Capítulo 7

Celos y golpes.

(...)

Le paso mí targeta de crédito al jóven hamano para qué se pagué lo correspondiente del combustible,  le veo ir a la caja,  mientras espero saco un billete de cinco dólares para dárselos de propina,  cuando regresa con una sonrisa me la entrega,  su sonrisa crece al darle su propina,  así sin más rodeos me adentro del camaro negro,  poniéndolo en marca.

Hoy se cumplen cinco días desde qué Mérida trabaja para mí cómo niñera de mí hija,  lo cuál me alegra porque Skylar se a encariñado de ella rápidamente,  Mérida la va a dejar y traer de la escuela,  le ayuda con sus tareas,  salen al parque en el cuál Antonella y ella solían jugar,  me alegra en verdad qué se lleven bién,  hasta Míriam sé encuentra a gusto con la pelinegra.

Lo malo,  sí lo malo,  es qué para mí es un martirio,  el aroma de Mérida se a impregnado de a poco en la mansión, volviendome inestable,  recuerdo qué el miércoles nos encontramos frente a frente,  me fue fatal,  su aroma me enloqueció, Irwin enloqueció.

Disculpe señor Romanoff — sus palabras y su suave voz aún ronda en mi cabeza. Recuerdo qué mi parte animal quizo tomar control pero a toda costa logré calmarme.

Doblo a la derecha,  a mí izquierda en la otra vía pasa un Porche idéntico al mío,  eso me recuerdo a cierto empleado — Louis Tom — hablo mientras apreto fuertemente el volante,  no sé cómo lo hizo pero se dió cuenta que Mérida es mí mate,  sonrió al recordar qué como lo estampe contra la pared mientras lo tenía aferrado del cuello.

Su olor señor — recuerdo qué logró mascullar — su olor a cambiado y recuerde su reacción cuando yo estuve cerca de Mérida,  sus ojos cambiaron.

Lo qué dijo me descolocó,  por éso me hecho un poco más de colonia y mantengo a Irwin bloqueado todo lo qué puedo,  me asusté cuando Sky dijo qué mí olor a cambiado, y aúnque traté no pude ocultarle qué Irwin regreso y qué por ello mí olor a cambiado,  agradezco a Dios qué no allá preguntado qué hizo que mí lobo allá regresado.

* — ¿Me podrías decir porqué vamos al lugar dónde sea qué vallamos? — la voz de Irwin hace qué de un respingo,  al parecer me descuide y bajé los muros mentales qué me hacen poder mantener a raya a Irwin.

— Estámos en una misión — le digo — La tendremos vigilada hasta qué encuentre la manera de decirle qué es mía,  solo mía,  y que solo yo puedo tocarla.

* — Sí me dices éso saldrá corriendo — responde con burla — Y recuerda otra cosa es mía también.

Al ver a lo lejos el local,  aparco el Camaro en la esquina opuesta para así tener mejor visibilidad de la estrada de la disco (o antro,  como le digan en su país), * — Lo recuerdas Ashton,  la primera vez qué le hablamos a Antonella.

Lo recuerdo muy bien

Flashback

— ¿ Irás de una p**a vez Ashton? — fulmino con la mirada a Daniel.

— Qué no vez qué está ocupada — sé qué éso no me detiene,  pero los nervios qué tengo e Irwin qué no deja de joderme,  me ponen de muy inseguro — Además no quiero asustarla,  y también no sé qué decirle.

Nuevamente me quedo ido mirándola,  su cabello rubio,  esos labios,  es esa manía qué tiene de sonreírle a todos me tiene loco,  y enojado a la vez porqué ella solo pocas me a dirigido la miarada — Ve Ashton o iré yo,  no mé importa qué sea tu mate,  le pediré qué salgamos.

Apreto los puños al escuchar a mí mejor amigo decir tal idiotez,  pero le conozco bién y se qué sino voy yo ahora,  el lo hará,  así qué reuniendo toda la valentía qué puedo me levantó y lentamente me acerco a ella,  los betas y omegas se apartan de mí camino al verme. Al llegar solo ella y su hermano quedan en la mesa,  con todo el miedo,  qué un Alfa como yo no deberia tener,  pero qué es justificable porque se trata de mí mate y mi alma gemela,  me armo de valor le toco el hombro llamando su atención,  mi corazón me da un vuelco cuando me regala una sonrisa de las suyas. Trago grueso.

— Yo-yo yo.. — me maldigo interiormente al tartamudear — Me-me me gustan tus tetas — siento la cara arderme al analizar la estupidez qué he dicho.

— Eres mío — abro los ojos como platos,  al escuchar a la ojiazul — mi mate.

Fín del Flashback

Suelto una pequeña sonrisa al recordar ese día, apenas tenía dieciséis años cuando ella y no yo,  me reclamo como su mate.

* — Ahí vienen — levanto la mirada,  mí boca se torna seca al ver a Mérida,  con un ceñido vestido qué resalta sus curvas,  Irwin intenta con todo su poder tomar el poder y posiblemente arrinconar a la pelinegra y comerle la boca a besos,  pero me retengo.

Suelto un suspiro — Debo cuidarla.

(...)

Mérida

El calor qué emanan los cuerpos al bailar es asfixiante,  el olor a alcohol es desagradable — Fué mala idea aceptar venir — me digo a mí misma,  pensándolo bién me hubiese quedado en casa viendo Bajo la Misma Estrella o leer Lo Juegos del Hambre,  pero la insistencia de mi amiga de venir fué mayor qué mí terquedad,  y ahora estoy acá con una cerveza son beber mirando a mí mejor amiga con su ahora novio.

— ¡Hey!  — volteo mi cabeza para poder ver a un sonriente Louis frente a mí,  yo le devuelvo el gesto — No pensé qué vinieras a un lugar como éste.

Frunzo el ceño el al verme indiganada sigue hablando — No malinterpretes es qué éste lugar es para hombres lobo — yo boqueo al escucharlo,  significa que éste lugar está lleno de chuchos.

— ¿Enserio? — pregunto.

El asiente y con su cabeza me hace voltear a ver una pareja,  abro los ojos no de como están casi teniendo sexo en plena vista de todos,  sino porqué ella tiene los ojos rojo y el chico qué bien podría ser su hijo tiene los ojos de color amarillo.

— ¿Bailamos? — dice Louis extendiendo su mano a mí — Sería mejor qué estés con alguién qué conoces,  además hueles a miedo.

No respondo,  sólo le tomo de la mano y el me guía a través de la pista,  para rodear su brazo de por mí cintura.

Ésto está mal — pienso, un sentimiento de qué no es correcto estar así con Louis abarca mí cuerpo.

— ¿Hueles eso? — me siento mucho mejor cuando me suelta,  pero frunzo el ceño ante la pregunta de él — Mate.

Me alejo de Louiss con un poco de miedo al ver sus facciones cambiar al igual de sus ojos,  lo qué eran azules ahora son rojos,  con su mano me aleja y veo como atraviesa empujando a la gente,  al ver sus musculos tensos pienso qué algo anda mal.

— ¡Louis!  — le llamo pero me ignora,  le sigo a toda prisa tanto de me golpeo la cara contra su espalda cuando para en seco,  sobandome la nariz intento ver lo qué el ve.

— Suéltalo hijo de perra — un escalofrío me recorre al escuchar su potente voz,  frente a mí un chico de espald ancha se da la vueltas para encarar a Louis, dejando a la vista a un chico alto delgado con el caballo un poco largo color chocolate y unos impresionantes ojos verdes,  el cuál tiembla con su labio sangrado.

— Y quien mierdas ere...

Todo pasa tan rápido,  Louis dándole un fuerte golpe al chico en la mandíbula tumbandolo en el suelo,  Louis toma al chico de ojos verdes de la mano al igual qué a mí,  halando de la nosotros para regresar por donde venimos y salir de éste lugar,  pero nos petrificamos al ver a tres hombres qué nos detienen enseñadonos una navaja cada uno,  trago grueso.

— Ese Omega es de mí amigo — habla con altanería uno de ellos.

— Es mío — responde Louis lentamente apretando la mandíbula,  mientras yo abro los ojos como platos,  el chico de ojos verdes es su mate — Es mí Mate.

Louis se lanza contra los chicos,  los gritos de la gente me ensordece,  uno de ellos toma al chico de ojos verde pero es taqueado por alguién qué al levantarse me alegro de ver qué es Blake.

— Harry,  estás haciendo bien — le pregunta Blake,  pero el chico esta petrificado mirando a Louis siendo golpeado,  de reojo veo al chico,  así qué el era al qué fuimos a buscar al aeropuerto pero su vuelo se retraso.

Un gesto de asombro hace qué regrese mí vista al frente,  Louis esta de pie tomando a hombre del cuello,  pero mi asombro es porqué el señor Romanoff tiene a los otros dos levantados como sino pesarán nada también del cuello.

— ¡Ahh!  — un pequeño grito sale de mis labios,  sintiendo un líquido caliente bajar por mi frente.

— ¡Mérida!  — logró escuchar el grito de mi amiga.

Siento que mis piernas no responden, todo se torna borroso,  luego siento mi cuerpo desvanecer para caer el suelo,  espero el golpe el cuál no llega.

— Mérida...

Un calor qué nace en mí vientre me abarca todo el cuerpo,  sintiendome bién y en casa en los brazos de.

— Señor Roman..

Todo se volvió negro.

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