Capítulo 7

Capítulo 7

—Blake—susurré agarrando sus mejillas, el solo me miró, pero no dijo palabra alguna—¿Qué has bebido?

—Debes reposar—por fin habló, cuando miré mi pie recién entré en cuenta de que este estaba vendado.

—No te preocupes de eso, Blake—me senté a su lado apoyando mi espalda sobre el costado de la cama—. No has respondido mi pregunta.

—Lo siento—murmuró, y en un acto inesperado, recostó su cabeza en mi hombro.

—Quien debe disculparse soy yo—jugueteé con mis dedos sobre mi regazo—. No debí decir eso.

—No puedo cambiar lo que sientes—metió su rostro en mi cuello, inhalando mi aroma—y puedo entender que no quieras nada conmigo, pero eso no quiere decir que no me duele, porque joder, es como si me clavasen mil flechas de plata en el corazón ¿Alguna vez has sentido eso?

—Lo he sentido—respondí.

Me miró con curiosidad y luego soltó una risita.

—¿Es muy tonto que quiera ser una de esas tiritas que están sobre tu piel?—acarició mi mejilla con lentitud.

—Sí, es algo tonto, pero ¿por qué querrías serlo?

—Porque pueden tocar tu piel por horas, yo tengo posibilidad tan solo unos segundos y luego todo sale mal. Me gustaría ser la tirita que sane cada una de tus heridas, cada vez que algo te haga daño.

—Tienes la capacidad de ser la tirita que sane todas las heridas de mi corazón—musité, tomando su mano y llevándola a mi pecho—, eso solo depende de ti.

—¿Y si he sido yo quien las ha causado?

—Solo tú tienes la capacidad de arreglarlo, Blake.

Nos quedamos en silencio unos segundos.

—Lo que acabo de decirte no quiere decir que quiero que seas mi centro de rehabilitación, sino que espero el hecho de en verdad hayas cambiado y solo así podré sentirme segura a tu lado.

—No te vayas más, Amy—tomó mi mentón y me hizo mirarlo—, por favor no lo hagas.

—Debo… volver, de l0 contrario Carlos…

—Me importa una m****a Carlos—gruñó—mataré a ese imbécil si es necesario. No puedo permitir que sigas estando en riesgo.

—No lo entiendes—suspiré.

—Amy…

—No, dejemos el tema porque terminaremos discutiendo y no quiero eso.

—Debemos hablar.

—Sí, debemos hacerlo, pero de solo mencionar a Carlos te molestas, y cuando aprendas a escucharme hablaremos de ello.

Soltó un suspiro y se levantó, apoyándome de la cama me levanté y me dirigí a la puerta.

—Ahí tienes tu comida, a ver si disipa algo esa borrachera que traes.

—No te vayas…

—No te vayas…

Lo miré nuevamente, sus ojos lucían apagados, cada vez más tristes, y una punzada se clavó en mi pecho.

Algo me dijo que necesitaba apoyo, a alguien que se quedara a su lado sin importar qué, y yo era la única persona capaz de ello, yo, quien lo había tratado como si fuese una bestia, quien también había creado inseguridades en él, era la única que estaba ahí y tenía la capacidad de ayudarlo.

Me dirigí hacia él y lo rodeé con mis brazos, estrechándolo en un abrazo apretado. De pronto sentí como su cuerpo tembló y mi pecho dolió de repente, comenzó a llorar con todas las ganas, aferrándose a mí, abrazándome con todas sus fuerzas.

—Está todo bien, tranquilo—acaricié su espalda mientras tragaba saliva.

—No. No está bien, estoy llorando como un niño pequeño y mañana moriré de la vergüenza .

— Tienes derecho a llorar si lo necesitas—musité despacio—. Puedes echarle la culpa al alcohol si lo deseas.

—No es alcohol, Amy—soltó un suspiro mientras sus lagrimas seguían mojando mi camiseta—. Soy yo que estoy colapsando, siento que ya no puedo más—jadeó, como si tuviese el pecho apretado y no pudiese respirar.

Lo dejé hablar, porque supe que necesitaba sacar todo lo que llevaba dentro, porque tenía derecho a expresar lo que le dolía sin miedo a que lo juzgarán, que no por ser el rey tenía que cargar con tanto peso en sus hombros.

—Los extraño demasiado, Amy. Todo pasó tan rápido que no he podido superar y te dañé a ti en el proceso.

—No pienses en mí ahora— él se separó para mirarme, sus ojos estaban rojos al igual que su nariz.

—Tengo que pensar en ti, Amy, porque fui un maldito desquiciado egoísta que no pensó en ti durante mucho tiempo. Y te mereces ser valorada, mereces el respeto que no te di. Te mereces el mundo entero y yo estoy muy jodido para poder sanar y darte la tranquilidad que mereces.

El saber el dolor tan profundo que tenía hacía que me doliera el pecho como si yo misma estuviera pasando por ello, esto me estaba matando. Deseé poder detener su sufrimiento en un chasquido de dedos.

Yo había pensado suficiente en mí, y el ya había puesto de su parte. Había deseado tanto que algún día se arrepintiera de esta manera, que me pidiera perdón justo como ahora, pero… ahora que sucedía, no me sentía satisfecha en absoluto, al contrario, sentía como si me estuviesen estrujando el corazón.

—Dejemos… esto en el pasado ¿si?

—Mereces algo mejor, Amy, pero se me hace malditamente imposible verte lejos de mí, porque me causas tantas cosas que…

—¿Te parece hablar de esto cuando estés sobrio?

—¿Cuándo vuelva a ser el maldito cerrado que no demuestra nada?

—Cuando seas tú realmente el que habla y no el alcohol, cuando seas tú quien quiere decirme esto y no es alcohol el que te hace decir lo que aún no estás listo.

Tomó mis muñecas y las acarició.

—Gracias por entenderme y perdonarme.

—Yo también actué mal, te insulté, te hice sentir mal por lo que eres, menosprecié tu dolor, tus traumas y eso no está bien, no eres el único que debe pedir disculpas.

—Nada de eso se compara con lo que hice, Amy, yo…

—Todo sufrimiento es válido, Blake.

Miré la bandeja sobre la cama y tomé su mano para dirigirlo hasta ahí.

—Come algo, mañana… buscame cuando te sientas mejor.

—¿No vas a quedarte?

Le eché una mirada algo dudosa.

—¿Estás seguro?

—Puedo estar borracho, pero no significa que esté mintiendo. Estando sobrio o borracho te quiero en mi cama igual.

Mis mejillas enrojecieron y me aclaré la garganta.

—¿Puedo usar alguna prenda tuya

Asintió con la cabeza y se quedó en la cama, mirándome.

—Saca lo que desees.

—Apuesto a que tienes solo pijamas dignos de un rey.

—Tengo… algunas cosas… normales.

Reí levemente por la poca fluidez de sus palabras, pero me detuve en seco cuando lo sentí tras de mí, muy cerca, ayudándome a rebuscar entre su closet.

—¿Esto te parece bien?—miré las prendas, se trataba de una camiseta manga larga negra, y unos pantalones grises en los que caería unas dos veces, me quedarían muy grandes.

Tomé la camiseta y señalé la puerta del baño.

—¿Puedo usarlo?

—Puedes usar todo lo que hay en esta habitación, Amy— usó un tono sugerente que me causó escalofríos.

Entré al baño y me quité las botas, los vaqueros y la camiseta que llevaba. Me puse la prenda que me había entregado Blake y me dieron ganas de reírme, parecía un saco de papas, unos que no llevaba papas claramente.

Blake tenía una contextura ancha, musculosa, y mi cuerpo carente de músculos jamás llenaría la prenda.

 Salí del baño mientras estiraba la camiseta hacia abajo, Blake se giró y sonrió de manera divertida, causando que mis mejillas enrojecieran.

—Amy ¿qué más quieres taparte? Si esa camiseta casi te cubre entera.

Fruncí el ceño y me crucé de brazos.

—Si deseas voy a mi habitación, donde están mis pijamas, mi cama y no estás tú.

Rio fuerte y le hice un gesto para que bajara el volumen.

Se acostó debajo de las sábanas negras y abrió las del otro lado mientras palmeaba el lugar. Con algo de vergüenza me acosté a su lado, lo más a la orilla que pude.

Volvió a subir las sábanas y me cubrió con ellas, el olor de su perfume me llegó de inmediato y cerré los ojos poniéndome sobre mi costado derecho, mirando hacia la ventana.

Sentí su cuerpo más cerca y me tensé.

—Blake…—musité.

—¿Mhm?—preguntó deslizando su nariz por mi oreja. Cada parte de mi piel se erizó.

—Po- podrías alejarte un poco—sugerí, intentando controlar mis nervios.

—Estoy bien así, gracias.

Su mano llegó a mi cadera y pegué un saltito. Comenzó a delinear el costado de mi cuerpo con sus dedos y yo tragué saliva.

—¡Blake!—la tensión del momento se rompió cuando la voz de Adam llenó la habitación de manera irritante -sin ofender, adoro al pelirrojo, pero es un jodido inoportuno- y la mano de Blake dejó mi cuerpo de inmediato, si no estuviésemos tapados hasta el cuello, Adam me hubiera visto mucho antes—¡Amy no está en su habitación!

Blake soltó un gruñido, pareciendo bastante irritado, y yo me quité la sabana que me cubría. Soltó una risita incómoda y luego se rascó la nuca.

—No estoy en mi habitación Adam, porque estoy aquí.

—Oh, ya me he dado cuenta. Siento interrumpir nuevamente, pero estás tan impregnada con el aroma de Blake que no sentí tu olor y he pensado que te habías ido en la madrugada. Ya sabes, es peligroso y algo puede atacarte allí afu…

—Adam, si no te vas ahora mismo me veré tentado a lanzarte por la ventana—musitó Blake entre dientes, sentándose en la cama.

—¿Estás borracho?—preguntó Adam, arrugando la nariz.

—Que esté borracho no significa que no pueda hacerlo.

—Oh, claro, claro—sonrió como un angelito y cerró la puerta. Blake estiró su mano para abrazarme cuando Adam volvió a asomar su cabeza—. Cuidadito con las manos, eh.

Blake tomó un almohadón y lo lanzó con fuerza en su dirección.

Adam salió despavorido al fin dejándonos solos.

—A la próxima de verdad lo lanzo por la ventana.

—Lo hace sin intención.

—Yo también lo haré sin intención, no hay problema.

—¿Ya se te ha pasado?

—No lo sé.

—A ver, ¿cuántos dedos ves?—tomé su mano y la alcé para que los viera.

—Tres.

—¿Solo tres?

—Sí, los otros dos estarán dentro de ti y desde ahí ya no se verán.

—¡Blake!—chillé, con las mejillas hirviendo—¡Eres un pervertido!

—O quizás los tres—siguió hablando distraído mientras mordía su labio.

—¡Cállate!—me cubrí la cara con la almohada hasta que soltó una carcajada.

—Tomas confianza muy pronto.

—Debo aprovechar que me has perdonado ¿no?

—Si uno de los dos vuelve a joderla—lo apunté—esto no funcionará.

—No pretendo hacerlo. Esta vez confía en mí.

—Bien.

Me llevó hacia su pecho y comenzó a acariciar mi cabello con delicadeza, relajándome por completo.

—Has tenido cambios muy drásticos el día de hoy—comenté.

—Y todos los provocas tú.

—Gracias por curarme las heridas.

—Mi deber es protegerte y terminé asustándote, es lo menos que puedo hacer.

—De todos modos, estuve agradecida de que fuera tú y no…

—Carlos—terminó él.

—Sí.

—Mañana, iremos al hospital de la manada para que te revisen, y… pediremos hora con una especialista. En verdad deseo que esto funcioné, y para que eso pase debemos… superar.

—Estoy de acuerdo, y me alegro de que estés haciendo esto.

—Quiero ser mejor para ti, aunque no lo creas, tú me estás dando la fuerza que necesito.

—¿Y que hiciste cuando no estuve aquí?

—Asegurarme de que estuvieses bien.

—¿Qué? ¿Cómo?

Se quedó en silencio y supe que no me iba a gustar la respuesta, hasta que yo misma la deducí.

—¿Me seguiste?

—Necesitaba saber como te encontrabas, y ahí fue cuando te vieron con los cazadores. Necesitaba entenderlo y poco después llegaste. Volviste, mejor dicho.

Solté un suspiro y negué con la cabeza.

—No debiste hacerlo.

—No podría estar tranquilo de otra forma, lo único importante para mí es que estuviese segura. A salvo.

—¿Sabías de mi plan, Blake?

Negó con la cabeza mientras yo apoyaba las palmas en su pecho y levantaba el rostro para mirarlo.

—Cuando volviste estaba molesto contigo porque creí que de alguna forma habías vuelto para vengarte de mí. Estaba cegado, no pensé con nada más que no fuera la impotencia y desesperación. No entendía por qué otra razón te unirías a ellos.

—Yo no soy así.

—Y lo sé, simplemente no lo entendía.

—Jamás vuelvas a pensar algo así, jamás estaría de parte de alguien que ha hecho tanto daño, que ha matado a gente inocente, jamás estaría de parte de ningún cazador sabiendo que uno de ellos mató a tus padres, ni que le han quitado la libertad a Marc, yo… jamás lo haría.

—¿Marc? ¿Quién es Marc, Amy?

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