-1-

22 años después de su nacimiento...

—¡Cris! ¡Cristopher, espera! — gritaba Boris a su amigo para que se detuviera.

—¡Perro! ¿Dónde estabas? No te puedo quitar la cadena porque te me escapas ¿Qué pasó? — preguntó Cris dándose vuelta para ver a su amigo correr hacia él cerca a la salida de la universidad.

—Nada, ya sabes cómo es mi padre, solo estaba recibiendo algunas indicaciones de un trabajo que debo supervisar— dijo el joven Vólkov a su amigo mientras se dirigían juntos en las puertas de la universidad para ir al estacionamiento. —¿Podrías prestarme los apuntes de hoy? Gracias a Dios esa materia la cursamos juntos, sino, no sabría qué hacer—.

Boris Vólkov era un joven como todos lo demás, alegre, carismático, inteligente, atractivo entre otras características para un joven de su edad, pero su verdadera personalidad se ocultaba bajo una máscara que dejaba ver a un joven sombrío, misterioso y atractivo a cualquier mujer, su cuerpo se veía bien trabajado, pero no ganado en un gimnasio, más bien, era esa musculatura que conseguías a sudor y sangre en las calles, aunque en realidad era por el estricto entrenamiento al que era sometido desde niño y casi que a diario.

Nadie conocía nada de él, para el mundo Boris Vólkov no existía, de eso se encargaba él mismo. Creó una nueva identidad registrada ante las leyes y con la cual se ocultaba entre las sombras para pasar desapercibido. Ni si quiera su padre lo sabía, solo su único y mejor amigo Cristopher era quien conocía muy bien su pasado y perfectamente su presente, por lo que para la sociedad en general solo existía Ángel Wood.

—Claro que sí, vamos hasta mi auto para dejar mi mochila. Quieres que te lleve o trajiste el tuyo— le pregunta Cris.

—No traje auto, me trajo el chofer. Solo venía a comunicarte que salgo mañana a primera hora— dijo el joven a su amigo.

—¿Vas lejos? — preguntó.

—Sí, iré a Londres, debo supervisar a un idiota que trabaja para él, un tal Edward Smith y su novia Danna Musspegui, aquí te dejo algo de tareíta y para que tengas en que entretenerte en mi ausencia— dijo el joven entregándole en una carpeta las fotos y nombres de la parejita en cuestión. —Me informas apenas tengas algo concreto—.

—Bueno señorita, será un placer hacerle llegar toda la información que necesita de su nuevo esclavo sexual y su concubina— a las palabras de Cris el muchacho reía a carcajada suelta.

—No cariño, el único esclavo que tengo eres tú— dijo batiendo sus pestañas con coquetería. —No te pongas celoso cariño, él no es mi tipo— acotó lanzándole un beso volado y haciendo reír a su amigo que tomaba de sus manos la carpeta con la información que necesitaba.

—Vamos, te llevo. Así me cuentas que tienes en mente— dijo Cris entrando al puesto de piloto y Boris a su lado.

Los dos jóvenes partieron con dirección a la mansión de los Vólkov, mientras Boris le contaba a su amigo parte de sus planes e ideas a futuro. Después de unos minutos de viaje ambos guardaron silencio, situación que Boris aprovechó para distraerse mirando el paisaje desde la ventanilla y perdiéndose en sus pensamientos o quizás tormentos. Cris mejor que nadie conocía de los fantasmas que atormentaban a su amigo por lo que prefirió mantenerse en silencio y seguir conduciendo.

Boris desde su asiento recordaba mucho todo lo que su nana Petra le contaba de su madre. Lo mucho que ella lo amó desde antes de nacer y todo lo que luchó para mantenerse con vida ante el salvajismo con el que Alek la trataba.

Petra había acordado con Dimitri no ocultarle la verdad de su nacimiento, ni la vida que su madre vivió junto a su padre. Ellos querían que él fuera el mejor sucesor, pero para lograrlo debían saber el verdadero actuar del muchacho y de su padre.

La pareja creyó por un momento que el chico heredaría el frio y desalmado carácter de Alek. Pero fue todo lo contrario, el muchacho mostró ser como su madre, dulce, amorosa, risueña, angelical. Era una jovencita que a pesar de las penurias que vivía siempre tuvo un sonrisa para Petra y Dimitri a quienes consideró como sus padres.

—Bien señorito, sano y salvo en su casa como toda una doncella— dijo Cris sacando a Boris de sus pensamientos.

—Gracias, mi cachorrito. Cuando regrese recuérdame que debo sacarte a pasear— dijo dándole unos golpecitos en la cabeza a su amigo haciéndolo reír y girarse para darle un abrazo de despedida.

—Cuídate mucho hermano, trata de no maltratarte mucho la manicura y procura hacer que te dure el cepillado hasta el regreso— dijo Cris mirando a su amigo fijamente, los dos chicos soltaron una estruendosa carcajada por las bromas que se hacían desde que se conocieron.

Boris bajó del auto y se encaminó hacia la casa, se detuvo en la entrada y giró para ver el auto de su amigo partir y cruzar las rejas de la entrada.

Ingresó a la casa dirigiéndose directamente hacia la cocina donde encontró a su nana Petra, como él le decía.

Cruzó las puertas y se dirigió directo a la mesada sentándose en uno de los bancos, colocó sus codos sobre la mesa y metió su cara entre sus manos para luego dirigir su mirada a Petra que se encontraba del otro lado de la mesada terminado de preparar la cena.

—Hijo ¿Cómo te fue hoy? — preguntó la mujer mirando con ternura a su muchacho.

—Bien nana, estaba con Cris organizando algunas cosas para el viaje de mañana— respondió él con gesto de desagrado que a la mujer no le pasó desapercibido.

—Tranquilo mi amor— dijo Petra tomando una de las manos del joven y acariciándola con cariño. —Todo saldrá bien, eres mejor de lo que tu mismo crees. Ya lo veras— le respondió ella mirándolo a los ojos con toda la ternura que una madre podría tener.

—Quisiera creerte nana, pero a veces me siento que estoy condenado a ser como él— respondió viendo como ella le daba la vuelta a la mesada y se colocaba frente a él, quien al verla recostó su cabeza en el pecho de ella y le correspondía con un abrazo.

—Eres diferente a él y mejor de lo que tú mismo imaginas, si no fuera por tu marca de nacimiento diría que no eres un Vólkov. Nunca, óyeme bien, nunca serás como él— le respondió Petra dándole un beso en la frente y sobando sus brazos y hombros para que se animara.

—Ve y deja tus cosas en tu recámara y descansa un poco que en unos minutos estará lista la cena— le mando su nana dándose la vuelta para volver a la labor que hacía antes de que él llegara.

—Gracias nana— dijo Boris con una dulce sonrisa para su nana, retirándose hacia su habitación.

En cuanto llegó tomo la llave que colgaba de su cuello y la cual guardaba con recelo bajo su ropa para que nadie la viera.

Abrió la puerta e ingresó a la habitación cerrando con seguro tras él y sin moverse de la entrada inspeccionó cuidadosamente todo el lugar. Su ojo no perdía detalle alguno, pues su memoria fotográfica le permitía recordar cómo había dejado cada cosa en la habitación cuando salió por la mañana.

Llevó su mochila al escritorio junto a la puerta y se recostó en la cama quitándose los zapatos con sus pies. Cerró sus ojos pensando en descansar solo por uno segundos, pero terminó por quedarse dormido.

—¡Dispara! ¡Hazlo de una m*****a vez! — le gritaba Alek a su hijo. —¡Demuestra que eres un Vólkov y no una m*****a señorita como la p**a de tu madre! —.

La palabras del hombre parado frente a él hicieron eco en su mente llenándolo de dolor y rabia por la forma cómo hablaba de su madre. Esa de la que le contaba su nana diciéndole cuanto lo amaba y lo protegía de los maltratos de Alek.

—Sabía que no eras más que un marica sin las bolas suficientes para acabar con una vida, nunca serás mi hijo, aunque tengas todas las marcas de la familia, nunca lo serás— terminó decir Alek dándose la vuelta para entregarle el arma a uno de sus hombres.

—Claro que soy un Vólkov— dijo el joven arrebatándole el arma de las manos y colocándola frente al hombre moribundo. —Soy el mejor Vólkov— susurró —porque soy el Ángel—.

No lo pensó mucho y quitó el seguro. Cerró sus ojos y respiró profundo calmando su corazón, a su mente llegó el rostro de su madre que le dio las fuerzas que necesitaba para lograr sus objetivos. Y sin más disparó a su cabeza.

El estruendo del disparo hizo que Boris abriera sus ojos de golpe, mientras en su mente se repetía el sonido una y otra vez atormentándolo. Despertó sudoroso y respirando agitadamente por la conmoción del recuerdo.

Ese era uno de los tantos fantasmas que lo visitaba desde el día en empuñó y disparó el arma. Los rostros de las víctimas, buenas o malas, lo torturaban cada vez que cerraba sus ojos y lo perseguían hasta atormentarlo lo suficiente como para no dejarlo descansar.

El joven Vólkov se sentó en la cama y trató de calmarse. Se levantó para desvestirse y darse un baño antes de bajar para cenar.

Sintió el agua tibia correr por su cuerpo, mientras recordaba con total claridad como a sus escasos 15 años cegó por primera vez la vida de aquel hombre, de quien días después supo que era un agente de la CIA. Ningún cuerpo quedó sin rostro. Él sabía todo de cada una de las vidas que quitó.

Salió de la ducha y se vistió rápidamente para bajar a cenar, quería hacerlo con su nana y su padrino. Tenía el deseo de pasar un rato de la noche con ellos antes de preparar su equipaje.

Salió de la habitación, justo en el momento y en el segundo en qué la cámara instalada en el pasillo giraba hacia otra dirección.

El joven siempre verificaba que nadie supiera de sus salidas y entradas. Cerró la puerta con su llave y caminó hasta las escaleras con la intención de llegar a la cocina para poder compartir un rato de la noche con ellos.

Cuando iba bajando vio a su nana Petra colocarse al pie de la escalera y sonreírle discretamente.

—Su padre pregunta por usted joven, está en el comedor— las palabras expresadas por la mujer junto con la inclinación de cabeza le indicaron que él no estaba de muy buen humor, por lo que debía ser cuidadoso con las palabras y los gestos.

—Pensaba comer contigo, pero otro día será— respondió en voz baja tomándola del rostro para dejar un beso en su frente.

Boris se dirigió hacia el comedor y antes de cruzar las puertas a unos cuantos pasos de la entrada respiró profundo.

—Buenas noches, padre— dijo el joven mirando directamente los negros ojos de Alek.

—Demoraste mucho ¿Dónde estabas? — le preguntó Alek desviando su vista hacia su plato.

—Estaba en mi recámara, alistando todo para mañana— contestó el joven secamente como había aprendido desde hace mucho.

—Bien, quiero que vayas y hagas lo que siempre sabes hacer. Mis muchachos ya están informados de que irás como uno más del grupo. Será solo vigilar e informar sin que se dé cuenta— dijo Alek mirando con desagrado al joven junto a él en la mesa.

—Se hará como usted diga— fue su respuesta al hombre que encabezaba la mesa.

*****

Arribaron muy de madrugada a Londres. Boris y el resto de los hombres fueron transportados directamente hacia el hotel de su padre donde también se hospedaba Edward, Danna y otros hombres que Alek había suministrado.

Fue informado por uno de los encargados de su seguridad que Edward tenía un guardaespaldas personal. Por lo que solicitó se le entregara información del hombre para investigarlo.

En cuanto la información le fue suministrada se la hizo llegar a su amigo Cris, quien ya estaba enterado de todo.

Cristopher le envió a Boris un mail con información detallada de toda la vida del trio maravilla. En el informe reposaba el historial delictivo de Edward, del cual nadie sabía. Todo lo relacionado con las amistades que frecuentaba desde niño hasta su reciente divorcio. Igualmente recibió información de Danna, de su posible situación mental e incluso hasta la forma en como conoció a Alek. Al final del informe se hablaba de un hombre, Marcus Khattab. Un londinense de descendencia árabe por parte de padre. En el informe se detallaba su relación con Edward y como se habían conocido desde que este último era un niño.

Boris leyó minuciosamente toda la información recibida, memorizando palabra por palabra y grabando en su memoria las imágenes recopiladas. Prestó suma atención en cada hecho y como las vidas de esos tres sujetos se unían una con la otra.

Después de su análisis mental, borró el correo de su teléfono y envió un mensaje a Cris, para que esa misma información estuviera en un carpeta disponible para cuando él lo solicitara a su regreso.

El joven procuraba guardar todos y cada uno de los documentos recibidos. No dejaba cabo suelto. No podía descuidarse con alguien tan despiadado como lo es su padre. Ese hombre sin escrúpulos y sin corazón. Si fue capaz de incentivar el suicidio de su madre, a quien consideraba a cada segundo como una p**a, qué le detendría para matarle a él que consideraba un bastardo.

Después de dejar sus asuntos organizados. Se levantó y se sirvió una copa del minibar de su habitación y se sentó en una de las sillas de la pequeña sala del cuarto. Se llevó el líquido a los labios mirando un punto fijo en la habitación mientras dejaba que los recuerdos de su niñez llegaran a su mente.

—Nana, ¿Por qué no tengo mamá?— le preguntaba el pequeño niño. —A todos los niños de mi clase los llevan sus mamás al colegio—.

—Mi amor, tu mami se tuvo que ir al cielo, porque Diosito la llamó para que le ayudara con algunas cosas— decía su nana intentando que él niño le comprendiera, era muy pequeño aún para contarle la verdad de su madre.

—¿Y por qué no se quedó conmigo? Pero Diosito tiene muchos angelitos que le ayudan, nana— insistía el pequeño.

—Lo que pasa es que se enfermó un angelito y como tu mami era muy buena le pidió que le ayudara— dijo su nana con la vista nublada por las lágrimas que intentaban salir.

—¿Mi mami era muy buena nana? — le preguntó el niño con una brillante mirada llena de ilusión.

—Sí mi amor, muy buena— respondió ella.

—Entonces ¿Por qué mi papá dice que era una cualquiera buena para nada? No entiendo lo que dice— cuestionaba el pequeño de tan solo 5 años, haciendo que Petra acallara un sollozo con sus manos en la boca.

—Nunca prestes mucha atención a lo que dice tu padre mi amor, mira que él a veces está muy enojado y eso lo hace decir cosas de adultos que tú ahora no entiendes— le contestaba Petra acariciando el cabello del pequeño. —Solo recuerda que ella te amó mucho y que te cuida desde el cielo junto con los ángeles, recuerda que debes ser el mejor, debes convertirte en un buen hombre mi amor, en un excelente ángel—.

Boris parpadeó rápidamente para contener unas lágrimas que se asomaban en sus ojos. —Siempre me amó. Recuérdalo, Boris siempre te amó, siempre quiso que fueras el mejor— se dijo antes de colocar el vaso sobre la mesita junto a él y salir de la habitación para cumplir con su deber.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo