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Una semana había pasado y aún Boris no conseguía secretaria. Tres mujeres habían llegado y tres habían sido despedidas. La última que llegó ese día salió de allí llorando y pidiendo que jamás la volvieran a llamar.

La oficina de recursos humanos estaba hasta el tope de trabajo y Cristopher no paraba de entrevistar mujeres y hombres para el puesto. Había que poner un alto al berrinche del millonario.

—Boris, ya decídete. No podemos seguir así todos tienen asuntos que atender, el hotel no se maneja solo y aquí hay bastante personal— le reclamaba Cris. Debía persuadir a su amigo a que parara su capricho por una excelente secretaria y se amoldara a la que llegara.

—Solo necesito una m*****a secretaria, sino puedes conseguirme una entonces llama nuevamente a Yamile. Pídele que vuelva. La necesito— la suplicante voz de Boris le hizo entender su desespero.

—Sabes mejor que yo que Yamile no volverá— dijo Cris de forma tranquila y calmada. —Está disfrutando su jubilación en un crucero por el Caribe. Por favor acepta a la que te envíe—.

El ruego de Cristopher era de frustración, tuvo una agotadora semana intentando encontrar a alguien apropiado para la vacante de secretaria.

En ese momento el móvil de Boris sonó. Se disculpó con su amigo y se retiró un poco para atender la llamada. El rostro el hombre cambió a uno de enojo, levantó el tono de la voz y habló con verdadero malestar. Al colgar, se llevó los dedos al puente de su nariz y masajeó el área antes de arrojar el teléfono al sofá frente a él.

—Maldita sea— gritó.

—Hey, hey. Cálmate. ¿Qué sucede? ¿Quién era?— indagó Cris. —No te desquites con el pobre teléfono que no ha hecho nada—.

—Era Adrien, me llamó molesto por dejar esperando a los chinos que estarán a cargo de la remodelación y ampliación del hotel en Miami— respondió un molesto Boris. —Olvidé nuevamente la cita con ellos, me lleva—.

—Eso estuvo mal amigo, debiste anotarlo así sea como recordatorio en tu móvil— acotó Cris mientras recibía una fulminante mirada de Boris. —Sabes creo que debes relajarte un poco, hoy es sábado, por qué no vamos al club y nos tomamos algo, así dejas salir tu frustración y de paso encuentras una linda chica con quién pasar el rato. ¿Qué dices?—.

—No necesito de ninguna mujer para calmarme— dijo tirándose con desparpajo en el sofá. —Ya se me pasará. Solo encuentra mi secretaria—.

—Deberías romper el celibato hoy, quizás eso te está volviendo muy hormonal. ¿Hace cuánto que no estás con una?— la pregunta de Cris hizo que se removiera incómodo en el sillón.

—Sabes, creo que debemos ir por ese trago— dijo evadiendo el interrogatorio de su amigo.

—Bien, vamos. Tenemos rato que no visitamos el Red Dragon— la idea de Cris le gustó a Boris quien de inmediato se levantó y tomó el móvil del sofá para guardarlo en su saco.

—Tienes razón, hace mucho que no lo visitamos. Vamos—.

Los hombres se levantaron y salieron de la oficina. Subieron al auto de Cris y partieron con destino al club de Boris seguidos por los guardaespaldas del joven Vólkov.

Aparcaron frente al club, bajaron y fueron seguidos por su seguridad. El musculoso hombre de la puerta les abrió paso en cuanto los vio, saludó con un asentimiento de cabeza. Llevó un intercomunicador a su boca e informó que los señores acababan de llegar.

En el interior una esbelta y seductora mujer los esperaba, saludó con respeto a los hombres y les guio hasta el reservado.

—Señor Wood, bienvenido. Gusta tomar algo en especial o lo mismo de siempre— cuestionó la mujer parándose detrás de los hombres esperando su respuesta.

Nadie en el club le llamaba por su verdadero nombre, para todos y en todo momento él era Ángel Wood.

—Lo de siempre está bien, gracias— respondió Boris e hizo un ademán con la mano para que se retirara.

Los guardaespaldas permanecían fuera d o reservado, dos en la entra principal y dos en la puerta trasera de emergencias.

El reservado era amplio, bien amueblado tenía un gran ventanal que llegaba hasta el piso y dejaba ver toda la primera planta del bar y la pista de baile, al igual que podía verse hacia el pasillo que daba a los baños.

Los muebles estaban ubicados de manera semi circular de tal forma que el ventanal quedaba de frente mientras que en el centro bajaba un tubo metálico para el pole dance.

El lugar tenía un buen sonido para la música y una excelente iluminación para el momento íntimo. 

Boris no reparó a la hora de escoger el personal para el diseño y decoración del lugar. El buen gusto y elegancia se percibía apenas entrabas. Todo era lujo y derroche de sensualidad. El vivo color rojo de alguno detalles contrastaba con el negro en algunas paredes.

Los cómodos y finos muebles en terciopelo mostraban lo costoso y exclusivo que era el lugar, la fina cristalería, las costosas botellas de licor, el moderno mueble en mármol artificial del mostrador, los detalles en cada uno de los accesorios que decoraban el lugar, las brillantes y bien ubicadas luces de neón, mostraban la dedicación al momento de organizar todo. No se podía quedar atrás el elegante uniforme de los empleados y las exuberantes mujeres que atendían los reservados no dejaba en duda que no cualquiera se podía dar el lujo de entrar en ese lugar. Toda esa extravagancia solo mostraba poder.

—¿Has sabido algo de la chica?— preguntó Cris haciendo alusión a la hija del agente infiltrado que mató hacía ya más de 10 años.

—No, no la he encontrado— respondió con un pesado suspiro, recordando una vez más su tormentoso pasado. —Sé que se llama Angeline Evans Montgomery, pero hay tantas Angeline Evans en esta ciudad y en este país que creo que nunca daré con ella— respondió esparramando su cuerpo en el cómodo sofá.

—Qué curioso— dijo Cris atrayendo la atención de Boris. —Creo que la chica que entrevisté hace ya una semana se llama así, Angeline, pero su apellido es Vanse o Vince, creo, no recuerdo—.

—¿Quién, la torpe?— preguntó.

—Sí, la misma— dijo Cris parado en el gran ventanal mirando hacia la pista de baile viendo el sensual movimiento de una joven con su pareja.

—Esa tonta me debe un castigo por atrevida— dijo Boris llevando su mano a su rostro recordando la cachetada recibida.

—Pues, hoy sería un buen día para cobrártela— dijo Cris haciendo que su amigo lo mirara fijamente y se levantara de golpe.

—¿Por qué lo dices?— curioseó Boris.

—Porque si no estoy mal creo que es ella la que está allí bailando con ese chico— dijo Cris señalando la pareja en cuestión.

Boris giró su rostro hacia las personas en la pista de forma inmediata y buscó con su mirada la mujer mencionada. Allí en medio de todos estaba la causante de su reciente mal humor semanal.

—Sí, allí está la torpe— dijo Boris intentando restar interés en la mujer.

—Torpe o no te tiene con las hormonas alborotadas y con un humor que ni tú te aguantas— dijo Cris haciendo referencia al extraño comportamiento de su amigo.

—Eso no es cierto, mi mal humor es por no encontrar secretaria, el trabajo se me está acumulando. Eso es todo— respondió el joven Vólkov regresando al sofá.

—Pero mira nada más— dijo Cris haciendo que la curiosidad de su amigo se incrementara. —A ese chico lo conozco. Sí, es Oscar. Mi amigo Oscar. No sabía que tenía novia y mucho menos que fuera ella—.

Dicho lo anterior Boris se levantó nuevamente y se acercó a la ventana para comprobar lo que Cris le decía.

En ese momento vio como el chico intentaba toquetear a Angeline mientras en medio del baile ella se alejaba y le sacaba las manos de más. Boris se alejó del ventanal y se dirigió rápidamente hacia la puerta para bajar.

—Hey. ¿A dónde vas?— alcanzó a pronunciar Cris viendo a Boris salir y bajar a toda prisa las escaleras. —Eres un idiota, espero que esa chica te de donde es y te quite lo imbécil—.

Por otro lado, Angelina había tenido una semana de muerte, había mantenido durante toda la semana una pelea mental entre el haber cerrado la boca y dejar que aquel hombre del café la ofendiera y así tendría un empleo y buena paga o si había hecho bien en defenderse y ahora estar buscando trabajo como loca. No era que en la oficina de contadores no le pagaran, era que no le alcanzaba para ayudarle a su amiga con los gastos del departamento y los gastos personales de ella.

Cada día de la semana pensaba en el sujeto del hotel, era el hombre más guapo que había visto, y ni hablar de su voz, casi mojaba sus bragas con tan solo haberlo escuchado. Ese hombre invadía su mente cada día y ella suspiraba como tonta, pero en cuanto recordaba las palabras que le dijo, la emoción se esfumaba.

Ya había caminado toda la tarde por las calles y avenidas buscando algo, pero nada, por lo que decidió tomar el metro y llegar a descansar al departamento. Iba sumida en sus pensamiento cuando sonó su móvil.

—Aló— dijo antes de escuchar la voz del otro lado. —¿Hola Oscar cómo estás?— saludó Angeline.

—Hola preciosa, bien. Llamo para recordarte que pasaré por ti a las 8:30 ¿te parece?—

—Sí claro, estaré lista a esa hora—.

—Bien, nos vemos. Hasta pronto—

—Hasta luego—.

Oscar llegó puntual por Angeline, la esperó junto al auto, pues le había pedido que no subiera, que ella bajaba en un momento.

—Hola— dijo ella viendo al joven caminar de un lado a otro con nerviosismo.

Oscar se quedó atónito al ver a Angeline. —Wow. Estás... Est...—. Las palabras no salieron. Angeline llevaba un vestido corto a medio muslo de trazo recto en color negro, de lentejuelas, con un pronunciado escote que no se mostraba nada vulgar, pero elegante. Unas sandalias negras altas, una cartera tipo sobre, un maquillaje para noche no muy cargado y su largo cabello suelto en unos suaves rizos que le daban un toque descomplicado.

—¿Me veo bien?— preguntó al ver la reacción de Oscar.

—Dios, más que bien, estás hermosa— dijo repasando descaradamente con la mirada el cuerpo de Angeline.

—Gracias. ¿A dónde vamos?— preguntó viendo que Oscar no se movía y no dejaba de mirarla.

—Hay un restaurante al que quiero invitarte y si gustas después podemos ir a bailar un rato, si te parece— dijo Oscar abriéndole la puerta del auto para que subiera.

—Claro, me parece bien, hace mucho que no salgo y una salida entre amigos sería maravilloso— respondió ella con inocencia.

Para Angeline Oscar también era su amigo y se sentía agradecida por haberla tenido en cuenta para el ofrecimiento del empleo en el hotel, el hecho de que no hubiese salido nada bien, no era culpa de él.

Oscar tomó las palabras de Angeline con amargura, pues la chica le gustaba y mucho. Él esperaba que esa noche la relación de “amigos” pasara un poco más allá, pues él sabía que ella era muy reservada y nunca daría el paso para que lograran tener una relación. Debía ser él quien iniciara con las propuestas si quería que ella lo mirara como hombre y no como amigo.

Después de la cena y de mucha charla, por parte de ella. Oscar la llevó al Red Dragon, el club era exclusivo y solo miembros y personas muy cercanas a los dueños ingresaban al lugar.

—Wow. Nunca había visto un lugar tan lujoso para bailar— dijo ella mirando la edificación frente a sus ojos.

—Es de un amigo. Así que tengo pase libre para entrar. Vamos— dijo él abriendo la puerta del copiloto para que Angeline bajara y entregando las llaves al valet parking.

La tomo de la mano y la guio al interior. Todos miraban deslumbrantes a la bella pelirroja que entraba, por lo que Oscar se sintió orgulloso al llevarla de la mano.

La hostess les recibió con un caluroso saludo, pues ya conocía a Oscar y sin mayor preámbulo los dirigió a un buen lugar para dos.

—Ya saben que van a tomar o quieren alguna recomendación— dijo la mujer parada frente a la mesa esperando por el pedido.

—¿Qué te gustaría tomar?— preguntó Oscar a Angeline. Esta se sintió intranquila y nerviosa, nunca había estado en lugar como ese, o más bien, nunca había salido a bares o clubes nocturno. Siempre salía con Josephine a fiestas en las casas de amigos y conocidos y las bebidas no eran más que cervezas y shots de tequila, aunque ella no pasaba de dos cervezas.

—Bueno... yo...— Oscar al ver la duda en su mirada así que él pidió por ella.

—Para ella un mojito y para mí whisky sour— pidió esperando que ella no se diera cuenta de sus intenciones. Sabía que Angeline era mala bebedora, pero si sentía el sabor de la menta y el limón en el coctel no se negaría a seguir por ese camino.

Las bebidas iban llegando y ella seguía tomando. Angeline no sabía ya cuantos mojitos llevaba. Solo sentía su cuerpo laxo y caluroso. Oscar le contaba tontería a las cuales ella solo reía sin parar. El hombre ya no estaba sentado frente a ella, ahora estaba a su lado y le hablaba al oído.

De un momento a otro la cercanía fue demasiada y Angeline sintió como los labios de él rozaron el lóbulo de su oreja. Sintió un leve cosquilleo en su cuerpo, por lo que se alejó un poco y solo atinó a decir que salieran a bailar la canción que sonaba.

Así lo hicieron, ella queriendo alejarlo y él más se acercaba. Los tragos de más en su sistema y la música sexi e insinuante hacían que ella moviera su cuerpo de forma seductora. Oscar aprovechó la situación y llevó sus manos a su trasero y lo apretó sin pudor.

Ella se alejaba y él más se acercaba. Angeline se removía tratando de quitarle las manos de su cuerpo que Oscar insistía en tocarla. No supo en que momento lo empujó bruscamente y caminó a trompicones buscando la salida. Debía tomar un poco de aire fresco y calmar el calor y excitación de su cuerpo.

No había llegado a la puerta cuando una mano la haló del brazo.

—Pero que...— las palabras quedaron a medio camino. Angelina abrió de más los ojos cuando vio al hombre que la detuvo en la entrada.

Boris la interceptó antes de salir y con un gesto que le hizo a Mike el hombre de la puerta principal, este cerró con seguro y se retiró.

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