Capítulo 1

Hace unas horas había caído la noche, yo me encontraba dentro de mi cabaña desde temprano.

La calma que se sentía en el interior del lugar donde me encontraba era acogedora. Sin embargo, se pierde en cuanto alguien aporrea la puerta tres veces seguidas, como si fuera una persona demente.

En estos años que llevo viviendo en este sitio, solamente una persona me ha venido a visitar a mi hermosa y tranquila morada. Esa persona era Ewout.

Vuelven a hacer lo mismo; golpear la puerta.

Con toda la tranquilidad del mundo, me levanto de la butaca donde estaba sentado mirando fijamente al fuego de la chimenea que había encendido hace ya unas horas.

Antes de hacer cualquier movimiento e ir hacia la puerta a abrirla y que entrara Ewout, cojo la sudadera negra del mismo respaldo de la butaca y me la pongo fácilmente.

—¡Joder Ruud! –me maldice —Date prisa cabrón, afuera hace un frío que pela.

Ewout en estos momentos se estará cagando en todo mí ser. Por las dudas, aunque sepa perfectamente que no viene acompañado, me siento más cómodo poniéndome algo encima.

Es extraño que alguien camine por los alrededores de mi cabaña, solamente lo hago por si acaso.

—Me estoy poniendo la sudadera. No me metas prisa —hablo de la misma forma que él lo ha hecho anteriormente.

—Te he visto mil veces Ruud, no me preocupa verte. Aunque debo decir que la primera vez me impresionó verte, en las siguientes ocasiones me fui acostumbrando. Yo ya lo estoy, te lo recuerdo —este chico es increíble, pasa de casi del enfado al humor.

Niego con la cabeza reiteradas veces mientras camino a la puerta. Una vez en frente de ella, suspiro con la cabeza mirando a mis zapatos y alargo mi mano izquierda para poder quitar primero los pestillos que tengo puestos por seguridad y luego para poder abrir la puerta.

Tengo que retroceder unos cuantos pasos. Ewout entra como si la casa fuera suya, abriendo de par en par la puerta, está lleva tanta fuerza que da contra la pared.

—La puerta no tiene la culpa de cualquier cabreo que acarreas encima —me asomo por ella para cerciorarme que no hay nadie afuera y la cierro con cautela.

En cuanto me giro para volver a la misma posición a la cual me encontraba antes de que viniera el malhumorado Ewout, veo que algo me lo interpone; su abrigo.

—Quita de inmediato tu abrigo de mi butaca, no es ningún perchero para que cada vez que vengas lo dejes ahí —él a regañadientes se levanta del puf donde ya se había sentado, lo coge de mala gana y se lo pone en sus piernas.

—No me quedare mucho tiempo —mira su reloj de muñeca para después fijar su mirada en la mía —, tendría que estar ya en casa, pero ese no es el tema central —suelta un resoplido y sigue hablando —. Son dos malas noticias, una más mala que la otra.

—¿Y no podías esperar a mañana?

—No, no podía esperar —ahora se le notaba inquieto, aparte de nervioso.

—¡Dilo ya! Me estas poniendo de los nervios,

—¿Has escuchado las noticias? —lo miro con extrañeza. Sabe a la perfección que no enciendo la radio.

Mi mirada viaja a una mesa de madera redonda, en la cual se encuentra el objeto al cual se refería.

—Hoy deberías haber hecho una excepción —sé que no me está reprochando nada, ahora bien, su tono de voz se podría interpretarlo de otra forma —. Estoy al tanto de que no te gusta oír absolutamente nada y que piensas que las noticias que dan son b****a. No obstante, da la casualidad que de la que te hablo no lo es; ya que es por tu propio bienestar… ¡Estas en peligro!

Todas mis alarmas se encienden.

¿Cómo puede ser que esté en peligro? ¿Cuál ha sido el desencadenante?

—¿Cómo y por qué? No entiendo absolutamente nada.

Me estaba poniendo de los nervios. Si me culpan de algo deben de tener pruebas contundentes, ya que yo no salgo casi de mi cabaña.

—¡Cálmate! —se desespera Ewout. A este le sucede algo más que lo que me viene a decir. Ha venido muy agitado.

—Él que se tiene que calmar de una vez eres tú, que has venido a mi casa totalmente nervioso —reprocho mirándolo —, o sea que te relajas o vienes mañana a decírmelo con más tranquilidad. Tienes dos opciones.

No sé qué le ha podido suceder a Ewout, pero nunca ha venido tan inquieto del lugar en donde se ha enterado de las noticias que aún no me ha dicho. Vale debe ser grave. Sin embargo, no puede venir a decirme que me calme, cuando el preocupado de los dos es él.

Resopla con su mirada puesta en su abrigo, para seguidamente levantarla y posarla en mí.

—Lo siento, no tendría que a ver venido a estas horas —se levanta del puf e intenta irse por la puerta. Lo detengo.

—Quieto —lo cojo del brazo —, solamente respira hondo y suéltalo.

Él no se sienta de nuevo. Sin embargo, deja su abrigo desperdigado en el puf y empieza a andar por la estancia en la que estamos —que no es muy grande —, tan solo de verlo me estaba empezando a marear.

—¿Puedes dejar de marearme de una vez y decirme a lo que venias? Me estoy empezando a desesperar —suelto cuando llevo ya unos minutos viéndole.

—Una chica murió en el lago —inmediatamente mi cuerpo tembló y las preguntas surgen en mi mente.

¿Qué le ha pasado? ¿Qué ha podido suceder para que ella haya fallecido? ¿En que andaba metida para acabar en esas condiciones?

El pueblo es o, mejor dicho; era hasta ahora muy tranquilo, todos se conocían entre todos, jamás había habido un acontecimiento como este. ¿Una muerte en Lake Louise? No lo podía creer aun, me niego a creerlo.

—E-e-eso n-no pu-pu-puede s-ser ve-verdad —no puedo casi ni hablar, solo atino a tartamudear.

—Puede y efectivamente es cierto, no he metido en nada —ahora lo noto más sereno y su semblante es serio, no como hace un par de minutos que estaba más que nervioso —. La policía ha acordonado la zona. Nadie puede acercarse. Está custodiado por agentes, por si algún mirón quiere ir a ver.

—¿Y tú como te has enterado? ¿Alguien te lo ha contado o simplemente lo has escuchado? —quiero indagar en esto a fondo.

—Lo han contado por la radio, pero yo me he enterado a través de mi vecino, que ha resultado ser una de las personas que ha encontrado el cuerpo sin vida de la chica.

—¿Gerrit? –pregunto con extrañeza. Ese niño tan solo tenía siete años y a las horas que son, no le dejen salir, obviamente.

Él niega con la cabeza.

—No, Joep. ¿Cómo crees que los padres de Gerrit le dejarían salir a estas horas de la noche? —solo me había confundido.

—Perdón, solo me confundí —intento restarle importancia.

—En fin…Joep estaba con su pandilla de amigos —empieza a explicarme y creo que me voy a desconectar en menos de dos segundos.

Un bostezo involuntario sale de mi boca e inmediatamente me llevo la mano a mis labios.

—¿Y ahora te aburre lo que digo? —me reprocha.

¡Cómo estamos!

—Lo siento, sigue con lo que me contabas, antes de que me quede dormido aquí —le prevengo para que luego no me venga con los reproches. 

—Como te decía anteriormente, él y su pandilla como todos los sábados van al lago a pasar la tarde, hasta que anochece. 

Era cierto, en más de una ocasión Ewout me había comentado que su vecino frecuentaba bastante el lago junto a sus amigos. Nunca le tome importancia, dado que los de sus edades siempre acudir a aquel lugar.

—¿Cómo la vieron? Tengo entendido que el lago tiene una capa de hielo —hago una pausa mientras que se me van viniendo cosas a la mente para decirlas —, el cuerpo estaría congelado.

En ese momento cuando termino de decir eso, me acuerdo de que todavía no le he preguntado sobre el nombre de la chica, por si se me hacía conocida de las pocas veces que bajo al pueblo o de lo que me hablaba él.

—A propósito, ¿cómo se llamaba la chica? —la curiosidad me mata.

—Noor, Noor Seegers —mi cabeza hizo clic en cuanto Ewout pronunció ese nombre.

Noor, era una chica que casi siempre estaba por el mercado del pueblo. Cuando yo bajaba cada semana la veía siempre por ahí. La mayoría de las veces iba sola a comprar, casi no hablaba con nadie. En cambio, las personas que iban a comprar o los mismos vendedores siempre le preguntaban por alguna cosa. Por lo poco que sabía de ella, podía decir que era una chica de pocas palabras. Aunque quizás por sus reacciones ante ver tanta multitud era de cohibirse y hacerse lo más pequeña posible. Aunque ella supiera interiormente que eso no iba a suceder.

—¿Te suena de algo el nombre? —mis ojos van a los suyos en cuanto termina de formular esa pregunta. Veo duda en su mirada.

En este instante no sé qué hacer. Si le miento no me voy a sentir especialmente bien y si le digo la verdad me va a avasallar a preguntas.

¡No sé qué responderle!

Mejor me voy a decantar por decir la verdad, así luego no debo dar más explicaciones que las necesarias ahora.

—Me suena su nombre y también la he visto más de una vez en el pueblo —he visto una media sonrisa de parte de Ewout, pero la ha borrado enseguida sustituyéndola por una mueca.

—Jamás me lo has contado —era para darle varias collejas. ¿Acaso le decía a cada minuto lo que hacía o iba a hacer?

—¿Y tengo que hacerlo? Que yo sepa muchas de las cosas que haces tú no me las dices —elevo una ceja.

Alza sus dos brazos, para bajarlos de nuevo en forma de rendición. Ahí lo he pillado.

—Ewout, no me has respondido la otra pregunta que te hice —este pone cara de no entender lo que le digo y yo prosigo a volverla a decir —. ¿Cómo vieron a Noor?

—Eso no lo entendí muy bien, creo que alguno de los amigos de Joep se acercó a la orilla del lago por algo que no tiene relevancia en estos momentos y pues se encontró de pleno con la cara de Noor. 

—Se habrán quedado algo traumatizados, ¿verdad? —este asiento.

—Murió con los ojos abiertos, según me han contado daba bastante miedo verla, porque parecía que le estaba mirando fijamente.

—Yo no la podría a ver visto —no es que tuviera miedo ver a un muerto, pero sí que les guardaba un respeto.

—Si tú no tienes miedo ni, aunque te pusieran ahora mismo delante a un jaguar, no te espantarías.

Se piensa que soy inmune a los miedos y no es así.

—Eres un exagerado —pronuncio. Siempre que hablamos de algún temor, siempre sacaba eso y ya me estaba empezando a cansar.

—En fin, ya he hecho mi trabajo de venir a contarte lo sucedido…

—Podrías haber esperado a mañana —agrego.

—Lo hecho, hecho esta. No hay vuelta atrás —ahora sí que coge el abrigo, se lo pone mientras que yo todavía estoy sentado en el sofá.

Ewout me estaba dando la espalda mientras se ponía su abrigo para poder irse a su casa, pero cuando ya lo ha hecho me mira con una ceja alzada.

—¿No vas a moverte de tu viejo sofá? —niego con la cabeza.

—Si te veo desde aquí, no hace falta que me mueva —rio.

Este hace un gesto con la mano para restarle importancia y camina hasta la puerta de mi cabaña para salir a la fría noche de diciembre.

—Adiós —agita su mano mientras me despide, hago lo mismo desde mi posición.

Una vez ha cerrado la puerta, me paso mis dos manos por la cara y cuando me la descubro; resoplo.

Ahora en vez de dormir como un bebé, no voy a pegar un ojo por lo que me acaba de comentar; genial.

¿Cómo puede haber una persona tan macabra para matar a personas inocentes? Lo digo porque Noor nunca tuvo un comportamiento malo hacia otra persona ni malas intenciones.

Otra de las peguntas que me rondan en la cabeza y no la he dicho en voz alta es:

¿Cómo acabó el cuerpo en el lago? Si este tiene una capa fina de hielo por las bajas temperaturas que tenemos a estas alturas del año.

Y tan alterado que estaba que no me ha contado porque yo estaba en peligro. ¡Estupendo! Me quedare con esa duda un día más.

Que desastre, solo me ha contado que falleció Noor.

Mientras mi mente iba de pregunta en pregunta la puerta de la entrada suena de nuevo.

¿Quién tocara a estas horas de nuevo? ¿Será otra vez Ewout?

—¿Eres tú de nuevo? —pregunto elevando un poco la voz para que me escuche.

—El mismo, ábreme la puerta. ¡Deprisa! —la voz se le escuchaba algo agitada, aparte de que seguro estaba más intranquilo que hace unos minutos.

¡Definitivamente hoy no duermo!

—En un minuto —digo mientras me levanto del sofá. Mientras me acerco de nuevo a la entrada, me acomodo mejor la capucha, que se me había ido cayendo.

Al abrirla, mi amigo se adentra como una bala hasta ponerse detrás de mí. No sé qué le pasa, pero su actitud es bastante extraña.

—¡Cierra la puerta! —me quedo sin hacer nada — ¡Que la cierres! —vuelve a decirme. Y es ahí cuando reacciono.

Justo antes de cerrarla veo unas luces cegadoras que apuntan a todas las direcciones posibles.

—¿Qué ha pasado? —estoy al borde de los nervios por no saber que sucede fuera.

—La policía está inspeccionando todo. Ahora están subiendo la montaña, y si me ven merodeando por ahí me llevaran detenido para interrogarme —me explica deprisa.

—Eso quiere decir que tienes la intención de quedarte aquí —le miro para saber la respuesta de lo que acabo de decir y efectivamente es la que esperaba ver reflejada en su rostro.

—Solo hasta mañana por la mañana, por favor —me suplica.

—Está bien —ahora podía resolver mis dudas, debido a que no me las había resuelto anteriormente —. Ahora que te vas a quedar aquí a dormir, me puedes resolver unas dudas que se me han quedado, no me has contado todo previamente.

Todavía estábamos en la entrada, lo veo ponerse algo incómodo.

—Vale, ¿podemos sentarnos para estar más cómodos? —pregunta.

—Adelante —le hago un gesto con la mano para que vaya a la sala —, pero primero deja en el perchero el abrigo —le indico ya viéndolo andar hacia el puf.

Bufa y yo solo rio. Parece un niño.

Entretanto yo voy a la ventana que tengo en la especie de “salón” y cierro la cortina, para enseguida volver a mi sitio

Antes de echarme hacia atrás en el sillón, me quito la capucha.

—Ya que has vuelto, tengo varias preguntas para hacerte — vuelvo a decir. Me pongo serio. No es una chorrada.

Desde mi posición puedo ver de refilón a mi invitado que se acaba de sentar de nuevo en el puf, en cuanto he pronunciado esa frase se le ha tensado todo el cuerpo.

—No te preocupes hombre. No es nada malo, solo que no me has dicho todo lo que me ibas a decirme —este asiente tembloroso.

¡Aquí ocurre algo!

Sus cambios son demasiado extraños, aunque no le tomo demasiada importancia.

—Tenemos toda la noche para que yo me quede satisfecho con la información que me darás.

Miro de mientras mi reloj para ver la hora que es.

—Antes de empezar con este interrogatorio, ¿podías preparar algo caliente? Hace un frio de muerte y aunque este la chimenea encendida no me es suficiente.

Yo asiento, me levanto y rodeo el sofá para llegar a mi mini cocina que está situada al frente del salón.

—¿Café? —le pregunto mientras abro uno de los armarios que tengo y cojo una taza.

—Si, por favor.

Menos mal que muchas veces tenía preparado café para cuando venía Ewout y hoy lo había preparado para mañana, ya que seguramente vendría a hacerme una visita.

—¿Has preparado café? —pregunta riéndose —Eso no me lo esperaba —dice con una ironía bastante palpable en su voz.

—Qué raro que tu estés hablando en sarcasmo —hago como que estoy pensando.

Vierto el café en la taza y lo caliento para que Ewout no se quede congelado como un cubito de hielo.

—Estas muy callado ahora, ¿qué sucede? —le pregunto mientras llevo la taza conmigo para después dársela en la mano, sin antes advertirle que quema.

—No me pasa nada tranquilo, ahora sí que me puedes preguntar todo lo que quieras —dice una vez ha bebido un par de sorbos.

Me aclaro la garganta antes de ponerme a hablar.

—¿Por qué has dicho que eran dos noticias malas para mí? No me has dicho ninguna —al principio él me mira con cara de extrañeza y de no entender nada, hasta que cae en la cuenta.

—Según los forenses que han analizado el cuerpo de Noor, han encontrado restos en la sangre, de veneno de serpiente —la última palabra la susurra, pero no lo dice tan bajo para que yo no lo escuche.

¿Serpiente? En Lake Louise no hay serpientes que yo sepa.

Mi mente está en un debate interno para darme cuenta que Ewout me mira con una ceja alzada.

—¿Has sacado tus propias conclusiones o te lo explico más detalladamente?

¿Qué me está queriendo decir? ¡No lo entiendo!

—Ruud, Noor tenía veneno en la sangre. Era de serpiente.

¿Serpiente? ¡Serpiente! ¡Mierda!

—¿Sabes qué tipo de serpiente? —si no estaba temblando, poco me faltaría.

—Crótalo azul.

 ¡No puede ser verdad!

—Ese tipo no son frecuentes en Canadá —declaro estando totalmente seguro.

Mi acompañante se encoge de hombros.

—Dime la otra cosa que me ibas a decir. No quiero pensar en estos momentos en este tema. Mañana tendré tiempo para decidir qué hare al respecto.

—Irte lo más seguro.

—No me voy a ir de un lugar. Cuando estoy plenamente seguro que soy inocente.

No dijo nada más al respecto, pero me fije que una media sonrisa se le asomaba por uno de los extremos de su boca.

—Dime la otra noticia.

—Tus padres y hermano llegan mañana a Lake Louise.

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