Capítulo 2. Darien Wrigth.

Camino de prisa mientras sostengo la Tablet que me entregaron el lunes donde se encuentra el horario del señor Frederick. No fui consciente de la hora hasta que mi teléfono celular sonó con un nuevo mensaje entrante de José y observé la hora, había pasado diez minutos de mi hora de almuerzo y a penas lo noté.

Por primera vez en la semana pensé que sería buena idea disfrutar de mi almuerzo en el restaurante justo frente al edificio de mi empleo. Es viernes y en unas horas terminaré oficialmente mi primera semana de trabajo en D&H, sin embargo, me deprimí cuando supe que mi horario de almuerzo también es distinto al del resto y suelo almorzar sola mientras el resto ya ha vuelto a sus oficinas.

Los últimos cuatro días disfruté de mi comida en el pequeño comedor dentro del piso donde trabajo, no obstante, decidí que hoy sería diferente y cruzaría la calle hacia el restaurante del que todos en la oficina hablan.

Me encuentro cerca de la entrada cuando mi celular vuelve a sonar con otra notificación y lo saco del bolsillo trasero de mi pantalón jean para encontrarme con un nuevo mensaje de José.

Soy inconsciente de lo que ocurre a mi alrededor mientras abro el mensaje en mi celular y en el momento en que creo que estoy empujando la puerta principal al edificio, mi cuerpo choca con algo, o más bien, alguien.

El celular cae de mis manos y un fuerte dolor se instala en mi pecho después del golpe. Cierro los ojos involuntariamente mientras coloco mis manos sobre mi adolorido pecho.

Abro los ojos con la intención de disculparme con la persona frente a mí, sin embargo, al levantar la mirada, lo primero que llama mi atención es la electrizante mirada de color verde del hombre frente a mí. Me observa como si examinara mi rostro y en ese instante siento que mi corazón empieza a acelerarse.

Tiene unas largas pestañas y unas cejas pobladas que en este momento muestran una expresión de confusión. De pronto mi cerebro reconoce su rostro y mis ojos se abren ante la sorpresa. He visto fotografías de él en cientos de sitios web y en la pared detrás de la recepción del edificio.

Su mirada es intimidante, aunque mi cerebro solo puede pensar en una cosa: <<He chocado con el gran jefe.>>

-         Y-yo lo lamento.

Mi voz suena temblorosa, aunque al notarlo sacudo mi cabeza para recomponerme.

No deja de observarme y supongo que me siento intimidada y abatida por la situación.

-         Lo lamento mucho.

Por primera vez en varios segundos aleja su mirada de mi rostro y parece que observa algo junto a mis pies. Bajo mi mirada hacia el mismo lugar en donde se encuentra la suya y noto que mi celular se encuentra a solamente unos centímetros de mis zapatos.

Darien Wright se agacha para tomar con su mano derecha el aparato mientras me mantengo atenta a todos sus movimientos. Al incorporarse observa detenidamente el celular en su mano para después volver a dirigir su vista hacia mí.

-         Se rompió la pantalla.

Levanta el celular frente a mi rostro para que observe todas las fracturas que ahora tiene la pantalla de mi celular. Estiro mi mano para recuperar mi celular y en el proceso mis dedos rozan los suyos.

-         No importa.

Sonrío para quitarle importancia al asunto y lo rodeo para continuar con mi camino, sin embargo, cuando doy un paso a la izquierda, Darien Wright emita mi acción y me corta el acceso a al edificio.

Vuelvo a levantar la mirada hacia él y noto que su mirada ha recaído sobre mi pecho. Por un momento pienso que es un atrevido por observarme directamente en esa zona de mi anatomía, no obstante, interrumpe mis pensamientos al momento en que habla.

-         ¿Estás bien?

Su voz suena ronca como si hubiese despertado de un largo sueño hace poco, lo que causa un escalofrió en mi cuerpo.

-         El golpe fue fuerte, ¿todavía te duele?

Su rostro se mantiene inexpresivo y me toma un par de segundos en reaccionar a su pregunta.

-         S-sí.

Me recrimino a mí misma por alterarme tanto en presencia de Darien Wright, por lo que decido terminar con esta conversación de una vez por todas.

-         Estoy bien, no se preocupe.

Me alejo antes de que pueda responder y cuando siento que estoy lo suficientemente lejos de su presencia, volteo para ver si ya se ha ido. Me encuentro con su vista fija en mí mientras me alejo y decido que es buen momento para analizarlo un poco.

Tiene una estatura de alrededor de un metro ochenta y cinco, por lo que a su lado soy un minion. Su cabello es castaño oscuro y se encuentra perfectamente acomodado, aunque un mechón revoltoso cae junto a su ojo izquierdo.

No puedo evitar observar su cuerpo y los músculos en sus brazos que provocan que el traje a la medida de color azul marino le apriete en la zona de los bíceps.

No hay duda de que es un hombre lo suficientemente atractivo para pertenecer a la portada de su propia revista, sin embargo, sé que no disfruta de ser fotografiado, o al menos eso dijo en una entrevista que le hicieron hace poco más de un año en la televisión.

Continuo con mi camino hacia el ascensor y una vez dentro levanto mi mano derecha, donde sostengo el celular. Todavía me sorprende que la Tablet en mi mano izquierda no se haya caído junto al celular.

Efectivamente, la pantalla se encuentra fracturada, pero ignoro ese hecho y me concentro en buscar los mensajes que me envió José.

Las puertas del ascensor se abren y camino fuera sin levantar la mirada del celular hasta que siento la mano de alguien rodeando mi muñeca. Al levantar la mirada observo que se trata de José. Su rostro mantiene una expresión de preocupación y de inmediato me arrastra hacia el comedor.

-         ¿Dónde estabas?

-         Y-yo lo lamento, no me fijé en la hora.

Nos adentramos en el comedor y José cierra la puerta antes de volver a hablar.

-         El gran jefe estuvo aquí.

La sola mención de Darien Wright provoca que mis ojos se abran por completo y de inmediato recuerdo lo que acaba de ocurrir en la entrada del edificio.

-         ¿Qué hacía aquí?

-         Vino a regañar al señor Frederick, al parecer terminó con todo el presupuesto anual que se le asigna a este departamento.

-         ¿Qué?, pero si apenas es octubre.

-         Exacto.

No disfrazo mi asombro ante la noticia. Todavía faltan dos meses y medio para terminar el año y se ha terminado el presupuesto anual, de seguro eso afectará a todos los empleados de este departamento, incluida a mí, por supuesto.

-         ¿Y ahora qué pasará?

-         No lo sé, de seguro se cancelarán las campañas para los próximos dos meses. Sabía que era una mala idea contratar a esas modelos francesas.

-         ¿Modelos francesas?

-         Hace un mes el señor Frederick tuvo una idea de campaña y le pidió a Alex que contratara a tres modelos francesas. Él quería que la campaña se pareciera a la que hizo “Beauty Sofia” hace dos años.

Trato de disimular los sentimientos que me causa escuchar el nombre de la revista de la cual mi padre es dueño, y mi abuelo, fundador.

Hace veinte años mi abuelo vendió el periódico del cual era dueño y abrió una nueva revista que se concentraría en artículos sobre maquillaje y ropa para mujeres, aunque después de varios años también empezaron a escribir artículos sobre mujeres emprendedoras y profesionales en todos los ámbitos. Ahora se ha convertido en una de las mejores revistas a nivel nacional y hace poco empezaron a lanzar ropa destinada a las mujeres cuyos trabajos les exigen vestir formal, aunque Beauty Sofia les ofrece prendas cómodas sin dejar de ser modernas y formales. Papá se hizo cargo desde hace diez años de la empresa cuando el abuelo murió. El nombre es en honor a mi abuela, a quien nunca conocí, pero de la cual mi abuelo siempre me hablaba.

-         Le dije que no porque Beauty Sofia contrataba modelos francesas, debíamos hacerlo nosotros también.

Me mantengo el silencio y decido que sería mala idea corregir a José al decirle que eran modelos alemanas y no francesas.

-         De seguro se cancelará la fiesta de navidad que todos los años organiza el departamento de marketing.

José parece genuinamente preocupado y triste por la situación, aunque no se me ocurre nada que pueda decir para animarlo.

-         ¿Qué tan molesto estaba el gran feje?

-         Tan molesto que sus gritos se escucharon hasta mi oficina.

Cuando me enteré de que José compartía oficina con Alex me sorprendió, aunque después supe que son grandes amigos de la infancia y no les molesta compartir un cuarto de cincuenta metros cuadrados, sin contar que esa es la oficina más grande del piso y que la mía es la más pequeña de todas.

-         Trataré de mantenerme alejada del señor Frederick el resto del día, de seguro en este momento no tiene el mejor humor del mundo.

-         Esa es una buena idea.

José coloca su mano sobre mi hombro izquierdo y por un momento observo en su mirada que siente compasión por mí. Suspiro ruidosamente y vuelvo a mi oficina a terminar con mis labores del día.

Reviso la lista que la antigua asistente del señor Frederick dejó para mí y me percato que todavía me falta enviar las facturas de esta semana al departamento administrativo, de seguro eso incrementará los gastos de este año y habremos sobrepasado el presupuesto anual.

Las horas pasan y el sol se termina de ocultar mientras termino de arreglar la agenda del señor para el día siguiente y guardo los informes que el señor debe presentar en la reunión del lunes, en los servidores de la empresa. Finalmente, guardo mis artículos personales en el pequeño bolso que siempre ando a llevar y observo una última vez la pantalla de mi celular.

<<Tendré que llevarlo a reparar>>

Camino hacia la salida de mi oficina y noto que el señor Frederick todavía no ha salido de su oficina. Al menos me tranquiliza que no me haya llamado en todo el día, de seguro se habría enfadado conmigo. Entro al ascensor y coloco mi identificación en el escáner antes de presionar el botón con el número uno.

Al salir del edificio el aire sopla en mi rostro y me percato que fue mala idea no traer un abrigo esta mañana. Giro mi cuello de un lado al otro para poder encontrar un taxi, sin embargo, no distingo ningún auto amarillo cerca, así que decido caminar un poco hasta encontrarlo.

Cuando me encuentro alejada varios metros de la entrada volteo para ver si algún taxi se acerca, no obstante, algo distinto a un auto amarillo llama mi atención de inmediato.

Darien Wright se encuentra frente a la entrada del edificio con la vista en su teléfono celular.

Lo observo por varios segundos mientras continúo alejándome. No puedo negar que es uno de los hombres más atractivos que he visto en toda mi vida, aunque sé que debo mantenerme alejada de él.

De pronto, Darien Wright levanta la mirada en mi dirección y reacciono de inmediato. Volteo hacia enfrente y camino apresuradamente para alejarme lo antes posible del gran jefe.

Mi corazón se agita al imaginar que me ha descubierto observándolo detenidamente, sin embargo, sé que he volteado rápido y quizá tenga la suerte de que no me haya reconocido.

Tras varias cuadras caminando finalmente, encuentro un taxi que me lleve al departamento que llevo alquilando hace tan solo unas semanas. A papá no le gustó que viviera sola y después de varias discusiones accedió a dejarme tener mi propio departamento con la condición de que él elegiría donde debía vivir para asegurarse de que no viviese en un barrio peligroso.

Al abrir la puerta de mi departamento encuentro que una de las luces de la cocina se encuentra encendida. Todas mis alarmas se disparan y busco con la mirada algo con lo que pueda defenderme, sin embargo, al no encontrar nada, me adentro en el departamento por el pasillo que lleva directo a la sala de estar y junto a ella se encuentra la cocina.

Mientras camino lentamente tratando de no hacer ruido empiezo a sacar el celular de mi bolso y lo desbloqueo por si debo llamar a emergencias.

Al asomar mi cabeza por la puerta de la cocina observo la espalda de un hombre de gran altura y cabello castaño. El hombre voltea al percibir mi sombra junto a él y grita debido al susto.

Su grito me espanta y provoca que emite su acción mientras coloco mis manos sobre el pecho.

De inmediato noto que el hombre frente a mí es mi progenitor y permito que todo mi cuerpo se relaje.

-         Papá, ¿¡qué haces aquí!?

Mi corazón bombea sangre más rápido de lo normal y al parecer papá siente lo mismo, ya que coloca sus manos sobre su pecho.

-         Quise venir a visitarte. – Responde una vez que se ha recuperado del susto.

-         Me asustaste, pensé que eras un ladrón.

-         Sabes que tengo la llave, si fuese un ladrón habría roto la puerta para entrar.

Ahora recuerdo que su otra condición para dejarme independizar era que debía entregarle una copia de la llave del departamento, supongo que debí haberme reusado desde un principio para ahora no tener este tipo de sustos.

-         Te pedí que llamaras cuando quieras venir.

-         Te escribí hace una hora y no respondiste.

Dirijo mi atención hacia el celular en mi mano y noto que la pantalla se encuentra encendida y tengo una notificación de un nuevo mensaje. Abro el mensaje frente a mi padre y lee el texto confirmando que efectivamente papá había avisado que vendría.

-         Estuve ocupada y no leí el mensaje.

-         ¿Y eso acaso es mi problema? Me pediste que avisara que vendría y eso hice.

Papá gana esta ronda, aunque no me daré por vencida, la próxima vez le aclararé que no puede venir hasta que responda a su mensaje o llamada.

-         ¿Qué haces aquí?

-         Pensé que estarías hambrienta, te traje algo de comida.

Observo que a espaldas de papá se encuentra una bolsa con un logo de algún restaurante que no conozco.

-         Gracias.

No niego que me encuentro hambrienta, así que rodeo a papá para empezar a sacar la comida de las bolsas, aunque de inmediato noto que se trata de comida para una sola persona.

-         ¿No cenarás conmigo?

-         No, cariño. Tengo una cena de negocios en media hora. Únicamente quise traerte comida y saber cómo fue tu primera semana de trabajo.

-         Todo estuvo bien, todos son amables, aunque mi jefe es un poco malhumorado.

-         ¿Cuál dijiste que era el nombre de tu jefe?

-         Frederick Wright

-         Oh, ¿el primo de Darien Wright?

-         Sí.

Empiezo a servir la comida que trajo papá en un plato que se encontraba dentro de uno de los estantes y me percato que se trata de comida italiana.

-         ¿Ya conociste a Wright?

De inmediato deduzco que habla del jefe mayor y asiento como respuesta a su pregunta.

-         Sabes que debes hacer todo lo posible para que no sepa de tu existencia, ¿verdad?

-         Lo sé, tranquilo, no sabrá quién soy.

Decido omitir la parte en la que choqué con él y posiblemente me haya descubierto observándolo.

-         Sí sabe quién eres te despedirá, solo te vio una vez, así que dudo que te recuerde.

-         Solamente lo he visto una vez desde lejos, nunca va al departamento de marketing.

Es mejor mentir a papá para que no empiece a preocuparse por mí o tratará de convencerme para renunciar.

-         Ese hombre me odia. Tenías razón al utilizar el apellido de tu madre para solicitar ese empleo, si hubiese sabido que mi hija solicitaba un empleo en su revista, habría roto tu curriculum después de leer el nombre. Aunque todavía no comprendo por qué no quisiste trabajar en Beauty Sofia, ahí todos serían amables contigo.

-         Exactamente, ese es el motivo, papá. Quiero aprender desde cero, en tu revista todos sabrían que soy tu hija y nunca me regañarían si redacto mal un informe o si cometo un error en el trabajo.

Papá no se ve convencido con mi respuesta, no obstante, se mantiene en silencio para no volver a discutir sobre este tema.

Llevo el espagueti a mi boca con un tenedor mientras papá se aleja caminando en dirección al sofá frente al televisor en la sala de estar. Dos segundos más tarde me siento a su lado en el viejo sofá que compré en una venta de garaje.

-         Quería invitarte mañana a un almuerzo que organiza tu tío Daniel.

Daniel Rizzo no es mi tío de sangre, sin embargo, es amigo de papá desde el instituto y se volvieron inseparables desde entonces. Cuando era niña, el tío Daniel siempre me hablaba sobre mamá y como nació la relación entre mis padres. Decía que cuando mis abuelos se enteraron de que su hijo se convertiría en papá a los quince años, enloquecieron, aunque cuando me conocieron me amaron desde el primer segundo.

-         Claro, ¿a qué hora?

-         Enviaré un auto por ti a las once. Ayer hablé con él y está triste por no haberte visto desde hace casi un mes.

No puedo evitar sentirme culpable por no haber ido a visitar al hombre que considero como un segundo padre.

-         Me disculparé con él mañana.

Sostengo mi plato con espagueti con una mano mientras que con la otra el tenedor. Continúo comiendo mientras papá observa algo en su celular.

-         Debo irme o llegaré tarde a la cena.

-         De acuerdo.

Camino a la cocina para dejar el plato y el tenedor sobre la isla de concreto que separa la sala de estar de la cocina.

-         Tienes que estar lista a las once, no dejes esperando al conductor, ¿entendido?

Papá sabe que siempre suelo demorarme al maquillarme así que me lanza esa advertencia para no parecer descortés frente al conductor.

-         Te veo mañana.

Deposita un beso sobre mi frente y lo abrazo por la cintura hasta que se aleja y camina hacia la salida.

Cuando la puerta se cierra detrás de él, vuelvo a tomar el plato con espagueti y termino mi cena antes de tomar y ducha para seguido recostarme en mi cama y dormir.

Siempre la agradeceré a papá por haber cuidado de mí mientras todavía seguía en el instituto y siempre le agradeceré al abuelo por haberse hecho cargo de mí cuando papá fue a la universidad.

A veces siento que, si mamá no hubiese muerte durante el parto, papá no sería el hombre que es hoy en día. El tío Daniel siempre dice que papá era un mujeriego que disfrutaba de fiestas todas las semanas, pero cuando supo que tendría que cuidar de mí él solo, dejó todas las fiestas y se concentró en la bebé que había procreado. 

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