Capítulo 6

Santos experimentaba una crisis existencial, algo que jamás cruzó por su mente que podría ocurrir y es que, en sus veinticinco años de vida nunca pensó que precisamente él – Y no su hermano – pudiese enfrentar una situación tan... ¿Cómo llamarle? Sí, irreal, esa era la única definición que se le ocurría para tratar de explicar su actual realidad, una que bien podría nombrarse como algo ficticio, por el simple hecho de que solo ocurría en novelas de suspense, no en la vida real y mucho menos a él; un deportista realizado, con un gran futuro prometedor en su medio y para qué mentir, en sus mejores épocas tanto a nivel profesional como familiar.

Solo que, ese pequeño detalle le había cambiado la vida completamente, dándole un giro de ciento ochenta grados. Estaba agotado, tanto física como mentalmente; no obstante, llevaba horas sin dormir nada y tan sólo eran las tres de la mañana como para salir a trotar e inclusive para ir al gimnasio. Eso sin contar que, traía enorme dolor de cabeza debido a varias razones en particular. La principal era obviamente su esposa, pero Abril no era la única víctima de toda esa locura, también lo era su pequeño hijo, que crecía en el vientre materno; así como sus padres, hermanos y finalmente él, lo cual le robaba el sueño y lo agotaba tanto física como mentalmente. Porque nada se resolvería tan fácil como Joe le había dicho, no, las cosas no se arreglarían conversando, ni "su mujer llegaría a amarlo" como su madre había vaticinado.

Todo lo contrario y él, era un adulto para comprender que ella sería un hueso duro de roer, nunca fue un hombre iluso y sabía a qué atenerse con su recién adquirida mujercita; pero ahora analizando todo con cabeza fría, no dejaba de recriminarse en qué demonios estaba pensando al acceder a ese chantaje. No, más bien debía recordar dónde carajos se había ocultado su cerebro para cometer tamaña estupidez, porque eso era, un estúpido, un gran imbécil y un cretino que... Que creyó por un instante hacer lo correcto y así ayudar a una pobre madre que había perdido a lo mejor de su vida, su hija; porque si existe algo más doloroso para una madre, eso es perder a un hijo, tanto así que no tenía definición.

Pero ya no podía seguir llorando sobre leche derramada, por el contrario, debía enfrentar la situación de la mejor manera y como había dicho Joe, buscarle el lado positivo a toda esa locura. Algo que sin duda sería por demás complejo, dado que Abril había llorado largo y tendido desde su llegada la mansión y por más que Alina había insistido en que debía alimentarse, esta se había negado rotundamente a hacerlo; y no era que no la comprendiese, por el contrario, él más que nadie la entendía perfectamente.

No obstante, ella no era la única afectada en esa situación particular y no tenía la más mínima idea por dónde empezar a emendar ese terrible error sin agrandarlo en el proceso, tal como le advirtió su hermanita –La única que estaba completamente a su favor, por algo era su favorita – quien pese a ser una adolecente aún conservaba esa inocencia característica en ella.

Y luego ese era otro peso más sobre su cabeza, qué si por su culpa la vida se la cobraba con Victoria... Nunca se lo perdonaría, justo en ese momento la conciencia le jugaba una mala pasada recordándole que en la vida todo se devuelve, ahora solo le quedaba rezar porque algo bueno saliera de todo lo que ahora le causaba tanto temor.

Por eso quería hablarle a ella, suplicarle aunque sea un minuto de su tiempo... Pero, cómo explicarle que no actuó de mala fe, si Abril ni tan siquiera podía verlo a dos metros de distancia sin ponerse a llorar como magdalena; parecía obra del maldito karma – En caso de que este existiera, pensó – porque hasta su olor le fastidiaba, tanto así que había llegado al extremo de vivir encerrada en su habitación con tal de no topárselo por accidente y eso no era sano para ella, menos en su estado.

Santos solo deseaba que se sintiera tranquila y así garantizar la poca paz que su hijo necesitaba para crecer sano y fuerte, fue por esa razón que optó por no permanecer en casa durante el día, así ella no se sentiría atrapada y seria libre de recorrer lo que le viniese en gana – Algo que le mencionó Victoria, había sucedido pocos días atrás – de modo salía de casa de sus padre temprano en la mañana, antes de ella estar consciente y volvía bastante entrada la noche, donde permanecía despierto hasta bastante entrada la madrugada, cuando su verdugo venía a atormentarlo nuevamente.

Suspiró frutado como cada vez era más recurrente a últimas fechas, si tan solo le permitiera acercarse, podría disculparse con ella y enseñarle las pruebas de que lo que decía era cierto. Y es que pese a su torpeza al dejarse engatusar de Bárbara Llorís, su instinto le decía que debía tener pruebas irrevocables en caso de que se presentara un inconveniente y gracias a eso contaba con audios donde tanto su suegra, como ese Canalla doctor le informaban del estado vegetal en que tristemente se encontraba la joven, presionándolo de este modo para acceder a la inseminación la joven, quien de otro modo moriría sin dejar descendencia, si incluso la mujer de manera sutil había dejado caer un comentario donde afirmaba que pese a no ser adrede el accidente, nadie más que él sería responsable de su eterno dolor.

Sin duda alguna, esas las grabaciones eran haz a su favor, por algo era un estratega por naturaleza y su experiencia en el deporte le había dado cierta ventaja en aquel juego sucio de Bárbara, el problema como bien sabía, era que su esposa lo detestaba tanto o más que el diablo a la cruz y su único consuelo hasta el momento, era que ella cuidaba su salud debidamente. Lo cual le decía mucho de su parte, pese al miedo que sentía – al igual que él mismo – Abril Johnson sería una buena madre o eso le había dicho Alina, quien pasaba gran parte de su tiempo junto a ella. De manera que no tenía más remedio que ser un intruso en su propia casa y cada noche, entrar de manera furtiva a su habitación para verla descansar.

Era una mujer hermosa, de eso no había duda, pero lamentablemente no le permitiría un acercamiento y Santos anhelaba con todas sus fuerzas ver a su bebé en cada etapa de su desarrollo, deseaba tocar su pancita y acariciarlo desde pequeñito, y esa también era otra tortura aun mayor de todas, ya que sentía que tantas lágrimas lo afectaban de manera directa y que el único responsable era otra vez él. 

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