusada, juzgada y condenada por situaciones inexistente.

Si se atrasaba unos minutos, al abrir la puerta comenzaba a explicar el motivo de su retraso.

Gabriel la abrazaba no por amor, más bien lo hacia buscando otros olores, revisando en busca de una señal o un rastro de infidelidad.

El calvario que vivió por dos años, a ella le parecieron demasiado largos.

El destrozo que causó en ella, va hacer imposible reparar, solo un buen hombre, un verdadero amor puede tener el poder para reparar a Catalina por dentro.

Constantemente se cuestiona su debilidad por permitir que le hicieran polvo su corazón y su amor.

Ella es su acusador, su juez y su jurado. La dureza con la que se acusa, inhabilita de cierta forma al juez y al jurado. Se condena cada día por guardar silencio y permitir los insultos.Tanto los golpes como las palabras causan el mismo daño.

Se permitió por unos años soñar con una familia, hijos y esposo amoroso que la respetara y amara sin complicaciones.

—Señorita de Lucas, el capitán de la policía necesita hablar con usted—dijo un oficial acercándose al mesón de la recepción.

—En estos momentos, estoy trabajando, al terminar mi turno iré.

—No, dice que ahora.

—No puedo, que no ve que estoy trabajando.

—Tendré que llevarla por las fuerzas.

—Que sucede, soy el abogado de la señorita de Lucas—dijo acercándose al mesón.

—Mi capitán quiere hablar con ella.

—Diga a su capitán, que si no tiene nada en contra de mi clienta, entonces tendrá que esperar.

—Como diga señor—dijo el oficial, luego por dónde entró se fue.

—Gracias por su ayuda.

—Como su abogado, necesito preguntar algunas cosas, quiero que confíe en mí, esto apenas está comenzando, prepararé los papeles de su divorcio, solo si usted así lo quiere.

—Quiero divorciarme, pero tengo miedo.

—Lo haré yo, usted no tiene que verlo, yo la represento.

—De acuerdo.

—Entonces comenzaré con el papeleo y usted me firmará una carta de poder.

Sacó el teléfono del bolsillos de su pantalón y contestó la llamada.

—Julián, aceptó a qué le ayude con el divorcio¿que han descubierto?

—Que hay una póliza de seguro a nombre de Gabriel en caso de muerte repentina de Catalina, ¡el hijo de p**a...la quiere muerta!, no la dejará vivir, el seguro es mucho dinero, y él lo necesita—dijo Julián con ira, su voz sonó grave y rabiosa.

—Que harás¿él fue quien asesinó a tu hermana?

—Si, pero sin prueba no hay delito. Pondremos en marcha el plan B.

—¿Como la vas a convencer que se vaya al Resort que tienes en medio de una montaña?

—Sigo pensando en eso, tal vez su amigo nos pueda ayudar, aquí no la podemos proteger, además la policía no es muy amable con ella, más bien, no le dará la protección que necesita.

—Está como difícil la cosa. Sin la policía cumpliendo como debe, aquel hombre se volverá más osado y peligroso para ella.

—Almorzamos juntos y buscamos la solución, me aseguraré que alguien la siga hasta su departamento. Sin ella, no puedo demostrar que la muerte de mi hermana fue provocada por él.

—No te vayas a interesar en ella más de la cuenta.

—Ya es tarde Roberto, tú advertencia llegó tarde.

—Estas jodido, con todo lo rota que ella está, será difícil que vuelva a confiar siquiera, menos amar.

—Estas noches me las he pasado en vela cuestionando mis sentimientos, tratando de convencerme que no es posible, que yo tengo un pasado que no he superado.

—Es porque eres demasiado duro contigo mismo.

—Aun así, no quiero dañarla más de lo que está.

—Y si es tú amor lo que la puede reparar¿no lo intentaría?

—¿Cómo saber con certeza de  que ocurra? si tuviera apenas un pequeño porcentaje de seguridad de que eso suceda, claro que lo intentaría.

—Deja que el tiempo haga su parte.

—Te veo para almorzar en el mismo lugar.

—Ahí estaré a la una.

Julián cortó la llamada y subió hasta la azotea del edificio de su propiedad en pleno centro de la ciudad. Desde allí observó hacia el horizonte donde se refleja el sol en las aguas que conforman el lago. A sus espaldas se yergue el imponente volcán, el cual en esta época está cubierto por un manto de nieve. Octubre es una época del año en la que Julián visita Etruria, metrópolis ubicada entre el lago y volcán que llevan su nombre, hermosa ciudad que ofrece distracción todo el año. En invierno es la temporada de ski y termas y verano, playa y deportes extremos.

Sus grandes hoteles y sus muchos restaurantes la hacen una ciudad rica en lo gastronómico.

A Julián le gusta visitar, un local de comida campesina hecha con productos naturales de su propia cosecha.

El no es un hombre exigente, respetuoso de la vida y de cada cosmovisión de las diferentes etnias que viven en los alrededores de Etruria.

Proviene de una familia con legado y recursos.

Viajó hasta Etruria al descubrir que allí vive el asesino de su hermana. La venganza lo ha estado consumiendo de a poco.

Su única meta desde hace diez años es hacer pagar aquel hombre que destruyó la vida de su hermana y de paso dejó a su madre en depresión por la perdida de su amada hija.

Almorzó junto a Roberto su abogado, en busca de una solución para Catalina. No permitirá que una mujer muera nuevamente a manos de un enfermo mental.

—Eres el dueño, le puedes ofrecer trabajo en el Resort, así la mantienes a salvo y segura.

—¿Crees que se quiera ir?

—Yo creo que sí, dado que está aterrada, sola y quiere alejarse para que no vuelva Gabriel a dañar a ninguno de sus amigos.

—Le pediré al piloto que lo haga por mi, ella conoce mi voz y la tuya.

Antes de acabar su turno, Catalina recibió una llamada del señor Montecinos ofreciendo el traslado hacia su Resort. Apartado de la ciudad y de difícil acceso, allí solo se puede llegar en helicóptero o avioneta, no hay camino vehicular.

—Te extrañaré amigo, tú estarás a salvo y yo estaré más tranquila—dijo Catalina abrazando a Seba al momento que se despedía de él para trasladarse a su nuevo puesto de trabajo.

—Puedo visitarte con el permiso del señor Montecinos.

—No me despedí de Julián, al parecer se fue muy temprano, que lástima, el fue muy amable conmigo.

—Lo olvidaba, dejó este sobre para ti.

—Gracias, adiós, espero verte algún día nuevamente, estoy agradecida por tu amistad.

—Te quiero—fue todo lo que dijo Seba abrazando a Catalina, le dió un beso en la frente y los buenos deseos para luego caminar con dirección a la salida, se sube al auto que la llevará al edificio donde la espera el helicóptero en la azotea para trasladarla hacia la  montaña junto a tres guardias, los cuales serán los encargados de su protección, pero ella aún no lo sabe.

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