Capitulo 1

—Hemos venido aquí para garantizar la paz y el poder seguir con nuestro sustento. Eso solo puede ocurrir si dejan de lado el ego y el orgullo —continuo Callum con menos vehemencia en su tono.

—Eso es mucho pedir, viejo —dijo Oliver

—Es una orden que te asegura llegar a ser tan viejo como yo. ¿O la vida es tan prescindible de donde tú vienes?

—Depende de la vida. —Oliver se encogió de hombros.

—¿Vamos a sentarnos aquí y a hacer toda esta canción y baile de quién tiene la polla más grande en la habitación, o vamos a llegar a un acuerdo en el que dejemos de matarnos unos a otros? —exclamo Iván, frustrado— Todos sabemos por qué estamos aquí y lo que hay que hacer. Ahora bien, ¿De verdad queremos garantizar que nuestra forma de vida continúe, el negocio como siempre, o debemos matarnos entre nosotros y ahorrarnos estas rabietas infantiles?

—Por mucho que me divierta la idea de abrir la barriga como los peces, Callum tiene razón. El negocio debe estar por encima del placer —añadió Jose García. Por supuesto, El jefe del Cártel Xibalba tenía negocios en la cabeza, y no tenían nada que ver con salvar la vida de sus parientes.

Era un hecho conocido que el jefe de la mafia mexicana vivía de la miseria de los demás y no le importaba si era alguno de los suyos muriera en su búsqueda del poder. Lo único que le importaba era su abultada cuenta de resultados y que su droga siguiera repartiéndose por el mundo.

Muchos aquí olvidaban que el Cartel mexicano era el más rico que todos los imbéciles que estaban alrededor de la mesa. Mientras que sus familias apenas tenían miles de millones a su disposición, esos cabrones disponían de billones, dinero suficiente como para no poder gastarlo toda en su vida; Sin embargo, y por suerte Jose García no tenía la codicia suficiente como para querer asesinar a alguien ahí, aunque era claro que tenía las posibilidades.

Y por ello, él estaba ahí, en medio de una reunión en la que nunca antes se había invitado a un narcotraficante, pero era tan poderoso que sus drogas ya habían llegado hasta rusia, lejos de su jurisdicción, así que todos lo querían fuera de nuestros dominios como fuese posible.

Mi padre me había dicho que eso nunca sucedería a menos que él firmara un acuerdo. Una de las exigencias que deseaban tratar era que nos vendiera la droga a nosotros para que fuésemos los únicos distribuidores y claro que la droga fuese al menos la mitad más barata de lo que actualmente la estaba vendiendo, aunque claro, no tenía ni idea de cuáles eran las otras peticiones estipuladas por esos imbéciles y ni me importa, pero si la propuesta de mi padre sonaban tan estúpida era probable que las demás serían igual de ridículas, pero confiábamos en que él no deseara iniciar una guerra e intentábamos conservar nuestro orgullo con peticiones poco negociables, aunque nuestro pellejo estuviera en juego, puesto que sabíamos todo lo que esa basura podía hacerle a cada uno de nosotros.

—Ha pasado un año desde que iniciamos nuestras deliberaciones, y ha llegado el momento de ponerlas en práctica. Admito que nos llevará algún tiempo acostumbrarnos a esta nueva realidad, pero resistirse es inútil —dice Callum O’Brien. Mi mirada se posó en el hombre que acababa de decirnos que dobláramos las rodillas ahora mismo o moriríamos. Realmente me impresiono que disimulara su angustia con una expresión confiada debido a la amenaza que estaba sentada a pocos metros de nosotros. El cabrón era de la vieja escuela, orgulloso hasta la médula, al igual que los americanos, ellos más que nadie necesitaba de ese acuerdo, porque el cartel Xibalba se había apoderado de su territorio y miraban a nuestro enemigo en común con una fría mirada que hubiese podido hacer nevar de haber podido, aunque yo hubiese elegido que alguien lograra que dejara de llover.

Si existía un punto que el cartel Xibalba no dominara de toda América, ese sitio era Nueva York, el cual pertenecía a La Cosa Nostra, el único sitio que esos malditos no habían podido dominar porque esa ciudad era casi como una segunda Italia y si de algo se podía conocer a los italianos, era el hecho de ser fiel hasta la medula. Nadie podía vender droga sin nuestro permiso y pocos eran los que se atrevían a consumir droga que no fuese de nuestras bodegas porque de saberlo, era obvio cuál sería su castigo.

La Cosa Nostra ha estado en este juego mucho antes de que la palabra mafia fuese algo temible. Merecíamos algo más que simple respeto y esa ley más que nada debían cumplirla también los mexicanos.

—Para garantizar que la sangre deje de correr, tenemos que mezclar las familias —prosiguió con sus ridiculeces—. Debemos asegurarnos de que todos estamos conectados de alguna manera, para que nadie se lo piense dos veces antes de hacernos la guerra.

—De acuerdo —respondieron los jefes de cada familia.

—Todos tenemos hijas, y la razón de ser de una mujer siempre ha sido ser utilizada para fines de alianza, por lo que encaja que sean ellas las sacrificadas aquí —dijo mi padre, el jefe de la Cosa Nostra.

Torcí el labio ante ese disparate, pensando en la pequeña Julia, mi hermana, quien era la adoración de mi padre y aun así estaba siendo arrojada a los leones solo para acabar con nuestra lucha, pero por desgracia, no podía hacer nada para ayudarla.

—Una vez que las chicas sean mayores de edad, deberán casarse con los líderes de su familia, o con los que pronto lo serán. Este intercambio debe hacerse en el mismo plazo. No queremos que nadie se eche atrás porque haya cambiado de opinión y ya no esté interesado en la unión. ¿Podemos acordar esos términos?

Nadie dijo nada en contra, estableciendo un acuerdo silencioso.

—Bien. Ahora, viendo que mi hija solo tiene ocho años y es la más joven de las niñas, propongo que el matrimonio solo se produzca dentro de diez años, cuando sea mayor de edad.

—¿Por qué tener que esperar tanto tiempo?—dijo José García Miguel, con una tranquilidad que desconcertó a muchos en ese lugar—mi hija ya es mayor de edad. ¿Cómo pretendes que mi hija espere tanto tiempo para poder casarse?  

—¿Cuál es la prisa? —replico Jack con suficiente coraje como para enfrentarlo y mantener la calma al mismo tiempo

—Esto será una burla para mi familia.—delibero José levantándose de la mesa, acto que todos nosotros tuvimos que imitar por la tensión que se sentía en el ambiente, temíamos que José García decidiera asesinarnos en ese mismo lugar o mucho peor, esperar a casarnos uno por uno, solo por diversión.

—Estoy seguro de que tu hija no tendrá ningún problema en casarse y concebir hijos a esa edad—replico Petrov con el ceño fruncido.

—¿La tomarías para tu hijo?— cuestiono José cabreado por la interrupción del líder ruso.

—Esto tiene que ser justo para todas las partes implicadas. Por lo tanto, podemos realizar un sorteo —sugirió mi padre con paciencia.

—¡¿Una lotería?! ¿Qué puta solución es esa?—bramo José azotando ambas manos sobre la mesa, acto que no pasó desapercibido para los presentes, incluso para mí. Cuando me di cuenta, mi mano ya empuñaba mi arma y apuntaba hacia ese líder narcotraficante, pero detrás de él había hombres apuntándonos a nosotros, era claro que esto sería una masacre de no llegar a un acuerdo que complaciera a ese hombre.

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