Capítulo 7

Abril se encontraba viendo una revista de maternidad que le había facilitado Joe - sus suegro, por raro que sonase - con el fin de que no se sintiera tan ignorante respecto a su embarazo, pero ella creía que si tuviese su teléfono celular, le sería más fácil investigar sobre ese tema ¡y cualquier cosa que le viniese en gana! No entendía por qué, si se suponía que no era una presidiaria aún permanecía incomunicada con el resto del mundo, ¡es que ni a sus amigas había logrado ver! Y ya las extrañaba como loca, y luego estaba el hecho de que prácticamente la ignoraban deliberadamente -Santos- habían pasado varias semanas desde su llegada a esa mansión y desde ese día, no le había visto nunca más - aunque al principio lo agradeciera- parecía que se lo tragó la tierra, porque ni rastro del susodicho.

Los Lombardo eran una familia muy particular - en el buen sentido - eran personas con un gran sentido de pertenencia, es decir, que existía en ellos ese amor mutuo que les impedía darle la espalda a cualquier miembro de la familia que hubiese cometido un error, sin duda algo digno de admirar - pensaba Abril - ella por su parte, como bien era sabido por todos, era una joven consentida y para qué mentir "era pechiche", es que desde que tenía memoria siempre había contado con personas encargadas de hacerla sentir especial.

Era la princesa de su casa, cada persona en ese lugar le brindaba esa sensación de cuidado y protección que le recordaban a cada segundo lo amada que era por todos, empezando por su padre Gastón Johnson y abuela Beatriz, seguido por su nana y sus mejores amigas - Orianna, Grethel y Korina - incluso su madre Bárbara era bastante protectora con ella, aunque algo más fría que los demás debía admitir. El caso era que nunca se había encontrado en la penosa situación de sentirse sola e indefensa, no podía alardearse de ser la chica simpatía, ya que decir que el

mundo entero la adoraba, eso sería inventar, pero sus pocas confrontaciones con jóvenes de su edad fueron más en la escuela y ahora en la universidad, con personas envidiosa y desadaptados. También era claro que no siempre fue una perita en dulce, no señor, su carácter algo caprichoso y bastante creído era responsable de que rivalizara con una que otra diva de pacotilla -en su concepto - que no se hacía a la idea de cuál era su lugar en el mundo.

No era raro entonces, que después de semanas viviendo en ese lugar, se sintiera falta de cariño, algo nada difícil, ya que sus suegros y cuñada eran bastante protectores con ella; eran genuinos en sus afectos y la aceptaron de buen agrado en la familia. Podía pasar horas hablando con Alina, quien le infundía una tranquilidad y confianza como no creía posible, por su parte Joe era un hombre muy ocupado, pero siempre que fuese posible le hacía compañía y se instaló en ellos una especie de amistad y luego estaba Victoria, una joven bastante perspicaz y analítica, quien si bien no era la dulzura con ella, era bastante decente teniendo en cuenta que Santos era su hermano favorito y que estaba sufriendo también con toda la situación. Los empleados la aceptaron inmediatamente puso un pie fuera de la habitación, algo que tuvo lugar tres días después de su llegada, y así transcurrían los días de "casada" donde el único ausente era su marido.

Es cierto que fue ofensiva con él, en aquella oportunidad, pero en su favor podía decir que estaba muy molesta y bastante sentida por toda esa locura,

¡Dios! si de la nada había cambiado su vida, pero eso no daba para que la evitara como a la peste ¿o sí? Alina le había comentado que su hijo estaba de vacaciones, pero más bien no permanecía más de tres horas en casa y siempre de noche, cuando ella descansaba y eso ya la ponía a dudar lo suficiente ¿No quería al bebé o sólo la aborrecía a ella? Le daba vueltas en su cabeza, no era raro, ya que su vida también se había visto afectada debido a la avaricia de su madre, y él solo había actuado por lastima, ¿qué caso tendría que pretendiera arreglar su situación, si eran desconocidos? Esa idea le dio pavor, le revolvía el estómago ¿Acaso tenía otra mujer con quien gozar la vida, mientras ella tenía que quedarse en casa como una presidiaria?

¡Era injusto! Es verdad que se sentía triste, y también que más de una vez se encontraba así misma pensando en el futuro y se escapaban lágrimas de sus ojos casi inconscientemente, pero el motivo era distinto, ya no lo hacía por lo cruel y despiadada que fue su madre, o porque esperaba un hijo que no decidió tener, aunque claramente esto lo incluía, pronto sería madre - ya lo era según palabras de Joe - pero le daba pavor enfrentar todo sola, tenía miedo de ser incapaz y el hecho de que Santos le diera la espalda, no hacía más que incrementarlo.

Siguió meditando en sus penas y pronto se vió interrumpida por una voz femenina, más exactamente de su "cuñada" Victoria, una joven risueña y de aspecto hermoso, quien la veía con reprobación.

- Si continuas llorando como magdalena, tu bebé nacerá raquítico - le dijo Victoria sentándose a su lado - algo bastante inusual, pero es que ya se sentía cansada de esa misma rutina, ver a su hermano decaído y casi huyendo de la realidad y a ella, llorar a mares con amargura, tenía que hacer algo por su familia, Santos no podía seguir así ¡no señor! como que se llamaba Victoria Lombardo.

- Yo... yo no quiero que nada malo le pase - dijo Abril secando sus lágrimas de prisa, gesto que sacó una sonrisa en su cuñada, por lo visto no era una mala persona, algo que la alentó en su plan a seguir.

-¡Entonces debería poner más de tu parte y evitar pasarte la vida llorando! - Se exaltó - Y no me mal entiendas, comprendo tu situación y en tu lugar no sabría qué hacer, pero de algo sí estoy segura, y es que si de mí dependiera la salud de mi bebé, no existirían caprichos para garantizarla - dijo haciendo referencia a las comidas que no eran del todo agradables para Abril.

- No, pretendo dañar a mi bebé, solo... no me gustan las verduras - habló en voz baja la joven.

- Abril, sé que no eres mala persona, lo veo en tu aura - Sí, Victoria era algo mística- pero ya es hora de que entiendas que no estás sola y que hay un bebé que en estos momentos depende únicamente de ti, ¿Cómo podrás amarlo, si ni siquiera puedes comerte unas simples zanahorias par su nutrición adecuada? Debes organizar tus prioridades o me temo que no serás suficientemente buena madre - sentenció con firmeza Victoria.

Abril sintió como un balde de agua helada se le venía encima, ¡ella no era la única responsable! Dios, que injusticia, pensó con molestia - También tiene un padre - se le escapó la frase, sorprendiéndose al decirlo en voz alta- y parece no importarle... finalizó su oración.

Victoria se sorprendió ante tal afirmación, pero la misma significaba que de alguna manera Abril lo extrañaba y ese era un punto a favor para su estrategia - ¡Eso no es cierto! Afirmó con ahínco y te puedo demostrar que Santos está tanto o más preocupado por ese niño, como por ti, finalizó victoria, solo no encuentra como acercarse - decretó con solemnidad su hermana menor.

-¿De... De qué estás hablando? - preguntó Abril confundida- si él nunca está en casa, parece que le molesta siquiera mirarme y...

Ante esa confesión, la mente de victoria empezó rápidamente a trazar un plan, ya le agradecerían más adelante, de eso no habían dudas, pero antes de ponerlo en marcha aclaró - ¡Eso es porque no quiere darte más motivos para llorar! El muy tonto piensa que lo aborreces y teme afectar al bebé con tu angustia - dijo sorprendiendo más a la joven madre - y dicho esto se marchó dejando en su regazo un chocolate blanco.

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